Editores de
"El Camino de
María"
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Acordaos, ¡oh piadosísima
Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los
que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra
asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido
desamparado. Animado por esta confianza, a Vos también
acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!, y gimiendo bajo el
peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia
soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas, antes
bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén.
Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés delante del
Señor, de decirle cosas buenas de mí. "Recordare, Virgo Mater Dei,
dum steteris in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis
bona".
(Oración
de la Misa de María Mediadora de todas de todas las
gracias)
El Espíritu
Santo y María
en la
concepción virginal de Jesús
En el misterio de Cristo María
está presente ya «antes de la creación del mundo» como aquella que
el Padre «ha elegido» como Madre de su Hijo en la Encarnación.
María es
introducida definitivamente en el misterio de Cristo a través de
este acontecimiento: la anunciación del ángel. Acontece
en Nazaret, en circunstancias concretas de la historia de Israel, el
primer pueblo destinatario de las promesas de Dios. El mensajero
divino dice a la Virgen: « Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo » (Lc 1, 28). María « se conturbó por estas palabras, y
discurría qué significaría aquel saludo » (Lc 1, 29). Qué
significarían aquellas extraordinarias palabras y, en concreto, la
expresión « llena de gracia » (Kejaritoméne).21
Si queremos
meditar junto a María sobre estas palabras y, especialmente sobre la
expresión «llena de gracia», podemos encontrar una
verificación significativa precisamente en el pasaje anteriormente
citado de la Carta a los Efesios. Si, después del anuncio del
mensajero celestial, la Virgen de Nazaret es llamada también «
bendita entre las mujeres » (cf. Lc 1, 42), esto se explica por
aquella bendición de la que «Dios Padre» nos ha colmado « en los
cielos, en Cristo ». Es una bendición espiritual, que se refiere a
todos los hombres, y lleva consigo la plenitud y la universalidad («
toda bendición »), que brota del amor que, en el Espíritu Santo, une
al Padre el Hijo consubstancial. Al mismo tiempo, es una bendición
derramada por obra de Jesucristo en la historia del hombre desde el
comienzo hasta el final: a todos los hombres. Sin embargo, esta
bendición se refiere a María de modo especial y excepcional; en
efecto, fue saludada por Isabel como « bendita entre las mujeres
».
La razón de
este doble saludo es, pues, que en el alma de esta « hija de Sión »
se ha manifestado, en cierto sentido, toda la « gloria de su gracia
», aquella con la que el Padre « nos agració en el Amado ». El
mensajero saluda, en efecto, a María como « llena de gracia »; la
llama así, como si éste fuera su verdadero nombre. No llama a su
interlocutora con el nombre que le es propio en el registro civil: «
Miryam » (María), sino con este nombre nuevo: «llena de gracia ».
¿Qué significa este nombre? ¿Porqué el arcángel llama así a la
Virgen de Nazaret?
En el
lenguaje de la Biblia «gracia» significa un don especial que, según
el Nuevo Testamento, tiene la propia fuente en la vida trinitaria de
Dios mismo, de Dios que es amor (cf. 1 Jn 4, 8). Fruto de este
amor es la elección, de la que habla la Carta a los Efesios. Por
parte de Dios esta elección es la eterna voluntad de salvar al
hombre a través de la participación de su misma vida en Cristo (cf.
2 P 1, 4): es la salvación en la participación de la vida
sobrenatural. El efecto de este don eterno, de esta gracia de la
elección del hombre, es como un germen de santidad, o como una
fuente que brota en el alma como don de Dios mismo, que mediante la
gracia vivifica y santifica a los elegidos. De este modo tiene
lugar, es decir, se hace realidad aquella bendición del hombre « con
toda clase de bendiciones espirituales », aquel « ser sus hijos
adoptivos ... en Cristo » o sea en aquel que es eternamente el «
Amado » del Padre.
Cuando
leemos que el mensajero dice a María «llena de gracia , el contexto
evangélico, en el que confluyen revelaciones y promesas antiguas,
nos da a entender que se trata de una bendición singular entre todas
las «bendiciones espirituales en Cristo». En el misterio de
Cristo María está presente ya «antes de la creación del mundo» como
aquella que el Padre «ha elegido» como Madre de su Hijo en la
Encarnación, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo,
confiándola eternamente al Espíritu de santidad. María está unida a
Cristo de un modo totalmente especial y excepcional, e igualmente es
amada en este «Amado» eternamente, en este Hijo consubstancial al
Padre, en el que se concentra toda « la gloria de la gracia ». A la
vez, ella está y sigue abierta perfectamente a este « don de lo alto
» (cf. St 1, 17). Como enseña el Concilio, María « sobresale entre
los humildes y pobres del Señor, que de El esperan con confianza la
salvación».22 (Redemptoris
Mater, 8).
La elección de María como Madre del Hijo de
Dios
Si el saludo
y el nombre «llena de gracia» significan todo esto, en el
contexto del anuncio del ángel se refieren ante todo a la
elección de María como Madre del Hijo de Dios. Pero, al mismo
tiempo, la plenitud de gracia indica la dádiva sobrenatural, de la
que se beneficia María porque ha sido elegida y destinada a ser
Madre de Cristo. Si esta elección es fundamental para el
cumplimiento de los designios salvíficos de Dios respecto a la
humanidad, si la elección eterna en Cristo y la destinación a la
dignidad de hijos adoptivos se refieren a todos los hombres, la
elección de María es del todo excepcional y única. De aquí, la
singularidad y unicidad de su lugar en el misterio de
Cristo.
El mensajero
divino le dice: «No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un
Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será
llamado Hijo del Altísimo» (Lc 1, 30-32). Y cuando la Virgen,
turbada por aquel saludo extraordinario, pregunta: «¿Cómo será esto,
puesto que no conozco varón?», recibe del ángel la confirmación y la
explicación de las palabras precedentes. Gabriel le dice: « El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado
Hijo de Dios » (Lc 1, 35).
Por
consiguiente, la Anunciación es la revelación del misterio de la
Encarnación al comienzo mismo de su cumplimiento en la tierra.
El donarse salvífico que Dios hace de sí mismo y de su vida en
cierto modo a toda la creación, y directamente al hombre, alcanza en
el misterio de la Encarnación uno de sus vértices. En efecto,
este es un vértice entre todas las donaciones de gracia en la
historia del hombre y del cosmos. María es « llena de gracia »,
porque la Encarnación del Verbo, la unión hipostática del Hijo de
Dios con la naturaleza humana, se realiza y cumple precisamente en
ella. Como afirma el Concilio, María es «Madre de Dios Hijo y, por
tanto, la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu
Santo; con un don de gracia tan eximia, antecede con mucho a todas
las criaturas celestiales y terrenas».23
(Redemptoris Mater,
9) |
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