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EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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¡Oh Santísima Señora, Theotokos, luz de mi pobre alma, mi esperanza, mi protección, mi refugio, mi consuelo, y mi alegría! Te agradezco por haberme permitido participar del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo. Ilumina los ojos de mi corazón, Oh Bendita Virgen que llevaste la fuente de la inmortalidad.

 Oh tiernísima y amorosa Madre del Dios misericordioso; ten misericordia de mi y concédeme un corazón arrepentido y contrito con humildad de mente.

Guarda mis pensamientos de que se pierdan en toda clase de distracciones, y hazme siempre digno, hasta mi último aliento, de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo para sanar mi alma y cuerpo.

Dame lágrimas de arrepentimiento y de agradecimiento para que pueda cantarte y alabarte todos los días de mi vida, porque Tú eres siempre bendita y alabada.
Amén.

San Cirilo de Alejandría
JESUS, CONFIO EN TI

"Oh, Sangre y Agua que brotaste del Sagrado Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros: En Tí confío."

 (Santa Faustina, Diario, 187)

Jesús, Verdad Eterna, Vida nuestra, Te suplico e imploro Tu Misericordia para los pecadores. Oh Sacratísimo Corazón, Fuente de Misericordia de donde brotan rayos de gracias inconcebibles sobre toda la raza humana. Te pido luz para los  pecadores. Oh Jesús, recuerda Tu Amarga Pasión y no permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima Sangre Tuya. Oh Jesús, cuando considero el alto precio de Tu Sangre, me regocijo en su inmensidad porque una sola gota es suficiente para salvar a todos los pecadores. Aunque el pecado es un abismo de maldad e ingratitud, el precio pagado por nosotros jamás podrá ser igualado...

 (Santa Faustina, Diario, 72)

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Newsletter 521

LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO

1 de julio de 2010

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

   

«Mi Carne es verdadera comida, y Mi Sangre verdadera bebida; el que come Mi Carne, y bebe Mi Sangre, en Mí mora, y Yo en él.» (Jn 6, 56-57)

LETANÍA DE LA SANGRE DE CRISTO

Aprobadas por el Papa Juan XXIII el 24 de Febrero de 1960

Señor Jesucristo, que con tu Sangre limpias el pecado del mundo y nos mereces la salvación. ¡Sálvanos ahora y siempre!

-Señor, ten Misericordia.
-Cristo, ten Misericordia.
-Señor, ten Misericordia.
-Cristo, óyenos.
-Cristo, escúchanos.

-Dios, Padre Celestial, ten Misericordia.
-Dios, Hijo Redentor del mundo, ten Misericordia.
-Dios, Espíritu Santo, ten Misericordia.
-Trinidad Santa, que eres un sólo Dios, ten Misericordia.

Luego de cada invocación se dice: RESCÁTANOS

-Sangre de Cristo, Hijo Unigénito del Eterno Padre.
-Sangre de Cristo, del Verbo de Dios hecho Hombre.
-Sangre de Cristo, de la Nueva y Eterna Alianza.
-Sangre de Cristo, caída en la tierra durante la Agonía del Huerto.
-Sangre de Cristo, que corrió abundante durante la flagelación.
-Sangre de Cristo, vertida de la Cabeza en la coronación de espinas.
-Sangre de Cristo, derramada en la Cruz.
-Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación.
-Sangre de Cristo, con la cual hay redención de los pecados.
-Sangre de Cristo, bebida nuestra en la Eucaristía y baño de las almas.

-Manantial de Misericordia
-Río de Misericordia
-Lago de Misericordia
-Catarata de Misericordia
-Mar de Misericordia
-Océano de Misericordia

-Sangre de Cristo, victoria sobre el demonio.
-Sangre de Cristo, fuerza de los mártires.
-Sangre de Cristo, vigor de los confesores de la fe.
-Sangre de Cristo, que engendra vírgenes.
-Sangre de Cristo, fortaleza de los que peligran.
-Sangre de Cristo, alivio de los que sufren.
-Sangre de Cristo, consuelo en la aflicción.
-Sangre de Cristo, esperanza del pecador.
-Sangre de Cristo, seguridad de los moribundos.
-Sangre de Cristo, paz y delicia de los corazones.
-Sangre de Cristo, prenda de la vida eterna.
-Sangre de Cristo, liberación de las almas del purgatorio.
-Sangre de Cristo, digna de toda gloria y honor.

Nos has redimido, Señor, con tu Sangre.
Y has hecho de nosotros un Reino para nuestro Dios

Omnipotente y Sempiterno Dios, que constituiste a Tu Unigénito Hijo Redentor del mundo y quisiste perdonarnos a través de Su Sangre; te suplicamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra Redención, que por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la vida presente, para que gocemos en el Cielo de su fruto eterno. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

 

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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"...Hemos llegado al último Domingo de junio, mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, mientras que en julio la Iglesia expresa con particular intensidad la devoción a la Preciosísima Sangre de Cristo. Con estas celebraciones espirituales, la tradición invita a fijar la mirada de la fe en el misterio del Amor de Dios, que se ha revelado en la Encarnación del Hijo. A los hombres y a las mujeres de hoy, que, sumergidos en un mundo secularizado, corren el riesgo de perder el centro de gravedad de su propia existencia, Cristo les ofrece su Corazón humano y divino, fuente de reconciliación y principio de vida nueva en el Espíritu Santo..." (Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II . Ángelus. Domingo 28 de junio de 1998)

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"Empieza hoy el mes de julio, que la tradición popular dedica a la contemplación de la Preciosísima Sangre de Cristo, misterio insondable de Amor y Misericordia. En la liturgia de hoy, el apóstol San Pablo afirma en la Carta a los Gálatas que "para ser libres nos libertó Cristo" (Ga 5, 1) Esta libertad tiene un precio muy alto:  la Vida, la Sangre del Redentor. ¡Sí! La Sangre de Cristo es el precio que Dios pagó para librar a la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte. La Sangre de Cristo es la prueba irrefutable del Amor del Padre Celestial a todo hombre, sin excluir a nadie.

Todo esto lo subrayó muy bien el beato Juan XXIII, devoto de la Sangre del Señor desde su infancia, cuando en su hogar oía rezar sus letanías especiales. Elegido Papa, escribió una Carta Apostólica para promover su culto (
Inde a primis, 30 de junio de 1960), invitando a los fieles a meditar en el valor infinito de esa Sangre, de la que "una sola gota puede salvar a todo el mundo de cualquier culpa" (Himno Adoro Te Devote).
(Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 1 de julio de 2001)

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Las figuras del Antiguo Testamento referidas a la sangre y a su valor salvífico se han realizado de modo perfecto en Cristo, sobre todo en su Pascua de Muerte y Resurrección. Por esto el misterio de la Sangre de Cristo ocupa un puesto central en la fe y en la salvación. Con el misterio de la Preciosísima Sangre de Cristo se relacionan o remiten al mismo:

-El acontecimiento de la Encarnación del Verbo (cfr. Jn 1,14) y el rito de incorporación del recién nacido Jesús al pueblo de la Antigua Alianza, mediante su Circuncisión (cfr. Lc 2,21);

-La figura bíblica del Cordero, con una multitud de aspectos e implicaciones: "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29.36); en la que confluye la imagen del "Siervo sufriente" de Isaías 53, que carga sobre Sí los sufrimientos y el pecado de la humanidad (cfr. Is 53,4-5); "Cordero pascual" (cfr. Ex 12,1; Jn 12,36), símbolo de la redención de Israel (cfr. Hech 8,31-35; 1 Cor 5,7; 1 Pe 1,18-20);

-El "Cáliz de la Pasión", del que habla Jesús, aludiendo a su inminente muerte redentora, cuando pregunta a los hijos de Zebedeo: "¿Podéis beber el cáliz que Yo voy a beber?" (Mt 20,22; cfr. Mc 10,38) y el Cáliz de la Agonía del huerto de los olivos (cfr. Lc 22,42-43), acompañado del sudor de Sangre (cfr. Lc 22,44);

-El Cáliz Eucarístico, que en el signo del vino contiene la Sangre de la Alianza nueva y eterna, derramada por la remisión de los pecados, y es memorial de la Pascua del Señor (cfr. 1 Cor 11,25) y bebida de salvación, conforme a las palabras del Maestro: "el que come Mi Carne y bebe Mi Sangre tiene vida eterna y Yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54);

-El acontecimiento de la muerte, porque mediante la Sangre derramada en la Cruz, Cristo puso paz entre el Cielo y la tierra (cfr. Col 1,20);

-El golpe de la lanza que atravesó el Cuerpo de Cristo, de cuyo Costado abierto brotaron Sangre y Agua (cfr. Jn 19,34), testimonio de la Redención realizada, signo de la vida sacramental de la Iglesia –Agua y Sangre, Bautismo y Eucaristía-, símbolo de la Iglesia nacida de Cristo dormido en la Cruz.

Con el misterio de la Preciosísima Sangre de Cristo se relacionan, de modo particular, los títulos de Redentor, porque Cristo con su Sangre inocente y preciosa nos ha rescatado de la antigua esclavitud (cfr. 1 Pe 1,19) y nos "limpia de todo pecado" (1 Jn 1,7); de sumo Sacerdote de los "bienes futuros", porque Cristo "no con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia Sangre entró una vez para siempre en el santuario, obteniéndonos la redención eterna" (Heb 9,11-12); de Testigo fiel (cfr. Ap 1,5) que hace justicia a la sangre de los mártires (cfr. Ap 6,10), que "fueron inmolados por la Palabra de Dios y por el testimonio que dieron de la misma" (Ap 6,9); de Rey, el cual, Dios, "reina desde el madero", adornado con la púrpura de su propia Sangre; de Esposo y Cordero de Dios, en cuya Sangre han lavado sus vestiduras los miembros de la comunidad eclesial –la Esposa–(cfr. Ap 7,14; Ef 5,25-27).

La extraordinaria importancia de la Sangre de Cristo ha hecho que su memoria tenga un lugar central y esencial en la celebración del misterio del culto: ante todo en el centro mismo de la Asamblea Eucarística, en la que la Iglesia eleva a Dios Padre, en acción de gracias, el "cáliz de la bendición" (1 Cor 10,16) y lo ofrece a los fieles como Sacramento de verdadera y real "comunión con la Sangre de Cristo" (1 Cor 10,16), y también en el curso del Año Litúrgico.

La Iglesia conmemora el misterio de la Preciosísima Sangre de Cristo, no sólo en la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Señor, sino también en otras muchas celebraciones, de manera que la memoria cultual de la Sangre que nos ha rescatado (cfr. 1 Pe 1,18) está presente durante todo el Año. En el Triduo Pascual, el valor y la eficacia redentora de la Sangre de Cristo son objeto de memoria y adoración constante. En el Viernes Santo, durante la adoración de la Cruz,  y en el día de Pascua. La fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo se celebra el 1 de Julio.

La veneración de la Sangre de Cristo ha pasado del culto litúrgico a la piedad popular, en la que tiene un amplio espacio y numerosas expresiones. Entre éstas hay que recordar:

-La Corona de la Preciosísima Sangre de Cristo, en la que con lecturas bíblicas y oraciones son objeto de meditación piadosa "Siete efusiones de Sangre" de Cristo, explícita o implícitamente recordadas en los Evangelios: la Sangre derramada en la Circuncisión, en el Huerto de los Olivos, en la Flagelación, en la Coronación de espinas, en la subida al Monte Calvario, en la Crucifixión, en el golpe de la lanza;

-Las Letanías de la Sangre de Cristo: el formulario actual, aprobado por el Papa Juan XXIII el 24 de Febrero de 1960, se despliega desde un argumento en el que la línea histórico-salvífica es claramente visible y las referencias a pasajes bíblicos son numerosas;

-La Hora de adoración a la Preciosísima Sangre de Cristo, que adquiere una gran variedad de formas, pero con un único objetivo: la alabanza y la adoración de la Sangre de Cristo presente en la Eucaristía, el agradecimiento por los dones de la Redención, la intercesión para alcanzar misericordia y perdón, la ofrenda de la Sangre Preciosa por el bien de la Iglesia;

-El Vía Sanguinis: un ejercicio de piedad reciente que, por motivos antropológicos y culturales, ha tenido su origen en África, donde hoy está particularmente extendido entre las comunidades cristianas. En el Vía Sanguinis los fieles, avanzando de un lugar a otro como en el Vía Crucis, reviven los diversos momentos en los que el Señor Jesús derramó su Sangre por nuestra salvación.

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“¡Queridos hijos! Con alegría os invito a todos a vivir mis mensajes alegremente, sólo así, hijitos, podréis estar más cerca de mi Hijo. Yo deseo conduciros a todos únicamente a Él, y en Él encontrareis la verdadera paz y la verdadera alegría del corazón. A todos os bendigo y os amo con inmenso amor. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/6/2010

DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II 

          

LA SANGRE DE CRISTO

 PRECIO DE NUESTRO RESCATE,

 PRENDA DE SALVACIÓN Y DE VIDA ETERNA

 LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO

 


Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra encontrarme en este primer día del mes de julio, consagrado por la piedad cristiana a la meditación sobre "La Sangre de Cristo, precio de nuestro rescate, prenda de salvación y de vida eterna" (Juan XXIII,
Inde a primis), con todos vosotros, miembros de las familias religiosas masculinas y femeninas y de las asociaciones católicas dedicadas al culto de la Preciosísima Sangre de Cristo. Saludo cordialmente al director provincial de los Misioneros de la Preciosísima Sangre y le agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme también en vuestro nombre.

Hasta la reforma litúrgica promovida por el concilio Vaticano II, en este día se celebraba también litúrgicamente en toda la Iglesia católica el Misterio de la Sangre de Cristo. Después, mi predecesor de venerada memoria el Papa Pablo VI unió el recuerdo de la Sangre de Cristo al de su Cuerpo en la solemnidad que ahora se llama precisamente del "Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo". En efecto, en toda Celebración Eucarística se hace presente, junto con el Cuerpo de Cristo, su Sangre preciosa, la Sangre de la nueva y eterna Alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados (cf. Mt 26, 27).

2. Amadísimos hermanos y hermanas, ¡es grande el Misterio de la Sangre de Cristo! Desde los albores del cristianismo, ha conquistado la mente y el corazón de tantos cristianos y, particularmente, de vuestros santos fundadores y fundadoras, que hicieron de Él el distintivo de vuestras congregaciones y asociaciones. El Año jubilar da nuevo impulso a una devoción tan significativa. En efecto, al celebrar a Cristo en el bimilenario de su nacimiento, también estamos invitados a contemplarlo y adorarlo en la Humanidad Santísima asumida en el seno de María y unida hipostáticamente a la Persona Divina del Verbo. Si la Sangre de Cristo es fuente preciosa de salvación para el mundo, se debe precisamente a su pertenencia al Verbo, que se hizo Carne para nuestra salvación.

El signo de la "Sangre derramada", como expresión de la vida entregada de modo cruento para testimoniar el Amor Supremo, es un acto de condescendencia divina con nuestra condición humana. Dios ha elegido el signo de la sangre, porque ningún otro signo es tan elocuente para indicar la participación total de la persona.

El misterio de esta entrega tiene su fuente en la voluntad salvífica del Padre celestial y su realización en la obediencia filial de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, a través de la obra del Espíritu Santo. Por esta razón, la historia de nuestra salvación lleva en sí la impronta y el sello indeleble del Amor Trinitario.

3. Ante esta maravillosa obra divina todos los fieles se unen a vosotros, queridos hermanos y hermanas, para elevar himnos de alabanza al Dios Uno y Trino por el signo de la Sangre de Cristo. Pero además de la confesión de los labios debe darse el testimonio de la vida, según la exhortación que nos dirige la carta a los Hebreos"Teniendo, pues, hermanos, plena libertad para entrar en el santuario en virtud de la Sangre de Cristo, (...) fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras" (Hb 10, 19. 24).

Muchas son las "buenas obras" que nos inspira la meditación del sacrificio de Cristo. En efecto, nos impulsa a una entrega total de nuestra vida por Dios y por nuestros hermanos, usque ad effusionem sanguinis, como han hecho tantos mártires. ¡Cómo no reconocer siempre el valor de todo ser humano, cuando Cristo derramó su Sangre por todos y cada uno, sin distinción! La meditación de este Misterio nos impulsa, en particular, hacia cuantos podrían ser aliviados de sus sufrimientos morales y físicos y que, en cambio, languidecen marginados por una sociedad de la opulencia y la indiferencia. Desde esta perspectiva, se aprecia en toda su nobleza el servicio que prestáis vosotros, miembros del AVIS. Os saludo cordialmente a vosotros y, en particular, a vuestro presidente, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido. No os limitáis a dar algo que os pertenece; dais algo de vosotros mismos. ¿Hay algo más personal que la propia sangre? A la luz de Cristo, la donación de este elemento vital al hermano adquiere un valor que trasciende el horizonte simplemente humano. Por eso, a vosotros, miembros del AVIS, os expreso mi estima y mi aliento.
 
Queridos hermanos, que la celebración del bimilenario de la Encarnación del Hijo de Dios os encuentre vigilantes en la fe, firmes en la esperanza y fervorosos en la caridad. Cristo pasa también hoy al lado de cada uno para ofrecerle el don de la infinita Misericordia de Dios. Sed también vosotros ricos en esta misericordia, como nuestro Padre que está en el Cielo. Con estos sentimientos y en el Amor de Cristo, que nos "ha rociado con su Sangre" (cf. 1 P 1, 2), os bendigo a todos de corazón.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 521 para %EmailAddress%

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