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EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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Celebrar el Adviento significa despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros.

Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible.

 Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la Gracia y aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para el mundo que la de la Gracia, que ha aparecido en Cristo.

Benedicto XVI. Adviento 2006

 JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)

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Tú eres mi fortaleza, Señor.

Dirige, Señor, mis pasos, que me lleven hasta Ti. Tú eres mi baluarte, escudo y fortaleza; ayúdame a permanecer fiel a Ti, a tener un ánimo firme para mantener la paz; humilla mi soberbia, pero mi pobreza tórnala en abundancia y mi humildad en gloria delante de Ti. Amen.

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Edición 714

ADVIENTO

Domingo de la 2da semana

9 de diciembre de 2012

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TOTUS TUUS

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).

  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

 

«Entre todos los homenajes que podemos tributar a María no hay ninguno tan grato al Corazón de nuestra Madre como el implorar con frecuencia su maternal protección, rogándole que nos asista en todas nuestras necesidades particulares, como al dar o recibir un consejo, en los peligros, en las tribulaciones, en las tentaciones... Esta buena Madre nos librará ciertamente de los peligros, con solo rezar la antífona Sub tuum praesidium (“Nos acogemos bajo tu protección, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestra necesidad, antes bien sálvanos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita“) o el Avemaría, o con solo invocar su santo Nombre ...»

San Alfonso Mª de Ligorio, Las glorias de María, III, 9


Queridos Suscriptores de "El Camino de María"

En el 2do. Domingo de Adviento resuena con vigor la invitación a la conversión de San Juan el Bautista, un grito profético que sigue resonando a lo largo de los siglos. Lo escuchamos también en nuestra época, mientras la humanidad prosigue su camino en la historia. A los hombres del tercer milenio el Bautista nos indica el camino que es preciso recorrer. (Evangelio San Lucas 3, 1-6)

Toda la liturgia del tiempo de Adviento se hace eco del Precursor, invitándonos a ir al encuentro de Cristo, que viene a salvarnos. Nos preparamos para recordar de nuevo su nacimiento, que tuvo lugar en Belén hace más de dos mil años; renovamos nuestra fe en su venida gloriosa al final de los tiempos. Al mismo tiempo, nos disponemos a reconocerlo presente en medio de nosotros, pues nos visita también en las personas y en los acontecimientos diarios.

También la liturgia del tiempo de Adviento, como hemos meditado en el 1er Domingo, está centrada en la “espera vigilante” con la que cada uno, por medio de un auténtico espíritu de oración, humilde y confiada, se prepara a recibir la venida del Señor Jesús.

San Basilio dice al respecto: “¿Qué es lo propio del cristiano? Vigilar cada día y cada hora, y estar pronto para cumplir perfectamente lo que es agradable a Dios, sabiendo que a la hora en que no pensamos llegará el Señor”.(Basilio Di Cesarea, Regole Morali, LXXX 22,869) Por lo tanto, la espera del hombre no es pasiva, estéril o “muerta”, sino vida, activa y participativa.

El Beato John Henry Newman escribe en su diario espiritual: "Vigilar con Cristo es mirar adelante sin olvidar el pasado. Es no olvidar que Él ha sufrido por nosotros; es perdernos en la contemplación atraídos por la grandeza de la Redención. Es renovar continuamente en el propio ser la Pasión y la Agonía de Cristo; es revestirnos con alegría de aquel manto de aflicción con el que Cristo quiso primero vestirse y después dejarlo para irse al Cielo. Es despegarse del mundo sensible y vivir en el no sensible. Así Cristo vendrá y lo hará en el modo en que lo dijo que lo hará". (J.H. Newnman, Diario spirituale e meditazione, 93.)

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El Santo Padre Benedicto XVI, pronunció la siguiente meditación antes del rezo del Ángelus del Domingo 4 de diciembre de 2005:

En este tiempo de Adviento, se invita a la comunidad eclesial, mientras se prepara a celebrar el gran misterio de la Encarnación, a redescubrir y profundizar en su relación personal con Dios. La palabra latina «adventus», se refiere a la venida de Cristo y pone en primer plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está llamado a responder con apertura, espera, búsqueda, y adhesión. Y así como Dios es soberanamente libre a la hora de revelarse y entregarse, pues sólo le mueve el amor, así también la persona humana es libre al darle a Él su consentimiento, aunque sea algo debido: Dios espera una respuesta de amor. En estos días, la liturgia nos presenta como modelo perfecto de esta respuesta a la Virgen María, a quien contemplaremos el próximo jueves, 8 de diciembre, en el misterio de la Inmaculada Concepción.

La Virgen está a la escucha, dispuesta en todo momento a cumplir la Voluntad del Señor, y es ejemplo para el creyente que vive en la búsqueda de Dios. A este tema, al igual que a la relación entre verdad y libertad, el Concilio Vaticano II dedicó una reflexión atenta. En particular, los padres conciliares aprobaron, precisamente hace cuarenta años, una declaración sobre la cuestión de la libertad religiosa, es decir, el derecho de las personas y de las comunidades a poder buscar la verdad y profesar libremente su fe. Las primeras palabras que constituyen el título de ese documento, son
«Dignitatis humanae»: la libertad religiosa deriva de la singular dignidad del hombre que, entre todas las criaturas de esta tierra, es la única capaz de establecer una relación libre y consciente con su Creador.

«Todos los hombres
-dice el Concilio-, conforme a su dignidad, por ser personas, es decir, dotados de razón y de voluntad libre…, están impulsados por su misma naturaleza y están obligados además moralmente a buscar la verdad, sobre todo la que se refiere a la religión» (DH, 2).

De este modo, el Vaticano II reafirma la doctrina tradicional católica, según la cual, el hombre, en cuanto criatura espiritual, puede conocer la verdad y, por tanto, tiene el deber y el derecho de buscarla (Cf. ibídem, 3). Con este fundamento, el Concilio insiste ampliamente en la libertad religiosa, que debe ser garantizada tanto a los individuos como a las comunidades, en el respeto de las legítimas exigencias del orden público. Y esta enseñanza conciliar, después de cuarenta años, sigue siendo de gran actualidad. De hecho la libertad religiosa está lejos de ser garantizada en todas partes: en algunos casos se niega por motivos religiosos o ideológicos; otras veces, aún siendo reconocida de forma escrita, es obstaculizada en la práctica por el poder político o, de forma más solapada, por el predominio cultural del agnosticismo y del relativismo.

Recemos para que todo ser humano pueda realizar plenamente la vocación religiosa que lleva inscrita en su propio ser. Que María nos ayude a reconocer en el rostro del Niño de Belén, concebido en su seno virginal, al divino Redentor, venido al mundo para revelarnos el auténtico Rostro de Dios.

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Como un aporte para ayudar a nuestras meditaciones de los Domingos de ADVIENTO hemos preparado un libro digital titulado: LA VIRGEN MARÍA Y EL ADVIENTO. Ella, Madre de la espera y del silencio, más que ninguna otra criatura supo acoger humildemente la Voluntad de Dios, permitiendo así la obra de la Redención.

ADVIENTO TIEMPO DE PREPARACIÓN

I - EL ADVIENTO
II - LA REALIDAD DEL HOMBRE
III - PORQUÉ VIENE EL SEÑOR
IV - EL SEÑOR ESTÁ CERCA

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA

I - LA INMACULADA CONCEPCIÓN
II - MARÍA INMACULADA REDIMIDA POR PRESERVACIÓN
III - EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
IV -150 AÑOS DE LA PROCLAMACIÓN DEL DOGMA
V - HOMENAJE A LA INMACULADA EN LA PLAZA DE ESPAÑA

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ALABANZAS A MARÍA SANTÍSIMA, VIRGEN DEL ADVIENTO

¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendito vuestro purismo seno, en que por nueve meses hizo su morada el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendito vuestro maternal regazo en que reposó y durmió dulcemente el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros santísimos brazos, que llevaron, abrazaron y tiernamente estrecharon al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditas vuestras hermosísimas manos, que acariciaron y cuidadosamente sirvieron al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros ojos virginales que con tanto deleite se recrearon contemplando el rostro del Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros oídos castísimos, que con tanta frecuencia oyeron el dulce nombre de Madre de la boca del Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros candidísimos labios, que con gozo inexplicable imprimieron tiernos besos en el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendita vuestra lengua angelical, que sin cesar alabó y llamó hijo querido al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.  

¡“Queridos hijos, con amor materno y paciencia materna, de nuevo os invito a vivir según mi Hijo, a vivir Su paz y Su amor. Que como mis apóstoles aceptéis, con todo el corazón, la Verdad de Dios, y que oréis al Espíritu Santo para que os guíe. Entonces podréis servir fielmente a mi Hijo y con vuestra vida, mostrar Su Amor a los demás. Por medio del Amor de mi Hijo y de mi Amor, yo como Madre, me propongo llevar a mi abrazo maternal, a todos los hijos extraviados y mostrarles el camino de la fe. Hijos míos, ayudadme en mi lucha materna y orad conmigo para que los pecadores conozcan sus pecados y se arrepientan sinceramente. Orad también por quienes mi Hijo ha elegido y en Su Nombre ha consagrado. ¡Os doy las gracias!”. (Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 2 de diciembre de 2012)

MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

                   

La voz que pasa y la Palabra que permanece

Meditación antes del rezo del Ángelus del Domingo 9 de diciembre de 2012
 

SEGUNDA ETAPA DEL TIEMPO DE ADVIENTO

 
 
Queridos hermanas y hermanos

En el Tiempo de Adviento la liturgia pone en relieve, de manera particular, dos figuras que preparan la venida del Mesías: la Virgen María y Juan Bautista. Hoy san Lucas nos presenta a este ultimo, y lo hace con características diversas de los otros Evangelistas. «Todos los cuatro Evangelios colocan al inicio de la actividad de Jesús la figura de Juan Bautista y lo presentan como su precursor. San Lucas ha llevado hacia atrás la conexión entre las dos figuras y sus respectivas misiones … Ya en la Concepción y en el Nacimiento, Jesús y Juan son colocados en relación entre ellos» (La infancia de Jesús, 23). Esta impostación ayuda a comprender que Juan, en cuanto hijo de Zacarías e Isabel, ambos de familias sacerdotales, no sólo es el ultimo de los profetas, sino que representa también al entero sacerdocio de la Antigua Alianza y por lo tanto prepara a los hombres al culto espiritual de la Nueva Alianza, inaugurado por Jesús (cfr ibid. 27-28).

Lucas además deshace toda lectura mítica que a menudo se hace de los Evangelios y coloca históricamente la vida del Bautista: «En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, mientras Poncio Pilato era gobernador … bajo los sumos sacerdotes Anas y Caifás» (Lc 3,1-2). Al interior de este cuadro histórico se coloca el verdadero gran acontecimiento, el nacimiento de Cristo, que los contemporáneos ni siquiera notarán. Para Dios los grandes de la historia ¡hacen de marco a los pequeños!

Juan Bautista se define como la «voz de uno que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos» (Lc 3,4). La voz proclama la palabra, pero en este caso la Palabra de Dios precede, en cuanto es ella misma quien baja sobre Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto (cfr Lc 3,2). Él por tanto tiene un gran rol, pero siempre en función de Cristo. San Agustín comenta:

«Juan es la voz. Del Señor en cambio se dice: “Al principio existía la Palabra” (Jn 1,1). Juan es la voz que pasa, Cristo es el Verbo eterno que era en un principio. Si a la voz se quita la palabra, ¿que cosa queda? Un sonido vago. La voz sin palabra resuena en el oído, pero no edifica el corazón» (Discurso 293, 3).

A nosotros hoy espera la tarea de dar escucha a aquella voz para conceder espacio y acogida a Jesús en el corazón, Palabra que nos salva. En este Tiempo de Adviento, preparémonos a ver, con los ojos de la fe, en la humilde Gruta de Belén, la salvación de Dios (cfr Lc 3,6). En la sociedad de consumo, en la que se está tentado de buscar la felicidad en la cosas, el Bautista nos enseña a vivir de manera esencial, para que la Navidad sea vivida no solo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios que ha venido a traer a los hombres la paz, la vida y la verdadera felicidad.

A la maternal intercesión de María, Virgen del Adviento, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, para estar listos a acoger, en el corazón y en toda la vida, al Emanuel, el Dios-con-nosotros.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 714 para %EmailAddress%

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