«Mi Carne es verdadera comida, y Mi
Sangre verdadera bebida; el que come Mi Carne, y bebe Mi Sangre, en Mí
mora, y Yo en él.» (Jn 6, 56-57)
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“Mane
nobiscum, Domine!”
Como los dos
discípulos del Evangelio, te imploramos.
Señor
Jesús, ¡quédate con nosotros!
Tú, divino
Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos
dejes prisioneros de las sombras de la noche.
Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos
por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas
consagradas. Bendice a toda la humanidad.
En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos el gusto de una
vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros
y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin.
Quédate con nosotros, Señor!
ORACIÓN DEL BEATO JUAN PABLO II
AL FINALIZAR LA HOMILÍA DURANTE
LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA, ADORACIÓN Y BENDICIÓN EUCARÍSTICA CON OCASIÓN
DEL COMIENZO DEL AÑO DE LA EUCARISTÍA .17-OCT-2004
"Ofrezco
a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la
Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la
firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327).
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Newsletter 677
LA
EUCARISTÍA, FUENTE Y CÚLMEN DE LA VIDA Y DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA
Domingo
22 de julio de 2012
Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste al Beato Juan Pablo II
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato
Juan Pablo II y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase).
A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
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Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
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Continuamos con la
meditación sobre la Sagrada Eucaristía en compañía
de María Santísima. Los textos los hemos
extraído de la
Carta-Encíclica
ECCLESIA DE EUCHARISTIA,
escrita por el Beato Juan Pablo II, y de la Exhortación
Apostólica
SACRAMENTUM CARITATIS escrita por el Santo Padre
Benedicto XVI: LA EUCARISTÍA, FUENTE Y CULMEN DE LA
VIDA Y DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA.
"...Que nos ayude sobre todo la
Santísima Virgen, que encarnó con
toda su existencia la lógica de la
Eucaristía. «La Iglesia, tomando
a María como modelo, ha de imitarla
también en su relación con este
Santísimo Misterio». El Pan
Eucarístico que recibimos es la
Carne Inmaculada del Hijo: «Ave
verum corpus natum de Maria Virgine».
Que en este Año de gracia, con la
ayuda de María, la Iglesia reciba un
nuevo impulso para su misión y
reconozca cada vez más en la
Eucaristía la fuente y la cumbre de
toda su vida..." (Beato
Juan Pablo II. Carta Apostólica
Mane Nobiscum Domine, 31)
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En los puntos 3 y 4 de la introducción de la
Carta-Encíclica
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
el Beato Juan Pablo II nos escribió:
"Del misterio pascual nace la
Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es
el Sacramento por excelencia del misterio pascual,
está en el centro de la vida eclesial. Se puede
observar esto ya desde las primeras imágenes de la
Iglesia que nos ofrecen los Hechos de los Apóstoles:
«Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a
la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones »
(Hechos 2, 42). La « fracción del pan» evoca la
Eucaristía. Después de dos mil años seguimos
reproduciendo aquella imagen primigenia de la Iglesia.
Y, mientras lo hacemos en la Celebración Eucarística,
los ojos del alma se dirigen al Triduo Pascual: a lo que
ocurrió la tarde del Jueves Santo, durante la Última
Cena y después de ella. La institución de la Eucaristía,
en efecto, anticipaba sacramentalmente los
acontecimientos que tendrían lugar poco más tarde, a
partir de la Agonía en Getsemaní. Vemos a Jesús que sale
del Cenáculo, baja con los discípulos, atraviesa el
arroyo Cedrón y llega al Huerto de los Olivos. En aquel
huerto quedan aún hoy algunos árboles de olivo muy
antiguos. Tal vez fueron testigos de lo que ocurrió a su
sombra aquella tarde, cuando Cristo en oración
experimentó una angustia mortal y «Su sudor se hizo
como gotas espesas de sangre que caían en tierra» (Lc
22, 44).La sangre, que poco antes había entregado a
la Iglesia como bebida de salvación en el Sacramento
Eucarístico, comenzó a ser derramada; su efusión
se completaría después en el Gólgota, convirtiéndose en
instrumento de nuestra redención: «Cristo como Sumo
Sacerdote de los bienes futuros [...] penetró en el
santuario una vez para siempre, no con sangre de machos
cabríos ni de novillos, sino con su propia Sangre,
consiguiendo una redención eterna». (Hb 9,
11-12)."
(Ecclesia
de Eucharistia, 3)
"La hora de nuestra
redención. Jesús, aunque sometido a una prueba
terrible, no huye ante Su «Hora»: «¿Qué voy a
decir? ¡Padre, líbrame de esta Hora! Pero ¡si he llegado
a esta Hora para esto! » (Jn 12, 27).
Desea que los discípulos le acompañen y, sin embargo,
debe experimentar la soledad y el abandono:
«¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad
y orad, para que no caigáis en tentación» (Mt
26, 40-41). Sólo Juan permanecerá al pie de la Cruz,
junto a María y a las piadosas mujeres. La Agonía en
Getsemaní ha sido la introducción a la Agonía de la Cruz
del Viernes Santo. La Hora Santa, la Hora de la
Redención del mundo.
Cuando se celebra la
Eucaristía ante la Tumba de Jesús, en Jerusalén, se
retorna de modo casi tangible a Su «Hora», la
Hora de la Cruz y de la Glorificación. A Aquel lugar y a
Aquella hora vuelve espiritualmente todo presbítero que
celebra la Santa Misa, junto con la comunidad cristiana
que participa en ella..."
(Ecclesia
de Eucharistia, 4).
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“¡Queridos hijos! Con alegría os invito a todos a vivir mis mensajes alegremente, sólo así, hijitos, podréis estar más cerca de mi Hijo. Yo deseo conduciros a todos únicamente a Él, y en Él encontrareis la verdadera paz y la verdadera alegría del corazón. A todos os bendigo y os amo con inmenso amor. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/6/2010
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"Amado Redentor y Señor mío Jesucristo, yo indigno siervo tuyo, sabiendo la alegría que te proporciona quien trata de glorificar a tu Madre Santísima, a la que tanto amas y tanto deseas ver amada y honrada por todos, he pensado publicar este libro mío que habla de sus glorias.
Y pues con tanto afán tomas la gloria de esta Madre, a nadie más digno que a Ti puedo dedicarlo. Te lo dedico y encomiendo. Recibe este mi pequeño obsequio, muestra del amor que te tengo a Ti y a tu amada Madre. Protégelo haciendo llover luces de confianza y llamaradas de amor por esta Virgen Inmaculada sobre aquellos que lo lean, ya que a Ella la has constituido esperanza y refugio de todos los redimidos. Y en premio de este humilde trabajo, concédeme, te ruego, tanto amor a María cuanto he deseado encender en los corazones de quienes lo leyeren.
Y ahora me dirijo a Ti, Dulcísima Señora y Madre mía María. Bien sabes que después de Jesús, en Ti tengo puesta toda mi esperanza de mi eterna salvación; porque reconozco que todas las gracias de que Dios me ha colmado, como mi conversión, mi vocación y todas las demás gracias las he recibido de Dios por Tu medio. Y sabes que yo, por verte amada de todos como lo mereces y por darte muestras de gratitud por tantos beneficios como me has otorgado, he procurado predicar siempre e inculcar a todos, en público y en privado, tu dulce y saludable devoción..."
San Alfonso María de Ligorio
Súplica a Jesús y a María. Introducción a su libro: "Las glorias de María"
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