Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
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Dulzura de los ángeles, Alegría de los afligidos, Abogada de los cristianos, Virgen Madre del Señor, protégenos y sálvanos de los sufrimientos eternos.
María,
purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa: en Ti se
ha complacido el Padre,
ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, cubriéndote con su sombra, Virgen,
te ha hecho Madre de Dios.
Tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y aplasta a
nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del Cielo. Amen.
(Oración de
la Liturgia Bizantina)
"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente
de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen
con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)
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Edición 629
ADVIENTO
Domingo de la 4ta semana
18 de diciembre de 2011
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TOTUS TUUS
Soy todo tuyo y todas mis cosas Te
pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Oh Dios Padre
Misericordioso, que
por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser Pastor
ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e
hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena
voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las
exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de
servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar
al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el
favor que te pido... (pídase).
A Tí, Padre
Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo
que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por
los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
25
de
marzo
al
25
de
diciembre
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Queridos Suscriptores de "El Camino de
María"
El
Beato
Juan Pablo II, pronunció la siguiente meditación antes del rezo del
Ángelus del 23 de diciembre de 2001:
1.Celebramos hoy el cuarto Domingo de Adviento,
mientras se intensifican los preparativos para
la fiesta de Navidad. La Palabra de Dios, en la
liturgia, nos ayuda a centrar nuestra atención
en el significado de este acontecimiento
salvífico fundamental que es, al mismo tiempo,
histórico y sobrenatural. "Mirad: la virgen
está encinta y da a luz un hijo, y le pone por
nombre Emmanuel, que significa: Dios con
nosotros" (Is 7, 14). Esta profecía de
Isaías reviste una importancia capital en la
economía de la salvación. Asegura que "Dios
mismo" dará un descendiente al rey David como
"signo" de su fidelidad. Esta promesa se cumplió
con el nacimiento de Jesús de la Virgen María.
2.Por tanto, para captar el significado y el don
de gracia de la Navidad, ya inminente, debemos
aprender en la Escuela de la Virgen y de su
esposo San José, a quienes en el belén
contemplaremos en adoración extasiada del Mesías
recién nacido. En la página evangélica de hoy
San Mateo pone de relieve el papel de San José,
al que califica como hombre "justo" (Mt 1, 19),
subrayando así que estaba totalmente dispuesto a
cumplir la Voluntad de Dios. Precisamente por
esta justicia interior, que en definitiva
coincide con el amor, José no quiere denunciar a
María, porque se ha dado cuenta de su embarazo
incipiente. Piensa "repudiarla en secreto" (Mt
1, 19), pero el ángel del Señor lo invita a no
tener reparo y a llevarla consigo. Resalta aquí
otro aspecto esencial de la personalidad de San
José: es hombre abierto a la escucha de Dios
en la oración. Por el ángel sabe que "la
criatura que hay en Ella viene del Espíritu
Santo" (Mt 1, 20), según la antigua
profecía: "Mirad: la virgen concebirá...", y
está dispuesto a aceptar los designios de Dios,
que superan los límites humanos.
3.En
síntesis, se puede definir a José un auténtico
hombre de fe, como su esposa María. La fe
conjuga justicia y oración, y esta es la actitud
más adecuada para encontrar al Emmanuel, al
"Dios con nosotros". En efecto, creer
significa vivir en la historia abiertos a la
iniciativa de Dios, a la fuerza creadora de
su Palabra, que en Cristo se hizo carne,
uniéndose para siempre a nuestra humanidad. Que
la Virgen María y San José nos ayuden a celebrar
así, de modo fructuoso, el nacimiento del
Redentor.
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El Santo Padre
Benedicto XVI dedicó la catequesis del miércoles 17 de
diciembre de 2008, celebrada en el Aula Pablo VI, a la Navidad,
“una fiesta universal”.
“También los no creyentes -dijo- perciben en
esta festividad cristiana algo extraordinario y
trascendental, algo íntimo que toca el corazón. Es la
fiesta que canta el don de la vida. El nacimiento de un niño
tendría que ser siempre un acontecimiento alegre”.
“La Navidad es el encuentro con un recién nacido que
llora en una mísera gruta -agregó el Santo Padre-.
Contemplándolo en el Nacimiento, ¿cómo no pensar en
tantos niños que todavía hoy, en muchas regiones del mundo
nacen en medio de la pobreza? ¿Cómo no pensar en los recién
nacidos rechazados, los que no consiguen sobrevivir por
falta de cuidados? ¿Cómo no pensar también en las
familias que querrían la alegría de un hijo y no ven
colmada esta esperanza?”.
“Desgraciadamente, bajo el empuje de un consumismo
hedonista, la Navidad corre el peligro de perder su
significado espiritual para convertirse en una mera ocasión
comercial de compras e intercambio de regalos. En verdad,
sin embargo, las dificultades, la incertidumbre y la crisis
económica que en estos meses viven tantas familias y que
toca a la entera humanidad, pueden servir de estímulo para
redescubrir el calor de la sencillez, de la amistad y de la
solidaridad, valores típicos de la Navidad. Despojado de la
costra materialista y consumista, la Navidad puede
convertirse en una ocasión para acoger, como regalo
personal, el mensaje de esperanza que emana del misterio del
Nacimiento de Cristo”.
“Sin embargo, no basta todo esto para captar en su
plenitud el valor de la fiesta para la que nos preparamos.
Sabemos que celebra el acontecimiento central de la historia:
la Encarnación del Verbo divino para la redención de la
humanidad. (...) Se renueva así para nosotros en el
recurrente ciclo anual el misterio de nuestra salvación,
que, prometido al inicio y concedido al final de los tiempos,
está destinado a durar sin fin”.
“En Navidad, por lo tanto, no nos limitamos a
conmemorar el nacimiento de un gran personaje, no celebramos
en abstracto el misterio del nacimiento del ser humano o en
general el misterio de la vida. (...) En Navidad recordamos
algo muy importante y concreto para los seres humanos y
esencial para la fe cristiana, una verdad que San Juan
resume en estas palabras: “El Verbo se hizo carne”. Se
trata de un hecho histórico que el evangelista Lucas se
preocupa por situar en un contexto histórico determinado:
en los días en que se emanó el decreto para el primer
censo de Cesar Augusto”.
“En la oscuridad de la noche de Belén se encendió una
luz: el Creador del universo se encarnó uniéndose
indisolublemente y para siempre a la naturaleza humana,
hasta el punto de ser “Dios de Dios, luz de luz” y al
mismo tiempo, verdadero hombre. Lo que Juan llama “el
Verbo” (...) significa también el Sentido” y “el
Sentido que se hizo carne no es solo una idea general
grabada en el mundo; es una Palabra que se dirige a nosotros”.
“El Sentido tiene poder: es Dios. Un Dios bueno que no
hay que confundir con un ser excelso y lejano al que no
podemos llegar, sino un Dios que se hizo prójimo nuestro y
está cerca de nosotros” y “Dios se nos muestra como un
niño pequeño para vencer nuestra soberbia. (...) Se hizo
pequeño para librarnos de la pretensión humana de grandeza
que brota de la soberbia; se encarnó libremente para
hacernos libres de amarlo”.
“La Navidad -concluyó el Papa- es una
oportunidad privilegiada para meditar sobre el sentido y el
valor de nuestra existencia. La proximidad de esta Solemnidad
nos ayuda a reflexionar, por una parte, sobre el dramatismo
de la historia en la que los seres humanos, heridos por el
pecado, están perennemente en búsqueda de la felicidad y
de un sentido del vivir y el morir; por otra, nos exhorta a
meditar sobre la bondad misericordiosa de Dios, que salió
al encuentro del ser humano para comunicarle directamente la
Verdad que salva y para hacerlo partícipe de su amistad y
de su vida”.
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“Queridos Hijos: En este tiempo de gracia, os invito a todos a renovar la oración en vuestras familias. Preparaos con alegría para la venida de Jesús. Hijitos, que vuestros corazones sean puros y acogedores, para que el amor y el calor comiencen a fluir a través de vosotros, en cada corazón que está lejos de Su Amor. Hijitos, sed mis manos extendidas, manos de amor para todos aquellos que se han perdido, que ya no tienen fe ni esperanza. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/11/2009
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