







INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
La Memoria del
Inmaculado Corazón de María, se celebra al día siguiente de la
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
La devoción
al Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón de
Jesús, fue promovida por
San Juan Eudes
en el siglo 17.
El Papa Pío VII y Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo
Corazón de María. En 1944, el Papa Pío XII extendió esta devoción a
toda la Iglesia fijando la celebración del Inmaculado Corazón de
María el 22 de agosto, 8 días después de la Asunción. Con la
renovación litúrgica, se cambió la fecha para un día después de la
fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

LA
VIRGEN, CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA

LA PROMESA DEL
INMACULADO CORAZÓN DE MARIA
El 10 de diciembre de
1925, la Santísima Virgen se le apareció a Lucía de Fátima, y a su
lado, suspenso en una nube luminosa, estaba el Niño Jesús. La
Santísima Virgen puso su mano en el hombro de Lucía, y mientras lo
hacía, le mostró un Corazón rodeado de espinas que ella tenía en la
otra mano. Al mismo tiempo, el Niño Jesús le dijo:
"Ten pena del Corazón de tu Santísima Madre, que está cubierto de
espinas, que los hombres ingratos en cada momento le clavan, sin
haber quien haga un acto de reparación para quitárselas".
Luego la Santísima Virgen le dijo:
"Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres
ingratos en cada momento le clavan, con blasfemias e ingratitudes.
Tú, al menos, haz por consolarme, y dí que a todos aquellos que
durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la
Sagrada Comunión, recen cinco decenas del Rosario y me hagan quince
minutos de compañía meditando sobre los quince misterios del
Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la
hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su
salvación".
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Oh Madre de Cristo, enséñanos
a abrir nuestros corazones al Amor encerrado en el Corazón de
Jesús, como Tú le has abierto tu Corazón desde el instante de tu
primer "fiat".
Enséñanos, Madre, a permanecer en la intimidad, en la verdad y
en el amor con el Corazón Divino de tu Hijo. |

El
Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo
El
Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo.
También la Bienaventurada Virgen es para la Iglesia una
presencia de paz y de reconciliación: ¿No es Ella quien, por
medio del Ángel Gabriel, recibió el mayor mensaje de
reconciliación y de paz que Dios haya jamás enviado al
género humano (Lc. 1,26-38)?
María dio a luz a Aquel que
es nuestra reconciliación; Ella estaba al pie de la Cruz
cuando, en la Sangre del Hijo, Dios reconcilió "con El
todas las cosas" (Col 1,20); ahora, glorificada en el cielo,
tiene -como recuerda una plegaria litúrgica-
"un corazón lleno de misericordia hacia los
pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en
Ella se refugian e imploran el perdón de Dios..."
María,
Madre Virgen, que conoces mejor que nosotros el Corazón
Divino de tu Hijo, únete a nosotros hoy en esta adoración a
la Santísima Trinidad e igualmente en la humilde oración por
la Iglesia y el mundo. Tu sola eres la guía de nuestra
plegaria.
Juan
Pablo II. Ángelus Domingo 3 de septiembre de 1989
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ACTO DE
CONSAGRACIÓN AL
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
S.S.
Pío XII
¡Oh
Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos,
refugio del género humano, vencedora de todas las batallas
de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes,
seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y
oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no
por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino
únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal
Corazón.
A
Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos
consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo
místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas
partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo
el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un
incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.
Que
os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos
dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de
hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor,
tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería,
tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de
perderse eternamente.
Vos,
oh Madre de misericordia, impetradnos de Dios la paz; y,
ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento
los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y
aseguran la paz. Reina de la paz, rogad por nosotros y dad
al mundo en guerra la paz por que suspiran los pueblos, la
paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo.
Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en
la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.
Conceded vuestra protección a los no creyentes y a cuantos
yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y
haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan
repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo:
Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los
hombres de buena voluntad.
Dad
la paz a los pueblos separados por el error o la discordia y
haced que retornen al único redil de Cristo bajo el único
verdadero Pastor.
Obtened paz y libertad completa para la Iglesia Santa de
Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo,
fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de
la vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que
aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a
Dios.
Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de
vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para
que, puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos
señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera,
oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos
para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que
vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de
Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios,
os proclamen bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo
a Otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de
amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual
pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz. |

CONSAGRACIÓN A JESÚS POR MEDIO DE MARÍA
Oh
sabiduría eterna encarnada, Oh amabilísimo y adorable Jesús,
verdadero Dios y verdadero hombre, hijo único del Padre
eterno y de María siempre Virgen.
Te adoro profundamente en el seno y esplendor de tu Padre
en la eternidad y en el seno virginal de María tu dignísima
madre, en el momento de tu Encarnación.
Te doy gracias por haberte anonadado, tomando forma de
esclavo, para librarme de la cruel esclavitud del demonio;
te alabo y glorifico porque has querido someterte a María tu
santísima madre, en todas las cosas, para hacerme por medio
de ella tu fiel hijo.
Pero, yo ingrato e infiel, no he
guardado los votos y promesas que tan solemnemente hice en
mi bautismo; no he cumplido mis obligaciones; no merezco ser
llamado hijo tuyo ni tu esclavo; como no hay nada en mí que
no merezca repulsa y cólera, no me atrevo por mí mismo a
acercarme a tu santísima y soberana majestad.
Por eso, recurro a la intercesión y a la misericordia de
tu Santísima madre, que me has dado por mediadora; por ella
espero obtener la contrición y el perdón de mis pecados, la
adquisición y la conservación de la sabiduría.
Te saludo pues, oh María inmaculada, tabernáculo vivo de
la divinidad, en el que la sabiduría eterna oculta quiere
ser adorada de los ángeles y de los hombres.
Te saludo, reina del cielo y de la tierra, a cuyo imperio
todo está sometido: todo lo que está debajo de Dios.
Te saludo, refugio seguro de los pecadores, cuya
misericordia no ha faltado jamás a nadie.
Escucha los deseos que tengo de la divina sabiduría, y
recibe los votos y ofrendas que presenta mi bajeza.
Yo, pecador infiel, renuevo y ratifico hoy, en vuestras
manos las promesas de mi bautismo.
Renuncio para siempre a las seducciones de Satanás y a sus
obras, y me entrego por entero a Jesucristo, la sabiduría
encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los
día de mi vida, para que le sea más fiel de lo que he sido
hasta ahora.
Te elijo, María, en presencia de la corte celestial por mi
madre y reina. Entrego y consagro con toda sumisión y amor,
mi cuerpo, mi alma, mis bienes interiores y exteriores, el
valor mismo de mis buenas obras, pasadas, presentes y
futuras, dejándote el pleno derecho de disponer de ellas, de
mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, según tu
beneplácito, a la mayor gloria de Dios en el tiempo y la
eternidad.
Recibe, dulce Virgen María, esta ofrenda de mi esclavitud
de amor, en honor y unión de la sumisión que la sabiduría
eterna quiso tener con tu maternidad; en vasallaje del poder
que tenéis los dos sobre este miserable pecador, y en acción
de gracias por los privilegios con que te ha favorecido la
Santísima Trinidad.
Proclamo que en adelante quiero, como verdadero hijo,
buscar tu honra y obedecerte en todo.
Madre admirable, preséntame a tu querido hijo en calidad
de esclavo eterno para que, rescatado por tí me reciba
también por tí.
Madre de misericordia, dame la gracia de conseguir la
verdadera sabiduría de Dios y de estar en el número de los
que amas, enseñas, guías, alimentas y proteges como
verdaderos hijos.
Virgen fiel, hazme en todo un discípulo tan perfecto,
imitador y esclavo de la sabiduría encarnada, Jesucristo,
hijo tuyo que llegue, por tu intercesión y a tu ejemplo, a
la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en los
cielos.Amén
Este texto de la
"Consagración a Jesús por medio de María", fue escrito por SAN LUIS MARIA
GRIGNION DE MONFORT
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