SAGRADO
CORAZÓN: SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO
Sacratísimo
Corazón de Jesús, en Ti confío!
LA GRAN PROMESA
«Te prometo, en una
efusión misericordiosa de Mi Corazón, que el omnipotente Amor de Mi
Corazón concederá el beneficio de la perseverancia final a los que por nueve
meses seguidos, se acerquen a la Sagrada Mesa los primeros viernes de cada
mes. No morirán sin recibir los Santos Sacramentos; y,
en aquellos últimos momentos, Mi Corazón les será asilo seguro».
Revelación de Nuestro
Señor Jesucristo a
Santa Margarita María de Alacoque.
Texto extraído de la Bula de Canonización de Santa Margarita María.
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Newsletter 441
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Viernes 19 de junio de 2009
Oh Dios Padre Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
25
de marzo al 25 de diciembre
Virgen
Purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo
creado, levantada sobre toda la corte del Cielo y más resplandeciente
y pura que los rayos del sol: Tú eres más gloriosa que los querubines,
más santa que los serafines y sin comparación más sublime y aventajada
que todos los ejércitos del cielo. Tú eres la esperanza de los
patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los apóstoles,
honra de los mártires, alegría de los santos, ornamento de las
sagradas jerarquías, corona de las vírgenes, inaccesible por Tu
inmensa claridad, princesa y guía de todos y doncella sacratísima; por
Ti somos reconciliados con Cristo mi Señor. Guárdame bajo tu manto; y
apiádate de mí, manchado por mis pasiones y por los innumerables
males que he cometido contra mi Juez y Creador. No tengo otra
confianza sino en Ti, que eres el áncora de mi esperanza, el puerto de
mi salud y socorro oportuno en la tribulación.
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SOBRE LA EXPIACIÓN QUE
TODOS DEBEN AL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Dulcísimo Jesús, cuya caridad derramada sobre
los hombres se paga tan ingratamente con el
olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí
postrados ante tu altar. Queremos reparar con
especiales manifestaciones de honor tan indigna
frialdad y las injurias con las que en todas
partes es herido por los hombres Tu amoroso
Corazón.
Recordando, sin embargo, que también nosotros
nos hemos manchado tantas veces con el mal, y
sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante
todo tu misericordia para nosotros, dispuestos a
reparar con voluntaria expiación no sólo los
pecados que cometimos nosotros mismos, sino
también los de aquellos que, perdidos y alejados
del camino de la salud, rehúsan seguirte como
Pastor y Guía, obstinándose en su infidelidad, y
han sacudido el yugo suavísimo de Tu Ley,
pisoteando las promesas del Bautismo.
Al mismo tiempo que
queremos expiar todo el cúmulo de tan
deplorables crímenes, nos proponemos reparar
cada uno de ellos en particular: la inmodestia y
las torpezas de la vida y del vestido, las
insidias que la corrupción tiende a las almas
inocentes, la profanación de los días festivos,
las miserables injurias dirigidas contra Ti y
contra Tus santos, los insultos lanzados contra
Tu Vicario y el orden sacerdotal, las
negligencias y los horribles sacrilegios con que
se profana el mismo Sacramento del Amor Divino
y, en fin, las culpas públicas de las naciones
que menosprecian los derechos y el magisterio de
la Iglesia por Ti fundada.
Por lo
tanto, como reparación del honor divino
conculcado, te presentamos, acompañándola con
las expiaciones de tu Madre la Virgen, de todos
los santos y de los fieles piadosos, aquella
satisfacción que Tú mismo ofreciste un día en la
Cruz al Padre, y que renuevas todos los días en
los altares.
Te
prometemos con todo el corazón compensar en
cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio
de tu gracia, los pecados cometidos por nosotros
y por los demás: la indiferencia a tan grande
amor con la firmeza de la fe, la inocencia de la
vida, la observancia perfecta de la ley
evangélica, especialmente de la caridad, e
impedir además con todas nuestras fuerzas las
injurias contra Ti, y atraer a cuantos podamos a
tu seguimiento. Acepta, te rogamos, benignísimo
Jesús, por intercesión de la Bienaventurada
Virgen María Reparadora, el voluntario
ofrecimiento de expiación; y con el gran don de
la perseverancia, consérvanos fidelísimos hasta
la muerte en el culto y servicio a Ti, para que
lleguemos todos un día a la patria donde Tú con
el Padre y con el Espíritu Santo vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amén.
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Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
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El viernes
siguiente al II Domingo después de Pentecostés, la
Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de
Jesús. Además de la celebración litúrgica, otras muchas
expresiones de piedad tienen por objeto el Corazón de
Cristo. No hay duda de que la devoción al Corazón del
Salvador ha sido, y sigue siendo, una de las expresiones
más difundidas y amadas de la piedad eclesial.
La devoción
al Corazón de Cristo tiene un sólido fundamento en la
Escritura. Jesús, que es uno con el Padre (cfr. Jn
10,30), invita a sus discípulos a vivir en íntima
comunión con Él, a asumir su Persona y su Palabra como
norma de conducta, y se presenta a Sí mismo como Maestro
"manso y humilde de corazón" (Mt 11,29).
El texto de
San Juan que narra la ostensión de las manos y del
costado de Cristo a los discípulos (cfr. Jn 20,20) y la
invitación dirigida por Cristo a Tomás, para que
extendiera su mano y la metiera en su costado (cfr. Jn
20,27), han tenido también un influjo notable en el
origen y en el desarrollo de la piedad eclesial al
Sagrado Corazón.
Estos
textos, y otros que presentan a Cristo como Cordero
pascual, victorioso, aunque también inmolado (cfr. Ap
5,6), fueron objeto de asidua meditación por parte de
los Santos Padres, que desvelaron las riquezas
doctrinales y con frecuencia invitaron a los fieles a
penetrar en el misterio de Cristo por la puerta abierta
de su Costado. Así San Agustín: "La entrada es
accesible: Cristo es la Puerta. También se abrió para ti
cuando su Costado fue abierto por la lanza. Recuerda qué
salió de allí; así mira por dónde puedes entrar. Del
Costado del Señor que colgaba y moría en la Cruz salió
Sangre y agua, cuando fue abierto por la lanza. En el
agua está tu purificación, en la Sangre tu redención".
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El 16 de
junio de 1675 nuestro Señor Jesucristo se apareció y le mostró
su Corazón a Santa Margarita María de Alacoque
(religiosa en un Convento de Paray-le-Monial (Francia).
Su Corazón estaba rodeado de Llamas de Amor, Coronado de
espinas, con una Herida abierta de la cual brotaba Sangre y, del interior de Su Corazón, salía una Cruz.
Santa Margarita escuchó a Nuestro Señor decir:
"He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y
en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe
nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en
este Sacramento de Amor."
Con estas palabras
nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la devoción
a Su Sagrado Corazón. La devoción está dirigida a
la Persona de Jesucristo y a Su Amor no
correspondido, representado por su Corazón.
Los actos
esenciales de esta devoción son: amor, reparación y
desagravio.
Amor, por lo mucho que Él nos ama. Reparación
y desagravio, por las muchas injurias que recibe
sobre todo en la Sagrada Eucaristía.
De esta
forma, en un momento en el que el jansenismo
proclamaba los rigores de la justicia divina, la
devoción al Corazón de Cristo fue un antídoto
eficaz para suscitar en los fieles el amor al Señor y la
confianza en su infinita Misericordia, de la cual el
Corazón es prenda y símbolo. San Francisco de Sales
(+1622), que adoptó como norma de vida y apostolado la
actitud fundamental del Corazón de Cristo, esto
es, la humildad, la mansedumbre (cfr. Mt 11,29), el amor
tierno y misericordioso; Santa Margarita María de
Alacoque (+1690), a quien el Señor mostró repetidas
veces las riquezas de Su Corazón; San Juan Eudes
(+1680), promotor del culto litúrgico al Sagrado
Corazón; San Claudio de la Colombiere (+1682), San Juan
Bosco (+1888) y otros santos, han sido insignes
apóstoles de la devoción al Sagrado Corazón.
Las formas de
devoción al Sagrado Corazón son numerosas; algunas
han sido explícitamente aprobadas y recomendadas con
frecuencia por la Sede Apostólica. Entre éstas hay que
recordar:
-La consagración personal,
que, según Pío XI, "entre todas las prácticas del
culto al Sagrado Corazón es sin duda la principal";
-La consagración de la familia,
mediante la que el núcleo familiar, partícipe ya por el
Sacramento del matrimonio del misterio de unidad y de
amor entre Cristo y la Iglesia, se entrega al Señor para
que reine en el corazón de cada uno de sus miembros;
- Las
Letanías del Corazón de Jesús,
aprobadas en 1891 para toda la Iglesia, de contenido
marcadamente bíblico y a las que se han concedido
indulgencias;
-El acto de reparación,
fórmula de oración con la que los creyentes, conscientes
de la infinita bondad de Cristo, imploramos misericordia
y deseamos reparar las ofensas cometidas de tantas
maneras contra su Corazón;
-La práctica de los nueve
primeros viernes de mes, que tiene su origen en
la "Gran Promesa" (*) hecha por Jesús a
Santa Margarita María de Alacoque. En una época en
la que la comunión sacramental era muy rara entre los
fieles, la práctica de los nueve primeros viernes de mes
contribuyó significativamente a restablecer la
frecuencia de los Sacramentos de la Penitencia y de la
Eucaristía. En nuestros días, la devoción de los
primeros viernes de mes, si se practica de un modo
correcto, da indudable fruto espiritual.
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"...El mes de junio se
caracteriza, de modo particular, por la devoción
al Sagrado Corazón de Jesús. Celebrar el
Corazón de Cristo significa dirigirse hacia el
centro íntimo de la persona del Salvador, el
centro que la Biblia identifica precisamente con
Su Corazón, sede del Amor que ha redimido el
mundo.
Si ya el corazón humano representa un misterio
insondable que sólo Dios conoce, ¡cuánto más
sublime es el Corazón de Jesús, en el que late
la vida misma del Verbo! En Él, como sugieren
las hermosas
Letanías del Corazón de Jesús,
haciéndose eco de las Escrituras, se encuentran
todos los tesoros de la sabiduría y de la
ciencia, y toda la plenitud de la divinidad.
Para salvar al hombre, víctima de su misma
desobediencia, Dios quiso darle un "corazón
nuevo", fiel a su Voluntad de Amor (cf. Jr 31,
33; Ez 36, 26; Sal 50, 12). Este corazón es el
Corazón de Cristo, la obra maestra del Espíritu
Santo, que comenzó a latir en el seno virginal
de María y fue traspasado por la lanza en la
Cruz, convirtiéndose de este modo, y para todos,
en manantial inagotable de vida eterna. Ese
Corazón es ahora prenda de esperanza para todo
hombre.
¡Cuán necesario es para la humanidad
contemporánea el mensaje que brota de la
contemplación del Corazón de Cristo! En efecto,
¿de dónde, si no es de esa fuente, podrá sacar
las reservas de mansedumbre y de perdón
necesarias para resolver los duros conflictos
que la ensangrientan?
Al Corazón Misericordioso de Jesús
quisiera encomendarle hoy de modo especial a
cuantos viven en Tierra Santa: judíos,
cristianos y musulmanes. Ese Corazón que,
colmado de afrentas, no albergó jamás
sentimientos de odio y venganza, sino que pidió
el perdón para sus asesinos, nos señala el único
camino para salir de la espiral de la violencia:
el de la pacificación de los ánimos, de la
comprensión recíproca y de la reconciliación.
(Juan
Pablo II. Ángelus. Domingo 23 de junio de 2002).
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El
Santo Padre Benedicto XVI escribió el 15 de mayo
de 2006 una
Carta con motivo del 50 aniversario
de la Encíclica
HAURIETIS AQUAS .
"Las
palabras del profeta Isaías, "sacaréis agua con
gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12, 3),
con las que comienza la Encíclica con la que Pío
XII recordaba el primer centenario de la extensión
a toda la Iglesia de la fiesta del Sagrado Corazón
de Jesús, no han perdido nada de su significado
hoy, cincuenta años después. La Encíclica
Haurietis aquas, al promover el
culto al Corazón de Jesús, exhortaba a los
creyentes a abrirse al misterio de Dios y de su
Amor, dejándose transformar por Él. Cincuenta años
después, sigue siendo siempre actual la tarea de
los cristianos de continuar profundizando en su
relación con el Corazón de Jesús para reavivar en
sí mismos la fe en el Amor salvífico de Dios,
acogiéndolo cada vez mejor en su vida.
El
costado traspasado del Redentor es la fuente a la
que nos invita a acudir la Encíclica
Haurietis aquas: debemos recurrir
a esta fuente para alcanzar el verdadero
conocimiento de Jesucristo y experimentar más a
fondo Su Amor. Así podremos comprender mejor lo
que significa conocer en Jesucristo el Amor de
Dios, experimentarlo teniendo puesta nuestra
mirada en Él, hasta vivir completamente de la
experiencia de Su Amor, para poderlo testimoniar
después a los demás.
En efecto, como escribió mi venerado predecesor
Juan Pablo II, "junto al Corazón de Cristo, el
corazón del hombre aprende a conocer el sentido
verdadero y único de su vida y de su destino, a
comprender el valor de una vida auténticamente
cristiana, a evitar ciertas perversiones del
corazón humano, a unir el amor filial hacia Dios
con el amor al prójimo. Así -y esta es la
verdadera reparación pedida por el Corazón del
Salvador- sobre las ruinas acumuladas por el
odio y la violencia, se podrá construir la
civilización del Corazón de Cristo" (Carta de
Juan Pablo II al prepósito general de la Compañía
de Jesús, 5 de octubre de 1986)..."
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"...Que María Santísima nos conduzca al Sagrado
Corazón, propiciación por los pecados del mundo.
Que Ella le acerque toda alma que sufre por la
tristeza del mal y quizá ha perdido la esperanza
de recuperar la amistad con Dios. ¡Corazón
Inmaculado de María, acércanos al Sagrado
Corazón de tu Hijo Jesús!
" (Juan
Pablo II . Ángelus . 16 de junio de 1991)
(*) LA
GRAN PROMESA
Nuestro Señor Jesucristo a Santa Margarita María de Alacoque
1.Les daré todas las gracias necesarias para su
estado.
2.Pondré paz en sus familias.
3.Los consolaré en todas sus penas.
4.Seré su refugio seguro durante la vida y sobre
todo en la hora de la muerte.
5.Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus
empresas.
6.Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente
y el océano infinito de la Misericordia.
7.Las almas tibias se volverán fervorosas.
8.Las almas fervorosas se elevarán a gran
perfección.
9.Bendeciré las casas en que la imagen de Mi
Sagrado Corazón sea expuesta y honrada.
10.Daré a los sacerdotes el don de tocar los
corazones más endurecidos.
11.Las personas que propaguen esta devoción tendrán
su nombre escrito en Mi Corazón, y jamás será
borrado de Él.
12.Yo
prometo, en una efusión misericordiosa de Mi
Corazón, que el omnipotente Amor de Mi Corazón
concederá el beneficio de la perseverancia final a los
que por nueve meses seguidos, se acerquen a la
Sagrada Mesa los primeros viernes de cada mes.
No morirán sin recibir los Santos
Sacramentos; y, en aquellos últimos momentos, Mi
Corazón les será asilo seguro.
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