Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
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Mediadora de la
eternidad
La Virgen es la única que se
encuentra entre la naturaleza creada y la no creada. Todos los que
conocen a Dios sabrán que Ella sirvió de lugar a Quien lugar alguno
podía albergar, y todos los que alaben a Dios la alabarán después de
Dios. Ella es la razón de todo lo que la ha precedido. Ella preside a
todo cuanto le sigue. Ella es la Mediadora de la eternidad.
San Gregorio Palamas
monje ortodoxo 1296-1359
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El imperio de
Cristo
...El imperio de
Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos
que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia,
aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la
caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe
cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el
género humano..."
(León XIII.Annum sacrum
25 de mayo de 1899)
"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente
de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen
con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)
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Edición 708
CRISTO REY DEL UNIVERSO
Solemnidad
Domingo 25 noviembre de
2012
¡Alabanza y
Honor
a Ti,
oh Cristo!.
Con tu
Cruz
has redimido el mundo. Te encomendamos, al comienzo del nuevo milenio,
nuestro compromiso de servir a este mundo que Tú amas y que también
nosotros amamos. Sostennos con la fuerza de tu gracia.
María, Madre del Redentor, su primera y perfecta discípula,
ayúdanos a ser sus testigos en el nuevo milenio. Haz que tu Hijo, Rey
del universo y de la historia, reine en nuestra vida, en nuestras
comunidades y en el mundo entero.
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Salmo 109, 1-5. 7
EL MESIAS, REY Y SACERDOTE
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.»
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores
sagrados;
Yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres Sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Soy todo tuyo y todas mis cosas Te
pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro
Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la
acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la
gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia
peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también
responder con fidelidad a las exigencias de la vocación
cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de
mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo.
Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que
me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).
A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por
Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el
Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y
gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
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"Yo soy Rey. Para esto
nací, para esto vine al mundo, para ser testigo de la Verdad". (Jn 18, 36-37)
" Por eso Dios lo engrandeció y le concedió el Nombre que está
sobre todo nombre, para que, ante el Nombre de Jesús, todos se
arrodillen, en el Cielo, en la tierra y entre los muertos. Y
toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para Gloria de
Dios Padre." (Fil. 2, 9 -11)
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Queridos Suscriptores de "El Camino de María"
El
Domingo 25 de noviembre, último del año litúrgico, celebraremos la Solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo. Esta fiesta fue instaurada por
el Papa Pío XI
en la
Carta Encíclica
Quas Primas.
Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la
importancia de Cristo como centro de toda la historia universal.
Es el Alfa y el Omega, el principio y el fin. Cristo reina en
las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El
Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y
para todos los hombres.
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El Papa Pio XI escribió la Carta Encíclica
Quas Primas,
sobre la Fiesta de Cristo Rey.
LA REALEZA DE CRISTO
"Ha sido
costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en
sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia
que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas.
Así, se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no
tanto por el sublime y altísimo grado de su ciencia cuanto
porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de
El y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que
reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en Él
la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la
santa Voluntad Divina, sino también porque con sus mociones e
inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende
en nobilísimos propósitos. Finalmente, se dice con verdad que
Cristo reina en los corazones de los hombres porque, con su
supereminente caridad (Ef 3, 19) y con su mansedumbre y
benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás
nadie —entre
todos los nacidos—
ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús. Mas,
entrando ahora de lleno en el asunto, es evidente que también
en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como
hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto
hombre se dice de El que recibió del Padre la potestad, el
honor y el reino (Dan 7, 13-14); porque como Verbo de Dios,
cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de
tener común con Él lo que es propio de la divinidad y, por
tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y
absolutísimo sobre todas las criaturas." (Quas
Primas, n. 6.
11 de diciembre de 1925.)
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El Papa Benedicto
XVI pronunció la siguiente meditación antes del rezo del Ángelus del
Domingo 22 de noviembre de 2009.
En este último Domingo del año
litúrgico celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del
universo, una fiesta de institución relativamente reciente, pero
que tiene profundas raíces bíblicas y teológicas. El título de
"Rey", referido a Jesús, es muy importante en los Evangelios y
permite dar una lectura completa de su figura y de su misión de
salvación. Se puede observar una progresión al respecto: se
parte de la expresión "Rey de Israel" y se llega a la de Rey
Universal, Señor del cosmos y de la historia; por lo tanto,
mucho más allá de las expectativas del pueblo judío. En el
centro de este itinerario de revelación de la realeza de
Jesucristo está, una vez más, el misterio de su muerte y
resurrección. Cuando crucificaron a Jesús, los sacerdotes, los
escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: "Es el
rey de Israel: que baje ahora de la Cruz y creeremos en Él"
(Mt 27, 42).
En realidad, precisamente porque era el Hijo de Dios, Jesús se
entregó libremente a su Pasión, y la Cruz es el signo paradójico
de su Realeza, que consiste en la Voluntad de Amor de Dios Padre
por encima de la desobediencia del pecado. Precisamente
ofreciéndose a Sí mismo en el sacrificio de expiación Jesús se
convierte en el Rey del Universo, como declarará Él mismo al
aparecerse a los Apóstoles después de la Resurrección: "Me
ha sido dado todo poder en el Cielo y en la tierra." (Mt
28, 18).
Pero, ¿en qué consiste el "poder" de
Jesucristo Rey? No es el poder de los reyes y de los grandes
de este mundo:
Es el poder divino de dar la vida eterna, de
librar del mal, de vencer el dominio de la muerte.
Es el poder del Amor, que sabe sacar el Bien del
mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto
más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa.
Este Reino de la gracia nunca se impone y siempre
respeta nuestra libertad. Cristo vino "para dar testimonio de
la verdad" (Jn 18,
37) —como declaró ante Pilato—: quien acoge su Testimonio se
pone bajo su "bandera", según la imagen que gustaba a San
Ignacio de Loyola.
Por lo tanto, es necesario —esto sí— que cada
conciencia elija: ¿a quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno?
¿La verdad o la mentira? Elegir a Cristo no garantiza el éxito
según los criterios del mundo, pero asegura la paz y la alegría
que sólo Él puede dar. Lo demuestra, en todas las épocas, la
experiencia de muchos hombres y mujeres que, en nombre de
Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido
oponerse a los halagos de los poderes terrenos con sus diversas
máscaras, hasta sellar su fidelidad con el martirio.
Queridos hermanos y hermanas,
cuando el ángel Gabriel llevó el anuncio a María, le predijo que
su Hijo heredaría el trono de David y reinaría para siempre (cf. Lc 1,
32-33). Y la Virgen Santísima creyó antes de darlo al mundo. Sin
duda se preguntó qué nuevo tipo de realeza sería la de Jesús, y
lo comprendió escuchando sus palabras y sobre todo participando
íntimamente en el misterio de su muerte en la Cruz y de su
Resurrección. Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a
seguir a Jesús, nuestro Rey, como hizo Ella, y a dar testimonio
de Él con toda nuestra existencia.
Consagración de la humanidad para
el día de Cristo Rey
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y vuestros queremos ser, y a fin de vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.
¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la Casa Paterna, que no perezcan de hambre y miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro Reino.
Conceded, ¡oh Señor!, libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén .
(Esta oración fue prescrita por el Papa Pío IX para la fiesta de Cristo Rey, en la Carta Encíclica Quas Primas)
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