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.El Adviento, en este Año de la Fe, debe
ser especialmente intenso para preparar la Navidad.
El Adviento es un camino que nos ayuda a
ordenar nuestra propia vida. En el Año de la Fe no podemos dejar de lado aspectos
esenciales de nuestro cristianismo. La Navidad no es
sentimentalismo. En la Navidad celebramos el Nacimiento del Hijo
de Dios. Tal vez, estas cuatro semanas, pueden ser una
oportunidad para estudiar, crecer y consolidar las verdades más
fundamentales sobre Jesucristo y su Divinidad.
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Celebrar
el Adviento significa despertar a la vida la presencia de Dios
oculta en nosotros.
Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento
de lo visible y acercamiento a lo invisible.
Andando
ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y
aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para
el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo.
El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia
que existe en el mundo está amparada por una Misericordia
amorosa, está dominada y superada por la benevolencia, el perdón
y la salvación de Dios.
Quien celebre así el Adviento podrá hablar con derecho de la
Navidad feliz, bienaventurada y llena de gracia. Y conocerá cómo
la verdad contenida en la felicitación navideña es algo mucho
mayor que ese sentimiento romántico de los que la celebran como
una especie de diversión de carnaval.
Benedicto XVI.
Adviento 2006
"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente
de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen
con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)
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Edición 711
ADVIENTO
Domingo de la 1ra semana
2 de
diciembre de 2012
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TOTUS TUUS
Soy todo tuyo y todas mis cosas Te
pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro
Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la
acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la
gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia
peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también
responder con fidelidad a las exigencias de la vocación
cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de
mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo.
Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que
me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).
A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por
Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el
Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y
gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
25 de marzo al 25 de diciembre
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EL CULTO A LA VIRGEN MARÍA
EN LA LITURGIA
"...Durante el tiempo
de Adviento la Liturgia
recuerda frecuentemente
a la Santísima Virgen
—aparte la Solemnidad
del día 8 de diciembre,
en que se celebran
conjuntamente la
Inmaculada Concepción de
María, la preparación
radical (cf. Is 11,
1.10) a la venida del
Salvador y el feliz
exordio de la Iglesia
sin mancha ni arruga —,
sobre todos los días
feriales del 17 al 24 de
diciembre y, más
concretamente, el
domingo anterior a la
Navidad, en que hace
resonar antiguas voces
proféticas sobre la
Virgen Madre y el Mesías
, y se leen episodios
evangélicos relativos al
nacimiento inminente de
Cristo y del
Precursor..." (Pablo
VI, Marialis
Cultus, 4)
"...De este modo, los
fieles que viven con la
Liturgia el espíritu del
Adviento, al considerar
el inefable amor con que
la Virgen Madre esperó
al Hijo, se sentirán
animados a tomarla como
modelo y a prepararse,
"vigilantes en la
oración y... jubilosos
en la alabanza", para
salir al encuentro del
Salvador que viene.
Queremos, además,
observar cómo en la
Liturgia de Adviento,
uniendo la espera
mesiánica y la espera
del glorioso retorno de
Cristo al admirable
recuerdo de la Madre,
presenta un feliz
equilibrio cultual, que
puede ser tomado como
norma para impedir toda
tendencia a separar,
como ha ocurrido a veces
en algunas formas de
piedad popular el culto
a la Virgen de su
necesario punto de
referencia: Cristo.
Resulta así que este
periodo, como han
observado los
especialistas en
liturgia, debe ser
considerado como un
tiempo particularmente
apto para el culto de la
Madre del Señor:
orientación que
confirmamos y deseamos
ver acogida y seguida en
todas partes..."
(Pablo
VI, Marialis
Cultus, 5) .
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Queridos Suscriptores de "El Camino de María"
Comienza el
Adviento,
que es tiempo de
preparación interior para el encuentro con el Señor. Por tanto,
dispongamos nuestro espíritu para emprender con alegría y
decisión esta peregrinación espiritual que nos llevará a la
celebración de la Navidad.
Comienza el nuevo año litúrgico:
cada año, en efecto, empezando desde el primer domingo de
Adviento, la Iglesia, a través del ciclo de domingos y
fiestas, procura hacernos partícipes de la obra salvífica de
Dios en la historia del hombre, de la humanidad y del mundo.
Precisamente por este "adviento", que quiere decir "venida",
Dios viene al hombre, y ésta es una dimensión fundamental de
nuestra fe. Nosotros vivimos nuestra fe cuando estamos
abiertos a la venida de Dios, cuando perseveramos en el
Adviento.
Durante el tiempo de
Adviento, la Liturgia celebra con frecuencia y de modo
ejemplar a la Virgen María: recuerda algunas mujeres de la
Antigua Alianza, que eran figura y profecía de su misión; exalta
la actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret se
adhirió, total e inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios;
subraya su presencia en los acontecimientos de gracia que
precedieron el nacimiento del Salvador. También la piedad
popular dedica, en el tiempo de Adviento, una atención
particular a María; lo atestiguan de manera inequívoca diversos
ejercicios de piedad, y sobre todo las Novenas de la Inmaculada
y de la Navidad.
El Santo Padre Benedicto XVI,
hizo la siguiente meditación antes del rezo del Ángelus del
Domingo 29 de noviembre de 2009:
¡Queridos hermanos y hermanas!
Este Domingo iniciamos, por la gracia de Dios, un nuevo Año
litúrgico, que se abre naturalmente con el Adviento, tiempo
de preparación a la Natividad del Señor. El Concilio
Vaticano II, en la Constitución sobre la liturgia, afirma
que la Iglesia “en el ciclo anual presenta todo el misterio
de Cristo, desde la Encarnación y la Natividad hasta la
Ascensión, el día de Pentecostés y la espera de la
bienaventurada esperanza y del retorno del Señor”. De esta
manera, “recordando los misterios de la Redención, abre a
los fieles las riquezas de las acciones salvíficas y de los
méritos de su Señor, de manera que están presentes de alguna
manera en todos los tiempos, para que los fieles puedan
acercarse a ellas y llenarse de la gracia de la salvación” (Sacrosantum
Concilium, 102). El Concilio insiste en el hecho de que el
centro de la liturgia es Cristo, como el sol en torno al
cual, como los planetas, rotan la Bienaventurada Virgen
María –la más cercana- y los mártires y los demás santos que
“en el Cielo cantan a Dios la alabanza perfecta e interceden
por nosotros” (Ibidem, 104).
Ésta es la realidad del Año litúrgico vista, por así
decirlo, “desde el lado de Dios”. ¿Y desde el lado –digamos-
del hombre, de la historia y de la sociedad? ¿Qué
importancia puede tener? La respuesta la sugiere propiamente
el camino del Adviento, que hoy emprendemos. El mundo
contemporáneo necesita sobre todo esperanza: la necesitan
las poblaciones en vías de desarrollo, pero también las
económicamente desarrolladas. Cada vez más advertimos que
nos encontramos en una misma barca y debemos salvarnos todos
juntos. Sobre todo nos damos cuenta viendo caer tantas
falsas seguridades, de que necesitamos una esperanza fiable,
y ésta se encuentra sólo en Cristo, quien, como dice la
Carta a los Hebreos, “es el mismo ayer, hoy y siempre”
(13,8). El Señor Jesús vino en el pasado, viene en el
presente y vendrá en el futuro. Él abraza todas las
dimensiones del tiempo, porque ha muerto y resucitado, es
“el Vivo” y, compartiendo nuestra precariedad humana,
permanece para siempre y nos ofrece la estabilidad misma de
Dios. Es “carne” como nosotros y es “roca” como Dios. Quien
anhela la libertad, la justicia y la paz puede volverse a
levantar y alzar la cabeza, porque en Cristo la liberación
está cerca (cf. Lc 21,28) –como leemos en el Evangelio de
hoy. Podemos por tanto afirmar que Jesucristo no sólo mira a
los cristianos, o sólo a los creyentes, sino a todos los
hombres, porque Él, que es el centro de la fe, es también el
fundamento de la esperanza. Es la esperanza que todo ser
humano necesita constantemente.
Queridos hermanos y hermanas, la Virgen María encarna
plenamente la humanidad que vive en la esperanza basada en
la fe en el Dios vivo. Ella es la Virgen del Adviento: está
bien arraigada en el presente, en el “hoy” de la salvación;
en su Corazón recoge todas las promesas pasadas; y se
extienden al cumplimiento futuro. Introduzcámonos en su
escuela, para entrar de verdad en este tiempo de gracia y
acoger, con alegría y responsabilidad, la venida de Dios a
nuestra historia personal y social.
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La
SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA, que
celebraremos el próximo 8 de Diciembre, da lugar a muchas
manifestaciones de piedad popular, cuya expresión principal es
la Novena de la Inmaculada. No hay duda de que el
contenido de la fiesta de la Concepción purísima y sin mancha de
María, en cuanto preparación frontal al nacimiento de Jesús, se
armoniza bien con algunos temas principales del Adviento: nos
remite a la larga espera mesiánica y recuerda profecías y
símbolos del Antiguo Testamento, empleados también en la
Liturgia del Adviento.
Como un aporte para ayudar a
nuestras meditaciones de los Domingos de
Adviento y de
los días de la
NOVENA DE LA INMACULADA, hemos preparado
un libro digital titulado: LA VIRGEN MARÍA Y EL ADVIENTO.
El contenido es el siguiente:
ADVIENTO TIEMPO DE PREPARACIÓN
I - EL ADVIENTO
II - LA REALIDAD DEL HOMBRE
III - PORQUÉ VIENE EL SEÑOR
IV - EL SEÑOR ESTÁ CERCA
NOVENA DE LA INMACULADA
I - MARÍA MADRE DE DIOS
II - MARÍA MADRE DE LA IGLESIA
III - MARÍA REINA DE LOS APÓSTOLES
IV - MARÍA MODELO Y GUÍA DE FE
V - MARÍA MADRE DE MISERICORDIA
VI - MARÍA VIRGEN FIEL, "VIRGO FIDELIS"
VII - MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
VIII - MARÍA REINA DEL SANTO ROSARIO
IX- MARÍA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS
SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA
I - LA INMACULADA CONCEPCIÓN
II - MARÍA INMACULADA REDIMIDA POR PRESERVACIÓN
III - EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
IV -150 AÑOS DE LA PROCLAMACIÓN DEL DOGMA
V - HOMENAJE A LA INMACULADA EN LA PLAZA DE ESPAÑA
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ALABANZAS A MARÍA
SANTÍSIMA,
VIRGEN DEL ADVIENTO
¡Oh Santísima Virgen
María! sea una y mil
veces bendito vuestro
purismo seno, en que por
nueve meses hizo su morada
el Hijo de Dios, hecho
hombre por dar salud a mi
alma. Avemaría.
¡Oh Santísima Virgen
María! sea una y mil
veces bendito vuestro
maternal regazo en que
reposó y durmió
dulcemente el Hijo de
Dios, hecho hombre por
dar salud a mi alma.
Avemaría.
¡Oh Santísima Virgen
María! sean una y mil
veces benditos vuestros
santísimos brazos, que
llevaron, abrazaron y
tiernamente estrecharon al
Hijo de Dios, hecho hombre
por dar salud a mi alma.
Avemaría.
¡Oh Santísima Virgen
María! sean una y mil
veces benditas vuestras
hermosísimas manos, que
acariciaron y
cuidadosamente sirvieron
al Hijo de Dios, hecho
hombre por dar salud a mi
alma. Avemaría.
¡Oh Santísima Virgen
María! sean una y mil
veces benditos vuestros
ojos virginales que con
tanto deleite se recrearon
contemplando el rostro del
Hijo de Dios, hecho hombre
por dar salud a mi alma.
Avemaría.
¡Oh
Santísima Virgen María!
sean una y mil veces
benditos vuestros oídos
castísimos, que con tanta
frecuencia oyeron el dulce
nombre de Madre de la boca
del Hijo de Dios, hecho
hombre por dar salud a mi
alma. Avemaría.
¡Oh
Santísima Virgen María!
sean una y mil veces
benditos vuestros
candidísimos labios, que
con gozo inexplicable
imprimieron tiernos besos
en el Hijo de Dios, hecho
hombre por dar salud a mi
alma. Avemaría.
¡Oh Santísima Virgen
María! sea una y mil
veces bendita vuestra
lengua angelical, que sin
cesar alabó y llamó hijo
querido al Hijo de Dios,
hecho hombre por dar salud
a mi alma. Avemaría.
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“¡Queridos hijos! En este
tiempo de gracia, los invito a todos ustedes a renovar la
oración. Ábranse a la Santa Confesión, para que cada uno de
ustedes pueda aceptar mi llamada con todo el corazón. Yo estoy
con ustedes y los protejo de la perdición del pecado, y ustedes
deben abrirse al camino de la conversión y de la santidad, para
que vuestro corazón arda de amor por Dios. Concédanle tiempo, y
El se donará a ustedes, y así, en la Voluntad de Dios, podrán
descubrir el amor y la alegría de vivir. Gracias por haber
respondido a mi llamado.”
.(Mensaje
de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25 de noviembre
de 2012)
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