«Oh Rosario bendito de
María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los
Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el
común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de
la agonía. Para Ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro
de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh
Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de
los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el
Cielo». ("Rosarium
Virginis Mariae", 43)
EL CAMINO DE MARÍA
MARÍA SANTÍSIMA,
REINA DEL SANTO ROSARIO
Edición 843 - 7 de octubre de 2014
Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
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El 7 de octubre celebraremos la fiesta de Santa María,
Reina del Santo Rosario, que fue instituida por el Papa
San Pío V el 7 de Octubre, aniversario de la victoria
obtenida por los cristianos en la Batalla naval de
Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada
por la oración del Santo Rosario. La celebración de este
día es una invitación para todos a meditar los misterios
de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo
asociada de un modo especialísimo a la Encarnación, la
Pasión y la Resurrección del Hijo de Dios.
"...Hoy, primer
día de octubre, desearía detenerme en dos aspectos que, en la
comunidad eclesial, caracterizan este mes: la oración del
Santo Rosario y el compromiso por las misiones. El día 7celebraremos la fiesta de la Virgen
del Rosario, y es como si, cada año, Nuestra Señora
nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan
sencilla y profunda. El amado Juan Pablo II fue gran
apóstol del Santo Rosario: le recordamos arrodillado
con la corona entre las manos, inmerso en la contemplación de
Cristo, como él mismo invitó a hacer con la Carta Apostólica
«Rosarium Virginis Mariae».
El Rosario es oración contemplativa y cristocéntrica,
inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la
oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe,
en el seguimiento de Jesús, precedido por María. Deseo
invitaros, queridos hermanos y hermanas, a rezar el Rosario
durante este mes en familia, en las comunidades y en las
parroquias por las intenciones del Papa, por la misión de la
Iglesia y por la paz del mundo..."
(Benedicto XVI. Ángelus. Domingo
1 de octubre 2006)
El testimonio le fue
descrito de puño y letra por el entonces Cardenal Bergoglio a la
periodista Stefania Falasca, quien escribió al respecto estas
líneas en el diario Avvenire de Italia.
"Cuando Juan Pablo II murió, el 2 de abril de 2005,
toda la Iglesia y el mundo entero le rindió homenaje. Su
enseñanza y su persona habían dejado una huella profunda e
indeleble para siempre. Una avalancha de comentarios,
conmemoraciones, análisis, destacaron el valor histórico y
eclesial del largo pontificado de Wojtyla.
Fue entonces que Giulio Andreotti, director de la revista "30Giorni",
para la que escribía entonces, tuvo la idea de invitarme a
producir una breve memoria del Papa polaco pidiendo testimonio a
los cardenales que llegaban a la ciudad para participar en el
Cónclave. Así entonces tomé contacto con el cardenal Jorge Mario
Bergoglio, quien todavía estaba en Buenos Aires. Presenté la
solicitud y cuando estuvo en Roma me dio una página escrita a
mano y me dijo que la había compilado en el avión. El testimonio
eran sólo unas pocas líneas, pero muy elocuente. El arzobispo
argentino no paró de valorar el pontificado que acababa de
terminar. Pero el breve texto entrelazaba todo con una historia
más íntima, totalmente espiritual y comenzaba recordando una
noche romana de años pasados…"
Cita del texto del Cardenal Bergoglio
"Si no recuerdo mal, era 1985. Una noche fui a rezar el Santo
Rosario que dirigía el Santo Padre. Estaba delante de todos, de
rodillas. El grupo era grande, veía al Santo Padre por la
espalda y, poco a poco, me sumergí en la oración. No estaba
solo. Oraba entre el pueblo de Dios al que yo pertenecía, y
todos los que estaban allí, dirigidos por nuestro Pastor.
En el medio de la oración, me distraje, mirando la figura del
Papa: su piedad, su devoción, ¡eran todo un testimonio! Y el
tiempo se desvaneció, y empecé a imaginar el joven sacerdote,
seminarista, el poeta, el trabajador, el niño de Wadowice... en
la misma posición en que estaba en ese momento, orando Ave María
tras Ave María. Su testimonio me impactó. Sentí que este hombre,
elegido para dirigir la Iglesia, había recorrido un camino de
regreso hasta su Madre del Cielo, un proceso iniciado desde su
infancia. Y allí me di cuenta de la densidad que tenían las
palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: "No temas,
¿no soy acaso tu madre?" Comprendí así la presencia de María en
la vida del Papa, que no dejó de testimoniar ni un instante.
Desde entonces recito todos los días los quince misterios del
Rosario".
"...El
Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización,
en el que el misterio de Cristo es presentado continuamente en
los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es una
presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al
cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el
rezo del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos
para una meditación eficaz, se da, especialmente en la
celebración comunitaria en las parroquias y los santuarios, una
significativa oportunidad catequética que los Pastores deben
saber aprovechar. La
Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de
anunciar a Cristo. La historia
del Rosario muestra cómo esta oración ha sido utilizada
especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la
Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos
ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano
las cuentas del rosario con la fe de quienes nos han precedido?
El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso
importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador..."
EL SANTO
ROSARIO, UN TESORO PARA RECUPERAR
El Rosario de la
Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo
el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por
numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez
y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio
apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a
producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino
espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no
ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente
empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro» (duc
in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar' a Cristo al
mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn14,
6), el «fin de la historia humana, el punto en el que convergen
los deseos de la historia y de la civilización».
El Rosario, en efecto,
aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración
centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes,
concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico,
del cual es como un compendio.
En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat
por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con
él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la
belleza del Rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de
su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes
gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del
Redentor. (...) ("Rosarium Virginis Mariae" 1)
¯¯¯
Queridos hermanos y
hermanas: Una oración tan fácil, y al mismo tiempo tan rica,
merece de veras ser recuperada por la comunidad cristiana.
Hagámoslo sobre todo en este año, asumiendo esta propuesta como
una consolidación de la línea trazada en la Carta apostólica
Novo millennio ineunte,
en la cual se han inspirado los planes pastorales de muchas
Iglesias particulares al programar los objetivos para el próximo
futuro.
Me dirijo en particular
a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado, sacerdotes y
diáconos, y a vosotros, agentes pastorales en los diversos
ministerios, para que, teniendo la experiencia personal de la
belleza del Rosario, os convirtáis en sus diligentes promotores.
Confío también en
vosotros, teólogos, para que, realizando una reflexión a la vez
rigurosa y sabia, basada en la Palabra de Dios y sensible a la
vivencia del pueblo cristiano, ayudéis a descubrir los
fundamentos bíblicos, las riquezas espirituales y la validez
pastoral de esta oración tradicional.
Cuento con vosotros,
consagrados y consagradas, llamados de manera particular a
contemplar el rostro de Cristo siguiendo el ejemplo de María.
Pienso en todos
vosotros, hermanos y hermanas de toda condición, en vosotras,
familias cristianas, en vosotros, enfermos y ancianos, en
vosotros, jóvenes: tomad con confianza entre las manos el
Rosario, descubriéndolo de nuevo a la luz de la Escritura,
en armonía con la Liturgia y en el contexto de la vida
cotidiana.
¡Qué este llamamiento
mío no sea en balde! Al inicio del vigésimo quinto año de
Pontificado, pongo esta Carta apostólica en las manos de la
Virgen María, postrándome espiritualmente ante su imagen en
su espléndido Santuario edificado por el Beato Bartolomé Longo,
apóstol del Rosario. Hago mías con gusto las palabras
conmovedoras con las que él termina la célebre Súplica a la
Reina del Santo Rosario:
«Oh Rosario bendito de María, dulce
cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los
Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno,
puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú
serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para Ti el
último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de
nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de
Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores,
oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por
doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el Cielo».
("Rosarium Virginis Mariae", 43)
Te saludo,
María, Hija predilecta del Padre eterno. Te saludo, María,
Madre admirable del Hijo. Te saludo María, Esposa fidelísima
del Espíritu Santo.
Te
saludo, María, mi amada Madre, mi amable Señora, mi poderosa
Soberana. Te saludo, mi gozo, mi gloria, mi corazón y mi
alma. Vos sois toda mía por misericordia, y yo soy todo
vuestro por justicia. Pero todavía no lo soy bastante. De
nuevo me entrego a Vos todo entero en calidad de eterno
esclavo, sin reservar nada ni para mí, ni para otros.
Si algo veis en mí que todavía no sea vuestro, tomadlo en
seguida, os lo suplico, y haceos dueña absoluta de todos mis
haberes para destruir y desarraigar y aniquilar en mí todo
lo que desagrade a Dios y plantad, levantad y producid todo
lo que os guste.
La luz de vuestra fe disipe las tinieblas de mi
espíritu; vuestra humildad profunda ocupe el lugar de
mi orgullo; vuestra contemplación sublime detenga las
distracciones de mi fantasía vagabunda; vuestra continua
vista de Dios llene de Su presencia mi memoria, la
caridad de vuestro Corazón abrase la tibieza y frialdad
del mío; cedan el sitio a vuestras virtudes mis
pecados; vuestros méritos sean delante de Dios mi
adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre,
haced, si es posible, que no tenga yo más espíritu que el
vuestro para conocer a Jesucristo y su divina voluntad; que
no tenga más alma que la vuestra para alabar y glorificar al
Señor; que no tenga más corazón que el vuestro para amar a
Dios con amor puro y con amor ardiente como Vos.
Para Vos el
ver claro, sin tinieblas; para Vos el gustar por entero sin
amargura; para Vos el triunfar gloriosa a la diestra de
vuestro Hijo, sin humillación; para Vos el mandar a los
ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin
resistencia, y el disponer en fin, sin reserva alguna de
todos los bienes de Dios.
Esta es,
Bienaventurada Virgen María, la mejor parte que se os ha
concedido, y que jamás se os quitará, que es para mí
grandísimo gozo.
Para mí y
mientras viva no quiero otro, sino el experimentar el que
Vos tuvisteis: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir
con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí
mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho hasta la
muerte por Vos, sin interés, como el más vil de los
esclavos. La sola gracia, que por pura misericordia os
pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi
vida diga tres amenes: amén a todo lo que
hicisteis sobre la tierra cuando vivíais; amén a todo
lo que hacéis al presente en el Cielo; amén a todo lo
que hacéis en mi alma, para que en ella no haya nada más que
Vos, para glorificar plenamente a Jesús en mí, en el tiempo
y en la eternidad. Amén.
|
Invitamos a todos los
suscriptores de El
Camino de María,
y a todos sus amigos y
conocidos, a inscribirse
gratuitamente en el
e-Curso que remitiremos
por correo electrónico
y que lleva por título:
CONTEMPLAR A CRISTO
CON LOS OJOS DE MARÍA.
Para
inscribirse deben llenar
un sencillo formulario
con su nombre y su
dirección de e-mail
desde:
http://www.JuanPabloMagno.org/formulario2.htm
Cada e-mail del e-Curso
contiene la
transcripción de un
capítulo de la Carta
Apostólica
ROSARIUM VIRGINIS MARIAE,
y textos sobre el
SANTO ROSARIO
extractados de la
extensa catequesis de
San
Juan Pablo II, como así
también puntos de
meditación de San Luis
María Grignion de
Montfort, seleccionados
de su libro
EL SECRETO ADMIRABLE DEL
SANTO ROSARIO.
Este es el aporte que
hace El Camino de
María para que
durante el mes de
octubre todos podamos
vivir muy unidos a
María, Reina del Santo
Rosario.
Recordemos, con palabras
de San Juan Pablo II,
que "...El Rosario
ofrece el 'secreto' para
abrirse más fácilmente a
un conocimiento profundo
y comprometido de
Cristo. Podríamos
llamarlo El Camino
de María. ..." .
1.INTRODUCCIÓN
2.CONTEMPLAR A CRISTO CON MARÍA.
3.MISTERIOS DE CRISTO, MISTERIOS
DE LA MADRE.
4.«PARA MÍ LA VIDA ES CRISTO»
5.UN TESORO PARA RECUPERAR
6.EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO
POR LAS ORACIONES DE QUE ESTÁ
COMPUESTO: EL CREDO . EL
PADRENUESTRO.
7.EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO
POR LAS ORACIONES DE QUE ESTÁ
COMPUESTO: EL AVEMARÍA. EL
GLORIA.
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