Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
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Santa María, Madre del Señor, has permanecido fiel cuando los discípulos
huyeron. Al igual que creíste cuando el ángel te anunció lo que parecía
increíble –que serías la Madre del Altísimo– también has creído en el
momento de su mayor humillación. Por eso, en la hora de la Cruz, en la
hora de la noche más oscura del mundo, te has convertido en la Madre de
los creyentes, Madre de la Iglesia. Te rogamos que nos enseñes a creer
y nos ayudes para que la fe nos impulse a servir y dar muestras de un amor
que socorre y sabe compartir el sufrimiento.
Benedicto
XVI. Cuarta Estación del Viernes Santo del Año 2005
"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente
de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen
con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO"
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Edición
571
Miércoles de Ceniza
9 de
marzo de 2011
«Oh
Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu
firme» (Sal 50, 12).
Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen
Oh Dios Padre
Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y
de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del
Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser
Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos
e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena
voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las
exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos
y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al
Reino de Jesucristo. Te ruego que me concedas por su intercesión el
favor que te pido (...) (pídase).
A Tí, Padre
Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los
siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria
VIA MATRIS
Contemplación y
meditación de los 7 Dolores de la Virgen Santísima
La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida que concedía
7 gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus
lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:
1.Pondré paz en sus familias.
2.Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3.Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4.Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la
voluntad adorable de mi Hijo y a la santificación de sus almas.
5.Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo
infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
6.Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el
rostro de su Madre.
7.He conseguido de mi Divino Hijo
que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores
sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna
directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo
seremos su consolación y alegría
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GRAN
RETIRO ESPIRITUAL QUE DURA
40 DÍAS
Ángelus,
Miércoles 6 de
febrero de 2008
¡Queridos hermanos y
hermanas!
Hoy,
Miércoles de Ceniza,
volvemos a emprender,
como todos los años,
el camino cuaresmal
animados por un
espíritu más intenso
de oración y de
reflexión, de
penitencia y de ayuno.
Entramos en un tiempo
litúrgico «intenso»
que, mientras nos
prepara para las
celebraciones de la
Pascua, corazón del
año litúrgico y de
toda nuestra
existencia, nos
invita, es más, nos
provoca a imprimir un
impulso más decidido a
nuestra existencia
cristiana.
Dado que los
compromisos, los
afanes y las
preocupaciones nos
hacen volver a caer en
la rutina,
exponiéndonos al
riesgo de olvidar
hasta qué punto es
extraordinaria la
aventura en la que nos
ha involucrado Jesús,
tenemos necesidad,
cada día, de comenzar
de nuevo nuestro
itinerario exigente de
vida evangélica,
retirándonos en
nosotros mismos a
través de momentos de
pausa que regeneran el
espíritu. Con el
antiguo rito de la
imposición de las
cenizas, la Iglesia
nos introduce en la
Cuaresma como en un
gran retiro espiritual
que dura cuarenta días.
Entramos, por tanto,
en el clima cuaresmal,
que nos ayuda a
redescubrir el don de
la fe recibida con el
Bautismo y nos lleva a
acercarnos al
Sacramento de la
Reconciliación,
poniendo nuestro
compromiso de
conversión bajo el
signo de la
Misericordia Divina.
En los orígenes, en la
Iglesia primitiva, la
Cuaresma era el tiempo
privilegiado para la
preparación de los
catecúmenos a los
sacramentos del
Bautismo y de la
Eucaristía, que se
celebraban en la
Vigilia pascual. Se
consideraba la
Cuaresma como el
tiempo para hacerse
cristianos, que no se
vivía en un solo
momento, sino que
exigía un largo camino
de conversión y
renovación.
Al imponer sobre la
cabeza las cenizas, el
celebrante dice:
«Polvo eres y en polvo
te convertirás»
(Cf. Génesis 3, 19), o
«Convertíos y creed
en el Evangelio»
(Cf. Marcos 1, 15).
Ambas fórmulas
recuerdan la verdad de
la existencia humana:
somos criaturas
limitadas, pecadores
que siempre
necesitamos penitencia
y conversión. ¡Qué
importante es escuchar
y acoger este
llamamiento en nuestro
tiempo! Cuando
proclama su total
autonomía de Dios, el
hombre contemporáneo
se convierte en
esclavo de sí mismo, y
con frecuencia se
encuentra en una
soledad desconsolada.
La invitación a la
conversión es, por
tanto, un impulso a
volver a los brazos de
Dios, Padre
Misericordioso, a
fiarse de Él, a
encomendarse a Él como
hijos adoptivos,
regenerados por su
Amor. Con sabia
pedagogía la Iglesia
repite que la
conversión es ante
todo una gracia, un
don que abre el
corazón a la infinita
bondad de Dios. Él
mismo anticipa con su
gracia nuestro deseo
de conversión y
acompaña nuestros
esfuerzos hacia la
plena adhesión a su
voluntad salvífica.
Convertirse quiere
decir, entonces,
dejarse conquistar por
Jesús (Cf. Filipenses
3, 12) y «volver» con
Él al Padre.
La conversión
implica por tanto
seguir humildemente
las enseñanzas de
Jesús y caminar
siguiendo dócilmente
sus huellas. Son
iluminantes las
palabras con las que
Él mismo indica las
condiciones para ser
sus auténticos
discípulos. Después de
haber afirmado que
«...quien quiera
salvar su vida, la
perderá; pero quien
pierda su vida por Mí
y por el Evangelio, la
salvará»,
añade: «¿de qué
le sirve al hombre
ganar el mundo entero
si arruina su vida?»
(Marcos 8, 35-36).
(...) l camino
cuaresmal de
conversión, que hoy
emprendemos con toda
la Iglesia, se
convierte, por tanto,
en la ocasión
propicia, «el
momento favorable»
(Cf. 2 Corintios 6, 2)
para renovar nuestro
abandono filial en las
manos de Dios y para
aplicar lo que Jesús
sigue repitiéndonos:
«Si alguno quiere
venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo,
tome su cruz y sígame»
(Marcos 8, 34), y de
este modo emprenda el
camino del amor y de
la auténtica
felicidad.
En el tiempo de
Cuaresma, la
Iglesia, dando eco
al Evangelio,
propone algunos
compromisos
específicos que
acompañan a los
fieles en este
itinerario de
renovación interior:
la oración, el ayuno
y la limosna ... Al
presentarnos la
práctica de la
limosna, la Iglesia
nos educa a salir al
paso de las
necesidades del
prójimo, a imitación
de Jesús, que, como
observa san Pablo, se
hizo pobre para
enriquecernos con su
pobreza (Cf. 2
Corintios 8, 9).
Queridos hermanos y
hermanas: pidamos a la
Virgen, Madre de Dios
y de la Iglesia, que
nos acompañe en el
camino cuaresmal, para
que sea un camino de
auténtica conversión.
Dejémonos guiar por
Ella y llegaremos
interiormente
renovados a la
celebración del gran
misterio de la Pascua
de Cristo, revelación
suprema del Amor
Misericordioso de
Dios. ¡Buena Cuaresma
a todos!
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Queridos
Suscriptores de "El Camino de María"
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El Miércoles de Ceniza,
al comenzar la Cuaresma, la liturgia de la Iglesia nos dirige a todos los fieles una intensa
invitación a la conversión con las palabras del Apóstol
Pablo: «En nombre de Cristo os suplicamos:
¡reconciliaos con Dios!» (2 Corintios 5, 20). La Cuaresma
es un período de
penitencia y de reconciliación con Dios por medio de la
Cruz de Cristo. Esta reconciliación constituye el fruto
de la gracia de la Redención, que se ofrece
sobreabundantemente al hombre de todas las generaciones
y épocas, de todas las naciones y razas. Nos la ofrece a
cada uno de nosotros el Espíritu Santo, que "nos ha
sido dado".
"...Así pues,
dejémonos guiar por el Espíritu Santo durante este
tiempo privilegiado: para preparar a Jesús a su misión,
lo impulsó al desierto de la tentación y lo confortó
luego en la hora de la prueba, acompañándolo desde el
monte de los olivos hasta el Gólgota. El Espíritu
Santo está a nuestro lado mediante la gracia de los
sacramentos. En particular, en el Sacramento de la
Reconciliación nos lleva, por el camino del
arrepentimiento y de la confesión de nuestras culpas, a
los brazos misericordiosos del Padre.
Deseo de corazón que
la Cuaresma sea para cada cristiano una ocasión propicia
para este camino de conversión, que tiene su referencia
fundamental e irrenunciable en el sacramento de la
penitencia. Esta es la condición para llegar a una
experiencia más íntima y profunda del amor del Padre.
Que nos acompañe, a
lo largo de este itinerario cuaresmal, María, ejemplo de
dócil acogida del Espíritu de Dios. A Ella nos dirigimos
hoy, en el momento en que, junto con los creyentes de
todo el mundo, entramos en el clima austero y
penitencial de la Cuaresma.
(Beato Juan Pablo II. Audiencia 25 de febrero de
1998)
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Les
informamos que hemos
preparado un un libro digital con
meditaciones del
Venerable Juan Pablo II que lleva
por título: PEREGRINANDO EN CUARESMA CON MARÍA
SANTÍSIMA.
"...La Cuaresma, que
se inicia con el austero y significativo rito de la
imposición de las cenizas, constituye un momento
privilegiado para intensificar un compromiso de
conversión a Cristo. El itinerario cuaresmal se
convertirá, de este modo, en ocasión propicia para
examinarse a sí mismos con sinceridad y verdad, para
volver a poner en orden la propia vida, así como las
relaciones con los demás y con Dios. «Convertíos y creed
en el Evangelio» (Marcos 1, 15). Que en este exigente
camino espiritual nos apoye la Virgen, Madre de Dios.
Que nos haga dóciles a la escucha de la palabra de Dios,
que nos empuja a la conversión personal y a la fraterna
reconciliación. Que María nos guíe hacia el encuentro
con Cristo en el misterio pascual de su Muerte y
Resurrección." (Juan Pablo II, Ángelus 22-2-2004)
Le invitamos a descargar
gratuitamente a su computadora dicho libro desde la
siguiente dirección de la Hemeroteca Digital
Virgo Fidelis.
http://virgofidelis.com.ar/paFileDB/biblioteca.htm
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Debido a que
Vía Crucis es un ejercicio de piedad
especialmente adecuado al tiempo de Cuaresma, les
invitamos a inscribirse en el e-Curso Via
Crucis. A lo largo de 16 mensajes por correo
electrónico le enviaremos las meditaciones que
realizó el Santo Padre Benedicto XVI en el Vía
Crucis en el Coliseo el Viernes Santo del
año 2005. Para ello deben llenar un simple
formulario en la siguiente dirección de nuestro
sitio:
"¡Queridos hijos! La
naturaleza se despierta y en
los árboles se ven los
primeros capullos que darán
una hermosísima flor y
fruto. Deseo que también
ustedes, hijitos, trabajen
en su conversión y que sean
quienes testimonien con su
propia vida, de manera que
su ejemplo sea para los
demás un signo y un estímulo
a la conversión. Yo estoy
con ustedes e intercedo ante
mi Hijo Jesús por su
conversión. ¡Gracias por
haber respondido a mi
llamado!”
Mensaje de Nuestra Señora
Reina de la Paz en
Medjugorge. 25/2/2010
MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2011
Con Cristo sois sepultados
en el Bautismo,
con Él también habéis
resucitado» (cf. Col 2, 12)
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).
1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La Misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.
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