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Cum Maria contemplemur
Christi vultum!
¯¯¯
Salve,
Reina de los cielos
¯¯¯ Edición Especial DÍA
INTERNACIONAL DE LA MUJER 8 de marzo de 2010
«Llega
la hora, ha llegado la hora, en que la vocación de
la mujer se cumple en plenitud, la hora en la que la
mujer adquiere en el mundo una influencia, un
alcance, un poder jamás alcanzados hasta ahora».
(Concilio Vaticano II, 8 de diciembre de 1965)
En 1975
las Naciones Unidas establecieron el 8 de marzo como el Día Internacional
de la Mujer. "Los
derechos humanos de la mujer y de la niña son parte inalienable,
integrante e indivisible de los derechos humanos universales. La plena
participación, en condiciones de igualdad, de la mujer en la vida política,
civil, económica, social y cultural en los planos nacional, regional e
internacional y la erradicación de todas las formas de discriminación
basadas en el sexo son objetivos prioritarios de la comunidad
internacional." (Declaración
y Programa de Acción de Viena, parte I, párrafo 18)
Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén. ¯¯¯
TEXTOS CATEQUÉTICOS
SOBRE LA MUJER
EL PAPEL DE LA MUJER A LA LUZ DE MARÍA
LA COOPERACIÓN DE LA MUJER EN EL MISTERIO
DE LA REDENCIÓN Contemplación y
meditación de los 7 Dolores de la Virgen Santísima
La Santísima Virgen María manifestó a Santa
Brígida que concedía 7 gracias a quienes diariamente le honrasen
considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:
2.Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3.Los consolaré en sus penas y acompañaré en
sus trabajos.
4.Les daré cuanto me pidan, con tal que no se
oponga a la voluntad adorable de mi Hijo y a la santificación de
sus almas.
5.Los defenderé en los combates espirituales
con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de
su vida.
6.Los asistiré visiblemente en el momento de
su muerte: verán el rostro de su Madre.
7.He conseguido de mi Divino
Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y
dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad
eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi
Hijo y Yo seremos su consolación y alegría
Te
doy gracias, mujer-madre, que te
conviertes en seno del ser humano con la alegría
y los dolores de parto de una experiencia única,
la cual te hace sonrisa de Dios para el niño
que viene a la luz y te hace guía de sus
primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto
de referencia en el posterior camino de la vida. Te
doy gracias, mujer-esposa, que
unes irrevocablemente tu destino al de un
hombre, mediante una relación de recíproca
entrega, al servicio de la comunión y de la
vida. Te
doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana,
que aportas al núcleo familiar y también
al conjunto de la vida social las riquezas de tu
sensibilidad, intuición, generosidad y
constancia. Te
doy gracias, mujer-trabajadora,
que participas en todos los ámbitos de la
vida social, económica, cultural, artística y
política, mediante la indispensable aportación
que das a la elaboración de una cultura capaz
de conciliar razón y sentimiento, a una
concepción de la vida siempre abierta al
sentido del « misterio », a la edificación de
estructuras económicas y políticas más ricas
de humanidad. Te
doy gracias, mujer-consagrada, que
a ejemplo de la más grande de las mujeres, la
Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con
docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando
a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para
Dios una respuesta «esponsal» que
expresa maravillosamente la comunión que El
quiere establecer con su criatura. Te
doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo
de ser mujer! Con
la intuición propia de tu femineidad enriqueces
la comprensión del mundo y contribuyes a la
plena verdad de las relaciones humanas.
Queridos
Suscriptores de "El Camino de María"
%EmailAddress% El 8 de marzo se
celebra en muchas naciones del mundo el «Día de la
mujer». Es una cita significativa que invita a
reflexionar en el papel de la mujer en la sociedad y,
más aún, en el plan de Dios. Para ello hemos redactado
esta Edición Especial de El Camino de María,
dedicada a llegar a todas las mujeres en general y
las mujeres suscriptoras de El Camino María
en particular, con párrafos que hemos extractado de
algunos documentos de la doctrina católica respecto de
la mujer escritos por el Siervo de Dios Juan Pablo II:
la Carta
Apostólica
Mulieris dignitatem y
la
Carta a las mujeres. También es muy
importante destacar las palabras del mensaje que, al
término del Concilio Vaticano II, el 8 de diciembre de
1965, los Padres conciliares dirigieron a las mujeres de
todo el mundo: «Llega la hora, ha llegado la hora,
en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la
hora en la que la mujer adquiere en el mundo una
influencia, un alcance, un poder jamás alcanzados hasta
ahora». Por su
parte el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II en la
Carta Apostólica
Mulieris dignitatem, expresó:
«La dignidad de la mujer y su vocación, objeto constante
de la reflexión humana y cristiana, ha asumido en estos
últimos años una importancia muy particular». Conclusión 31.
«Si conocieras el
don de Dios» (Jn
4, 10), dice Jesús a la
samaritana en el
transcurso de uno de
aquellos admirables
coloquios que muestran la
gran estima que Cristo
tiene por la dignidad de
la mujer y por la vocación
que le permite tomar parte
en su misión mesiánica. La
presente reflexión, que
llega ahora a su fin, está
orientada a reconocer
desde el interior del «don
de Dios» lo que Él,
Creador y Redentor, confía
a la mujer, a toda mujer.
En el Espíritu de Cristo
ella puede descubrir el
significado pleno de su
femineidad y, de esta
manera, disponerse al «don
sincero de sí misma» a
los demás, y de este modo
encontrarse a sí misma. En
el Año Mariano la
Iglesia desea dar gracias
a la Santísima Trinidad por
el «misterio de la mujer»
y por cada mujer, por lo
que constituye la medida
eterna de su dignidad
femenina, por las «maravillas
de Dios», que en la
historia de la humanidad
se han cumplido en ella y
por medio de ella. En
definitiva, ¿no se ha
obrado en ella y por medio
de ella lo más grande que
existe en la historia del
hombre sobre la tierra, es
decir, el acontecimiento
de que Dios mismo se ha
hecho hombre? La
Iglesia, por
consiguiente, da
gracias por todas las
mujeres y por cada una:
por las madres, las
hermanas, las esposas; por
las mujeres consagradas a
Dios en la virginidad; por
las mujeres dedicadas a
tantos y tantos seres
humanos que esperan el
amor gratuito de otra
persona; por las mujeres
que velan por el ser
humano en la familia, la
cual es el signo
fundamental de la
comunidad humana; por las
mujeres que trabajan
profesionalmente, mujeres
cargadas a veces con una
gran responsabilidad
social; por las mujeres «perfectas»
y por las mujeres «débiles».
Por todas ellas, tal como
salieron del Corazón de
Dios en toda la belleza y
riqueza de su femineidad,
tal como han sido
abrazadas por su amor
eterno; tal como, junto
con los hombres,
peregrinan en esta tierra
que es «la patria» de la
familia humana, que a
veces se transforma en «un
valle de lágrimas». Tal
como asumen, juntamente
con el hombre, la
responsabilidad común por
el destino de la humanidad,
en las necesidades de
cada día y según aquel
destino definitivo que los
seres humanos tienen en
Dios mismo, en el seno de
la Trinidad inefable. La
Iglesia expresa su
agradecimiento por
todas las manifestaciones
del «genio» femenino aparecidas
a lo largo de la historia,
en medio de los pueblos y
de las naciones; da
gracias por todos los
carismas que el Espíritu
Santo otorga a las mujeres
en la historia del Pueblo
de Dios, por todas las
victorias que debe a su fe,
esperanza y caridad;
manifiesta su gratitud por
todos los frutos de
santidad femenina. La
Iglesia pide, al mismo
tiempo, que estas
inestimables «manifestaciones
del Espíritu» (cf. 1
Cor 12, 4 ss.), que
con grande generosidad han
sido dadas a las «hijas»
de la Jerusalén eterna,
sean reconocidas
debidamente, valorizadas,
para que redunden en común
beneficio de la Iglesia y
de la humanidad,
especialmente en nuestros
días. Al meditar sobre el
misterio bíblico de la «mujer»,
la Iglesia ora para que
todas las mujeres se
hallen de nuevo a sí
mismas en este misterio y
hallen su «vocación
suprema». Que
María, que «precede a
toda la Iglesia en el
camino de la fe, de la
caridad y de la perfecta
unión con Cristo», nos
obtenga también este
«fruto» en el Año
que le hemos dedicado, en
el umbral del tercer
milenio de la venida de
Cristo.
Dado
en Roma, junto a San
Pedro, el día 15 de
agosto, solemnidad de
la Asunción de la
Virgen María, del año
1988, décimo de mi
Pontificado.
¡Queridos
hijos! Con
el tiempo
cuaresmal,
ustedes se
acercan a
un tiempo de
gracia. Su
corazón es
como una
tierra
labrada y
está pronto
a recibir el
fruto que
germinará en
bien.
Ustedes,
hijitos, son
libres de
elegir el
bien o el
mal. Por eso
los invito:
oren y
ayunen.
Siembren
alegría, y
en sus
corazones el
fruto de la
alegría
crecerá por
vuestro
bien, y
otros lo
verán y lo
recibirán a
través de su
vida.
Renuncien al
pecado y
elijan la
vida eterna.
Yo estoy con
ustedes e
intercedo
por ustedes
ante mi
Hijo.¡Gracias
por haber
respondido a
mi llamado!
”
Mensaje
de Nuestra
Señora Reina
de la Paz en
Medjugorge.
25/1/2008
EL CARISMA
PROFETICO DE LAS MUJERES
Un aspecto importante de vuestra reflexión
en este Año de la familia ha sido la
particular dignidad, vocación y misión de
las mujeres en el plan de Dios. ¡Cuánto debe
la Iglesia en estas tierras al paciente
testimonio de fe y amor de innumerables
madres cristianas, religiosas, maestras,
doctoras y enfermeras! ¡Cuánto debe vuestra
sociedad a todas las mujeres que de
diferentes maneras, a veces valientes, han
dedicado su vida a construir la paz y a
promover el amor! Desde las primeras páginas
de la Biblia, vemos cómo el hombre y la
mujer, creados a imagen de Dios, están
llamados a complementarse mutuamente como
administradores de los dones de Dios y
colaboradores suyos en comunicar su don de
la vida, tanto física como espiritual, a
nuestro mundo. Por desgracia, esta dignidad
y misión dadas por Dios a las mujeres no
siempre han sido suficientemente
comprendidas y estimadas.
Benedicto XVI. Parrafo de la Homilìa
Domingo 10 de mayo de 2009
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y Señora de los ángeles;
salve Raíz, salve Puerta,
que dió paso a nuestra Luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas las más bella;
salve, agraciada Doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
1.Pondré paz en sus familias.
La Iglesia y la sociedad entera han caído en
la cuenta de la urgencia con la que
necesitamos lo que mi predecesor el Papa
Juan Pablo II llamaba "el carisma
profético" de las mujeres (cf.
Mulieris dignitatem, 29) como portadoras
de amor, maestras de misericordia y
constructoras de paz, que comunican calor y
humanidad a un mundo que con frecuencia
juzga el valor de la persona con criterios
fríos de explotación y provecho. Con su
testimonio público de respeto por las
mujeres, y su defensa de la dignidad innata
de toda persona humana, la Iglesia en Tierra
Santa puede dar una importante contribución
al desarrollo de una cultura de verdadera
humanidad y a la construcción de la
civilización del amor.
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