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EL CAMINO DE MARIA: Newsletter 682. ASUNCION DE MARIA SANTISIMA AL CIELO . Editada por SantoRosario.info

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter682.htm

El detalle de todas las ediciones de "El Camino de María" del año 2010, 2011 y 2012 lo puede obtener en:

http://twitter.com/MariaMediadora
 

 
 

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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¡Oh Virgen Inmaculada!

Dulce Madre Inmaculada en Ti se refleja para mí el Reino de Dios; eres Tú quien, en medio de mis dificultades, me enseña a amar al Señor. Frente al enemigo, Tú eres mi escudo y protección.

Te suplico, oh Madre, enciendas en mí el fuego del Amor Divino, así como ardió tu Inmaculado Corazón cuando el Verbo se hizo carne...

Oh Virgen Santísima, toda pureza y toda humildad, ayúdame a obtener una profunda humildad. Amén.

Santa Faustina

"JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)

Newsletter 682

LA ASUNCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA AL CIELO

15 de agosto de 2012

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). 

A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

25 de marzo al 25 de diciembre

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DEVOCIÓN DE LAS
3 AVEMARÍAS 

Santa Matilde, religiosa benedictina, suplicó a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte. La Virgen María le dijo lo siguiente:

"Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías.
 
La primera, me pedirás que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el Cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga.

Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. 

Por la tercera, me pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su Amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de Amor Divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias."

 

 

 

«Se abrió en el Cielo el Santuario de Dios, y apareció en su Santuario el Arca de su Alianza» (Ap 11, 19)


Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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El 15 de agosto celebraremos la Solemnidad de la Asunción al Cielo de María Santísima, "Arca de la Alianza".
 
"...María es el Arca de la Alianza, porque acogió en Sí a Jesús; acogió en Sí la Palabra viva, todo el contenido de la Voluntad de Dios, de la Verdad de Dios; acogió en Sí a Aquel que es la Alianza nueva y eterna, que culminó con la ofrenda de su Cuerpo y de su Sangre: Cuerpo y Sangre recibidos de María. Con razón, por consiguiente, la piedad cristiana, en las letanías en honor de la Virgen, se dirige a Ella invocándola como «Arca de la Alianza», arca de la presencia de Dios, arca de la Alianza de Amor que Dios quiso establecer de modo definitivo con toda la humanidad en Cristo..." (Benedicto XVI . Homilía 15 de agosto de 2011).
 
"...Hoy la Iglesia canta el inmenso Amor de Dios por esta criatura suya: la eligió como verdadera «Arca de la Alianza», como Aquella que sigue engendrando y dando a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en el Cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, también nos invita a nosotros a ser, a nuestro modo modesto, «arca» en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en los demás la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y conocer la realidad del Cielo. (Benedicto XVI . Homilía 15 de agosto de 2011).

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Santa María, Madre de Dios,
Tú has dado al mundo la verdadera luz,
Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.
Te has entregado por completo
a la llamada de Dios
y te has convertido así en fuente
de la bondad que mana de Él.
Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.
Enséñanos a conocerlo y amarlo,
para que también nosotros
podamos llegar a ser capaces
de un verdadero amor
y ser fuentes de agua viva
en medio de un mundo sediento.

Benedicto XVI . Deus Caritas est, 42

   HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

 

 

SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD 
DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA AL CIELO

Parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Castelgandolfo 
Lunes 15 de agosto de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

Nos encontramos reunidos, una vez más, para celebrar una de las más antiguas y amadas fiestas dedicadas a María Santísima: la fiesta de su Asunción a la gloria del Cielo en Alma y Cuerpo, es decir, en todo su Ser humano, en la integridad de su Persona. Así se nos da la gracia de renovar nuestro amor a María, de admirarla y alabarla por las «maravillas» que el Todopoderoso hizo por Ella y obró en Ella.

Al contemplar a la Virgen María se nos da otra gracia: la de poder ver en profundidad también nuestra vida. Sí, porque también nuestra existencia diaria, con sus problemas y sus esperanzas recibe luz de la Madre de Dios, de su itinerario espiritual, de su destino de gloria: un camino y una meta que pueden y deben llegar a ser, de alguna manera, nuestro mismo camino y nuestra misma meta. Nos dejamos guiar por los pasajes de la Sagrada Escritura que la liturgia nos propone hoy. Quiero reflexionar, en particular, sobre una imagen que encontramos en la primera lectura, tomada del Apocalipsis y de la que se hace eco el Evangelio de San Lucas: la del arca.

En la primera lectura escuchamos: «Se abrió en el Cielo el Santuario de Dios, y apareció en su Santuario el Arca de su Alianza» (Ap 11, 19). ¿Cuál es el significado del Arca? ¿Qué aparece? Para el Antiguo Testamento, es el símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Pero el símbolo ya ha cedido el puesto a la realidad. Así el Nuevo Testamento nos dice que la verdadera Arca de la Alianza es una persona viva y concreta: es la Virgen María. Dios no habita en un mueble, Dios habita en una Persona, en un Corazón: María, la que llevó en su seno al Hijo eterno de Dios hecho hombre, Jesús nuestro Señor y Salvador. En el Arca —como sabemos— se conservaban las dos tablas de la ley de Moisés, que manifestaban la Voluntad de Dios de mantener la alianza con su pueblo, indicando sus condiciones para ser fieles al pacto de Dios, para conformarse a la Voluntad de Dios y así también a nuestra verdad profunda. María es el Arca de la Alianza, porque acogió en Sí a Jesús; acogió en Sí la Palabra viva, todo el contenido de la Voluntad de Dios, de la Verdad de Dios; acogió en Sí a Aquel que es la Alianza nueva y eterna, que culminó con la ofrenda de su Cuerpo y de su Sangre: Cuerpo y Sangre recibidos de María. Con razón, por consiguiente, la piedad cristiana, en las letanías en honor de la Virgen, se dirige a Ella invocándola como «Arca de la alianza», arca de la presencia de Dios, arca de la Alianza de Amor que Dios quiso establecer de modo definitivo con toda la humanidad en Cristo.

El pasaje del Apocalipsis quiere indicar otro aspecto importante de la realidad de María. Ella, arca viviente de la alianza, tiene un extraordinario destino de gloria, porque está tan íntimamente unida a su Hijo, a quien acogió en la fe y engendró en la carne, que comparte plenamente su gloria del Cielo. Es lo que sugieren las palabras que hemos escuchado: «Un gran signo apareció en el Cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta (...). Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones» (12, 1-2; 5). La grandeza de María, Madre de Dios, llena de gracia, plenamente dócil a la acción del Espíritu Santo, vive ya en el Cielo de Dios con todo su Ser, Alma y Cuerpo.

San Juan Damasceno refiriéndose a este misterio en una famosa homilía afirma: «Hoy la santa y única Virgen es llevada al templo celestial... Hoy el arca sagrada y animada por el Dios vivo, (el arca) que llevó en su seno a su propio Artífice, descansa en el Templo del Señor, no construido por mano de hombre» (Homilía II sobre la Dormición, 2: PG 96, 723); y prosigue: «Era preciso que Aquella que había acogido en su Seno al Logos divino, se trasladara a los Tabernáculos de su Hijo... Era preciso que la Esposa que el Padre se había elegido habitara en la estancia nupcial del Cielo» (ib., 14: PG 96, 742).

Hoy la Iglesia canta el inmenso Amor de Dios por esta criatura suya: la eligió como verdadera «Arca de la Alianza», como Aquella que sigue engendrando y dando a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en el Cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, también nos invita a nosotros a ser, a nuestro modo modesto, «arca» en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en los demás la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y conocer la realidad del Cielo.

El Evangelio de San Lucas que acabamos de escuchar (cf. Lc 1, 39-56) nos muestra esta arca viviente, que es María, en movimiento: tras dejar su casa de Nazaret, María se pone en camino hacia la montaña para llegar de prisa a una ciudad de Judá y dirigirse a la casa de Zacarías e Isabel. Me parece importante subrayar la expresión «de prisa»: las cosas de Dios merecen prisa; más aún, las únicas cosas del mundo que merecen prisa son precisamente las de Dios, que tienen la verdadera urgencia para nuestra vida. Entonces María entra en esta casa de Zacarías e Isabel, pero no entra sola. Entra llevando en su seno al Hijo, que es Dios mismo hecho hombre. Ciertamente, en aquella casa la esperaban a Ella y su ayuda, pero el evangelista nos guía a comprender que esta espera remite a otra, más profunda. Zacarías, Isabel y el pequeño Juan Bautista son, de hecho, el símbolo de todos los justos de Israel, cuyo corazón, lleno de esperanza, aguarda la venida del Mesías salvador. Y es el Espíritu Santo quien abre los ojos de Isabel para que reconozca en María la verdadera Arca de la Alianza, la Madre de Dios, que va a visitarla. Así, la pariente anciana la acoge diciéndole «a voz en grito»: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 42-43). Y es el Espíritu Santo quien, ante Aquella que lleva al Dios hecho hombre, abre el corazón de Juan Bautista en el seno de Isabel. Isabel exclama: «En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre» (v. 44). Aquí el evangelista San Lucas usa el término «skirtan», es decir, «saltar», el mismo término que encontramos en una de las antiguas traducciones griegas del Antiguo Testamento para describir la danza del rey David ante el arca santa que había vuelto finalmente a la patria (cf. 2 S 6, 16). Juan Bautista en el seno de su madre danza ante el Arca de la Alianza, como David; y así reconoce: María es la nueva Arca de la Alianza, ante la cual el corazón exulta de alegría, la Madre de Dios presente en el mundo, que no guarda para Sí esta divina presencia, sino que la ofrece compartiendo la gracia de Dios. Y así —como dice la oración— María es realmente «causa nostrae laetitiae», el «Arca» en la que verdaderamente el Salvador está presente entre nosotros.

Queridos hermanos, estamos hablando de María pero, en cierto sentido, también estamos hablando de nosotros, de cada uno de nosotros: también nosotros somos destinatarios del inmenso Amor que Dios reservó —ciertamente, de una manera absolutamente única e irrepetible— a María. En esta Solemnidad de la Asunción contemplamos a María: Ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con Él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el Arca de la Alianza que está en el santuario del Cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios. Amén.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 682 para %EmailAddress%

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