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«Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para Ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el Cielo». ("Rosarium Virginis Mariae", 43)


EL CAMINO DE MARÍA

Edición 785

6 de octubre: Meditación del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus

7 de octubre: María Santísima, Reina del Santo Rosario


Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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Con un agradecimiento a Dios por el don de la Peregrinación a Asís en la fiesta del santo, el Papa Francisco inició su reflexión previa a la oración del Ángelus con la multitud de peregrinos reunidos en la plaza del Santuario de San Pedro en Roma.

Los apóstoles le dicen al Señor “Aumenta en nosotros la fe”, dijo el Papa Francisco refiriéndose al Evangelio del domingo, para invitar a que en el Año de la Fe, digamos todos nosotros como los apóstoles, auméntanos la fe. “Nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil, frágil, pero te la ofrecemos así como es para que tu la hagas crecer”.

El Vicario de Cristo afirmó que el Señor nos responde que basta una fe pequeñísima como un grano de mostaza, pero verdadera y sincera para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. “Y ¡es verdad! –expresó con admiración-, todos conocemos personas simples, humildes, pero con una fe muy fuerte, capaz de mover montañas”, como los papás y las mamás que afrontan situaciones muy pesadas; o ciertos enfermos, también gravísimos que transmiten serenidad”. "Es más -dijo Francisco-, estas personas no se agrandan, sino que son humildes."

El Santo Padre recordó que “en este mes de octubre, que está dedicado de modo particular a las misiones, pensemos en los tantos misioneros, hombres y mujeres, que para llevar el Evangelio han superado obstáculos de todo tipo, han dado verdaderamente la vida”. Afirmando a continuación que “esto atañe a cada uno de nosotros, en la propia vida de cada día, puede dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, la fuerza de la fe”. Una fuerza -dijo- que tomamos de Dios en la oración, que es la respiración de la fe, “en una relación de confianza, de amor, no puede faltar el dialogo, y la oración es el diálogo del alma con Dios."

Recordó también que octubre es el mes del Santo Rosario y la súplica a la Virgen de Pompeya. Afirmando que ¡es una escuela de oración, una escuela de fe!

Después de la oración mariana, el Santo Padre pidió que se rezara en silencio por las víctimas de la nueva tragedia de Lampedusa, recordó la beatificación, ayer en Módena del joven mártir italiano Rolando Rivi, recordando que la fe en Jesús vence el espíritu del mundo e invitando a la acción de gracias por su testimonio. Y saludó de forma especial a la comunidad peruana de Roma que llegó a la Plaza de San Pedro llevando en procesión la imagen del Señor de los Milagros.

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El testimonio le fue descrito de puño y letra por el entonces Cardenal Bergoglio a la periodista Stefania Falasca, quien escribió al respecto estas líneas en el diario Avvenire de Italia.

"Cuando el Beato Juan Pablo II murió, el 2 de abril de 2005, toda la Iglesia y el mundo entero le rindió homenaje. Su enseñanza y su persona habían dejado una huella profunda e indeleble para siempre. Una avalancha de comentarios, conmemoraciones, análisis, destacaron el valor histórico y eclesial del largo pontificado de Wojtyla.

Fue entonces que Giulio Andreotti, director de la revista "30Giorni", para la que escribía entonces, tuvo la idea de invitarme a producir una breve memoria del Papa polaco pidiendo testimonio a los cardenales que llegaban a la ciudad para participar en el Cónclave. Así entonces tomé contacto con el cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien todavía estaba en Buenos Aires. Presenté la solicitud y cuando estuvo en Roma me dio una página escrita a mano y me dijo que la había compilado en el avión. El testimonio eran sólo unas pocas líneas, pero muy elocuente. El arzobispo argentino no paró de valorar el pontificado que acababa de terminar. Pero el breve texto entrelazaba todo con una historia más íntima, totalmente espiritual y comenzaba recordando una noche romana de años pasados…"

Cita del texto del Cardenal Bergoglio

"Si no recuerdo mal, era 1985. Una noche fui a rezar el Santo Rosario que dirigía el Santo Padre. Estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era grande, veía al Santo Padre por la espalda y, poco a poco, me sumergí en la oración. No estaba solo. Oraba entre el pueblo de Dios al que yo pertenecía, y todos los que estaban allí, dirigidos por nuestro Pastor.

En el medio de la oración, me distraje, mirando la figura del Papa: su piedad, su devoción, ¡eran todo un testimonio! Y el tiempo se desvaneció, y empecé a imaginar el joven sacerdote, seminarista, el poeta, el trabajador, el niño de Wadowice... en la misma posición en que estaba en ese momento, orando Ave María tras Ave María. Su testimonio me impactó. Sentí que este hombre, elegido para dirigir la Iglesia, había recorrido un camino de regreso hasta su Madre del Cielo, un proceso iniciado desde su infancia. Y allí me di cuenta de la densidad que tenían las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: "No temas, ¿no soy acaso tu madre?" Comprendí así la presencia de María en la vida del Papa, que no dejó de testimoniar ni un instante. Desde entonces recito todos los días los quince misterios del Rosario".

 

El 7 de octubre celebraremos la fiesta de Santa María, Reina del Santo Rosario, que fue instituida por el Papa San Pío V el 7 de Octubre, aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del Santo Rosario. La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la Encarnación, la Pasión y la Resurrección del Hijo de Dios.

"...Hoy, primer día de octubre, desearía detenerme en dos aspectos que, en la Comunidad eclesial, caracterizan este mes: la oración del Santo Rosario y el compromiso por las misiones. El día 7celebraremos la fiesta de la Virgen del Rosario, y es como si, cada año, Nuestra Señora nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y profunda. El amado Juan Pablo II fue gran apóstol del Santo Rosario: le recordamos arrodillado con la corona entre las manos, inmerso en la contemplación de Cristo, como él mismo invitó a hacer con la Carta Apostólica «Rosarium Virginis Mariae». El Rosario es oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María. Deseo invitaros, queridos hermanos y hermanas, a rezar el Rosario durante este mes en familia, en las comunidades y en las parroquias por las intenciones del Papa, por la misión de la Iglesia y por la paz del mundo..."  (Benedicto XVI. Ángelus. Domingo 1 de octubre 2006)

En el punto 17 de la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", el Beato Papa Juan Pablo II, expresa que "La Virgen del Rosario continúa su obra de anunciar a Cristo".  El siguiente es el texto completo de dicho punto:
 
"...El Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador..."
 
 
 
 
 
EL SANTO ROSARIO,  UN TESORO PARA RECUPERAR
 
 
 

El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro» (duc in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar' a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn14, 6), el «fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización».

El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del Rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor. (...) ("Rosarium Virginis Mariae" 1)

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Queridos hermanos y hermanas: Una oración tan fácil, y al mismo tiempo tan rica, merece de veras ser recuperada por la comunidad cristiana. Hagámoslo sobre todo en este año, asumiendo esta propuesta como una consolidación de la línea trazada en la Carta apostólica Novo millennio ineunte, en la cual se han inspirado los planes pastorales de muchas Iglesias particulares al programar los objetivos para el próximo futuro.

Me dirijo en particular a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado, sacerdotes y diáconos, y a vosotros, agentes pastorales en los diversos ministerios, para que, teniendo la experiencia personal de la belleza del Rosario, os convirtáis en sus diligentes promotores.

Confío también en vosotros, teólogos, para que, realizando una reflexión a la vez rigurosa y sabia, basada en la Palabra de Dios y sensible a la vivencia del pueblo cristiano, ayudéis a descubrir los fundamentos bíblicos, las riquezas espirituales y la validez pastoral de esta oración tradicional.

Cuento con vosotros, consagrados y consagradas, llamados de manera particular a contemplar el rostro de Cristo siguiendo el ejemplo de María.

Pienso en todos vosotros, hermanos y hermanas de toda condición, en vosotras, familias cristianas, en vosotros, enfermos y ancianos, en vosotros, jóvenes: tomad con confianza entre las manos el Rosario, descubriéndolo de nuevo a la luz de la Escritura, en armonía con la Liturgia y en el contexto de la vida cotidiana.

¡Qué este llamamiento mío no sea en balde!  Al inicio del vigésimo quinto año de Pontificado, pongo esta Carta apostólica en las manos de la Virgen María, postrándome espiritualmente ante su imagen en su espléndido Santuario edificado por el Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario. Hago mías con gusto las palabras conmovedoras con las que él termina la célebre Súplica a la Reina del Santo Rosario:

«Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para Ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el Cielo». ("Rosarium Virginis Mariae", 43)


 

 

MEDITACIÓN DEL PAPA FRANCISCO

¡SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE!

Domingo 6 de octubre de 2013

 

Ante todo deseo dar gracias a Dios por la jornada que viví en Asís, anteayer. Piensen, piensen que era la primera vez que iba a Asís y fue un gran don hacer esta peregrinación, precisamente en la fiesta de San Francisco. Agradezco al pueblo de Asís por la cálida acogida. ¡Muchas gracias!

Hoy, hoy, el pasaje del Evangelio comienza así: “En aquel tiempo dijeron los Apóstoles al Señor: ‘¡Auméntanos la fe!’” (Lc 17, 5-6). Me parece que todos nosotros podemos hacer nuestra esta invocación. También nosotros, como los Apóstoles, decimos al Señor Jesús: “¡Auméntanos la fe!”. Sí, Señor, nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil, frágil, pero te la ofrecemos tal como es, para que Tú la hagas crecer. ¿Les parece que repitamos todos juntos esto: Señor, auméntanos la fe? ¿Lo hacemos? Todos: Señor auméntanos la fe. Señor, auméntanos la fe. Señor auméntanos la fe. Que nos la haga crecer, ¡eh!

Y el Señor, ¿qué cosa nos responde? Responde: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza, habrían dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y les habría obedecido” (v. 6). La semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. ¡Y es verdad!

Todos conocemos a personas sencillas, humildes, pero con una fe fortísima, ¡que verdaderamente mueven las montañas! Pensemos por ejemplo en tantas mamás y papás, que afrontan situaciones muy pesadas; o en ciertos enfermos, incluso gravísimos, que transmiten serenidad a quien los va a visitar. Estas personas, precisamente por su fe, no se vanaglorian de lo que hacen, es más, como pide Jesús en el Evangelio, dicen: “Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lc 17, 10).

¡Cuánta gente entre nosotros tiene esta fe fuerte, humilde, y que hace tanto bien!

En este mes de octubre, que está dedicado de modo particular a las misiones, pensemos en los tantos misioneros, hombres y mujeres, que para llevar el Evangelio han superado obstáculos de todo tipo, han dado verdaderamente la vida; como dice San Pablo a Timoteo: “No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios” (2 Tm 1, 8). Pero esto atañe a todos: cada uno de nosotros, en la propia vida de cada día, puede dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, con la fuerza de la fe. Con la fe pequeñísima que nosotros tenemos, pero que es fuerte, con esa fuerza dar testimonio de Jesucristo, ser cristianos con la vida. ¡Con nuestro testimonio!

¿Y cómo tomamos esta fuerza? La tomamos de Dios en la oración. La oración es la respiración de la fe: en una relación de confianza, de amor, no puede faltar el diálogo, y la oración es el diálogo del alma con Dios.

Octubre es también el mes del Santo Rosario, y en este primer domingo es tradición rezar la Súplica a la Virgen de Pompeya, la Bienaventurada Virgen María del Santo Rosario. Nos unimos espiritualmente a este acto de confianza en nuestra Madre, y recibimos de sus manos la corona del Rosario: ¡el Rosario es una escuela de oración! ¡El Rosario es una escuela de fe! .

Video: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=vrMVBJIJnrA


Te saludo, María, Hija predilecta del Padre eterno. Te saludo, María, Madre admirable del Hijo. Te saludo María, Esposa fidelísima del Espíritu Santo.
 
Te saludo, María, mi amada Madre, mi amable Señora, mi poderosa Soberana. Te saludo, mi gozo, mi gloria, mi corazón y mi alma. Vos sois toda mía por misericordia, y yo soy todo vuestro por justicia. Pero todavía no lo soy bastante. De nuevo me entrego a Vos todo entero en calidad de eterno esclavo, sin reservar nada ni para mí, ni para otros.

Si algo veis en mí que todavía no sea vuestro, tomadlo en seguida, os lo suplico, y haceos dueña absoluta de todos mis haberes para destruir y desarraigar y aniquilar en mí todo lo que desagrade a Dios y plantad, levantad y producid todo lo que os guste.

La luz de vuestra fe disipe las tinieblas de mi espíritu; vuestra humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo; vuestra contemplación sublime detenga las distracciones de mi fantasía vagabunda; vuestra continua vista de Dios llene de Su presencia mi memoria, la caridad de vuestro Corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan el sitio a vuestras virtudes mis pecados; vuestros méritos sean delante de Dios mi adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre, haced, si es posible, que no tenga yo más espíritu que el vuestro para conocer a Jesucristo y su divina voluntad; que no tenga más alma que la vuestra para alabar y glorificar al Señor; que no tenga más corazón que el vuestro para amar a Dios con amor puro y con amor ardiente como Vos.
 
Para Vos el ver claro, sin tinieblas; para Vos el gustar por entero sin amargura; para Vos el triunfar gloriosa a la diestra de vuestro Hijo, sin humillación; para Vos el mandar a los ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva alguna de todos los bienes de Dios. Esta es, Bienaventurada Virgen María, la mejor parte que se os ha concedido, y que jamás se os quitará, que es para mí grandísimo gozo.
 
Para mí y mientras viva no quiero otro, sino el experimentar el que Vos tuvisteis: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho hasta la muerte por Vos, sin interés, como el más vil de los esclavos. La sola gracia, que por pura misericordia os pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi vida diga tres amenes: amén a todo lo que hicisteis sobre la tierra cuando vivíais; amén a todo lo que hacéis al presente en el Cielo; amén a todo lo que hacéis en mi alma, para que en ella no haya nada más que Vos, para glorificar plenamente a Jesús en mí, en el tiempo y en la eternidad. Amén.
 

Invitamos a todos los suscriptores de El Camino de María, y a todos sus amigos y conocidos, a inscribirse gratuitamente en el e-Curso que remitiremos por correo electrónico y que lleva por título: CONTEMPLAR A CRISTO CON LOS OJOS DE MARÍA. Para inscribirse deben llenar un sencillo formulario con su nombre y su dirección de e-mail desde:

http://www.BeatoJuanPabloII.org/formulario2.htm

Cada e-mail del e-Curso contiene la transcripción de un capítulo de la Carta Apostólica ROSARIUM VIRGINIS MARIAE, y textos sobre el SANTO ROSARIO extractados de la extensa catequesis del Beato Juan Pablo II, como así también puntos de meditación de San Luis María Grignion de Montfort, seleccionados de su libro EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTO ROSARIO.

 
Este es el aporte que hace El Camino de María para que durante el mes de octubre todos podamos vivir muy unidos a María, Reina del Santo Rosario. Recordemos, con palabras del Beato Juan Pablo II, que "...El Rosario ofrece el 'secreto' para abrirse más fácilmente a un conocimiento profundo y comprometido de Cristo. Podríamos llamarlo  El Camino de María. ..." .
 
1.INTRODUCCIÓN
2.CONTEMPLAR A CRISTO CON MARÍA.
3.MISTERIOS DE CRISTO, MISTERIOS DE LA MADRE.
4.«PARA MÍ LA VIDA ES CRISTO»
5.UN TESORO PARA RECUPERAR
6.EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO POR LAS ORACIONES DE QUE ESTÁ COMPUESTO: EL CREDO . EL PADRENUESTRO.
7.EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO POR LAS ORACIONES DE QUE ESTÁ COMPUESTO: EL AVEMARÍA. EL GLORIA.

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