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EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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Madre de los hombres y de los pueblos, Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú sientes maternalmente todas las luchas entre el Bien y el mal, entre la Luz y las tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón y abraza con el Amor de la Madre y de la Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto a Ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la justicia y de la esperanza.

(Juan Pablo II . «Acto de consagración». Basílica de Santa María la Mayor. 7 de junio de 1981, Solemnidad de Pentecostés. Día elegido para recordar el 1600° aniv. 1er. Concilio Constantinopolitano y el 1550° aniversario del Concilio de Éfeso).

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Newsletter 519

 20 de Junio de 2010

DEVOCIÓN A LOS DOS CORAZONES

 SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

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LETANÍA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

LETANÍA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

LETANÍA A LOS DOS CORAZONES

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

   

"Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí." (Gálatas 2, 19-20)
 

ACTO DE CONSAGRACIÓN A

JESÚS POR MEDIO DE MARÍA

San Luis María Grignion de Morfort

Oh Sabiduría Eterna Encarnada, Oh Amabilísimo y Adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo Único del Padre Eterno y de María siempre Virgen.

Te adoro profundamente en el seno y esplendor de Tu Padre en la eternidad y en el seno virginal de María Tu Dignísima Madre, en el momento de Tu Encarnación.

Te doy gracias por haberte anonadado, tomando forma de esclavo, para librarme de la cruel esclavitud del demonio. Te alabo y glorifico porque has querido someterte a María, Tu Santísima Madre, en todas las cosas, para hacerme por medio de Ella, Tu fiel hijo.

Pero ingratamente no he guardado los votos y promesas que tan solemnemente hice en mi Bautismo; no he cumplido mis obligaciones; no merezco ser llamado hijo tuyo ni tu esclavo; como no hay nada en mí que no merezca repulsa y cólera, no me atrevo por mí mismo a acercarme a tu Santísima y Soberana Majestad.

Por eso, recurro a la intercesión y a la Misericordia de Tu Santísima Madre, que me has dado por Mediadora; por Ella espero obtener la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la sabiduría.

Te saludo, María Inmaculada, Tabernáculo vivo de la Divinidad, en el que la Sabiduría Eterna oculta quiere ser adorada por los ángeles y por los hombres.

Te saludo, Reina del Cielo y de la tierra, a cuyo imperio todo está sometido, todo lo que está debajo de Dios.

Te saludo, Refugio seguro de los pecadores, cuya Misericordia no ha faltado jamás a nadie.

Escucha los deseos que tengo de la Divina Sabiduría, y recibe los votos y ofrendas que presenta mi bajeza.

Yo pecador renuevo y ratifico hoy en vuestras manos las promesas de mi Bautismo.

Renuncio para siempre a las seducciones de satanás y a sus obras, y me entrego por entero a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los días de mi vida, para que le sea más fiel de lo que he sido hasta ahora.

Te elijo, María, en presencia de la corte celestial por mi Madre y Reina. Entrego y consagro con toda sumisión y amor, mi cuerpo, mi alma, mis bienes interiores y exteriores, el valor mismo de mis buenas obras, pasadas, presentes y futuras, dejándote el pleno derecho de disponer de ellas, de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, según tu beneplácito, a la mayor gloria de Dios en el tiempo y la eternidad.

Recibe, Dulce Virgen María, esta ofrenda de mi esclavitud de amor, en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría Eterna quiso tener con Tu maternidad; en vasallaje del poder que tenéis los Dos Corazones sobre este miserable pecador, y en acción de gracias por los privilegios con que te ha favorecido la Santísima Trinidad.

Proclamo que en adelante quiero, como verdadero hijo, buscar Tu honra y obedecerte en todo.

Madre Admirable, preséntame a Tu querido Hijo en calidad de esclavo eterno para que, rescatado por Tí, me reciba también por Tí.

Madre de Misericordia, dame la gracia de conseguir la verdadera Sabiduría de Dios y de estar en el número de los que amas, enseñas, guías, alimentas y proteges como verdaderos hijos.

Virgen fiel, hazme en todo un discípulo tan perfecto, imitador y esclavo de la Sabiduría Encarnada, Jesucristo, Hijo tuyo que llegue, por Tu intercesión y a Tu ejemplo, a la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en el Cielo. Amén
 

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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Entre el Corazón de la Madre y el Corazón del Hijo se estrecha desde el momento de la Encarnación una unión de Corazones. El Corazón de María es el primero que habló al Corazón de Jesús. El primero, se puede decir, que recitó las letanías a este Corazón.  Por ello, esta edición especial de El Camino de María esta dedicada a la Devoción a los Dos Corazones: El Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María.

"Es muy apropiado en estos tiempos, buscar una mayor profundización y conciencia de la íntima relación que existe entre los Dos Corazones y el valor que tiene para nuestros días, una auténtica devoción y consagración a los Corazones de Jesús y María.”  (Juan Pablo II, 23 de noviembre de 1987).

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En un Discurso a quienes habían participado del Simposio Internacional de la Alianza de los Dos Corazones de Jesús y María, el Siervo de Dios Juan Pablo II decía:

“...En el Corazón de María vemos simbolizado su amor maternal, su singular santidad y su rol central en la Misión redentora de su Hijo. Es precisamente en relación a ese rol especial en la Misión de su Hijo que la devoción al Corazón de María adquiere primordial importancia, porque mediante el Amor a su Hijo y a toda la humanidad Ella actúa de instrumento para llevarnos a Él.
 
La Consagración al Inmaculado Corazón de María que solemnemente proclame en Fátima el 13 de mayo de 1982, y nuevamente el 25 de Marzo de 1984, a la clausura del Año Santo Extraordinario de la Redención, radica en esta verdad del amor maternal de María y de su particular papel de Intercesora.
 
Si nos confiamos al Sagrado Corazón de María, Ella con seguridad nos ayudara a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en el corazón de los hombres de hoy y que en sus efectos inconmensurables ya grava sobre la vida presente y parece cerrar los caminos hacia el futuro!....” (Discurso a  los participantes en el Simposio internacional sobre los Corazones de Jesús y María. 22 de septiembre de 1986)

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"Durante el mes de junio la piedad popular cristiana, siguiendo una hermosa tradición, orienta nuestro espíritu hacia el misterio del Corazón de Jesús, cuya Solemnidad hemos celebrado este mes.

Sobre este tema deseo detenerme hoy con vosotros, inspirándome en la oración colecta de este Domingo con la que la Iglesia se dirige a Dios, "fortaleza" de quien espera en Él, porque es consciente de su propia "debilidad" y del hecho de que "nada se puede sin su ayuda". Se dirige a Dios confortada por la promesa formal de Cristo, que garantiza el valor y el cumplimiento de la oración expresada en su nombre (cf. Jn 14, 13 ss.)

También nosotros, en este momento de recogimiento, confiando en el Amor del Señor Jesús y en la caridad de Su Corazón, nos dirigimos a Dios Padre y le decimos: "Socórrenos con tu gracia".

El Corazón de Jesús se nos ofrece como testimonio viviente de la Voluntad que Dios tiene de salvarnos y de hacer que, según esta santa  Voluntad, podamos agradarle "en nuestras intenciones y en nuestras obras".

En cada hombre existe la dolorosa experiencia del mal moral, de la culpa que aleja del Señor, y de la desobediencia a Su Voluntad, y sabemos que sólo el Amor del Corazón de Cristo puede liberarnos de tal situación.

Rico en Misericordia hacia todos los que están oprimidos por el pecado, el Sagrado Corazón es principio y fundamento de paz y de verdadera esperanza. Jesús devuelve a todo hombre a la comunión con el Padre, atrayendo hacia Sí mismo, desde la Cruz, la mirada de cuantos buscan la salvación (cf. Jn 19, 37). Su Corazón traspasado -recordémoslo siempre- es la fuente inagotable del Amor de Dios que perdona, regenera y devuelve la vida.

Que María nos conduzca a este Corazón, propiciación por los pecados del mundo. Que Ella le acerque toda alma que sufre por la tristeza del mal y quizá ha perdido la esperanza de recuperar la amistad con Dios. ¡Corazón Inmaculado de María, acércanos al Sagrado Corazón de Tu Hijo Jesús! ". (Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 16 de junio de 1991).

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Oh Benevolísimo y Misericordísimo  Corazón de Jesús, estampa en nuestros corazones  una imagen perfecta de Tu Misericordia, para que podamos cumplir el mandamiento que nos diste: "Serás misericordioso
como lo es tu Padre ".


Madre de la Misericordia, vela sobre tanta desgracia, tantos pobres, tantos cautivos, tantos prisioneros, tantos hombres y mujeres que sufren persecución  en manos de sus hermanos y hermanas, tanta gente indefensa, tantas almas afligidas, tantos corazones inquietos.

Madre de la Misericordia, abre los ojos de Tu Clemencia y contempla nuestra desolación. Abre los oídos de Tu Bondad  y oye nuestra súplica.

Amorosísima y poderosísima Abogada, demuéstranos que eres en verdad la Madre de la Misericordia.  

(Oración a los Dos Corazones. San Juan Eudes) (+1680).

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“¡Queridos hijos! Hijitos, los invito a la oración continua. Si oran, están más cerca de Dios y Él los va a conducir por el camino de la paz y de la salvación. Por eso hoy los invito a que den paz a los demás. Solamente en Dios está la verdadera paz. Abran sus corazones y conviértanse en dadores de paz y los demás descubrirán la paz en ustedes y a través de ustedes, de tal forma testimoniarán la paz y el Amor de Dios que Él les da. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/1/2000

DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II 

                

EL CORAZÓN DE LA MADRE ES EN TODO SEMEJANTE AL CORAZÓN DEL HIJO

 Ángelus, 3 de septiembre de 1989

 "...El Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo. También la Bienaventurada Virgen es para la Iglesia una presencia de paz y de reconciliación: ¿No es Ella quien, por medio del ángel Gabriel, recibió el mayor mensaje de reconciliación y de paz que Dios haya jamás enviado al género humano? (cf. Lc 1, 26-38)..."

 EL CORAZÓN DE LA MADRE ES EN TODO SEMEJANTE AL CORAZÓN DEL HIJO

 

¡Queridos Hermanos y Hermanas!

«Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el Seno de la Virgen Madre, ten Misericordia de nosotros».

Rezando con fe esta hermosa invocación de las letanías del Sagrado Corazón, un sentimiento de confianza y de seguridad se difunde en nuestro espíritu: Jesús es de verdad nuestra paz, nuestra suprema reconciliación.

Jesús es nuestra paz. Es bien conocido el significado bíblico del término "paz": indica, en síntesis, la suma de los bienes que Jesús, el Mesías, ha traído a los hombres. Por esto, el don de la paz marca el inicio de su misión sobre la tierra, acompaña su desarrollo y constituye su coronamiento. "Paz" cantan los ángeles junto al pesebre del recién nacido "Príncipe de la Paz" (cf. Lc 2, 14; Is 9, 5). "Paz" es el deseo que brota del Corazón de Cristo, conmovido ante la miseria del hombre enfermo en el cuerpo (cf. Lc 8, 48) o en el espíritu (cf. Lc 7, 50). "Paz" es el saludo luminoso del Resucitado a sus discípulos (cf. Lc 24, 36; Jn 20, 19. 26), que Él, en el momento de dejar esta tierra, confía a la acción del Espíritu, manantial de "amor, alegría, paz" (Ga 5, 22).

Jesús es nuestra reconciliación. Como consecuencia del pecado se produjo una profunda y misteriosa fractura entre Dios, el Creador, y el hombre, su criatura. Toda la historia de la salvación no es más que la narración admirable de las intervenciones de Dios en favor del hombre a fin de que éste, en la libertad y en el amor, vuelva a Él; a fin de que a la situación de fractura suceda una situación de reconciliación y de amistad, de comunión y de paz.

En el Corazón de Cristo, lleno de Amor hacia el Padre y hacia los hombres, sus hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre el Cielo y la tierra: "Fuimos reconciliados con Dios ―dice el Apóstol― por la muerte de su Hijo" (Rm 5, 10).

Quien quiera hacer la experiencia de la reconciliación y de la paz, debe acoger la invitación del Señor y acudir a Él (cf. Mt 11, 28). En su Corazón encontrará paz y descanso; allí, su duda se transformará en certidumbre; el ansia, en quietud; la tristeza, en gozo; la turbación, en serenidad. Allí encontrará alivio al dolor, valor para superar el miedo, generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.

El Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo. También la Bienaventurada Virgen es para la Iglesia una presencia de paz y de reconciliación: ¿No es Ella quien, por medio del ángel Gabriel, recibió el mayor mensaje de reconciliación y de paz que Dios haya jamás enviado al género humano? (cf. Lc 1, 26-38).

María dio a luz a Aquél que es nuestra reconciliación. Ella estaba al pie de la Cruz cuando, en la Sangre del Hijo Dios reconcilió "con Él todas las cosas" (Col 1, 20); ahora, glorificada en el Cielo tiene ―como recuerda una plegaria litúrgica― "un corazón lleno de Misericordia hacia los pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en Ella se refugian e imploran el perdón de Dios" . (cf. Misal, Prefacio De Beata Maria Virgine).

Que María, Reina de la Paz, nos obtenga de Cristo el don mesiánico de la paz y la gracia de la reconciliación, plena y perenne, con Dios y con los hermanos.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 519 para %EmailAddress%

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