EL CAMINO DE MARÍA

Edición 162

15 de agosto de 2005

TOTUS TUUS

Totus tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor Tuum, Maria.

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Totus tuus sum, Maria,
Mater nostri Redemptoris.
Virgo Dei, Virgo pia,
Mater mundi Salvatoris.
 

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Virgen fiel, que fuiste siempre solícita y dispuesta a recibir, conservar y meditar la Palabra de Dios!: Haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana.

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Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
 

De conformidad con los decretos del Papa Urbano VIII, declaramos que en nada se pretende prevenir el juicio de la Autoridad eclesiástica, y que esta oración no tiene finalidad alguna de culto público. JuanPabloMagno.org

LIBROS DE VISITAS

 

"PERDONA NUESTRAS OFENSAS"

El pecado está presente en la historia de la humanidad, desde los inicios. Resquebraja la vinculación originaria de la creatura con Dios, con graves consecuencias para su vida y para la de los demás. Y hoy, además, ¿cómo no subrayar que las múltiples expresiones del mal y del pecado encuentran con frecuencia un aliado en los medios de comunicación social? ¿Y cómo no observar que “para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales” (Redemptoris Missio, n. 37/c), está constituído precisamente por los diversos mass media?
 
La actividad misionera debe llevar a individuos y pueblos el gozoso anuncio de la bondad misericordiosa del Señor. El Padre que está en el cielo, como demuestra claramente la parábola del hijo pródigo, es bueno y perdona al pecador arrepentido, olvida la culpa y restituye serenidad y paz. He aquí el auténtico rostro de Dios, Padre lleno de amor, que da fuerza para vencer el mal con el bien y hace capaz a quien recambia su amor de contribuir a la redención del mundo.
(EL PADRE LLAMA A LA VIDA ETERNA, 6)
 

Estimado/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

Hoy celebramos la Solemnidad de la Asunción de la  Bienaventurada  Virgen María al cielo, y haremos memoria de la última Peregrinación Apostólica al Santuario de la Virgen de Lourdes que hizo nuestro queridísimo Juan Pablo II hace exactamente un año,  con algunas de sus meditaciones.

Al iniciar el rezo del Santo Rosario, el sábado 14 de agosto de 2004, Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, expresó:

1. Al arrodillarme aquí, en la gruta de Massabielle, siento con emoción que he llegado a la meta de mi peregrinación. Esta gruta, donde se apareció la Virgen María, es el corazón de Lourdes. Hace pensar en la cueva del monte Horeb, donde Elías se encontró con el Señor, que le habló en el "susurro de una brisa suave" (1 R 19, 12).

Aquí la Virgen invitó a Bernardita a rezar el Rosario, desgranando Ella misma las cuentas. Así, esta gruta se ha convertido en la cátedra de una sorprendente escuela de oración, en la que María enseña a todos a contemplar con ardiente amor el rostro de Cristo.

Por eso, Lourdes es el lugar donde oran de rodillas los creyentes de Francia y de muchas otras naciones de Europa y del mundo entero.

2. Esta tarde, también nosotros, peregrinos en Lourdes, queremos recorrer de nuevo, orando juntamente con la Virgen, los "misterios" en los que Jesús se manifiesta "como luz del mundo". Recordemos su promesa:  "El que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8, 12).

Queremos aprender de la humilde esclava del Señor la disponibilidad dócil a la escucha y el esfuerzo generoso por acoger en nuestra vida la enseñanza de Cristo.

En particular, meditando en la participación de la Madre del Señor en la misión redentora de su Hijo, os invito a orar por las vocaciones al sacerdocio y a la virginidad por el reino de Dios, a fin de que los que han sido llamados respondan con disponibilidad y perseverancia.

3. Contemplando a la Santísima Virgen María, digamos con Bernardita:  "Mi buena Madre, ten misericordia de mí; me entrego totalmente a ti, para que me des a tu Hijo querido, al que quiero amar con todo mi corazón. Mi buena Madre, dame un corazón que arda completamente por Jesús".

 
Al finalizar el rezo del Santo Rosario, el Siervo de Dios le dirigió a nuestra Santísima Madre la siguiente oración:
 

¡Ave María, Mujer humilde,
bendecida por el Altísimo!
Virgen de la esperanza, profecía de tiempos nuevos,
nosotros nos unimos a tu cántico de alabanza
para celebrar las misericordias del Señor,
para anunciar la venida del Reino
y la plena liberación del hombre.

¡Ave María, humilde sierva del Señor,
gloriosa Madre de Cristo!
Virgen fiel, morada santa del Verbo,
enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra,
a ser dóciles a la voz del Espíritu Santo,
atentos a sus llamados en la intimidad de la conciencia
y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.

¡Ave María, Mujer de dolor,
Madre de los vivos!
Virgen Esposa ante la Cruz, Eva nueva,
sed nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos a vivir y a difundir el amor de Cristo,
a detenernos contigo ante las innumerables cruces
en las que tu Hijo aún está crucificado.

¡Ave María, Mujer de fe,
primera entre los discípulos!
Virgen Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre
razón de la esperanza que habita en nosotros,
confiando en la bondad del hombre y en el Amor del Padre.
Enséñanos a construir el mundo desde adentro:
en la profundidad del silencio y de la oración,
en la alegría del amor fraterno,
en la fecundidad insustituible de la Cruz.

Santa María, Madre de los creyentes,
Nuestra Señora de Lourdes,
ruega por nosotros.

HOMILÍA DEL SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II

¡ESCUCHÉMOSLA!

DESDE ESTA GRUTA DE MASSABIELLE, LA VIRGEN NOS HABLA TAMBIÉN A NOSOTROS, CRISTIANOS DEL TERCER MILENIO.  

 Santuario de Lourdes. Homilía durante la Santa Misa en la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. 15 de agosto de 2004

"...En la gruta de Massabielle, la Virgen Santísima salió al encuentro de Bernardita, revelándose como la llena de la gracia de Dios, y le pidió hacer penitencia y oración. Le indicó una fuente de agua y la invitó a beber de ella. Esta agua, que brota siempre fresca, ha llegado a ser uno de los símbolos de Lourdes:  símbolo de la vida nueva, que Cristo da a los que se convierten a Él.  Sí; el cristianismo es fuente de vida, y María es la primera guardiana de esta fuente. Le indica a todos, pidiéndoles que renuncien al orgullo, que sean humildes, para obtener la misericordia de su Hijo y colaborar así a la instauración de la civilización del amor...."

ESCUCHÉMOSLA...!

Queridos hermanos y hermanas:

1. "Que soy era Immaculada Councepciou". Las palabras que María le dirigió a Bernardita el 25 de marzo de 1858 resuenan con una intensidad particular durante este año, en el cual la Iglesia celebra el 150º aniversario de la solemne definición del dogma, proclamado por el Beato Pío IX con la Constitución apostólica Ineffabilis Deus.

He deseado vivamente realizar esta peregrinación a Lourdes, para recordar un acontecimiento que continúa dando gloria a la Trinidad una e indivisa. La Concepción Inmaculada de María es el signo del amor gratuito del Padre, la expresión perfecta de la redención obrada por el Hijo, el inicio de una vida totalmente disponible a la acción del Espíritu.

2. Bajo la mirada materna de la Virgen, os saludo de corazón a todos vosotros, queridos Hermanos y Hermanas, que habéis venido a la Gruta de Massabielle para cantar las alabanzas de Aquella a la que todas las generaciones llaman bienaventurada (cf. Lc 1,48).

Mi pensamiento afectuoso se dirige ahora a los peregrinos que han venido aquí desde diversas partes de Europa y del mundo, y a todos aquellos que están unidos espiritualmente a nosotros a través de la radio y la televisión. Con especial afecto, os saludo a vosotros, queridísimos enfermos, que habéis venido a este lugar bendito a buscar alivio y esperanza. ¡Que la Virgen Santa os haga sentir su presencia y dé consuelo a vuestros corazones!

3. "En aquellos días, María se puso en viaje hacia la montaña..." (Lc 1,39). Las palabras de la narración evangélica nos han hecho volver a ver con los ojos del corazón a la joven muchacha de Nazaret en camino hacia la "ciudad de Judá" donde habitaba su prima, para ofrecerle sus servicios.

Lo que nos impresiona en María es, ante todo, su atención llena de ternura hacia su pariente anciana. El suyo es un amor concreto, que no se limita a palabras de comprensión, sino que se hace cargo en primera persona de la fatiga de la asistencia. A su prima, la Virgen no le da simplemente algo de sí; se da ella misma, sin pedir nada a cambio. Ha comprendido perfectamente que el don recibido de Dios más que un privilegio es una tarea, que la compromete hacia los demás con la gratuidad propia del amor.

4. "Engrandece mi alma al Señor..." (Lc 1,46). Los sentimientos que María vive en el encuentro con Isabel irrumpen con fuerza en el canto del Magnificat. En sus labios se expresa la espera plena de esperanza de los "pobres del Señor" y, al mismo tiempo, la conciencia del cumplimiento de las promesas, porque Dios "se acordó de su misericordia" (cf. Lc 1,54).

Precisamente de esta conciencia brota la alegría de la Virgen María que invade todo el cántico:

alegría de saber que Dios "ha puesto los ojos" en ella no obstante su "humildad" (cf. Lc 1,48); 

- alegría por el "servicio" que le es posible ofrecer, gracias a las "maravillas" a las que la ha llamado el Todopoderoso (cf. Lc 1,49);

alegría por experimentar con antelación las bienaventuranzas escatológicas, reservadas a los "humildes" y a los "hambrientos" (cf. Lc 1,52-53).

Al Magnificat, sigue el silencio: sobre los tres meses de permanencia junto a su prima Isabel nada se ha dicho. O tal vez se nos ha dicho lo más importante: el bien no hace ruido, la fuerza del amor se expresa en la serenidad discreta del servicio cotidiano.

5. Con sus palabras y con su silencio, la Virgen María está delante de nosotros como modelo para nuestro camino. Un camino que no es fácil: por la culpa de los primeros padres, la humanidad lleva en sí la herida del pecado, cuyas consecuencias continúan haciéndose sentir también en los redimidos. ¡Pero el mal y la muerte no tendrán la última palabra!  María lo confirma con toda su existencia, como testimonio vivo de la victoria de Cristo, nuestra Pascua.

Los fieles lo han comprendido. Por ello corren en masa a esta gruta para escuchar las advertencias maternas de la Virgen, reconociendo en ella "la mujer vestida de sol" (Ap 12,1), la Reina que resplandece al lado del trono de Dios (cf. Sal. resp.) e intercede a su favor.

6. Hoy la Iglesia celebra la gloriosa Asunción al Cielo de María en cuerpo y alma. Los dos dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción están íntimamente ligados entre ellos. Ambos proclaman la gloria de Cristo Redentor y la santidad de María, cuyo destino humano está ya perfectamente y definitivamente realizado en Dios.

"Cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros", nos ha dicho Jesús (Jn 14,3). María es la prenda del cumplimiento de la promesa de Cristo. Su Asunción se convierte así para nosotros en "signo de esperanza segura y de consuelo" (cf. Lumen gentium, 68).

Queridos Hermanos y Hermanas. Desde esta gruta de Massabielle, la Virgen nos habla también a nosotros, cristianos del tercer milenio.

 ¡Escuchémosla!

Escuchad ante todo vosotros, queridos jóvenes, que buscáis una respuesta capaz de dar sentido a vuestra vida. Aquí la podréis encontrar. Es una respuesta exigente, pero es la única que satisface plenamente. En ella está el secreto de la alegría verdadera y de la paz.

Desde esta gruta parte un especial llamado también a vosotras, mujeres. Apareciéndose en la gruta, María confió su mensaje a una joven, como para subrayar la particular misión que le corresponde a la mujer en este tiempo nuestro, tentado por el materialismo y la secularización: ser en la sociedad de hoy testigos de aquellos valores esenciales que se ven sólo con los ojos del corazón. ¡A vosotras, mujeres, os corresponde la tarea de ser centinelas de lo Invisible! 

A todos vosotros, hermanos y hermanas, lanzo un apremiante llamado para que hagáis todo lo posible para que la vida, toda la vida, sea respetada desde su concepción hasta su fin natural. La vida es un don sagrado, del cual nadie puede adueñarse.

En fin, la Virgen de Lourdes tiene un mensaje para todos. Es este: ¡sed mujeres y hombres libres! Pero recordad: la libertad humana es una libertad herida por el pecado. Ella misma necesita ser liberada. Cristo es su liberador, Él que "nos ha liberado para que seamos verdaderamente libres" (Gal 5,1). ¡Defended vuestra libertad!

Queridos hermanos, nosotros sabemos que para ello podemos contar con Aquella que, al no haber cedido nunca al pecado, es la única criatura perfectamente libre. A Ella os encomiendo. ¡Caminad con María por el camino de la plena realización de vuestra humanidad!

EL AVEMARÍA: ACCIÓN DE GRACIAS

Aunque este cántico del Ave María se lo dirigimos directamente a la Madre de Dios y encierra sus elogios, es, no obstante, muy glorioso para la Santísima Trinidad, porque todo el honor que rendimos a la Santísima Virgen vuelve a Dios, causa de todas sus perfecciones y virtudes. Dios Padre es glorificado porque honramos a la más perfecta de sus criaturas. El Hijo es glorificado porque alabamos a su purísima Madre. El Espíritu Santo es glorificado porque admiramos las gracias de que fue colmada su Esposa.

Del mismo modo que la Santísima Virgen, con su hermoso Magnificat, dedica a Dios las alabanzas y bendiciones que le tributa Santa Isabel por su eminente dignidad de Madre del Señor, envía también inmediatamente a Dios los elogios y bendiciones que le hacemos por la salutación angélica. (San Luis María Grignon de Montfort. El Secreto Admirable del Santísimo Rosario, 47)

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