Edición 174
30 octubre/4 noviembre/2005
TOTUS TUUS
Totus
tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi
cor Tuum, Maria.
Soy todo tuyo y todas mis cosas Te
pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.
Totus tuus sum,
Maria,
Mater nostri Redemptoris.
Virgo Dei, Virgo pia,
Mater mundi Salvatoris.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
«Salve, Madre soberana
del Redentor, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar;
socorre al pueblo que sucumbe y lucha por levantarse, Tú que para
asombro de la naturaleza has dado el ser humano a tu Creador».
¯¯¯
Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia
peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también
responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana,
convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en
ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que
te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum
Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te
pido... (pídase). A Tí, Padre Omnipotente, origen del
cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y
de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo,
alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
LIBROS DE VISITAS
Bajo su manto me amparo, con sus frutos me alimento, con el
Pan Eucarístico que me proporciona.
Me arrojo
en sus brazos y Ella me estrecha contra su corazón. La
escucho y su palabra me instruye. La miro y su belleza me
alumbra.
Si estoy
débil me sostiene, la invoco y su bondad me atiende. Si
enfermo me sana, si muerto por el pecado me da la vida de la
gracia.
En
la lucha me socorre, en la tentación me auxilia, en la
angustia me consuela, en el trabajo me sostiene, en la
agonía me acompaña.
Cuando
voy a Jesús, me conduce, cuando llego a sus pies, me
presenta.Cuando le pido favores, me protege.
Si soy
constante en mi súplica, me escucha. Si la visito me
atiende.
En la vida me guía al cielo y en la muerte recibiré de sus
manos la eterna corona.
Que buena
es María, que dulce y hermosa es!
Nuestra Señora del
Santísimo Sacramento.
Ruega por nosotros !
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LA PERSPECTIVA DE LA IGLESIA
ES LA SANTIDAD
Queridos hermanos y hermanas.
Con interés especial hoy os
pido a los que estáis aquí
reunidos, para rezar conmigo
el Ángelus, que os detengáis
un momento a reflexionar sobre
el misterio de la liturgia del
día.
La Iglesia vive con una gran
perspectiva. Esta perspectiva
la acompaña siempre, la forja
continuamente y la proyecta
hacia la eternidad. La
liturgia del día pone en
evidencia la realidad
escatológica, una realidad que
brota de todo el plan de
salvación y, a la vez de la
historia del hombre, realidad
que da el sentido último a la
existencia misma de la Iglesia
y a su misión.
Por esto vivimos con tanta
intensidad la Solemnidad de
Todos los Santos, así como
también el día de mañana,
Conmemoración de los Difuntos.
Estos dos días engloban en
sí de modo muy especial la fe
en la "vida eterna"
(últimas palabras del Credo
apostólico).
Si bien
estos dos días enfocan ante los
ojos de nuestra alma lo
ineludible de la muerte, dan
también al mismo tiempo
testimonio de la vida.
El hombre que está "condenado a
muerte", según las leyes de la
naturaleza, el hombre que vive
con la perspectiva de la
aniquilación de su cuerpo,
este hombre desarrolla su
existencia al mismo tiempo con
perspectivas de vida futura y
está llamado a la gloria.
La
Solemnidad de Todos los Santos
pone ante los ojos de nuestra fe
a los que han alcanzado ya la
plenitud de su llamada a la
unión con Dios. El día de la
Conmemoración de los Difuntos
hace converger nuestros
pensamientos en quienes, después
de dejar este mundo, en la
expiación esperan alcanzar la
plenitud de amor que requiere la
unión con Dios.
Se trata de dos días grandes en
la Iglesia que "prolonga su
vida" de cierta manera en sus
santos y en todos los que se han
preparado a esa vida sirviendo a
la verdad y al amor.
Por
ello los primeros días de
noviembre la Iglesia se une de
modo especial a su Redentor, que
nos ha introducido en la
realidad misma de esa vida a
través de su Muerte y
Resurrección. Al mismo
tiempo ha hecho de nosotros "un
reino de sacerdotes" para su
Padre.
Precisamente hoy también yo, en
el recogimiento, doy gracias al
Señor por los treinta y dos años
de sacerdocio que se cumplen
justamente en esta Solemnidad de
Todos los Santos.
Por ello,
a nuestra oración común uniré
una intención especial por las
vocaciones sacerdotales en la
Iglesia de todo el mundo. Me
dirijo a Cristo para que llame a
muchos jóvenes y les diga:
"Ven y sígueme". Y
pido a los jóvenes que no se
opongan, que no contesten "no".
A todos ruego que oren y
colaboren en favor de las
vocaciones.
La mies es
grande. La festividad de
Todos los Santos nos dice
precisamente que la mies es
abundante. No la mies de la
muerte, sino la de la salvación;
no la mies del mundo que pasa,
sino la mies de Cristo que
perdura a través de los siglos.
Meditación
antes del rezo del Ángelus, del
miércoles 1 de noviembre de
1978, Solemnidad de todos los
Santos
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Estimado/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
Con la meditación
antes del rezo del Ángelus en la Solemnidad de Todos los Santos
del 1 de noviembre de 1978 del Papa Juan Pablo II, Servus
Servorum Dei,
presentamos la Edición N. 174 de "El Camino de
María", Newsletter Semanal con
Textos para hacer
oración con la Madre del Redentor, hoy dedicada a
contemplar a María, Peregrina en la Fe, Estrella del Tercer Milenio,
con un texto catequético con el que Juan Pablo II hace el
coronamiento de las catequesis del gran jubileo del año 2000.
Encomendemos a María
Santísima, Mujer Eucarística, por los frutos espirituales
del Año de la Eucaristía ha concluído en este mes. Que
Ella vele por el camino de la Iglesia y nos enseñe a crecer en
la comunión con el Señor Jesús para ser testigos de su Amor, en
el que está el secreto de la alegría.
La Iglesia Católica anima el 2
de noviembre, Conmemoración de los Fieles Difuntos, a rezar por
los ellos. Los fieles difuntos son miembros del Cuerpo
Místico de Cristo y forman parte de la Iglesia. Constituyen la
Iglesia Purgante y viven en solidaridad con los demás miembros
–los de la Iglesia Militante en la tierra y los de la Iglesia
Triunfante en el Paraíso– y en comunión con Dios, aunque de
diverso modo.
Así como las almas de los fieles
que alcanzaron ya su meta definitiva en el Cielo, viven en una
perfecta intimidad con la Trinidad Beatísima, y los que aún
vivimos en el mundo batallamos contra nuestras pasiones por ser
fieles a Dios, las almas del Purgatorio pasaron ya por el mundo,
pero todavía no gozan de Dios y requieren, por lo tanto, de
nuestras oraciones a la Misericordia infinita de la Santísima
Trinidad.
Al respecto, el Siervo de Dios
Juan Pablo II, durante la meditación antes del rezo del Ángelus
del Domingo 2 de noviembre de 2003, expresaba:
"Después de celebrar
ayer la solemnidad de Todos los Santos, hoy, 2 de noviembre,
nuestra mirada orante se dirige a quienes han dejado este mundo
y esperan llegar a la ciudad celestial. Desde siempre la Iglesia
ha exhortado a orar por los difuntos. Invita a los creyentes a
considerar el misterio de la muerte no como la última palabra
sobre el destino humano, sino como el paso a la vida eterna.
"Al deshacerse nuestra morada terrenal -leemos en el
Prefacio de hoy-, adquirimos una mansión eterna en el cielo".
Es importante y necesario orar por los difuntos, porque, aunque
hayan muerto en gracia y en amistad de Dios, quizá necesiten aún
una última purificación para entrar en la alegría del cielo (cf.
Catecismo de la Iglesia católica,
n. 1030). El sufragio por ellos se expresa de diversos modos,
entre los cuales figura también la visita a los cementerios.
Visitar estos lugares sagrados constituye una ocasión propicia
para reflexionar sobre el sentido de la vida terrena y para
alimentar, al mismo tiempo, la esperanza en la eternidad feliz
del paraíso.
Que María, Puerta del Cielo, nos ayude a recordar y a no perder
jamás de vista la patria celestial, meta última de nuestra
peregrinación aquí en la tierra."
Por su parte San Agustín
escribió:
Una flor sobre su tumba
se marchita,
Una lágrima sobre su recuerdo se evapora.
Una oración por su alma, la recibe Dios.
Nos despedimos de
Usted hasta la próxima semana, implorando la bendición y
protección de María, Peregrina en la Fe y Estrella del Tercer Milenio, con
la siguiente oración que le dirigiera nuestro queridísimo Juan
Pablo II en la medianoche del 31 de diciembre de 2000:
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