Editores de
"El Camino de
María"
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Acordaos, ¡oh piadosísima
Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los
que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra
asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido
desamparado. Animado por esta confianza, a Vos también
acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!, y gimiendo bajo el
peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia
soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas, antes
bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén.
Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés delante del
Señor, de decirle cosas buenas de mí. "Recordare, Virgo Mater Dei,
dum steteris in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis
bona".
(Oración
de la Misa de María Mediadora de todas de todas las
gracias)
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La cooperación de María
en el misterio de la Redención
El Padre de las Misericordias quiso que precediera
a la Encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada,
para que así como la mujer contribuyó a la muerte, así también
contribuirá a la vida. Lo cual vale en forma eminente de la Madre de
Jesús, que dio al mundo la vida misma que renueva todas las cosas y
que fue adornada por Dios con dones dignos de tan gran oficio. Por
eso, no es extraño que entre los Santos Padres fuera común llamar a
la Madre de Dios toda santa e inmune de toda mancha de pecado y como
plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura.
Enriquecida desde el primer instante de su concepción con
esplendores de santidad del todo singular, la Virgen Nazarena es
saludada por el ángel por mandato de Dios como "llena de gracia"
(cf. Lc 1,28), y ella responde al enviado celestial: "He aquí
la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc
1,38). Así María, hija de Adán, aceptando la palabra divina,
fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios
con generoso corazón y sin impedimento de pecado alguno, se
consagró totalmente a sí misma, cual, esclava del Señor, a la
Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la
Redención con El y bajo El, por la gracia de Dios
omnipotente. Con razón, pues, los Santos Padres
estima a María, no como un mero instrumento pasivo, sino como una
cooperadora a la salvación humana por la libre fe y obediencia.
Porque ella, como dice San Ireneo, "obedeciendo fue causa de la
salvación propia y de la del género humano entero". Por eso, no
pocos padres antiguos en su predicación, gustosamente afirman: "El
nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de
María; lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María
lo desató por la fe" ; y comparándola con Eva, llaman a María Madre
de los vivientes, y afirman con mayor frecuencia: "La muerte vino
por Eva; por María, la vida". (Lumen Gentium,
56)
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