
Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
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Ave Regina
Caelorum
Salve,
Reina del Cielo
y Señora de los Ángeles.
Salve raíz, salve puerta,
por quien la Luz ha brillado en el mundo. Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella. Salve, agraciada Doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
"Ofrezco a los hombres
un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia
para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma:
JESÚS, EN TI CONFÍO"
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PEREGRINACIÓN CON NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN
25 de Marzo de 2009
25 de
Diciembre de 2009


Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.



Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria
Madre, Tu
protección va más allá de nuestro entendimiento
¿Quién, después
de Tu Hijo, se interesa como Tú en el género humano? ¿Quién nos
defiende sin cesar en nuestras tribulaciones? ¿Quién nos libra
tan pronto de las tentaciones que nos acosan? ¿Quién toma
nuestra defensa para disculparlas en los casos desesperados? En
virtud de la fuerza que Tu maternidad te ha
concedido ante Tu Hijo, aunque seamos condenados por nuestros
pecados y que no nos atrevamos más a mirar hacia el Cielo, Tú
por medio de Tus súplicas e intercesión nos salvas del suplicio
eterno. Por eso el afligido en Ti se refugia, el que padece la
injusticia a Ti recurre, el que está dentro del mal invoca tu
asistencia. Todo lo que viene de Ti, Madre de Dios, es
maravilloso, todo es más grande que la naturaleza, todo supera
nuestra razón y nuestras fuerzas. Tu protección va más allá de
nuestro entendimiento.
San Germán de
Constantinopla
Dulzura de los ángeles, Alegría de
los afligidos, Abogada de los cristianos,
Virgen Madre del Señor, protégeme y sálvame de los
sufrimientos eternos.
María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la
Trinidad excelsa: en Ti se ha complacido el Padre, ha habitado
el Hijo, y el Espíritu Santo, cubriéndote con su sombra,
Virgen, te ha hecho Madre de Dios.
Tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible
y aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro
del Cielo. Amen.
(Oración de la Liturgia Bizantina)
Todos debemos ir hacia Ella con verdadera devoción
"La
Bienaventurada Virgen María, Reina de los Apóstoles, es
ejemplo perfecto de vida espiritual et apostólica. Mientras
llevaba en la tierra una vida parecida a la de todo el mundo,
ocupada en las labores de su familia, permaneció íntimamente
unida a su Hijo y cooperaba en la obra del Salvador a título
excepcional. Hoy en el Cielo "Su Amor maternal la
guarda atenta a los hermanos de su Hijo cuya peregrinación no
ha terminado, quienes se encuentran sumidos a penas y pruebas
hasta que vuelvan a la Patria venturosa". Todos le
debemos una verdadera devoción y nuestra vida y apostolado
debemos ponerlos bajo a su maternal solicitud."
Decreto Apostolicam Actuositatem,
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(Concilio Vaticano II)

VIA MATRIS
Contemplación y
meditación de los 7 Dolores de la Virgen Santísima
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La Santísima Virgen María
manifestó a Santa Brígida que concedía 7 gracias a quienes
diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y
rezando siete Avemarías:
1.Pondré paz en sus familias.
2.Serán iluminados en los
Divinos Misterios.
3.Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4.Les daré cuanto me pidan,
con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Hijo y a
la santificación de sus almas.
5.Los defenderé en los
combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en
todos los instantes de su vida.
6.Los asistiré visiblemente en
el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7.He conseguido de mi Divino
Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y
dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad
eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi
Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.
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MARÍA SANTÍSIMA, EL TESORO DE DIOS
Dios Padre
creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de
todas las gracias y lo llamó María. El Dios omnipotente posee un tesoro o
almacén riquísimo en el que ha encerrado lo más hermoso, refulgente, y
precioso que tiene, incluido su propio Hijo. Este inmenso tesoro es María
Santísima, a
quien los santos llaman el Tesoro de Dios, de cuya plenitud se enriquecen
los hombres. (n.23)
Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y
muerte, sus méritos infinitos y virtudes admirables, y la constituyó
tesorera de todo cuanto el Padre le dio en herencia. Por medio de Ella aplica
sus méritos a sus miembros, les comunica virtudes y les distribuye sus
gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto, por el cual hace
pasar suave y abundantemente sus misericordias. (n.24)
Dios Espíritu Santo comunicó a su fiel Esposa, María, sus dones
inefables y la escogió por dispensadora de cuanto posee. De manera que Ella
distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como quiere y cuando quiere todos
sus dones y gracias. Y no se concede a los hombres ningún don celestial que
no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad de Dios que quiere
que todo lo tengamos por María. Y porque así será enriquecida, ensalzada y
honrada por el Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y
ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad. Estos son los sentimientos
de la iglesia y de los Santos Padres. (n.25)
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LA
VENERACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA,
MADRE DEL REDENTOR
La
piedad popular a la Santísima Virgen, diversa en sus
expresiones y profunda en sus causas, es un hecho eclesial
relevante y universal. Brota de la fe y del amor del pueblo de
Dios a Cristo, Redentor del género humano, y de la percepción
de la misión salvífica que Dios ha confiado a María de
Nazaret: La Virgen no es sólo la Madre del Señor y del
Salvador, sino también, en el plano de la gracia, la Madre de
todos los hombres.
De
hecho, los creyentes entendemos fácilmente la relación vital
que une al Hijo y a la Madre. Sabemos que el Hijo es Dios y que
Ella, la Madre, es también Madre nuestra. Creemos en la
santidad inmaculada de la Virgen María, la veneramos como Reina
gloriosa en el Cielo, y estamos seguros de que María,
Madre de Misericordia, intercede en nuestro favor, y por tanto
imploramos con confianza Su protección. Por ello celebramos con
gozo sus fiestas, participamos con gusto en sus procesiones,
acudimos en peregrinación a sus Santuarios, nos gusta cantar en
su honor, y le presentamos ofrendas votivas.
La
Iglesia nos exhorta a todos – ministros sagrados, religiosos,
fieles laicos – a alimentar nuestra piedad personal y
comunitaria con ejercicios de piedad. El culto litúrgico, no
obstante su importancia objetiva y su valor insustituible, su
eficacia ejemplar y su carácter normativo, no agota todas las
posibilidades de expresión de la veneración del pueblo de Dios
a la Santa Madre del Señor.
A
las tradicionales devociones que a continuación señalamos:
Triduos
y Novenas Marianas.
Mes de María
"Ángelus Domini"
"Regina caeli"
Santo Rosario
Letanías de la Virgen.
Consagración-Entrega a María.
Escapulario del Carmen y otros
escapularios.
Medallas marianas.
Himno "Akathistos"
se ha incorporado en los últimos años, en algunos países, la PEREGRINACIÓN CON
NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN.
Desde
el 25 de Marzo al 25 de
Diciembre diariamente los creyentes-peregrinos nos
disponemos a PEREGRINAR CON NUESTRA SEÑORA
DE LA ENCARNACIÓN, haciendo memoria de los 9 meses que llevó
a Jesús en su Purísimo Seno.
Durante
esta Peregrinación cada creyente-peregrino
acostumbra a pedir a la Santísima Virgen que le ayude a
conseguir tres gracias muy especiales.
En esta
edición especial de El Camino de María, les detallamos
a continuación las Oraciones y Meditaciones
sugeridas para rezar diariamente a María Santísima, en
su advocación de NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN.
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"...La
Anunciación
es la revelación del Misterio de la Encarnación
al comienzo mismo de su cumplimiento en la tierra. El
donarse salvífico que Dios hace de Sí mismo y de su Vida
en cierto modo a toda la creación, y directamente al
hombre, alcanza en el Misterio de la Encarnación
uno de sus vértices. En efecto, este es un vértice
entre todas las donaciones de gracia en la historia del
hombre y del cosmos. María es «llena de gracia»,
porque la Encarnación del Verbo,
la unión hipostática del Hijo de Dios con la naturaleza
humana, se realiza y cumple precisamente en Ella. Como
afirma el Concilio, María es
«Madre de Dios Hijo y, por tanto, la Hija predilecta del
Padre y el Sagrario del Espíritu Santo; con un don de
gracia tan eximia, antecede con mucho a todas las
criaturas celestiales y terrenas». (Redemptoris
Mater,
9)
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"Madre de Dios".
Al repetir hoy esta expresión cargada de misterio,
volvemos con el recuerdo al momento inefable de la
Encarnación y afirmamos con toda la Iglesia
que la Virgen se convirtió en Madre de Dios por
haber engendrado según la carne a un Hijo, que era
personalmente el Verbo de Dios. ¡Qué abismo de
condescendencia se abre ante nosotros!
Se plantea
espontáneamente una pregunta al Espíritu: ¿Por qué el
Verbo ha preferido nacer de una mujer (cf. Gál
4, 4), antes que descender del Cielo con un
cuerpo ya adulto, plasmado por la mano de Dios
(cf. Gén 2, 7)? ¿No habría sido éste un camino
más digno de Él?, ¿más adecuado a su misión de Maestro y
Salvador de la humanidad? Sabemos que, en los primeros
siglos, sobre todo, no pocos cristianos (los docetas,
los gnósticos, etc.) habrían preferido quo las cosas
hubieran sido de esa manera. En cambio, el Verbo eligió
el otro camino. ¿Por qué?
La respuesta
nos llega con la límpida y convincente sencillez de las
obras de Dios. Cristo quería ser un vástago auténtico
(cf. Is 11, 1) de la estirpe que venía a salvar.
Quería que la redención brotase como del interior de la
humanidad, como algo suyo. Cristo quería socorrer al
hombre no como un extraño, sino como un hermano,
haciéndose en todo semejante a él, menos en el pecado
(cf. Heb 4, 15). Por esto quiso una Madre y la
encontró en la persona de María. La misión fundamental
de la doncella de Nazaret fue, pues, la de ser el medio
de unión del Salvador con el género humano.
En la historia
de la salvación, sin embargo, la acción de Dios no se
desarrolla sin acudir a la colaboración de los hombres:
Dios no impone la salvación. Ni siquiera se la impuso a
María. En el acontecimiento de la Anunciación
interpeló su voluntad y esperó una respuesta que brotase
de su fe. Los Padres han captado perfectamente este
aspecto, poniendo de relieve que "la Santísima
Virgen María, que dio a luz creyendo, había concebido
creyendo" (S. Agustín, Sermo 215, 4; cf.
S. León M., Sermo I in Nativitate, 1, etc.), y
esto ha subrayado también el reciente Concilio Vaticano
II, afirmando que la Virgen "al anuncio del ángel
recibió en el corazón y en el cuerpo al Verbo de Dios"
(Lumen
gentium,
53).
El "fiat"
de la Anunciación inaugura así la Nueva Alianza
entre Dios y la criatura: mientras este "fiat"
incorpora a Jesús a nuestra estirpe según la naturaleza,
incorpora a María a Él según la gracia. El vínculo entre
Dios y la humanidad, roto por el pecado, ahora
felizmente está restablecido..." (Juan Pablo II . (Juan
Pablo II.
Homilía en la Casa de la Virgen
Santísima Éfeso. 30 de noviembre de 1979)
María
Santísima, Madre de Gracia y de Misericordia, míranos
con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús
y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a Él,
mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en
el Sacramento de la Reconciliación, que trae sosiego al
alma. Te suplicamos que nos concedas un amor muy
grande a todos los santos Sacramentos, que son como
las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra. Así,
Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia,
con nuestros corazones libres de mal y de odio
podremos llevar a todos la verdadera alegría y la
verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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