Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
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Yo soy la Madre del
Amor hermoso y del temor, del conocimiento y de la santa esperanza. En
mí está toda la gracia del camino y de la verdad; en mí, toda esperanza
de vida y de fuerza. Venid a mí cuantos me anheláis, y saciaos de mis
frutos. Que mi recuerdo es más dulce que la miel, y el poseerme, más
dulce que el panal.
Sir 24, 24-27
"Ofrezco
a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la
Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la
firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" Diario, 327
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Newsletter 457
LA NATIVIDAD DE MARÍA
SANTÍSIMA
8 de septiembre de
2009
«Quita el sol que ilumina al
mundo ¿cómo podrá haber día? Quita a María, esta estrella del mar, de un mar sin
duda grande y espacioso, ¿y qué restará sino oscuridad que todo lo ofusque,
sombra de muerte y densísimas tinieblas? Con todo lo íntimo, pues, de nuestra
alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y
deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la Voluntad de
aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María».
San Bernardo, Homilía en la Natividad de la Virgen (Sermón "del acueducto").
Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
25 de marzo al
25 de diciembre
VIA MATRIS
Contemplación y meditación de los 7 Dolores de la Virgen
Santísima
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La
Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida que
concedía 7 gracias a quienes diariamente le honrasen
considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete
Avemarías:
1.Pondré paz en sus familias.
2.Serán
iluminados en los Divinos Misterios.
3.Los
consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4.Les
daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad
adorable de mi Hijo y a la santificación de sus almas.
5.Los
defenderé en los combates espirituales con el enemigo
infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
6.Los
asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el
rostro de su Madre.
7.He
conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen
esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de
esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues
serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su
consolación y alegría.
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TEXTOS PARA
HACER LECTURA ESPIRITUAL Y ORACIÓN CON MARÍA SANTÍSIMA,
MADRE DEL REDENTOR
Mira a la estrella, llama a María
Si se levantan los
vientos de las tentaciones, si tropiezas en
los escollos de las tribulaciones, mira a
la estrella, llama a María. Si eres
agitado por las olas de la soberbia, de la
detracción, de la ambición o de la envidia,
mira a la estrella, llama a María. Si la
ira, la avaricia o la impureza impelen
violentamente la navecilla de tu alma, mira
a la estrella, llama a María (...) No se
aparte María de tu boca, no se aparte de tu
corazón (...).
No te
descaminarás si le sigues, no desesperarás si
le ruegas, no te perderás si en Ella piensas.
Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te
protege, nada tendrás que temer; no te
fatigarás, si es tu guía: si Ella te ampara, llegarás felizmente
a puerto. Y así experimentarás en ti mismo con
cuánta razón se dijo: y el Nombre de la
Virgen era María (Lc, 1, 27).
San Bernardo, Homilía
2 sobre la Anunciación, 17.
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Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
El 8 de septiembre
celebraremos la fiesta de la Natividad
de la Santísima Virgen María. Su nacimiento constituye
una especie de «prólogo» de la Encarnación: María
Santísima,
como aurora, precede al sol del «nuevo día»,
anunciando la Alegría del Redentor.
"...Todo
en el Antiguo Testamento converge hacia el tiempo de
la Encarnación, y en este punto comienza el Nuevo
Testamento. En ese momento de plenitud se inserta
María. "La Natividad de María Santísima
—comenta San Andrés de Creta en la homilía sobre
la segunda lectura del oficio de la fiesta (cf Sermón
1: PG 97, 810)— representa el tránsito de un régimen
al otro, en cuanto que convierte en realidad lo que no
era más que símbolo y figura, sustituyendo lo
antiguo por lo nuevo"..."
"...La
liturgia no acostumbra celebrar el nacimiento
terreno de los santos (la única excepción la
constituye San Juan Bautista). Celebra, en cambio,
el día de la muerte, al que llama dies natalis, día
del nacimiento para el Cielo. Por el contrario,
cuando se trata de la Virgen Santísima Madre del
Salvador, de aquella que más se asemeja a Él,
aparece claramente el paralelismo perfecto existente
entre Cristo y Su Madre. Y así como de Cristo
celebra la Concepción el 25 de marzo y el
Nacimiento el 25 de diciembre, así de la Virgen
celebra la Concepción el 8 de diciembre y su
Nacimiento el 8 de septiembre, y como celebra la
Resurrección y la Ascensión de Jesús, también
celebra la Asunción y la realeza de la Virgen. San
Andrés de Creta , refiriéndose al día del
Nacimiento de la Virgen, exclama: "Hoy, en
efecto, ha sido construido el Santuario del Creador
de todas las cosas, y la creación, de un modo nuevo
y más digno, queda dispuesta para hospedar en Sí
al Supremo Hacedor" (Sermón 1: PG
97,810)."..." (De la Homilía del Cardenal
J. Ratzinger "La
fiesta de la plenitud y el alivio"
publicada en el libro "El Rostro de Dios"
publicado por Editorial Sígueme")
En la
meditación antes del rezo del Ángelus del Domingo 5
de julio de 1987, el Papa Juan Pablo II invitó a
quienes estaban presentes en la Plaza de San Pedro a
hacer una Peregrinación espiritual al Santuario de la
Natividad de la Virgen, con estas palabras.
PEREGRINACIÓN
ESPIRITUAL AL
SANTUARIO LIGADO A
LA MEMORIA DEL
NACIMIENTO DE LA
SANTÍSIMA VIRGEN
1.
Cada pueblo, cada
nación y, en
ciertas regiones,
casi cada ciudad o
pueblo tiene su
santuario mariano,
pequeño o grande,
íntimamente
ligado a la
historia religiosa
y a veces también
civil de la gente.
Innumerables
generaciones, a lo
largo de los
siglos, se han
dirigido en
peregrinación a
santuarios célebres
o humildes para "honrar
a la Virgen, en
sus preciosas o
modestas imágenes,
y en ellos han
encontrado gracia
y consuelo, luz de
fe y fuerza de
conversión,
refugio en las
adversidades de la
vida y en las
crisis del
alma" (Insegnamenti
di Paulo VI, IV,
1966, pág. 902). Cada uno de
nosotros conserva
quizá en el
propio corazón el
recuerdo y el vínculo
con un santuario
mariano, donde
nuestra vida ha
estado marcada por
una llamada, por
una invitación de
la Virgen, que con
dulzura y decisión
ha dicho: "Haz
lo
que te diga Mi
Hijo" (cf. Jn
2, 5).
2. Hoy nos
dirigimos en
peregrinación
espiritual a un
santuario ligado a
la memoria del
Nacimiento de la
Virgen Santísima.
Una antigua
tradición, a la
cual se hace
referencia en un
apócrifo del
siglo II, el
Protoevangelio de
Santiago, sitúa
en Jerusalén,
junto al templo,
la casa en que
nació la Virgen.
Los cristianos,
desde el siglo V
en adelante, han
celebrado la
memoria de la
Natividad de María
en la gran iglesia
construida frente
al templo, sobre
la Piscina Probática,
donde Jesús curó
al paralítico
(cf. Jn 5, 1-9). En el siglo VII,
San Sofronio,
Patriarca de
Jerusalén,
exaltaba así ese
Santuario:
"Al entrar en
la santa iglesia
probática, donde
la ilustre Ana dio
a luz a María,
pondré el pie en
el templo, en ese
templo de la purísima
Madre de Dios,
besaré y abrazaré
esos muros tan
queridos para mí.
No atravesaré con
indiferencia ese
lugar en el que
nació la Virgen
Reina en casa de
sus padres. Veré
también ese lugar
en el que el paralítico,
curado por orden
del Verbo, se
levantó de tierra
llevándose
consigo la camilla"
(Anacr., XX: PG
87/3, 3821-3824). Los Cruzados
encontraron sólo
ruinas de esa
antigua iglesia;
pero construyeron
una a su lado,
dedicada a "Santa María en el
lugar de su
nacimiento",
hoy denominada
iglesia de Santa
Ana. Sea cual
fuere la verdad
histórica,
permanece el hecho
de que en ese
lugar, desde sus
orígenes, se
venera la memoria
del Nacimiento de
la Madre del
Redentor.A lo largo de los
siglos se han
reunido allí
numerosos
peregrinos para
venerar a María
Santísima y para
implorar su
intercesión
maternal, haciendo
propio su
Magnificat; han
encontrado en Ella
el modelo de toda
auténtica
peregrinación,
que es siempre un
camino de fe, un
itinerario
espiritual en la
escucha continua y
fiel de la Palabra
de Dios.
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Dios
Padre Misericordioso, te rogamos que concedas a tus
hijos el don de tu gracia, para que, a quienes
recibimos las primicias de la salvación por la
Maternidad de la Virgen María, la fiesta anual de Su
Nacimiento nos traiga aumento de paz. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.
Marisa y
Eduardo Vinante
Editores de "El Camino de María".
María Santísima y el Sacerdocio
El Concilio Vaticano II invita a los
sacerdotes a contemplar a María como el modelo perfecto de su
propia existencia, invocándola como "Madre del Sumo y Eterno
Sacerdote, Reina de los Apóstoles, Auxilio de los presbíteros en
su ministerio". Y los presbíteros -prosigue el Concilio-
"han de venerarla y amarla con devoción y culto filial" (cf.
Presbyterorum ordinis, 18).
El Santo Cura de Ars, en quien pensamos de modo particular este
año, solía repetir: "Jesucristo, cuando nos dio todo lo que
nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que
tenía, es decir, de su Santa Madre" (B. Nodet, Il pensiero e
l'anima del Curato d'Ars, Turín 1967, p. 305). Esto vale para
todo cristiano, para todos nosotros, pero de modo especial para
los sacerdotes.
Queridos hermanos y hermanas, oremos para que María haga a todos
los sacerdotes, en todos los problemas del mundo de hoy,
conformes a la imagen de su Hijo Jesús, dispensadores del tesoro
inestimable de su amor de Pastor bueno. ¡María, Madre de los
sacerdotes, ruega por nosotros!
Benedicto XVI . Audiencia General. 12 de agosto de 2009
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