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EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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Madre de los hombres y de los pueblos, Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú sientes maternalmente todas las luchas entre el Bien y el mal, entre la Luz y las tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón y abraza con el Amor de la Madre y de la Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto a Ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la justicia y de la esperanza.

(Juan Pablo II . «Acto de consagración». Basílica de Santa María la Mayor. 7 de junio de 1981, Solemnidad de Pentecostés. Día elegido para recordar el 1600° aniv. 1er. Concilio Constantinopolitano y el 1550° aniversario del Concilio de Éfeso).

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Newsletter 764

 16 de Junio de 2013

DEVOCIÓN A LOS DOS CORAZONES

 SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

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LETANÍA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

LETANÍA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

LETANÍA A LOS DOS CORAZONES

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). 

 A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

   

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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Entre el Corazón de la Madre y el Corazón del Hijo se estrecha desde el momento de la Encarnación una unión de Corazones. El Corazón de María es el primero que habló al Corazón de Jesús. El primero, se puede decir, que recitó las letanías a este Corazón.  Por ello, esta edición de El Camino de María esta dedicada a la Devoción a los Dos Corazones: El Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María.

"Es muy apropiado en estos tiempos, buscar una mayor profundización y conciencia de la íntima relación que existe entre los Dos Corazones y el valor que tiene para nuestros días, una auténtica devoción y consagración a los Corazones de Jesús y María.”  (Beato Juan Pablo II, 23 de noviembre de 1987).

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Al día siguiente de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús hemos celebrado la Memoria del Corazón Inmaculado de María. La contigüidad de las dos celebraciones es ya, en sí misma, un signo litúrgico de su estrecha relación: el mysterium del Corazón del Salvador se proyecta y refleja en el Corazón de la Madre que es también compañera y discípula. Así como en la Solemnidad del Sagrado Corazón celebramos los misterios salvíficos de Cristo de una manera sintética y refiriéndolos a su fuente –precisamente el Corazón-, en la Memoria del Corazón Inmaculado de María celebramos la asociación de la Madre a la obra salvadora del Hijo.

La devoción al Corazón Inmaculado de María se ha difundido principalmente después de las apariciones de la Virgen en Fátima en el año 1917. A los veinticinco años de las mismas, en el 1942, Pío XII consagraba la Iglesia y el género humano al Corazón Inmaculado de María, y en el 1944 la fiesta del Corazón Inmaculado de María se extendió a toda la Iglesia.

Las expresiones de la piedad popular hacia el Corazón de María imitan, aunque salvando la infranqueable distancia entre el Hijo, verdadero Dios, y la Madre, sólo criatura, las del Corazón de Cristo: la consagración de cada uno de los fieles, de las familias, de las comunidades religiosas, de las naciones; la reparación, realizada sobre todo mediante la oración, la mortificación y las obras de misericordia; la práctica de los cinco primeros sábados de mes.

Por lo que refiere a la devoción de la comunión sacramental durante cinco primeros sábados consecutivos, esta práctica de piedad debe ser aprovechada como ocasión propicia para vivir intensamente, con una actitud inspirada en la Virgen, el Misterio pascual que se celebra en la Eucaristía.

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En un Discurso a quienes habían participado del Simposio Internacional de la Alianza de los Dos Corazones de Jesús y María, el Beato Juan Pablo II expresó:

“...En el Corazón de María vemos simbolizado su amor maternal, su singular santidad y su rol central en la Misión redentora de su Hijo. Es precisamente en relación a ese rol especial en la Misión de su Hijo que la devoción al Corazón de María adquiere primordial importancia, porque mediante el Amor a su Hijo y a toda la humanidad Ella actúa de instrumento para llevarnos a Él.
 
La Consagración al Inmaculado Corazón de María que solemnemente proclame en Fátima el 13 de mayo de 1982, y nuevamente el 25 de Marzo de 1984, a la clausura del Año Santo Extraordinario de la Redención, radica en esta verdad del amor maternal de María y de su particular papel de Intercesora.
 
Si nos confiamos al Sagrado Corazón de María, Ella con seguridad nos ayudara a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en el corazón de los hombres de hoy y que en sus efectos inconmensurables ya grava sobre la vida presente y parece cerrar los caminos hacia el futuro!....” (Discurso a  los participantes en el Simposio internacional sobre los Corazones de Jesús y María. 22 de septiembre de 1986)

Aprendamos, como María, a recibir y a custodiar la Palabra de Dios. Fue la invitación que el Papa Francisco formuló en la homilía pronunciada en la Santa Misa en la Casa de Santa Marta el sábado 8 de junio de 2013, fiesta del Corazón Inmaculado de la Beata Virgen María.

El Papa subrayó que María Santísima leía la vida con la Palabra de Dios y esto justamente significa custodiar.

Asombro y custodia: el Papa desarrolló su homilía de hoy partiendo de este binomio. La ocasión la ofreció el Evangelio del día, que narra del asombro de los maestros de la Ley en el Templo en el escuchar a Jesús y en el guardar de María, en su Corazón, la Palabra de Dios.

El asombro, observó Francisco, “es más del gozo: es un momento en el que la Palabra de Dios viene, es sembrada en nuestro corazón”. Pero, advirtió, “no se puede vivir siempre en el asombro”, esto de hecho va llevado “en la vida con la custodia”. Y es precisamente lo que hace María, de quien se dice que se “maravilló” y custodió la “Palabra de Dios”:

“Custodiar la Palabra de Dios: ¿Qué cosa quiere decir esto? ¿Que recibo la Palabra, tomo una botella, meto la Palabra en la botella y la custodio? No. Custodiar la Palabra de Dios quiere decir que nuestro corazón se abre, se ha abierto a aquella Palabra como la  tierra se abre para recibir las semillas. La Palabra de Dios es una semilla que es sembrada. Y Jesús nos ha dicho qué cosa ocurre con la semilla: algunas caen a lo largo del camino, vienen los pájaros y las comen; esta Palabra no ha sido custodiada, esos corazones no han sabido recibirla”.
Otras, continuó, caen en una tierra pedregosa y la semilla muere. Y Jesús dice que aquellos “no saben custodiar la Palabra de Dios porque no son constantes: cuando les sucede una tribulación se olvidan”. La Palabra de Dios, observó el Papa, cae en una tierra no preparada, no custodiada, donde hay espinas. Y ¿qué cosa son las espinas? Jesús, subrayó Francisco, habla del apego a las riquezas, los vicios. He aquí que “custodiar la Palabra de Dios significa meditar qué cosa nos dice esta Palabra con lo que sucede en la vida”. Y “María hacia esto”, “meditaba y hacía la comparación”. Éste, “es un gran trabajo espiritual ”:

“Juan Pablo II decía que con este trabajo, María tenía una particular fatiga en su corazón: tenía el corazón fatigado. Pero esto no es un afán, es una fatiga, es un trabajo. Custodiar la Palabra de Dios se hace con este trabajo: el trabajo de buscar qué cosa significa tal cosa en este momento, qué cosa me quiere decir el Señor en este momento, cómo se entiende tal situación frente a la Palabra de Dios. Leer la vida con la Palabra de Dios: esto significa custodiar”.

Pero también recordar. “La memoria –dijo el Papa– es una custodia de la Palabra de Dios. Nos ayuda a custodiarla, a recordar todo aquello que el Señor ha obrado en mi vida”. Nos recuerda, puntualizó, “todas las maravillas de la salvación en su pueblo y en mi corazón. La memoria custodia la Palabra de Dios”.

El Papa concluyó su homilía invitando a todos a meditar “en cómo custodiamos la Palabra de Dios, cómo conservamos este asombro, para que los pájaros del camino no la coman, los vicios no la sofoquen”.

“Nos hará bien cuestionarnos: 'Con las cosas que ocurren en la vida, me hago la pregunta: ¿en este momento, qué cosa me dice el Señor con su Palabra?'. Esto se llama custodiar la Palabra de Dios, la Palabra de Dios es el mensaje que el Señor nos da en todo momento. Custodiarla con esto: custodiarla con nuestra memoria. Y también custodiarla con nuestra esperanza.

Pidamos al Señor la gracia de recibir la Palabra de Dios y custodiarla, y también la gracia de tener un corazón que se fatiga en esta custodia. Así sea”

ACTO DE CONSAGRACIÓN A

JESÚS POR MEDIO DE MARÍA

San Luis María Grignion de Morfort

Oh Sabiduría Eterna Encarnada, Oh Amabilísimo y Adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo Único del Padre Eterno y de María siempre Virgen.

Te adoro profundamente en el seno y esplendor de Tu Padre en la eternidad y en el seno virginal de María Tu Dignísima Madre, en el momento de Tu Encarnación.

Te doy gracias por haberte anonadado, tomando forma de esclavo, para librarme de la cruel esclavitud del demonio. Te alabo y glorifico porque has querido someterte a María, Tu Santísima Madre, en todas las cosas, para hacerme por medio de Ella, Tu fiel hijo.

Pero ingratamente no he guardado los votos y promesas que tan solemnemente hice en mi Bautismo; no he cumplido mis obligaciones; no merezco ser llamado hijo tuyo ni tu esclavo; como no hay nada en mí que no merezca repulsa y cólera, no me atrevo por mí mismo a acercarme a tu Santísima y Soberana Majestad.

Por eso, recurro a la intercesión y a la Misericordia de Tu Santísima Madre, que me has dado por Mediadora; por Ella espero obtener la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la sabiduría.

Te saludo, María Inmaculada, Tabernáculo vivo de la Divinidad, en el que la Sabiduría Eterna oculta quiere ser adorada por los ángeles y por los hombres.

Te saludo, Reina del Cielo y de la tierra, a cuyo imperio todo está sometido, todo lo que está debajo de Dios.

Te saludo, Refugio seguro de los pecadores, cuya Misericordia no ha faltado jamás a nadie.

Escucha los deseos que tengo de la Divina Sabiduría, y recibe los votos y ofrendas que presenta mi bajeza.

Yo pecador renuevo y ratifico hoy en vuestras manos las promesas de mi Bautismo.

Renuncio para siempre a las seducciones de satanás y a sus obras, y me entrego por entero a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los días de mi vida, para que le sea más fiel de lo que he sido hasta ahora.

Te elijo, María, en presencia de la corte celestial por mi Madre y Reina. Entrego y consagro con toda sumisión y amor, mi cuerpo, mi alma, mis bienes interiores y exteriores, el valor mismo de mis buenas obras, pasadas, presentes y futuras, dejándote el pleno derecho de disponer de ellas, de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, según tu beneplácito, a la mayor gloria de Dios en el tiempo y la eternidad.

Recibe, Dulce Virgen María, esta ofrenda de mi esclavitud de amor, en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría Eterna quiso tener con Tu maternidad; en vasallaje del poder que tenéis los Dos Corazones sobre este miserable pecador, y en acción de gracias por los privilegios con que te ha favorecido la Santísima Trinidad.

Proclamo que en adelante quiero, como verdadero hijo, buscar Tu honra y obedecerte en todo.

Madre Admirable, preséntame a Tu querido Hijo en calidad de esclavo eterno para que, rescatado por Tí, me reciba también por Tí.

Madre de Misericordia, dame la gracia de conseguir la verdadera Sabiduría de Dios y de estar en el número de los que amas, enseñas, guías, alimentas y proteges como verdaderos hijos.

Virgen fiel, hazme en todo un discípulo tan perfecto, imitador y esclavo de la Sabiduría Encarnada, Jesucristo, Hijo tuyo que llegue, por Tu intercesión y a Tu ejemplo, a la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en el Cielo. Amén
 

CATEQUESIS DEL BEATO JUAN PABLO II 

                

EL CORAZÓN DE LA MADRE ES EN TODO SEMEJANTE

 AL CORAZÓN DEL HIJO

 Ángelus, 3 de septiembre de 1989

 EL CORAZÓN DE LA MADRE ES SEMEJANTE AL CORAZÓN DEL HIJO

 

¡Queridos Hermanos y Hermanas!

«Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el Seno de la Virgen Madre, ten Misericordia de nosotros».

Rezando con fe esta hermosa invocación de las letanías del Sagrado Corazón, un sentimiento de confianza y de seguridad se difunde en nuestro espíritu: Jesús es de verdad nuestra paz, nuestra suprema reconciliación.

Jesús es nuestra paz. Es bien conocido el significado bíblico del término "paz": indica, en síntesis, la suma de los bienes que Jesús, el Mesías, ha traído a los hombres. Por esto, el don de la paz marca el inicio de su misión sobre la tierra, acompaña su desarrollo y constituye su coronamiento. "Paz" cantan los ángeles junto al pesebre del recién nacido "Príncipe de la Paz" (cf. Lc 2, 14; Is 9, 5). "Paz" es el deseo que brota del Corazón de Cristo, conmovido ante la miseria del hombre enfermo en el cuerpo (cf. Lc 8, 48) o en el espíritu (cf. Lc 7, 50). "Paz" es el saludo luminoso del Resucitado a sus discípulos (cf. Lc 24, 36; Jn 20, 19. 26), que Él, en el momento de dejar esta tierra, confía a la acción del Espíritu, manantial de "amor, alegría, paz" (Ga 5, 22).

Jesús es nuestra reconciliación. Como consecuencia del pecado se produjo una profunda y misteriosa fractura entre Dios, el Creador, y el hombre, su criatura. Toda la historia de la salvación no es más que la narración admirable de las intervenciones de Dios en favor del hombre a fin de que éste, en la libertad y en el amor, vuelva a Él; a fin de que a la situación de fractura suceda una situación de reconciliación y de amistad, de comunión y de paz.

En el Corazón de Cristo, lleno de Amor hacia el Padre y hacia los hombres, sus hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre el Cielo y la tierra: "Fuimos reconciliados con Dios ―dice el Apóstol― por la muerte de su Hijo" (Rm 5, 10).

Quien quiera hacer la experiencia de la reconciliación y de la paz, debe acoger la invitación del Señor y acudir a Él (cf. Mt 11, 28). En su Corazón encontrará paz y descanso; allí, su duda se transformará en certidumbre; el ansia, en quietud; la tristeza, en gozo; la turbación, en serenidad. Allí encontrará alivio al dolor, valor para superar el miedo, generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.

El Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo. También la Bienaventurada Virgen es para la Iglesia una presencia de paz y de reconciliación: ¿No es Ella quien, por medio del ángel Gabriel, recibió el mayor mensaje de reconciliación y de paz que Dios haya jamás enviado al género humano? (cf. Lc 1, 26-38).

María dio a luz a Aquél que es nuestra reconciliación. Ella estaba al pie de la Cruz cuando, en la Sangre del Hijo Dios reconcilió "con Él todas las cosas" (Col 1, 20); ahora, glorificada en el Cielo tiene ―como recuerda una plegaria litúrgica― "un corazón lleno de Misericordia hacia los pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en Ella se refugian e imploran el perdón de Dios" . (cf. Misal, Prefacio De Beata Maria Virgine).

Que María, Reina de la Paz, nos obtenga de Cristo el don mesiánico de la paz y la gracia de la reconciliación, plena y perenne, con Dios y con los hermanos.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 764 para %EmailAddress%

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