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"...En este día primero del mes de Mayo, junto con todos vosotros, también yo he querido venir en peregrinación a este lugar bendito, para arrodillarme a los pies de la imagen milagrosa, que, desde hace siglos, no cesa de dispensar gracias y consuelo espiritual, y para dar así comienzo solemne al mes mariano, que en la piedad popular encuentra expresiones sumamente delicadas de veneración y afecto hacia nuestra Madre Dulcísima. La tradición cristiana, que nos hace ofrecer flores, ramilletes y piadosos propósitos a la Toda-hermosa y Toda-Santa, encuentre en este Santuario, que sugiere en medio de la campiña romana, rica de luz y verdor, el punto ideal de referencia en este mes consagrado a Ella. Tanto más que Su Imagen, representada sentada en el trono, con el Niño Jesús en sus brazos, y con la paloma descendiendo sobre Ella, como símbolo del Espíritu Santo, que es precisamente el Divino Amor, nos trae a la mente los vínculos dulces y puros que unen a la Virgen María con el Espíritu Santo y con el Señor Jesús. Flor nacida de Su Seno, en la obra de nuestra redención. Cuadro admirable, ya contemplado, en una evocación lírica, por el mayor poeta italiano cuando hace exclamar a San Bernardo: "En Tu Seno se enciende el Amor por el que caldeada en la eterna paz ha brotado así esta Flor." (Paradiso, 33, 7-9)..."

(San Juan Pablo II . Santuario del Divino Amore. 1 de mayo de 1979)

 


EL CAMINO DE MARÍA

Edición 824 - 1 de Mayo de 2014

COMIENZA EL MES CONSAGRADO A

MARÍA SANTÍSIMA


Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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Hoy comienza el mes que la piedad popular ha consagrado de modo especial al culto de la Virgen María" -expresaba San Juan Pablo II en la meditación antes del rezo del Regina Caeli del 1 de mayo de 1982- ."Al hablar de San José y de la Casa de Nazaret, el pensamiento se dirige espontáneamente a Aquella que, en esa Casa, fue durante años la esposa afectuosa y madre tiernísima, ejemplo incomparable de serena fortaleza y de confiado abandono. ¿Cómo no desear que la Virgen Santa entre también en nuestras casas, obteniendo con la fuerza de su intercesión materna, como dije en la Exhortación Apostólica "Familiaris consortio", que "cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una 'pequeña Iglesia', en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo" (n. 86)" 
 
"Para que esto suceda,
-agregó San Juan Pablo II- es necesario que florezca nuevamente en las familias  la devoción a María Santísima, especialmente mediante el rezo del Santo Rosario. El mes de mayo, que comienza hoy, puede ser la ocasión oportuna para reanudar esta hermosa práctica que tantos frutos de compromiso generoso y de consuelo espiritual ha dado a las generaciones cristianas, durante siglos."

"Que el Rosario vuelva a las manos de los cristianos, -concluyó San Juan Pablo II-  y se intensifique, con su ayuda, el diálogo entre la tierra y el Cielo, que es garantía de que persevere el diálogo entre los hombres mismos, hermanados bajo la mirada amorosa de la Madre común." 

 

 

La Estrella de la nueva evangelización

Virgen y Madre María,
Tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz 
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la Resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos 
el don de la belleza que no se apaga.

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.

(Papa Franciscus. “Evangelii Gaudium”, 287)

 

  

Nuestra Señora de Czestochowa

 

MAYO: MES CONSAGRADO A MARÍA SANTÍSIMA

Audiencia General del  miércoles 2 de mayo de 1979

 

Amadísimos hermanos y hermanas.

 

1. “Regina caeli lactare, alleluia / quia quem meruisti portare, alleluia / resurrexit, sicut dixit, alleluia / ora pro nobis Deum, alleluia”.

Deseo dedicar esta audiencia general de hoy, de modo particular, a la Madre de Cristo Resucitado. El período pascual nos permite dirigirnos a Ella con las palabras de purísima alegría, con que la saluda la Iglesia. El Mes de Mayo nos estimula a pensar y hablar de modo particular de Ella. En efecto, éste es Su mes. Así, pues, el período del año litúrgico y a la vez el corriente mes llaman e invitan a nuestros corazones a abrirse de manera singular a María Santísima.

2. La Iglesia con su antífona pascual  “Regina caeli”, habla a la Madre, a la que tuvo la fortuna de llevar en Su Seno, bajo Su Corazón, y después en Sus brazos, al Hijo de Dios y Salvador nuestro. Lo acogió entre sus brazos, por última vez, cuando lo depusieron de la Cruz, en el Calvario. Ante sus ojos lo envolvieron en la sábana fúnebre y lo llevaron al Sepulcro. ¡Ante los ojos de la Madre! Y he aquí que al tercer día el Sepulcro se encontró vacío. Pero Ella no fue la primera en comprobarlo. Antes fueron allí las “tres Marías”, y entre ellas particularmente María Magdalena, la pecadora convertida. Lo comprobaron poco después los Apóstoles, avisados por las mujeres. Y, aunque los Evangelios no nos dicen nada de la visita de la Madre de Cristo al lugar de la Resurrección de Cristo, sin embargo, todos nosotros pensamos que Ella debía hacerse presente allí de algún modo cuanto antes. Ella cuanto antes debía participar en el misterio de la Resurrección, porque éste era el derecho de la Madre.

La liturgia de la Iglesia respeta este derecho de la Madre, cuando le dirige esta invitación particular a la alegría de la Resurrección: Laetare! Resurrexit sicut dixit! E inmediatamente la misma antífona añade la súplica para su intercesión: Ora pro nobis Deum. La revelación del Poder Divino del Hijo mediante la Resurrección, es al mismo tiempo revelación de la “Omnipotencia suplicante” (omnipotentia suplex) de María en relación con este Hijo.

3. La Iglesia de todos los tiempos, comenzando por el Cenáculo en Pentecostés, rodea siempre a María de una veneración particular y se dirige a Ella con una peculiar confianza. La Iglesia de nuestro tiempo, mediante el Concilio Vaticano II, ha hecho una síntesis de todo lo que se había desarrollado durante las generaciones. El capítulo VIII de la Constitución dogmática Lumen gentium es, en cierto sentido, una “carta magna” de la Mariología para nuestra época: María presente de modo particular en el misterio de Cristo y en el misterio de la Iglesia, María, “Madre de la Iglesia”, como comenzó a llamarla Pablo VI (en el Credo del Pueblo de Dios), dedicándole después un documento aparte: Marialis cultus.

Esta presencia de María en el misterio de la Iglesia, esto es, al mismo tiempo en la vida cotidiana del Pueblo de Dios en todo el mundo, es sobre todo una presencia materna. María, por así decirlo, da a la obra salvífica del Hijo y a la misión de la Iglesia una forma singular: la forma materna. Todo lo que se puede proponer en el lenguaje humano sobre el tema de la “índole” propia de la mujer-madre —la índole del corazón—, todo esto se refiere a Ella.

María es siempre el cumplimiento más pleno del misterio salvífico —desde la Inmaculada Concepción hasta la Asunción— y es continuamente un preanuncio más eficaz de este misterio. Ella revela la salvación, acerca la gracia incluso a quienes parecen los más indiferentes y alejados. En el mundo, que junto al progreso manifiesta su “corrupción” y su “envejecimiento”, Ella no cesa de ser “el comienzo del mundo mejor” (origo mundi melioris), como se expresó Pablo VI: “Al hombre contemporáneo —escribe entre otras cosas el Pontífice— la Virgen María... ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad, de la paz sobre la turbación, de la alegría y de la belleza sobre el tedio y la náusea... de la vida sobre la muerte” (Pablo VI, Exhortación Apostólica “Para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen María”, 57; AAS 66, 1974. 166).

A María, Madre del Amor Hermoso, deseo acercar de modo particular a la juventud de todo el mundo y de toda la Iglesia. Ella lleva en Sí un signo indeleble de la juventud y de la belleza que no pasan jamás. Deseo y pido que los jóvenes se acerquen a Ella, que tengan confianza en Ella, que le confíen la vida que tienen ante sí; que la amen con sencillez, fervor y cordialidad.

A María, Madre de la Divina Gracia, confío las vocaciones sacerdotales y religiosas. La nueva primavera de las vocaciones, su nuevo aumento en toda la Iglesia, se convierta en una prueba particular de su presencia materna en el misterio de Cristo, en nuestros tiempos, y en el misterio de su Iglesia sobre toda la tierra. María sola es una viva encarnación de la entrega total y completa a Dios, a Cristo, a su acción salvífica, que debe encontrar su expresión adecuada en cada una de las vocaciones sacerdotales y religiosas. María es la expresión más plena de la fidelidad perfecta al Espíritu Santo y a su acción en el alma, es la expresión de la fidelidad que significa una cooperación perseverante a la gracia de la vocación.

A María, Madre de Cristo y de la Iglesia,  consagro todo el mundo, todas las naciones de la tierra, todos los hombres, porque Ella es la Madre de todos ellos. Le consagro particularmente aquellos para quienes la vida es más difícil, más dura, los que sufren física o espiritualmente, los que viven en la miseria, los que sufren injusticias o daños.

De modo singular, sin embargo, para terminar esta primera meditación de mayo, deseo venerar a María en Jasna Góra (Monte-Claro) de Czestochowa junto con todos mis hermanos de mi patria.

Allí iba cada año en peregrinación, el 3 de mayo, que es la fiesta de la Reina de Polonia. Cada año he celebrado allí una Misa solemne, durante la cual el cardenal Wyszynski, primado de Polonia, en presencia del Episcopado y de una inmensa multitud de peregrinos, renovaba el acto de consagración de Polonia a la “materna esclavitud” de nuestra Señora.

 

 

VIDEO DE LA SANTA MISA DE LA CANONIZACIÓN DE JUAN PABLO II Y JUAN XXIII EN EL

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

https://www.youtube.com/watch?v=a0oKDNWqeJ8

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