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EL CAMINO DE MARIA: Newsletter 601. LA SAGRADA EUCARISTIA, DON DE DIOS PARA LA VIDA DEL MUNDO . Editada por SantoRosario.info

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter601.htm

El detalle de todas las ediciones de "El Camino de María" del año 2010 y 2011 lo puede obtener en:

http://twitter.com/MariaMediadora
 

 

EL CAMINO DE MARÍA

«Mi Carne es verdadera comida, y Mi Sangre verdadera bebida; el que come Mi Carne, y bebe Mi Sangre, en Mí mora, y Yo en él.» (Jn 6, 56-57)

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"Oh, Sangre y Agua que brotaste del Sagrado Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros: En Ti confío." (Diario, 187)

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327).

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Newsletter 601

LA EUCARISTÍA, DON DE DIOS PARA LA VIDA DEL MUNDO

Domingo 31 de julio de 2011

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen
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Siguiéndola, no te extravías.

Invocándola, no te desesperas.

Pensando en Ella, no divagas.

Apoyado en Ella, no caes.

Guiado por Ella, avanzas.

Escudado con Ella, no temas.

Con su favor, llegas hasta el fin.

San Bernardo de Claraval

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato  Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). 

 A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

 

“Mane nobiscum, Domine!”

Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos.

Señor Jesús, ¡quédate con nosotros! 

 
Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche. 

Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien. 

Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad. 

En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin. 
 
Quédate con nosotros, Señor!

Quédate con nosotros! Amén.

ORACIÓN AL FINALIZAR LA HOMILÍA DURANTE LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA, ADORACIÓN Y BENDICIÓN EUCARÍSTICA CON OCASIÓN DEL COMIENZO DEL AÑO DE LA EUCARISTÍA . 17 DE OCTUBRE DE 2004

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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Continuamos en esta edición de El Camino de María con  meditaciones sobre la Sagrada Eucaristía extraídas del Magisterio de la Iglesia en general, y textos catequéticos escritos por el Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II y el Santo Padre Benedicto XVI en particular. Esta serie de meditaciones lleva por título LA EUCARISTÍA, DON DE DIOS PARA LA VIDA DEL MUNDO, y ha comenzado con la Edición 600:

http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter600.htm

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"La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: «He aquí que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20); en la Sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este Divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza.

Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio Eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana» «La Sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo». Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso Amor." (Ecclesia de Eucharistia, 1).

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"Durante el Gran Jubileo del año 2000, tuve ocasión de celebrar la Eucaristía en el Cenáculo de Jerusalén, donde, según la tradición, fue realizada la primera vez por Cristo mismo. El Cenáculo es el lugar de la institución de este Santísimo Sacramento. Allí Cristo tomó en sus manos el pan, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros» (cf. Mt 26, 26; Lc 22, 19; 1 Co 11, 24). Después tomó en sus manos el cáliz del vino y les dijo: «Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados » (cf. Mc 14, 24; Lc 22, 20; 1 Co 11, 25). Estoy agradecido al Señor Jesús que me permitió repetir en aquel mismo lugar, obedeciendo su mandato «haced esto en conmemoración Mía» (Lc 22, 19), las palabras pronunciadas por Él hace dos mil años.

Los Apóstoles que participaron en la Última Cena, ¿comprendieron el sentido de las palabras que salieron de los labios de Cristo? Quizás no. Aquellas palabras se habrían aclarado plenamente sólo al final del Triduum sacrum, es decir, el lapso que va de la tarde del Jueves hasta la mañana del Domingo. En esos días se enmarca el mysterium paschale; en ellos se inscribe también el mysterium eucharisticum." (Ecclesia de Eucharistia, 2).

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Que nos ayude sobre todo la Santísima Virgen, que encarnó con toda su existencia la lógica de la Eucaristía. «La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este Santísimo Misterio». El Pan Eucarístico que recibimos es la Carne Inmaculada del Hijo: «Ave verum corpus natum de Maria Virgine». Que en este Año de gracia, con la ayuda de María, la Iglesia reciba un nuevo impulso para su misión y reconozca cada vez más en la Eucaristía la fuente y la cumbre de toda su vida. (Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine, 31)
 

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"¡Queridos hijos! Que este tiempo sea para vosotros tiempo de oración y de silencio. Haced descansar vuestro cuerpo y vuestro espíritu, que permanezcan en el Amor de Dios. Permitidme hijitos que os conduzca, abrid vuestros corazones al Espíritu Santo para que todo el bien que hay en vosotros, florezca y produzca frutos al céntuplo. Comenzad y finalizad el día con la oración con el corazón. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”” Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/7/2011

CATEQUESIS DEL BEATO JUAN PABLO II 

LA EUCARISTÍA, DON DE DIOS

PARA LA VIDA DEL MUNDO

          

(I) LA EUCARISTÍA, SUPREMA CELEBRACIÓN TERRENA DE LA GLORIA DE DIOS 
 
Audiencia del miércoles 27 de septiembre de 2000

SUPREMA CELEBRACIÓN TERRENA DE LA GLORIA DE DIOS 

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Después de haber fijado la mirada en la Gloria de la Trinidad, que resplandece en el camino del hombre, comenzamos una catequesis sobre la grande y, al mismo tiempo, humilde celebración de la gloria divina que es la Eucaristía. Grande porque es la expresión principal de la presencia de Cristo entre nosotros "todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Humilde porque está confiada a los signos sencillos y diarios del pan y del vino, comida y bebida habituales de la tierra de Jesús y de muchas otras regiones. En esta cotidianidad de los alimentos, la Eucaristía introduce no sólo la promesa, sino también la "prenda" de la gloria futura:  "futurae gloriae nobis pignus datur" (Santo Tomás de Aquino, Officium de festo corporis Christi).

Para captar la grandeza del Misterio Eucarístico, queremos considerar hoy el tema de la gloria divina y de la acción de Dios en el mundo, que unas veces se manifiesta en grandes acontecimientos de salvación, y otras se esconde bajo signos humildes que sólo puede percibir la mirada de la fe.

 
En el Antiguo Testamento, el vocablo hebreo kabôd indica la Revelación de la gloria divina y la presencia de Dios en la historia y en la creación. La gloria del Señor resplandece en la cima del Sinaí, lugar de Revelación de la palabra divina (cf. Ex 24, 16). Está presente en la tienda Santa y en la liturgia del pueblo de Dios peregrino en el desierto (cf. Lv 9, 23). Domina en el templo, la morada -como dice el salmista- "donde habita tu gloria" (Sal 26, 8). Envuelve como un manto de luz (cf. Is 60, 1) a todo el pueblo elegido:  el mismo San Pablo es consciente de que "los israelitas poseen la adopción filial, la gloria, las alianzas..." (Rm 9, 4).
 
Esta gloria divina, que se manifiesta de modo especial a Israel, está presente en todo el universo, como el profeta  Isaías  oyó  proclamar  a  los  serafines en el momento de su vocación:  "Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos. Llena está toda la tierra de su gloria" (Is 6, 3). Más aún, el Señor revela a todos los pueblos su gloria, tal como se lee en el Salterio:  "Todos los pueblos contemplan su gloria" (Sal 97, 6). Así pues, la revelación de la luz de la gloria es universal, y por eso toda la humanidad puede descubrir la presencia divina en el cosmos.
 
Esta revelación se realiza, sobre todo, en Cristo, porque Él es "resplandor de la gloria divina"  (Hb 1, 3). Lo es también mediante sus obras, como testimonia el evangelista San Juan ante el signo de Caná:  "Manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos" (Jn 2, 11). Él es resplandor de la gloria divina también mediante su Palabra, que es Palabra divina:  "Yo les he dado tu Palabra", dice Jesús al Padre; "Yo les he dado la gloria que Tú me diste" (Jn 17, 14. 22). Cristo manifiesta más radicalmente la gloria divina mediante su humanidad, asumida en la Encarnación:  "El Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo Único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14).
 
La revelación terrena de la gloria divina alcanza su ápice en la Pascua que, sobre todo en los escritos joánicos y paulinos, se describe como una glorificación de Cristo a la Diestra del Padre (cf. Jn 12, 23; 13, 31; 17, 1; Flp 2, 6-11; Col 3, 1; 1 Tm 3, 16). Ahora bien, el misterio pascual, expresión de la "perfecta glorificación de Dios" (Sacrosanctum Concilium, 7), se perpetúa en el Sacrificio Eucarístico, memorial de la Muerte y Resurrección que Cristo confió a la Iglesia, su Esposa amada (cf. ib., 47). Con el mandato:  "Haced esto en memoria mía" (Lc 22, 19), Jesús asegura la presencia de la gloria pascual a través de todas las celebraciones eucarísticas que articularán el devenir de la historia humana. "Por medio de la Santa Eucaristía, el acontecimiento de la Pascua de Cristo se extiende por toda la Iglesia (...). Mediante la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo, los fieles crecen en la misteriosa divinización gracias a la cual el Espíritu Santo los hace habitar en el Hijo como hijos del Padre" (Juan Pablo II y Moran Mar Ignatius Zakka I Iwas, Declaración común, 23 de junio de 1984, n. 6)
 
Es indudable que la celebración más elevada de la gloria divina se realiza hoy en la Liturgia. "Ya que la muerte de Cristo en la Cruz y su Resurrección constituyen el centro de la vida diaria de la Iglesia y la prenda de su Pascua eterna, la liturgia tiene como primera función conducirnos constantemente a través del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la vida" (Vicesimus quintus annus, 6). Pero esta tarea se ejerce, ante todo, por medio de la Celebración Eucarística, que hace presente la Pascua de Cristo y comunica su dinamismo a los fieles. Así, el culto cristiano es la expresión más viva del encuentro entre la gloria divina y la glorificación que sube de los labios y del corazón del hombre. A la "gloria del Señor que cubre la morada" del templo con su presencia luminosa (cf. Ex 40, 34) debe corresponder nuestra "glorificación del Señor con corazón generoso" (Si 35, 7).
 
Como nos recuerda San Pablo, debemos glorificar también a Dios en nuestro cuerpo, es decir, en toda nuestra existencia, porque nuestro cuerpo es templo del Espíritu que habita en nosotros (cf. 1 Co 6, 19. 20). Desde esta perspectiva, se puede hablar también de una celebración cósmica de la gloria divina. El mundo creado, "tan a menudo aún desfigurado por el egoísmo y la avidez", encierra una "potencialidad eucarística:  (...) está destinado a ser asumido en la Eucaristía del Señor, en su Pascua presente en el Sacrificio del Altar" (Orientale lumen, 11). A la manifestación de la gloria del Señor, que está "por encima de los cielos" (Sal 113, 4) y resplandece sobre el universo, responderá entonces, como contrapunto de armonía, la alabanza coral de la creación, para que Dios "sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén" (1 P 4, 11).

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 601 para %EmailAddress%

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