Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
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Oh Madre de
Cristo, enséñanos a abrir nuestros corazones al Amor encerrado en el
Corazón de Jesús, como Tú le has abierto Tu Corazón desde el instante de
tu primer "fiat". Enséñanos, Madre, a permanecer en la intimidad,
en la verdad y en el amor con el Corazón Divino de Tu Hijo.
""Acerca tu oído a Mi Corazón y olvídate de todo, y considera Mi
Misericordia"
(Diario,229)
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“Mane nobiscum,
Domine!”
Como los dos discípulos
del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús, ¡Quédate con nosotros!
Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de
nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche.
Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros
pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes, a los
ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los
sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.
En la Eucaristía te has hecho “remedio de
inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar
sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre
hacia la meta de la vida sin fin.
Quédate con nosotros, Señor! Quédate con
nosotros! Amén.
(Juan Pablo II)
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Newsletter 366
EL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Viernes 30 de
mayo de 2008
Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria
25 de marzo al 25
de diciembre
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ACTO DE
CONSAGRACIÓN
AL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Santa Margarita María
Alacoque
Me entrego y
consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesús Cristo,
mi persona y vida, acciones, penas y sufrimientos para que
utilice mi cuerpo solo para honrar, amar y glorificar al
Sagrado Corazón.
Este es mi propósito definitivo, único, ser todo de Él, y
hacer todo por amor a Él, y al mismo tiempo renunciar con
todo mi corazón cualquier cosa que no le complace, además
tomarte, Oh Sagrado Corazón, para que seas el único objeto
de mi amor, el guardián de mi vida, mi seguro de
salvación, el remedio para mis debilidades e inconstancia,
la solución a los errores de mi vida y mi refugio seguro a
la hora de la muerte.
Sé pues, Oh Corazón de Bondad, mi intercesor ante Dios
Padre, y líbrame de su sabia ira. Oh Corazón de Amor,
pongo toda mi confianza en Ti, temo mis debilidades y
fallas, pero tengo esperanza en Tu Divinidad y Bondad.
Quita de mí todo lo que esta mal y todo lo que provoque
que no haga Tu Santa Voluntad, permite a Tu Amor puro a
que se imprima en lo más profundo de mi corazón, para que
yo no me olvide ni separe de Ti.
Que yo obtenga
de Tu amada Bondad la gracia de tener mi nombre escrito en
Tu Corazón, para depositar en Ti toda mi felicidad y
gloria, vivir y morir en bondad tuya. Amen.
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Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
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El viernes siguiente al
II Domingo después de Pentecostés, la Iglesia
celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Además de la celebración litúrgica, otras muchas
expresiones de piedad tienen por objeto el Corazón de
Cristo. No hay duda de que la devoción al Corazón del
Salvador ha sido, y sigue siendo, una de las
expresiones más difundidas y amadas de la piedad
eclesial.
La devoción al Corazón
de Cristo tiene un sólido fundamento en la Escritura.
Jesús, que es uno con el Padre (cfr. Jn 10,30), invita
a sus discípulos a vivir en íntima comunión con Él, a
asumir su Persona y su Palabra como norma de conducta,
y se presenta a Sí mismo como Maestro "manso y humilde
de corazón" (Mt 11,29). Se puede decir, en un cierto
sentido, que la devoción al Corazón de Cristo es la
traducción en términos cultuales de la mirada que,
según las palabras proféticas y evangélicas, todas las
generaciones cristianas dirigirán al que ha sido
atravesado (cfr. Jn 19,37; Zc 12,10), esto es, al
Costado de Cristo atravesado por la lanza, del cual
brotó Sangre y agua (cfr. Jn 19,34), símbolo del "Sacramento admirable de toda la Iglesia".
El
texto de San Juan que narra la ostensión de las manos y
del costado de Cristo a los discípulos (cfr. Jn 20,20) y
la invitación dirigida por Cristo a Tomás, para que
extendiera su mano y la metiera en su costado (cfr. Jn
20,27), han tenido también un influjo notable en el
origen y en el desarrollo de la piedad eclesial al
sagrado Corazón.
Estos textos, y otros
que presentan a Cristo como Cordero pascual,
victorioso, aunque también inmolado (cfr. Ap 5,6),
fueron objeto de asidua meditación por parte de los
Santos Padres, que desvelaron las riquezas
doctrinales y con frecuencia invitaron a los fieles
a penetrar en el misterio de Cristo por la puerta
abierta de su Costado. Así San Agustín: "La
entrada es accesible: Cristo es la Puerta. También
se abrió para ti cuando su Costado fue abierto por
la lanza. Recuerda qué salió de allí; así mira por
dónde puedes entrar. Del Costado del Señor que
colgaba y moría en la Cruz salió Sangre y agua,
cuando fue abierto por la lanza. En el agua está tu
purificación, en la Sangre tu redención".
La
Edad Media fue una época especialmente fecunda
para el desarrollo de la devoción al Corazón del
Salvador. Hombres insignes por su doctrina y
santidad, como san Bernardo (+1153), san
Buenaventura (+1274), y místicos como santa
Lutgarda (+1246), santa Matilde de Magdeburgo
(+1282), las santas hermanas Matilde (+1299) y
Gertrudis (+1302) del monasterio de Helfta,
Ludolfo de Sajonia (+1378), santa Catalina de
Siena (+1380), profundizaron en el misterio del
Corazón de Cristo, en el que veían el "refugio"
donde acogerse, la sede de la Misericordia, el
lugar del encuentro con Él, la fuente del Amor
infinito del Señor, la fuente de la cual brota el
agua del Espíritu, la verdadera tierra prometida y
el verdadero paraíso.
En la época moderna, el culto
del Corazón de Salvador tuvo un nuevo desarrollo. En
un momento en el que el jansenismo proclamaba los
rigores de la justicia divina, la devoción al
Corazón de Cristo fue un antídoto eficaz para
suscitar en los fieles el amor al Señor y la
confianza en su infinita Misericordia, de la cual el
Corazón es prenda y símbolo. San Francisco de Sales
(+1622), que adoptó como norma de vida y apostolado
la actitud fundamental del Corazón de Cristo, esto
es, la humildad, la mansedumbre (cfr. Mt 11,29), el
amor tierno y misericordioso; santa Margarita María
de Alacoque (+1690), a quien el Señor mostró
repetidas veces las riquezas de su Corazón; San Juan
Eudes (+1680), promotor del culto litúrgico al
sagrado Corazón; San Claudio de la Colombiere
(+1682), San Juan Bosco (+1888) y otros santos, han
sido insignes apóstoles de la devoción al Sagrado
Corazón.
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"Celebramos
la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús,
el Corazón que hace dos mil años comenzó a latir en
el seno de María Santísima y que trajo al mundo el
fuego del Amor de Dios.
El Corazón de Cristo encierra un mensaje para todo
hombre; habla también al mundo de hoy. En una
sociedad, en la que la técnica y la informática se
desarrollan a un ritmo creciente y la gente se siente
atraída por una infinidad de intereses, a menudo
contrastantes, el hombre corre el riesgo de perder su
centro, el centro de sí mismo. Al mostrarnos su
Corazón, Jesús nos recuerda ante todo que allí, en
la intimidad de la persona, es donde se decide el
destino de cada uno, la muerte o la vida en sentido
definitivo. Él mismo nos da en abundancia la vida,
que permite a nuestro corazón, endurecido a veces por
la indiferencia y el egoísmo, abrirse a una forma de
vida más elevada.
El Corazón de Cristo crucificado y resucitado es la
fuente inagotable de gracia donde todo hombre puede
encontrar siempre: Amor, Verdad y Misericordia.."
(Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 2 de julio de 2000)
Les informamos que hemos redactado y diseñado
un e-Curso con
textos extraídos de la extensa Catequesis del
Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II que lleva por
título
SAGRADO CORAZÓN: SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO.
Este e-Curso gratuito contiene los textos
catequéticos sobre cada una de las
Letanías al
Sagrado Corazón de Jesús y serán
enviadas diariamente a la dirección de correo
electrónico de quienes deseen inscribirse a través
de de la siguiente dirección:
"...El mes de junio está dedicado, de modo
especial, a la veneración del Corazón divino. No
sólo un día, la fiesta litúrgica que, de
ordinario, cae en junio, sino todos los días.
Con esto se vincula la devota práctica de rezar
o cantar diariamente las
Letanías al Sacratísimo Corazón de Jesús...."
(Ángelus,
27 de junio de 1982).
Leemos en uno de
los parráfos de la
Carta del Papa Benedicto XVI sobre el Culto
al Corazón de Jesús:
"...Además,
es necesario subrayar que un auténtico
conocimiento del Amor de Dios sólo es
posible en el contexto de una actitud de
oración humilde y de generosa
disponibilidad. Partiendo de esta actitud
interior, la mirada puesta en el Costado
traspasado de la lanza se transforma en
silenciosa adoración. La mirada en el
Costado traspasado del Señor, del que salen
«sangre y agua» (Cf. Gv 19, 34), nos ayuda a
reconocer la multitud de dones de gracia que
de ahí proceden (Cf. encíclica
«Haurietis aquas», 34-41) y nos
abre a todas las demás formas de devoción
cristiana que están comprendidas en el
culto al Sagrado Corazón de Jesús..."
CARTA
ENCÍCLICA
MISERENTISSIMUS REDEMPTOR
DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI . SOBRE LA
EXPIACIÓN QUE TODOS DEBEN AL SAGRADO
CORAZÓN DE JESÚS
Dulcísimo Jesús, cuya caridad
derramada sobre los hombres se paga
tan ingratamente con el olvido, el
desdén y el desprecio, míranos aquí
postrados ante tu altar. Queremos
reparar con especiales
manifestaciones de honor tan indigna
frialdad y las injurias con las que
en todas partes es herido por los
hombres Tu amoroso Corazón.
Recordando, sin embargo, que también
nosotros nos hemos manchado tantas
veces con el mal, y sintiendo ahora
vivísimo dolor, imploramos ante todo
tu misericordia para nosotros,
dispuestos a reparar con voluntaria
expiación no sólo los pecados que
cometimos nosotros mismos, sino
también los de aquellos que,
perdidos y alejados del camino de la
salud, rehúsan seguirte como Pastor
y Guía, obstinándose en su
infidelidad, y han sacudido el yugo
suavísimo de Tu Ley, pisoteando las
promesas del Bautismo.
Al mismo tiempo que queremos expiar
todo el cúmulo de tan deplorables
crímenes, nos proponemos reparar
cada uno de ellos en particular: la
inmodestia y las torpezas de la vida
y del vestido, las insidias que la
corrupción tiende a las almas
inocentes, la profanación de los
días festivos, las miserables
injurias dirigidas contra Ti y
contra Tus santos, los insultos
lanzados contra Tu Vicario y el
orden sacerdotal, las negligencias y
los horribles sacrilegios con que se
profana el mismo Sacramento del Amor
Divino y, en fin, las culpas
públicas de las naciones que
menosprecian los derechos y el
magisterio de la Iglesia por Ti
fundada.
Por lo
tanto, como reparación del honor
divino conculcado, te presentamos,
acompañándola con las expiaciones de
tu Madre la Virgen, de todos los
santos y de los fieles piadosos,
aquella satisfacción que Tú mismo
ofreciste un día en la Cruz al
Padre, y que renuevas todos los días
en los altares. Te prometemos con
todo el corazón compensar en cuanto
esté de nuestra parte, y con el
auxilio de tu gracia, los pecados
cometidos por nosotros y por los
demás: la indiferencia a tan grande
amor con la firmeza de la fe, la
inocencia de la vida, la observancia
perfecta de la ley evangélica,
especialmente de la caridad, e
impedir además con todas nuestras
fuerzas las injurias contra Ti, y
atraer a cuantos podamos a tu
seguimiento. Acepta, te rogamos,
benignísimo Jesús, por intercesión
de la Bienaventurada Virgen María
Reparadora, el voluntario
ofrecimiento de expiación; y con el
gran don de la perseverancia,
consérvanos fidelísimos hasta la
muerte en el culto y servicio a Ti,
para que lleguemos todos un día a la
patria donde tú con el Padre y con
el Espíritu Santo vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
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Te
saludo, Misericordiosísimo
Corazón de Jesús,
Viva Fuente de toda gracia,
Único amparo y refugio
nuestro,
En Ti tengo la luz de la
esperanza.
Te saludo, Corazón
Piadosísimo de mi Dios,
Insondable, viva Fuente de
Amor,
De la cual brota la vida
para los pecadores,
Y los torrentes de toda
dulzura.
Te saludo, Herida abierta
del Sacratísimo Corazón,
de la cual salieron los
rayos de la Misericordia
Y de la cual nos es dado
sacar la vida,
Únicamente con el
Recipiente de la confianza.
Te saludo, Inconcebible
Bondad de Dios,
Nunca penetrada e insondable,
Llena de Amor y de
Misericordia, siempre santa,
Y como una buena madre
inclinada sobre nosotros.
Te saludo, Trono de la
Misericordia, Cordero de
Dios,
Que has ofrecido la vida por
mí,
Ante el cual mi alma se
humilla cada día,
Viviendo en una fe profunda.
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"...Contemplemos con María Santísima el Corazón
de Cristo. La Virgen vivió en la fe, día tras
día, junto a su Hijo Jesús: sabía que la Carne
de su Hijo habla florecido de su Carne virginal,
pero intuía que Él, por ser "Hijo del Altísimo"
( Lc 1, 32), la trascendía infinitamente: el
Corazón de su Hijo estaba "unido a la Persona
del Verbo". Por esto, Ella lo amaba como Hijo
suyo y al mismo tiempo lo adoraba como a su
Señor y su Dios. Que Ella nos conceda también a
nosotros amar y adorar a Cristo, Dios y Hombre,
sobre todas las cosas, "con todo el corazón, con
toda el alma y con toda la mente" (cf. Mt 22,
37). De esta manera, siguiendo su ejemplo,
seremos objeto de las predilecciones divinas y
humanas del Corazón de su Hijo."
(Juan Pablo
II . Ángelus. Domingo 9 de julio de 1989)
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