
Oh María, Tú que has recorrido
el camino de la Cruz junto con tu Hijo,
quebrantada por el dolor en tu Corazón de madre,
pero recordando siempre el "fiat"
e íntimamente confiada en que Aquél para quien nada
es imposible
cumpliría sus promesas,
suplica para nosotros y para los hombres de las
generaciones futuras
la gracia del abandono en el Amor de Dios.
Haz que, ante el sufrimiento, el rechazo y la
prueba,
por dura y larga que sea,
jamás dudemos de su Amor.
A Jesús, tu Hijo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los
siglos.
R/.Amén.
Beato Juan Pablo
II .
IV Estación Via Crucis año 2000
EL CAMINO DE MARÍA
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
"Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu
firme" (Sal 50, 12).
Edición 900 -
Domingo 22 de febrero de 2015
Querido(a) suscriptor(a) de
El Camino de María:
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En
el primer Domingo de Cuaresma, la liturgia nos
propone la página evangélica de las tentaciones de
Jesús: «Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu
al desierto para ser tentado por el diablo»
(Mateo 4, 1). La misión del Redentor comienza
precisamente con su victoria sobre la triple insidia
del príncipe del mal. «Apártate, satanás»
(Marcos 4, 10). La actitud decidida de Jesucristo
constituye para nosotros un ejemplo y una invitación
a seguirlo con valiente determinación. El demonio, «príncipe
de este mundo» (Juan 12, 31), continúa todavía hoy
con su acción falaz. Todo hombre es tentado por la
propia concupiscencia y el mal ejemplo de los demás,
así como por el demonio, y es más tentado aún
cuando menos lo percibe. Es necesario seguir siendo
vigilantes para reaccionar con prontitud a todo ataque
de la tentación.

En su alocución previa a la
oración del Ángelus del
primer Domingo del Tiempo de
Cuaresma del año 2014 el Santo Padre
se refirió al
episodio de las tentaciones
de Jesús. Y afirmó que
"el tentador trata de
apartar al Señor del
proyecto del Padre, es decir
de la vía del sacrificio que
implica ofrecerse a Sí mismo
por amor en expiación, para
hacerle tomar un camino
fácil, de éxito y poder."
"El diablo
-dijo Francisco-
le presenta a Jesús las
falsas esperanzas mesiánicas
del bienestar económico,
indicado por la posibilidad
de transformar las piedras
en pan; del estilo
espectacular y milagrero,
con la idea de arrojarse
desde el punto más alto del
templo de Jerusalén y
hacerse salvar por los
ángeles y, en fin, del atajo
del poder y del dominio, a
cambio de un acto de
adoración a satanás".
"Pero Jesús
-prosiguió explicando el
Papa-
rechaza decididamente todas
estas tentaciones y reafirma
la firme voluntad de seguir
la vía establecida por el
Padre, sin ningún compromiso
con el pecado y con la
lógica del mundo. De ahí que
en sus respuestas a satanás,
el Señor nos sostiene en la
lucha contra la mentalidad
mundana que abaja al hombre
al nivel de las necesidades
primarias, haciéndole perder
el hambre de lo que es
verdadero, bueno y bello, el
hambre de Dios y de su
amor."
"Jesús
rechaza decididamente
todas estas tentaciones
y reafirma la firme
voluntad de seguir la
vía establecida por el
Padre, sin ningún
compromiso con el pecado
y con la lógica del
mundo.
Noten bien cómo responde
Jesús: Él no dialoga con
Satanás como había hecho
Eva en el paraíso
terrenal. Jesús sabe
bien que con satanás no
se puede dialogar. Por
eso Jesús en vez de
dialogar, como hizo Eva,
elige de refugiarse en
la Palabra de Dios y
responde con la fuerza
de esta Palabra.
Recordemos esto en el
momento de nuestras
tentaciones: ningún
argumento con satanás,
sino siempre defendidos
por la Palabra de Dios,
¡y esto nos salvará!
En sus respuestas a
satanás, el Señor nos
recuerda ante todo que
“no sólo de pan vivirá
el hombre, sino de toda
palabra que sale de la
boca de Dios” (Mt 4,
4; Cfr. Dt 8,
3); y esto nos da
fuerza, nos sostiene en
la lucha contra la
mentalidad mundana que
abaja al hombre al nivel
de las necesidades
primarias, haciéndole
perder el hambre de lo
que es verdadero, bueno
y bello, el hambre de
Dios y de su amor.
Antes de rezar a la Madre de
Dios el Papa Francisco
afirmó que el Tiempo de la
Cuaresma es ocasión propicia
para todos nosotros para
realizar un camino de
conversión, confrontándonos
sinceramente con esta página
del Evangelio. Y pidió que
renovemos las promesas de
nuestro Bautismo,
renunciando a satanás y a
todas sus obras y
seducciones, para caminar
por los senderos de Dios y
llegar a la Pascua en la
alegría del Espíritu.

LAS
TENTACIONES DE JESÚS EN EL DESIERTO
San Juan Pablo II
Homilía
en la Santa Misa del 1er. Domingo de Cuaresma.
1 de marzo de1998
Queridos
hermanas y hermanos:
1.«Jesús
(...) fue llevado por el Espíritu al desierto, y
tentado allí por el diablo durante cuarenta días»
(Lc 4, 1-2).
Antes
de comenzar su actividad pública, Jesús, llevado
por el Espíritu Santo, se retira al desierto
durante cuarenta días. Allí, como leemos hoy
en el Evangelio, el diablo lo pone a prueba, presentándole
tres tentaciones comunes en la vida de todo hombre:
el atractivo de los bienes materiales, la seducción
del poder humano y la presunción de someter a Dios
a los propios intereses.
La
lucha victoriosa de Jesús contra el tentador no
termina con los días pasados en el desierto; continúa
durante los años de su vida pública y culmina en
los acontecimientos dramáticos de la Semana Santa.
Precisamente con su muerte en la Cruz, el Redentor
triunfa definitivamente sobre el mal, liberando a la
humanidad del pecado y reconciliándola con Dios.
Parece que San Lucas quiere anunciar,
ya desde el comienzo, el cumplimiento de la salvación
en el Gólgota. En efecto, concluye la narración de
las tentaciones mencionando a Jerusalén, donde
precisamente se sellará la victoria pascual de Jesús.
La escena de las tentaciones
de Cristo en el desierto se renueva cada año al
comienzo de la Cuaresma. La liturgia invita a los
creyentes a entrar con Jesús en el desierto y a
seguirlo en el típico itinerario penitencial de este
tiempo cuaresmal, que ha comenzado el miércoles
pasado con el austero rito de la ceniza.
2.«Si
tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu
corazón cree que Dios lo resucitó de entre los
muertos, te salvarás» (Rm 10, 9).
Las
palabras del apóstol Pablo, que acabamos de
escuchar, ilustran bien el estilo y las modalidades
de nuestra peregrinación cuaresmal. ¿Qué es la
penitencia sino un regreso humilde y sincero a las
fuentes de la fe, rechazando prontamente la tentación
y el pecado, e intensificando la intimidad con el Señor
en la oración?
En
efecto, sólo Cristo puede liberar al hombre de
lo que lo hace esclavo del mal y del egoísmo:
de la búsqueda ansiosa de los bienes materiales, de
la sed de poder y dominio sobre los demás y sobre
las cosas, de la ilusión del éxito fácil, y del
frenesí del consumismo y el hedonismo que, en
definitiva, perjudican al ser humano.
Queridos
hermanos y hermanas, esto es lo que nos pide
claramente el Señor para entrar en el clima auténtico
de la Cuaresma. Quiere que en el desierto de estos
cuarenta días aprendamos a afrontar al enemigo de
nuestras almas, a la luz de su palabra de salvación.
Pidamos al Espíritu Santo que vivifique nuestra
oración, para que estemos dispuestos a afrontar con
valentía la incesante lucha de vencer el mal con el
bien.
3.«Entonces
clamamos al Señor (...), y el Señor escuchó
nuestra voz» (Dt 26, 7). La
profesión de fe del pueblo de Israel, narrada en la
primera lectura, presenta el elemento fundamental
alrededor del cual gira toda la tradición del
Antiguo Testamento: la liberación de la esclavitud
de Egipto y el nacimiento del pueblo elegido.
La
Pascua de la antigua Alianza constituye la preparación
y el anuncio de la Pascua definitiva, en la que se
inmolará el Cordero que quita el pecado del mundo.
Queridos
hermanos y hermanas, al comienzo del itinerario
cuaresmal volvemos a las raíces de nuestra fe para
prepararnos, con la oración, la penitencia, el
ayuno y la caridad, a participar con corazón
renovado interiormente en la Pascua de Cristo.
Que
la Virgen Santísima nos ayude en esta Cuaresma a
compartir con dignos frutos de conversión el
Camino
de Cristo, desde el desierto de las tentaciones
hasta Jerusalén, para celebrar con Él la Pascua de
nuestra redención.

IDEAS EXTRACTADAS DEL
MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO
PARA LA CUARESMA
2015
“Fortalezcan sus
corazones”
(St 5, 8)
1.- La Cuaresma es un tiempo de renovación para la
Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero,
sobre todo, es un ”tiempo de gracia” (2 Co 6,2).
2.- Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes:
“Nosotros amemos al Señor porque Él nos amó primero” (1
Jn 4,19).
3.- Dios no es indiferente a nosotros. Está interesado en
cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos
cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le
interesa; su Amor le impide ser indiferente a lo que nos
sucede.
4.- Sin embargo, nosotros cuando estamos bien y nos sentimos
a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios no hace
jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos,
ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae
en la indiferencia.
5.- Esa actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy
una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de
globalización de la indiferencia.
6.- Uno de los desafíos más urgentes sobre lo que quiere
detenerme en este mensaje es el de la globalización de la
indiferencia.
7.- La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una
tentación real también para los cristianos. Por eso,
necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas
que levantan su voz y nos despiertan.
8.- Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta
el punto de dar a su propio Hijo por la salvación de cada
hombre. En la Encarnación, en la vida terrena, en la muerte
y en la Resurrección del Hijo de Dios, se abre
definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el
Cielo y la tierra.
9.- Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta
puerta mediante la proclamación de la Palabra, la
celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que
actúa por la caridad (cf Ga 5, 6).
10.- Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a
cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo
y el mundo entra en Él. Así, la mano, que es la Iglesia,
nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
11.- El Pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de
renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí
mismo.
“Si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co
12,26)- La Iglesia
12.- La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí
mismos nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre
todo, con su testimonio. Sin embargo, solo se puede
testimoniar lo que antes de ha experimentado.
13.- El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista
de su bondad y de su misericordia, que lo revista de Cristo
para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.
14.- La Cuaresma es un tiempo oportuno para dejarnos servir
por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando
escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los
sacramentos, en particular, la eucaristía. En ella, nos
convertimos en lo que recibimos: el Cuerpo de Cristo
15.- Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él
no se es indiferente hacia los demás.
16.- En esta comunión de los santos y en esta participación
en las cosas santas, nadie posee solo para sí mismo, sino
que lo es tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos
en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos.
“¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4, 9) – Las
parroquias y las comunidades
17.- Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es
necesario traducirlo en la vida de las parroquias y
comunidades.
18.- En estas realidades eclesiales, ¿se tiene la
experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo?, ¿un
cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar?, ¿un
cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, más pobres y
pequeños, y se hace cargo de ellos?, ¿o nos refugiamos en un
amor universal que se compromete con los que están lejos en
el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia
puerta cerrada? (cf. Lc 16, 19-31).
19.- Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una
comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios.
Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios,
formamos parte de la comunión en la cual el amor vence a la
indiferencia.
20.- La Iglesia del Cielo no es triunfante porque ha dado la
espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario.
Los santos ya contemplan y gozan, gracias que, con la muerte
y Resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la
indiferencia, la dureza del corazón y el odio.
21.- Santa Teresita de Lisieux, doctora de la Iglesia,
escribía convencida de que la alegría en el Cielo por la
victoria del Amor Crucificado no es plena mientras haya un
solo hombre en la tierra que sufra y gima: “Cuanto mucho
con no permanecer inactiva en el Cielo, mi deseo es seguir
trabajando para la Iglesia y para las almas”.
22.- Toda la comunidad cristiana está llamada a cruzar el
umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea,
con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es
misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que
es enviada a todos los hombres.
23.- La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia
sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre,
hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8).
24.- ¡Cuánto deseo que los lugares en los que manifiesta la
Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras
comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio de
la indiferencia!
“¡Fortalezcan sus corazones!” (St 5, 8) - La
persona creyente
25.- También como individuos tenemos la tentación de la
indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes
tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo
tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir.
26.- ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta
espiral de horror y de impotencia?
27.- En primer lugar, podemos orar en la comunión de la
Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la
oración de tantas personas. La iniciativa "24 horas
para el Señor", que deseo que se celebre en toda la
Iglesia –también a nivel diocesano-, en los días 13 y 14 de
marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
28.- En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de
caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las
lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la
Iglesia.
29.- La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar el
interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea
pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
30.- En tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye una
llamada a la conversión, porque la necesidad del hermano me
recuerda la fragilidad de mi vida, la dependencia de Dios y
de los hermanos.
31.- Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos
los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las
infinitas posibilidades que nos reserva el Amor de Dios. Y
podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace
creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a
nosotros mismos.
32.- Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de
omnipotencia, quiero pedir a todos en este tiempo de
Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón,
como escribió Benedicto XVI (Deus caritas est, 31).
33.- Tener un corazón misericordioso no significa tener un
corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un
corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a
Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y
guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos
y a las hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que
conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
34.- Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con
vosotros a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum
secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al
Tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de
Jesús).
35.- De este modo, tendremos un corazón fuerte y
misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje
encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la
globalización de la indiferencia.
"Oh Madre mía, a vuestro Corazón
confío las angustias de mi corazón, y a Él vengo a buscar
ánimo y fortaleza ".
Santa Bernardita.
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