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EL CAMINO DE MARIA. Edicion 683. SANTA MARIA REINA DEL UNIVERSO. Editada por SantoRosario.info, MariaMediadora.com, Virgo.Fidelis.com.ar

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter683.htm

El detalle de todas las ediciones de "El Camino de María" del año 2010, 2011 y 2012 lo puede obtener en:

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EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

Salve, Reina del Cielo
y Señora de los Ángeles;
Salve raíz, salve puerta,
que dió paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
Salve, agraciada doncella,
Ruega a Cristo por nosotros.

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Oh Virgen Inmaculada!
Dulce Madre Inmaculada en Ti se refleja para mí el Reino de Dios.

Tú eres quien, en medio de mis dificultades, me enseña a amar al Señor. Frente al enemigo, Tú eres mi escudo y protección.

Te suplico, oh Madre, la Madre de los cielos, de encender en mí el fuego del amor divino, así como arde en tu Inmaculado Corazón desde que el Verbo se hizo carne.

Oh Virgen, toda pureza y toda humildad, ayúdame a obtener una profunda humildad. Amén.

Santa Faustina, Diario

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327

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SANTA MARÍA REINA

Newsletter 683

22 de agosto de 2012

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). 

A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

25 de marzo al 25 de diciembre

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Sabemos que la Santa Virgen es la Reina del Cielo y de la tierra. Pero Ella es más Madre que Reina y no se diga que, debido a esas prerrogativas, eclipsa la gloria de todos los santos, así como el sol al salir hace desaparecer a las estrellas. Que una madre disminuya la gloria de sus hijos. ¡Qué cosa más extraña! Yo pienso todo lo contrario: creo que Ella aumentará el esplendor de los hijos.

Santa Teresa del Niño Jesús. Últimas entrevistas: 21.8.1897

María, Reina del Universo

La Virgen inmaculada, preservada por Dios de toda huella del pecado original, habiendo concluido el transcurso de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del Cielo, y exaltada por el Señor como la Reina del universo, para que fuera así enteramente conforme a su Hijo, Señor de Señores (cf. Ap 19,16), victorioso del pecado y de la muerte. (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 59)

CRISTO CORONA A SU MADRE  

Señor, en tu fuerza Ella se regocija y tu socorro le produce una gran alegría. Tú le acordaste el deseo de su Corazón y no defraudaste sus ruegos porque la colmaste de muchas bendiciones. Sobre su cabeza colocaste una corona de piedras preciosas.

Su corona es Cristo, según la palabra del sabio: «Un hijo dotado de sabiduría es la corona de su madre»

Y es una corona de piedra porque en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, Cristo figura bajo el nombre de piedra: piedra por su poder, y piedra preciosa por su gloria. El salmista reúne esos dos aspectos cuando dice: «El Señor de los ejércitos, es piedra preciosa, porque es Rey de gloria.» No hay nada más fuerte que esta piedra, ni nada más precioso que esta gloria.

San Bernardo de Claraval - Ocho Homilías Marianas

Estimado/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

Celebramos el 22 de agosto la fiesta litúrgica de SANTA MARÍA REINA. Este título de la Virgen manifiesta la conexión que existe entre la realeza de María y su Asunción al Cielo. La doctrina de la Iglesia dice que si María subió en Cuerpo y Alma al Cielo fue para ser allí coronada por Su Hijo, Jesús, como Reina y Señora de Cielo y de la tierra. La realeza de María es un tema tradicional en la Iglesia, proclamada por toda la tradición oriental y occidental.

El 1º de noviembre, de 1954, al final del Año Mariano, el Papa Pío XII colocó una corona enjoyada sobre la pintura de Nuestra Señora, Protectora de Roma. En ese momento, se levantó un fuerte clamor de entre la gran multitud congregada en Santa. María la Mayor: "¡Viva la Reina!". El Papa nombró a la Virgen Reina del Cielo y de la  tierra y decretó que se celebrara una fiesta especial para honrarla bajo ese título.

`La Beatísima María debe ser llamada Reina, no sólo por razón de su Maternidad divina, sino también porque cooperó íntimamente a nuestra salvación. Así como Cristo, nuevo Adán, es Rey nuestro no sólo por ser Hijo de Dios sino tam­bién nuestro Redentor, con cierta analogía, se puede afirmar que María es Reina, no sólo por ser Madre de Dios sino tam­bién, como nueva Eva, porque fue asociada al nuevo Adán" (Ad coeli Reginam, Pio XII).

En la Constitución Lumen Gentium leemos: "Como quiera que plugo a Dios no manifestar solemnemente el sacramento de la salvación humana antes de derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos a los Apóstoles antes del día de Pentecostés "perseverar unánimemente en la oración con las mujeres, y María la Madre de Jesús y los hermanos de éste" (Act 1,14); y a María implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo, quien ya la había cubierto con su sombra en la Anunciación. Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejara más plenamente a Su Hijo, Señor de los que dominan (Ap 19, 16) y vencedor del pecado  y de la muerte." (Lumen Gentium, 59).

Por su parte, en el Tratado de la Verdadera Devoción a María (n.38), San Luis María Grignion de Monfort escribe:
 
"...María es la Reina del Cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el Reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior del hombre, según estas palabras: "El Reino de Dios está en medio de ustedes", del mismo modo, el Reino de la Virgen María está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma. Ella es glorificada sobre todo en las almas juntamente con su Hijo más que en todas las creaturas visibles, de modo que podemos llamarla con los Santos: Reina de los corazones...."

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En el discurso de la Audiencia General del miércoles 22 de agosto de 2012 el Santo Padre Benedicto XVI expresó:

Hoy es la fiesta de la Santísima Virgen invocada con el título de "Reina". Es una celebración de reciente creación, aunque sea antiguo el origen y la devoción: fue establecida por el Venerable Pío XII, en 1954, al final del Año Mariano, fijando la fecha en el 31 de mayo (cf. Carta Encíclica Ad caeli Reginam, 11 octubre 1954: AAS 46 [1954], 625-640). En esta ocasión, el Papa dijo que María es Reina más que cualquier otra criatura por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella nunca deja de otorgar todos los tesoros de su amor y su preocupación por la humanidad (cf. Discurso en honor a María Reina, 1 de noviembre 1954).

Ahora, después de la reforma postconciliar del calendario litúrgico, se colocó a ocho días de la Solemnidad de la Asunción para hacer hincapié en la estrecha relación entre la realeza de María y su glorificación en cuerpo y alma junto a su Hijo. En la Constitución sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, leemos lo siguiente : "María fue asunta a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo" (Lumen Gentium, 59).

Es esta es la raíz de la fiesta de hoy: María es Reina porque está asociada de modo único a su Hijo, tanto en el camino terreno, como en la gloria del Cielo. El gran santo de Siria, Efrén el Sirio, dice, acerca de la realeza de María, que viene de su maternidad: Ella es la Madre del Señor, el Rey de reyes (cf. Is. 9,1-6) y nos muestra a Jesús como vida, salvación y esperanza nuestra. El Siervo de Dios Pablo VI recordaba en la Exhortación apostólica Marialis Cultus: "En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de El: en vistas a El, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro." (n. 25).

Pero ahora nos preguntamos: ¿qué significa María Reina? ¿Es solo un título junto a los otros?, la corona, ¿un ornamento como los demás? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es esa realeza? Como ya se ha indicado, es una consecuencia de su Ser unida al Hijo, de su estar en el Cielo, es decir, en comunión con Dios; Ella participa en la responsabilidad de Dios por el mundo y del Amor de Dios por el mundo.

Hay una idea corriente, común, sobre el rey o la reina: que sería una persona con poder y riqueza. Pero este no es el tipo de la realeza de Jesús y de María. Pensemos en el Señor: la realeza y el ser rey en Cristo, está tejido de humildad, de servicio, de amor: es sobre todo servir, ayudar, amar. Recordemos que Jesús fue proclamado rey en la Cruz con la siguiente inscripción escrita por Pilato: "rey de los Judíos" (cf. Mc. 15,26). En ese momento sobre la Cruz se demuestra que Él es rey; ¿y cómo es rey?, sufriendo con nosotros, por nosotros, amando hasta el final, y así gobierna y genera verdad, amor, justicia. O pensemos también en otro momento: en la Última Cena se inclina para lavar los pies de los suyos.

Por lo tanto, el Reino de Jesús no tiene nada que ver con el de los poderosos de la tierra. Es un rey que sirve a sus siervos; así lo ha demostrado en toda su vida. Y lo mismo vale para María: es reina en el servicio a Dios, a la humanidad, es la reina del amor que vive el don de Sí misma a Dios para entrar en el plan de salvación del hombre. Al Ángel le dice: He aquí la esclava del Señor (cf. Lc. 1,38), y canta en el Magnificat: Dios ha puesto los ojos en la humildad de su sierva (cf. Lc. 1,48). Nos ayuda. Es reina justamente amándonos, ayudándonos en nuestras necesidades; es nuestra hermana, sierva humilde.

Y así hemos llegado al punto: ¿cómo ejercita María esta realeza de servicio y de amor? Velando por nosotros, sus hijos: los hijos que se dirigen a Ella en la oración, para agradecerle o para pedirle su maternal protección y su ayuda celestial, tal vez después de haber perdido el camino, oprimidos por el dolor o la angustia por las tristes y agitadas vicisitudes de la vida. En la serenidad o en la oscuridad de la existencia, nos dirigimos a María, encomendándonos a su continua intercesión, para que podamos obtener toda la gracia y misericordia necesarias para realizar nuestra peregrinación por los caminos del mundo.

A Aquel que gobierna el mundo y que tiene el destino del universo en sus manos, nos dirigimos con confianza, por medio de la Virgen María. A Ella, desde siglos, se le invoca como celestial Reina de los cielos; ocho veces, después de la oración del Santo Rosario, es implorada en las Letanías lauretanas como Reina de los Ángeles, de los Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes, de todos los Santos y de las Familias. El ritmo de estas antiguas invocaciones y oraciones diarias como la Salve Regina, nos ayudan a comprender que la Virgen Santísima, cual Madre nuestra al lado de su Hijo Jesús en la gloria del Cielo, está siempre con nosotros, en el devenir diario de nuestra vida.

El título de reina entonces, es título de confianza, de alegría, de amor. Y sabemos que Aquella que tiene en sus manos en parte, el destino del mundo, es buena, nos ama y nos ayuda en nuestras dificultades.

Queridos amigos, la devoción a la Virgen es un elemento importante de la vida espiritual. En nuestra oración no dejemos de acudir confiados a Ella. María no dejará de interceder por nosotros ante su Hijo. Contemplándola a Ella, imitemos la fe, la plena disponibilidad al amoroso plan de Dios, la generosa acogida a Jesús. Aprendemos a vivir de María. María es la Reina del Cielo cerca de Dios, pero es también la madre cercana a cada uno de nosotros, que nos ama y escucha nuestra voz.

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Gloriosa y excelsa Señora, postrados ante tu trono te veneramos desde este valle de lágrimas. Vemos complacidos la inmensa gloria con que te ha enriquecido el Señor. Ya que eres Reina del Cielo y de la tierra, no te olvides de tus hijos. Cuanto más cerca estás del Manantial de Gracia, más fácilmente nos la puedes otorgar. Desde el Cielo conoces mejor nuestras miserias, por eso es preciso que te apiades más y que nos socorras mejor. Haz, te suplicamos, que seamos tus hijos fieles para llegar a bendecirte en el Cielo. En este día en que has sido hecha la Reina del universo, nosotros nos consagramos a tu servicio. En medio de tanto júbilo consuélanos al tomarnos por hijos. Tú eres de veras nuestra Madre, la mas piadosa y la más amable, vemos tus altares cercados de gente: unos te piden la curación de sus males y otros remedios a sus necesidades; éstos piden buenas cosechas, aquellos ganar algún pleito. Nosotros, te pedimos gracias más agradables a tu Corazón: obtennos la gracia de ser humildes, desprendidos de los bienes terrenos y conformes con el divino querer. Consíguenos, te suplicamos, el santo amor de Dios, una buena muerte y la vida eterna. Señora, cámbianos de pecadores en santos, haz este milagro que te dará más gloria que dar vista a mil ciegos y resucitar a miles de muertos. Reina nuestra amorosa, no pretendemos verte en la tierra, pero sí queremos verte en el Cielo; y Tú nos lo puedes obtener. Así lo esperamos con toda certeza. Amén.

San Alfonso María de Ligorio. "Las Glorias de Maria". Discurso VIII . 2do de la Asunción de María.

MEDITACIONES DEL BEATO JUAN PABLO II

 

INVOCACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA POR LAS PERSONAS CONSAGRADAS

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL VITA CONSECRATA, 112

MARÍA REINA DEL UNIVERSO 

 Audiencia General del miércoles 23 de julio de 1997

INVOCACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

 
 
María, figura de la Iglesia, Esposa sin arruga y sin mancha, que imitándote «conserva virginalmente la fe íntegra, la esperanza firme y el amor sincero»  sostiene a las personas consagradas en el deseo de llegar a la eterna y única Bienaventuranza.

Las encomendamos a Ti, Virgen de la Visitación, para que sepan acudir a las necesidades humanas con el fin de socorrerlas, pero sobre todo para que lleven a Jesús. Enséñales a proclamar las maravillas que el Señor hace en el mundo, para que todos los pueblos ensalcen su nombre. Sostenlas en sus obras en favor de los pobres, de los hambrientos, de los que no tienen esperanza, de los últimos y de todos aquellos que buscan a Tu Hijo con sincero corazón.

A Ti, Madre, que deseas la renovación espiritual y apostólica de tus hijos e hijas en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo, elevamos confiados nuestra súplica. Tú que has hecho la Voluntad del Padre, disponible en la obediencia, intrépida en la pobreza y acogedora en la virginidad fecunda, alcanza de Tu Divino Hijo, que cuantos han recibido el don de seguirlo en la vida consagrada, sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada, caminando gozosamente, junto con todos los otros hermanos y hermanas, hacia la Patria Celestial y la Luz que no tiene ocaso.

MARÍA, REINA DEL UNIVERSO

Queridos hermanos y hermanas:

1.La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la Asunción de la Virgen «en Cuerpo y Alma a la gloria del Cielo», explica que fue «elevada (...) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (ver Ap 19,16) y vencedor del pecado y de la muerte».
 
En efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María Santísima el título de Reina. El pueblo cristiano, con este reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo.
 
2.Mi venerado predecesor Pío XII, en la Encíclica Ad coeli Reginam, a la que se refiere el texto de la Constitución Lumen gentium, indica como fundamento de la realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la obra de la Redención. La Encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del Cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la Cruz de nuestro Señor Jesucristo». Establece, además, una analogía entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de la realeza de la Virgen. Cristo es Rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor. María es Reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género humano.

En el Evangelio según San Marcos leemos que el día de la Ascensión el Señor Jesús «fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16,19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la diestra de Dios» significa compartir su poder soberano. Sentándose «a la diestra del Padre», Él instaura su Reino, el Reino de Dios. Elevada al Cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo.

Observando la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María, podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la Reina que posee y ejerce sobre el universo una soberanía que le fue otorgada por su Hijo mismo.
 
3.El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.

Citando la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, el Sumo Pontífice Pío XII pone de relieve esta dimensión materna de la realeza de la Virgen: «Teniendo hacia nosotros un afecto materno e interesándose por nuestra salvación, Ella extiende a todo el género humano su solicitud. Establecida por el Señor como Reina del Cielo y de la tierra, elevada por encima de todos los coros de los ángeles y de toda la jerarquía celestial de los santos, sentada a la diestra de su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, obtiene con gran certeza lo que pide con sus súplicas maternas; lo que busca, lo encuentra, y no le puede faltar».
 
4.Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su abandono filial en aquella que es Madre en el orden de la gracia. Más aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser plenamente eficaz precisamente en virtud del estado glorioso posterior a la Asunción.
 
5.Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario.

Por tanto, en vez de crear distancia entre Ella y nosotros, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.

Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación, para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee, compartiendo, sobre todo, la vida y el Amor de Cristo.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 683 para %EmailAddress%

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