Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
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MARÍA
SANTÍSIMA, MADRE DE MISERICORDIA
María
Madre de misericordia,
cuida de todos para que no se haga inútil
la Cuz de Cristo,
para que el hombre
no pierda el camino del bien, no pierda la conciencia del pecado y
crezca en la esperanza en Dios, «rico en Misericordia» (Ef 2, 4),
para que haga libremente las buenas obras
que Él le asignó (cf. Ef 2, 10) y, de esta manera, toda su vida sea
«un himno a su gloria» (Ef 1, 12).
"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente
de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen
con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)
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Edición 392
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
1 de
noviembre de 2008
CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
2 de
noviembre de 2008
Oh Dios mío, de
Quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las
almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, para que no
las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus
santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que,
pues esperaron y creyeron en Ti, no padezcan las penas del purgatorio,
sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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Una flor sobre su tumba se
marchita.
Una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios.
San Agustín
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Debemos ayudar a los
que se hallan en el purgatorio. Demasiado insensible seria quien no
auxiliara a un ser querido encarcelado en la tierra; mas insensible es el
que no auxilia a un amigo que esta en el purgatorio, pues no hay
comparación entre las penas de este mundo y las de allí.
Santo Tomás de Aquino
Soy todo tuyo y todas
mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón,
oh María.
Soy todo
tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia
peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también
responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana,
convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en
ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que
te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum
Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te
pido... (pídase). A Tí, Padre Omnipotente, origen del
cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y
de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo,
alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
25
de marzo al 25 de diciembre
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LA PERSPECTIVA DE
LA IGLESIA ES LA SANTIDAD
Queridos hermanos y
hermanas.
Con interés especial hoy os pido a los que estáis
aquí reunidos, para rezar conmigo el Ángelus, que
os detengáis un momento a reflexionar sobre el
misterio de la liturgia del día.
La Iglesia vive con una gran perspectiva, la acompaña siempre, la forja
continuamente y la proyecta hacia la eternidad. La
liturgia del día pone en evidencia la realidad
escatológica, una realidad que brota de todo el
plan de salvación y, a la vez de la historia del
hombre, realidad que da el sentido último a la
existencia misma de la Iglesia y a su misión.
Por esto vivimos con tanta intensidad la
Solemnidad de Todos los Santos, así como
también el día de mañana, Conmemoración de los
Difuntos. Estos dos días engloban en sí de
modo muy especial la fe en la "vida eterna"
(últimas palabras del Credo apostólico).
Si bien estos dos días
enfocan ante los ojos de nuestra alma lo
ineludible de la muerte, dan también al mismo
tiempo testimonio de la vida.
El hombre que está "condenado a muerte", según las
leyes de la naturaleza, el hombre que vive con la
perspectiva de la aniquilación de su cuerpo,
este hombre desarrolla su existencia al mismo
tiempo con perspectivas de vida futura y está
llamado a la gloria.
La Solemnidad de todos
los Santos pone ante los ojos de nuestra fe a
los que han alcanzado ya la plenitud de su llamada
a la unión con Dios. El día de la Conmemoración
de los Difuntos hace converger nuestros
pensamientos en quienes, después de dejar este
mundo, en la expiación esperan alcanzar la
plenitud de amor que requiere la unión con Dios.
Se trata de dos días grandes en la Iglesia que
"prolonga su vida" de cierta manera en sus santos
y en todos los que se han preparado a esa vida
sirviendo a la verdad y al amor.
Por ello los primeros
días de noviembre la Iglesia se une de modo
especial a su Redentor, que nos ha introducido en
la realidad misma de esa vida a través de su
Muerte y Resurrección. Al mismo tiempo ha
hecho de nosotros "un reino de sacerdotes" para su
Padre.
Por ello, a nuestra
oración común uniré una intención especial por las
vocaciones sacerdotales en la Iglesia de todo el
mundo. Me dirijo a Cristo para que llame a muchos
jóvenes y les diga: "Ven y sígueme".
Y pido a los jóvenes que no se opongan, que no
contesten "no". A todos ruego que oren y colaboren
en favor de las vocaciones.
La mies es grande. La
Solemnidad de todos los Santos nos dice
precisamente que la mies es abundante. No la mies
de la muerte, sino la de la salvación; no la mies
del mundo que pasa, sino la mies de Cristo que
perdura a través de los siglos.
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Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
Con la meditación
antes del rezo del Ángelus en la Solemnidad de Todos los
Santos del 1 de noviembre de 1978 del Siervo de Dios Juan
Pablo II
presentamos la
Edición 392 de "El Camino de
María", Newsletter Semanal con
Textos para hacer
oración con la María Santísima, Madre del Redentor y Reina
de Todos los Santos.
Recordemos que que el 1 de
noviembre de 1950, el Papa Pío XII en la Constitución
Munificentisimus Deus, proclamó el Dogma de la Asunción:
"Después de elevar a Dios
muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de
la Verdad, para gloria de Dios Omnipotente, que otorgó a la
Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo,
Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte;
para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y
alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor
Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con
la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma
divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre
Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta
en cuerpo y alma a la gloria del Cielo".
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La Iglesia Católica anima el 2
de noviembre, Conmemoración de los fieles difuntos, a rezar por
los ellos. Los fieles difuntos son miembros del Cuerpo
Místico de Cristo y forman parte de la Iglesia. Constituyen la
Iglesia Purgante y viven en solidaridad con los demás miembros
–los de la Iglesia Militante en la tierra y los de la Iglesia
Triunfante en el Paraíso– y en comunión con Dios, aunque de
diverso modo.
Así como las almas de los fieles
que alcanzaron ya su meta definitiva en el Cielo, viven en una
perfecta intimidad con la Trinidad Beatísima, y los que aún
vivimos en el mundo batallamos contra nuestras pasiones por ser
fieles a Dios, las almas del Purgatorio pasaron ya por el mundo,
pero todavía no gozan de Dios y requieren, por lo tanto, de
nuestras oraciones a la Misericordia infinita de la Santísima
Trinidad.
El Santo Padre
Benedicto XVI, en la
meditación antes del rezo del
Ángelus
del 1 de noviembre de 2007, expresó:
En esta
Solemnidad de Todos los Santos, nuestro corazón, superando los
confines del tiempo y del espacio, se ensancha con las
dimensiones del cielo. En los inicios del cristianismo, a los
miembros de la Iglesia también se les solía llamar "los santos".
Por ejemplo, San Pablo, en la primera carta a los Corintios, se
dirige "a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser
santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de
Jesucristo, Señor nuestro" (1 Co 1, 2).
En efecto, el cristiano
ya es santo, pues el bautismo lo une a Jesús y a su
misterio pascual, pero al mismo tiempo debe llegar a serlo,
conformándose a Él cada vez más íntimamente. A veces se
piensa que la santidad es un privilegio reservado a unos pocos
elegidos. En realidad, llegar a ser santo es la tarea de todo
cristiano, más aún, podríamos decir, de todo hombre.
El apóstol Pablo
escribe que Dios desde siempre nos ha bendecido y nos ha elegido
en Cristo "para ser santos e inmaculados en su presencia, en
el amor" (Ef 1, 4). Por tanto, todos los seres
humanos están llamados a la santidad que, en última instancia,
consiste en vivir como hijos de Dios, en la "semejanza" a
Él
según la cual han sido creados.
Todos los seres humanos
son hijos de Dios, y todos deben llegar a ser lo que son,
a través del camino exigente de la libertad. Dios invita a todos
a formar parte de su pueblo santo. El "camino" es Cristo,
el Hijo, el Santo de Dios: nadie puede llegar al Padre sino por
Él (cf. Jn 14, 6).
La Iglesia ha
establecido sabiamente que a la fiesta de todos los Santos
suceda inmediatamente la conmemoración de Todos los Fieles
Difuntos. A nuestra oración de alabanza a Dios y de veneración a
los espíritus bienaventurados, que nos presenta hoy la liturgia
como "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de
todas las naciones, razas, pueblos y lenguas" (Ap 7,
9), se une la oración de sufragio por quienes nos han precedido
en el paso de este mundo a la vida eterna. Mañana les
dedicaremos a ellos de manera especial nuestra oración y por
ellos celebraremos el sacrificio Eucarístico. En verdad, cada
día la Iglesia nos invita a rezar por ellos, ofreciendo también
los sufrimientos y los esfuerzos diarios para que, completamente
purificados, sean admitidos a gozar para siempre de la luz y la
paz del Señor.
En el centro de la
asamblea de los santos resplandece la Virgen María, "la más
humilde y excelsa de las criaturas" (Dante, Paraíso,
XXXIII, 2). Al darle la mano, nos sentimos animados a caminar
con mayor impulso por el camino de la santidad. A Ella le
encomendamos hoy nuestro compromiso diario y le pedimos también
por nuestros queridos difuntos, con la profunda esperanza de
volvernos a encontrar un día todos juntos en la comunión
gloriosa de los santos.
Prosiguiendo con la
meditación de distintos aspectos de la meditación de la
Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae",
hoy reflexionaremos
sobre el n.15 en el que el
Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, nos enseña cómo "Configurarse a Cristo con María".
"En el
recorrido espiritual del Rosario, basado en la contemplación
incesante del Rostro de Cristo –en compañía de María– este
exigente ideal de configuración con Él se consigue a través de
una asiduidad que pudiéramos decir 'amistosa'. Ésta nos
introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como
'respirar' sus sentimientos. Acerca de esto dice el Beato
Bartolomé Longo: «Como dos amigos, frecuentándose, suelen
parecerse también en las costumbres, así nosotros, conversando
familiarmente con Jesús y la Virgen, al meditar los Misterios
del Rosario, y formando juntos una misma vida de comunión,
podemos llegar a ser, en la medida de nuestra pequeñez,
parecidos a ellos, y aprender de estos eminentes ejemplos el
vivir humilde, pobre, escondido, paciente y perfecto». Además,
mediante este proceso de configuración con Cristo, en el
Rosario nos encomendamos en particular a la acción materna de
la Virgen Santa. Ella, que es la Madre de Cristo y a la vez
miembro de la Iglesia como «miembro supereminente y
completamente singular», es al mismo tiempo 'Madre de la
Iglesia'. Como tal 'engendra' continuamente hijos para el
Cuerpo místico del Hijo. Lo hace mediante su intercesión,
implorando para ellos la efusión inagotable del Espíritu. Ella
es el icono perfecto de la maternidad de la Iglesia"
NOVENA
POR LOS FIELES DIFUNTOS
(Para rezar por los
fieles difuntos en cualquier época del año y en especial del 24 de Octubre al 1 de Noviembre)
http://virgofidelis.com.ar/Novena.por.los.Fieles.Difuntos.pdf
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