EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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ACUÉRDATE

Nuestra Señora del Sagrado Corazón de las maravillas que Dios hizo en Tí. Te escogió como Madre de Su Hijo a quien seguiste hasta la Cruz. Te glorificó con Él, escuchando con agrado tus plegarias por todos los hombres. Llenos de confianza en el Amor del Señor y en Tu intercesión, venimos Contigo a las fuentes de Su Corazón, de donde brotan para la vida del mundo la esperanza y el perdón, la fidelidad y la salvación.

Nuestra Señora del Sagrado Corazón, Tú conoces nuestras necesidades: habla al Señor por nosotros y por todos los hombres. Ayúdanos a vivir en Su Amor. Para eso alcánzanos las gracias que te pedimos y las que necesitamos. Tu petición de Madre es poderosa: que Dios responda a nuestra esperanza. Amén. 

LA GRAN PROMESA

«Te prometo, en una efusión misericordiosa de Mi Corazón, que el omnipotente Amor de Mi Corazón concederá el beneficio de la penitencia final a los que por nueve meses seguidos, se acerquen a la Sagrada Mesa los primeros viernes de cada mes. No morirán en mi desgracia ni sin recibir los Santos Sacramentos; y, en aquellos últimos momentos, Mi Corazón les será asilo seguro».

Revelación de Nuestro Señor Jesucristo a Santa Margarita María de Alacoque. Texto extraído de la Bula de Canonización de Santa Margarita María.

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Newsletter 370

Domingo 15 de junio de 2008

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

25 de marzo al 25 de diciembre

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Virgen purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo creado, levantada sobre toda la corte del Cielo y más resplandeciente y pura que los rayos del sol: Tú eres más gloriosa que los querubines, más santa que los serafines y sin comparación más sublime y aventajada que todos los ejércitos del cielo. Tú eres la esperanza de los patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los apóstoles, honra de los mártires, alegría de los santos, ornamento de las sagradas jerarquías, corona de las vírgenes, inaccesible por Tu inmensa claridad, princesa y guía de todos y doncella sacratísima; por Ti somos reconciliados con Cristo mi Señor. Guárdame bajo tu manto; y apiádate de mí, manchado por mis pasiones y por los innumerables males que he cometido contra mi Juez y Creador. No tengo otra confianza sino en Ti, que eres el áncora de mi esperanza, el puerto de mi salud y socorro oportuno en la tribulación.

San Efrén (+373)

 

   

 
Te saludo, Misericordiosísimo Corazón de Jesús,
Viva Fuente de toda gracia,
Único amparo y refugio nuestro,
En Ti tengo la luz de la esperanza.

Te saludo, Corazón Piadosísimo de mi Dios,
Insondable, viva Fuente de Amor,
De la cual brota la vida para los pecadores,
Y los torrentes de toda dulzura.

Te saludo, Herida abierta del Sacratísimo Corazón,
de la cual salieron los rayos de la Misericordia
Y de la cual nos es dado sacar la vida,
Únicamente con el Recipiente de la confianza.

Te saludo, Inconcebible Bondad de Dios,
Nunca penetrada e insondable,
Llena de Amor y de Misericordia, siempre santa,
Y como una buena madre inclinada sobre nosotros.

Te saludo, Trono de la Misericordia, Cordero de Dios,
Que has ofrecido la vida por mí,
Ante el cual mi alma se humilla cada día,
Viviendo en una fe profunda. 
 
 

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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El 16 de junio de 1675 se le apareció Nuestro Señor y le mostró su Corazón a Santa Margarita María de Alacoque (religiosa en un Convento de Paray-le-Monial (Francia). Su Corazón estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior de Su Corazón, salía una Cruz.  Santa Margarita  escuchó a Nuestro Señor decir: "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de Amor." Con estas palabras Nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la devoción a Su Sagrado Corazón. La devoción en sí está dirigida a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y a Su Amor no correspondido, representado por su Corazón. Los actos esenciales de esta devoción son: amor y reparación. Amor, por lo mucho que Él nos ama. Reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe sobre todo en la Sagrada Eucaristía.

De esta forma, en un momento en el que el jansenismo proclamaba los rigores de la justicia divina, la devoción al Corazón de Cristo fue un antídoto eficaz para suscitar en los fieles el amor al Señor y la confianza en su infinita Misericordia, de la cual el Corazón es prenda y símbolo. San Francisco de Sales (+1622), que adoptó como norma de vida y apostolado la actitud fundamental del Corazón de Cristo, esto es, la humildad, la mansedumbre (cfr. Mt 11,29), el amor tierno y misericordioso; Santa Margarita María de Alacoque (+1690), a quien el Señor mostró repetidas veces las riquezas de Su Corazón; San Juan Eudes (+1680), promotor del culto litúrgico al Sagrado Corazón; San Claudio de la Colombiere (+1682), San Juan Bosco (+1888) y otros santos, han sido insignes apóstoles de la devoción al Sagrado Corazón.

Las formas de devoción al Sagrado Corazón  son numerosas; algunas han sido explícitamente aprobadas y recomendadas con frecuencia por la Sede Apostólica. Entre éstas hay que recordar:

-La consagración personal, que, según Pío XI, "entre todas las prácticas del culto al Sagrado Corazón es sin duda la principal";

-La consagración de la familia, mediante la que el núcleo familiar, partícipe ya por el Sacramento del matrimonio del misterio de unidad y de amor entre Cristo y la Iglesia, se entrega al Señor para que reine en el corazón de cada uno de sus miembros;

-Las Letanías del Corazón de Jesús, aprobadas en 1891 para toda la Iglesia, de contenido marcadamente bíblico y a las que se han concedido indulgencias;

-El acto de reparación, fórmula de oración con la que los creyentes, conscientes de la infinita bondad de Cristo, imploramos misericordia y deseamos reparar las ofensas cometidas de tantas maneras contra su Corazón;

-La práctica de los nueve primeros viernes de mes, que tiene su origen en la "Gran Promesa" hecha por Jesús a Santa Margarita María de Alacoque. En una época en la que la comunión sacramental era muy rara entre los fieles, la práctica de los nueve primeros viernes de mes contribuyó significativamente a restablecer la frecuencia de los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. En nuestros días, la devoción de los primeros viernes de mes, si se practica de un modo correcto, da indudable fruto espiritual.

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"...El mes de junio se caracteriza, de modo particular, por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Celebrar el Corazón de Cristo significa dirigirse hacia el centro íntimo de la persona del Salvador, el centro que la Biblia identifica precisamente con Su Corazón, sede del Amor que ha redimido el mundo.

Si ya el corazón humano representa un misterio insondable que sólo Dios conoce, ¡cuánto más sublime es el Corazón de Jesús, en el que late la vida misma del Verbo! En Él, como sugieren las hermosas
Letanías del Corazón de Jesús, haciéndose eco de las Escrituras, se encuentran todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, y toda la plenitud de la divinidad.

Para salvar al hombre, víctima de su misma desobediencia, Dios quiso darle un "corazón nuevo", fiel a su Voluntad de Amor (cf. Jr 31, 33; Ez 36, 26; Sal 50, 12). Este corazón es el Corazón de Cristo, la obra maestra del Espíritu Santo, que comenzó a latir en el seno virginal de María y fue traspasado por la lanza en la Cruz, convirtiéndose de este modo, y para todos, en manantial inagotable de vida eterna. Ese Corazón es ahora prenda de esperanza para todo hombre.

¡Cuán necesario es para la humanidad contemporánea el mensaje que brota de la contemplación del Corazón de Cristo! En efecto, ¿de dónde, si no es de esa fuente, podrá sacar las reservas de mansedumbre y de perdón necesarias para resolver los duros conflictos que la ensangrientan?

Al Corazón Misericordioso de Jesús quisiera encomendarle hoy de modo especial a cuantos viven en Tierra Santa: judíos, cristianos y musulmanes. Ese Corazón que, colmado de afrentas, no albergó jamás sentimientos de odio y venganza, sino que pidió el perdón para sus asesinos, nos señala el único camino para salir de la espiral de la violencia: el de la pacificación de los ánimos, de la comprensión recíproca y de la reconciliación
. (Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 23 de junio de 2002).

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El Santo Padre Benedicto XVI escribió el 15 de mayo de 2006 una Carta con motivo del 50 aniversario de la Encíclica HAURIETIS AQUAS .

"Las palabras del profeta Isaías, "sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12, 3), con las que comienza la Encíclica con la que Pío XII recordaba el primer centenario de la extensión a toda la Iglesia de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, no han perdido nada de su significado hoy, cincuenta años después. La Encíclica Haurietis aquas, al promover el culto al Corazón de Jesús, exhortaba a los creyentes a abrirse al misterio de Dios y de su Amor, dejándose transformar por Él. Cincuenta años después, sigue siendo siempre actual la tarea de los cristianos de continuar profundizando en su relación con el Corazón de Jesús para reavivar en sí mismos la fe en el Amor salvífico de Dios, acogiéndolo cada vez mejor en su vida.

El costado traspasado del Redentor es la fuente a la que nos invita a acudir la Encíclica Haurietis aquas:  debemos recurrir a esta fuente para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo y experimentar más a fondo Su Amor. Así podremos comprender mejor lo que significa conocer en Jesucristo el Amor de Dios, experimentarlo teniendo puesta nuestra mirada en Él, hasta vivir completamente de la experiencia de Su Amor, para poderlo testimoniar después a los demás.

En efecto, como escribió mi venerado predecesor Juan Pablo II, "junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del corazón humano, a unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo. Así  -y esta es la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador-  sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, se podrá construir la civilización del  Corazón de Cristo" (Carta de Juan Pablo II al prepósito general de la Compañía de Jesús, 5 de octubre de 1986)..."

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Que la Virgen, Madre de Misericordia, suscite en nosotros sentimientos de filial abandono en Dios, que es Misericordia infinita; nos ayude a hacer nuestra la oración que San Agustín formula en un conocido pasaje de sus Confesiones: “¡Ten piedad de mí, Señor! Mira que no te escondo mis heridas: Tú eres el Médico, yo el enfermo; Tú eres Misericordioso, yo mísero... Toda mi esperanza está puesta en Tu Misericordia” (X, 28.39; 29.40). (Benedicto XVI . Ángelus . Domingo 8 de junio de 2008)


LA GRAN PROMESA

Nuestro Señor Jesucristo a Santa Margarita María de Alacoque

1.Les daré todas las gracias necesarias para su estado.
2.Pondré paz en sus familias.
3.Los consolaré en todas sus penas.
4.Seré su refugio seguro durante la vida y sobre todo en la hora de la muerte.
5.Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.
6.Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la Misericordia.
7.Las almas tibias se volverán fervorosas.
8.Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.
9.Bendeciré las casas en que la imagen de Mi Sagrado Corazón sea expuesta y honrada.
10.Daré a los sacerdotes el don de tocar los corazones más endurecidos.
11.Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en Mi Corazón, y jamás será borrado de Él.
12.
Yo prometo, en una efusión misericordiosa de Mi Corazón, que el omnipotente Amor de Mi Corazón concederá el beneficio de la penitencia final a los que por nueve meses seguidos, se acerquen a la Sagrada Mesa los primeros viernes de cada mes. No morirán en mi desgracia ni sin recibir los Santos Sacramentos; y, en aquellos últimos momentos, Mi Corazón les será asilo seguro.  


CATEQUESIS DEL SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II 

                

EL CORAZÓN DE CRISTO

HABLA TAMBIÉN AL MUNDO DE HOY 

 Ángelus, 2 de julio de 2000

 EL CORAZÓN DE CRISTO HABLA AL MUNDO DE HOY

 

¡Queridos Hermanos y Hermanas!

Hemos celebrado la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Corazón que hace dos mil años comenzó a latir en el seno de María Santísima y que trajo al mundo el fuego del Amor de Dios.

El Corazón de Cristo encierra un mensaje para todo hombre; habla también al mundo de hoy. En una sociedad, en la que la técnica y la informática se desarrollan a un ritmo creciente y la gente se siente atraída por una infinidad de intereses, a menudo contrastantes, el hombre corre el riesgo de perder su centro, el centro de sí mismo. Al mostrarnos su Corazón, Jesús nos recuerda ante todo que allí, en la intimidad de la persona, es donde se decide el destino de cada uno, la muerte o la vida en sentido definitivo. Él mismo nos da en abundancia la vida, que permite a nuestro corazón, endurecido a veces por la indiferencia y el egoísmo, abrirse a una forma de vida más elevada.

El Corazón de Cristo Crucificado y Resucitado es la Fuente inagotable de gracia donde todo hombre puede encontrar siempre Amor, Verdad y Misericordia.

2. La Sangre de Cristo nos ha redimido. Esta es la verdad que proclamamos precisamente ayer, al inicio del mes de julio, dedicado tradicionalmente a la preciosísima Sangre de Cristo, con ocasión del jubileo de la Unión Sanguis Christi.

¡Cuánta sangre se ha derramado injustamente en el mundo! ¡Cuánta violencia, cuánto desprecio por la vida humana!

Esta humanidad, a menudo herida por el odio y la violencia, necesita experimentar, hoy más que nunca, la eficacia de la Sangre Redentora de Cristo. La Sangre que no fue derramada en vano, sino que contiene en Sí toda la fuerza del Amor de Dios y es prenda de esperanza, de rescate y de reconciliación. Pero, para sacar de esta Fuente, es necesario volver a la Cruz de Cristo, fijar la mirada en el Hijo de Dios, en Su Corazón traspasado, en Su Sangre derramada.

3. Al pie de la Cruz estaba María, co-partícipe de la Pasión de Su Hijo. Ella ofrece su Corazón de Madre como refugio a todo el que busca perdón, esperanza y paz, como nos lo ha recordado la fiesta de su Corazón Inmaculado. María enjugó la Sangre de su Hijo Crucificado. A Ella le encomendamos la sangre de las víctimas de la violencia, para que sea rescatada por la que Jesús derramó para la salvación del mundo.

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