Editores de
"El Camino de
María"
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Acordaos, ¡oh piadosísima
Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los
que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra
asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido
desamparado. Animado por esta confianza, a Vos también
acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!, y gimiendo bajo el
peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia
soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas, antes
bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén.
Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés delante del
Señor, de decirle cosas buenas de mí. "Recordare, Virgo Mater Dei,
dum steteris in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis
bona".
(Oración
de la Misa de María Mediadora de todas de todas las
gracias)
María
Madre de Dios, Hija predilecta del Padre y
Sagrario del Espíritu Santo.
En
efecto, la Virgen María, que según el anuncio del ángel recibió al
Verbo de Dios en su corazón y en su cuerpo y entregó la vida al
mundo, es conocida y honrada como verdadera Madre de Dios Redentor.
Redimida de un modo eminente, en atención a los futuros méritos de
su Hijo y a El unida con estrecho e indisoluble vínculo, está
enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad: ser la Madre
de Dios Hijo y, por tanto, la Hija predilecta del Padre y el
Sagrario del Espíritu Santo; con un don de gracia tan eximia,
antecede con mucho a todas las criaturas celestiales y terrenas. Al
mismo tiempo ella está unida en la estirpe de Adán con todos los
hombres que han de ser salvados; más aún, es verdaderamente madre de
los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que
naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella
cabeza, por lo que también es saludada como miembro sobreeminente y
del todo singular de la Iglesia, su prototipo y modelo destacadísimo
en la fe y caridad y a quien la Iglesia católica, enseñada por el
Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad como a Madre
amantísima. (Lumen Gentiun, 53)
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