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EL CAMINO DE MARIA. Edicion 628. LA NOVENA DE NAVIDAD. Editada por SantoRosario.info, MariaMediadora.com, Virgo.Fidelis.com.ar

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter628.htm

El detalle de todas las ediciones de "El Camino de María" del año en curso lo puede obtener en:

http://twitter.com/MariaMediadora

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia. Virgen del Adviento, Esperanza nuestra, de Jesús la aurora, del Cielo la puerta.

Madre de los hombres, de la mar Estrella, llévanos a Cristo, danos sus promesas.

Eres, Virgen Madre, la de gracia llena, del Señor la esclava, del mundo la Reina. Alza nuestros ojos, hacia tu belleza. ¡Amen!

Beato Juan Pablo II

 JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)

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Edición especial

LA NOVENA DE NAVIDAD

16 al 24 de diciembre de 2011

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TOTUS TUUS

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).

A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

EL MAGNIFICAT, CANTO DE LA VIRGEN Y CANTO DE LA IGLESIA  

1."...Ha hecho en mí maravillas el Poderoso cuyo Nombre es santo" (Lc 1, 49).
 
Las palabras pronunciadas en la visita a Isabel expresan plenamente lo que está viviendo el Corazón de la Virgen de Nazaret después de la Anunciación.
    
Adoración de Dios rebosante de gozo y alegría plena al adorar a Dios. Éste es el estado de su alma Bienaventurada, éstos los sentimientos más profundos que abriga su corazón. Y quedan manifiestos sobre todo en las palabras del "Magníficat".
    
Resplandece en el "Magníficat" una gratitud llena de humildad que es signo infalible del encuentro con Dios vivo. María responde al Don de lo alto no sólo con palabras sino también con todo el silencio del misterio del Adviento que se cumple en Ella.
    
En efecto, en Ella el Adviento de la humanidad entera asumió su forma más plena, en Ella alcanzó su "cenit".
 
Pero este "cenit" del Adviento sigue cumpliéndose y alcanza su plenitud en la Iglesia. Peregrina sobre la tierra y como "exiliada" a la búsqueda de las cosas de arriba, la Iglesia experimenta la venida del Señor "hasta que aparezca su Esposo en la gloria" (cf. Lumen gentium, 6); y el Adviento vivido por la Iglesia es sacramento o signo e instrumento de unión con Dios.
 
2.Cada día canta la Iglesia con la Virgen el "Magníficat" en su liturgia. De este modo el Adviento cumplido en la Madre de Dios se difunde a lo largo de todos los días de la vida de la Iglesia.
 
En el tiempo del Adviento litúrgico, la Iglesia vuelve a leer y vivir en las palabras del "Magnificat" la "espera" única e irrepetible de la Madre al Niño que ha de nacer de su seno, que va a venir al mundo.   
 
Al rezar el Ángelus este Domingo, veneramos de modo especial esta "espera" bendita. Sea ésta la luz de nuestro Adviento. ¡Renuévese en Ella nuestra esperanza!

Meditación antes del rezo del Ángelus . Domingo 16 de diciembre de 1984

Queridos Suscriptores de "El Camino de María"

El 16 de diciembre comienza la Novena de Navidad que  nos impulsa a vivir de modo intenso y profundo la preparación para la gran fiesta, ya cercana, del Nacimiento del Salvador. La liturgia traza un sabio itinerario para el encuentro con el Señor que viene, proponiendo cada día puntos para la reflexión y la oración.

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El Santo Padre Benedicto XVI, pronunció la siguiente meditación antes del rezo del Ángelus del Domingo 18 de diciembre de 2005:

¡Queridos hermanos y hermanas!

En estos días de Adviento, la liturgia nos invita a contemplar de manera especial a la Virgen María y a San José, que vivieron con una intensidad única el tiempo de espera y de preparación para el nacimiento de Jesús. Hoy quiero dirigir la mirada a la figura de San José. En el Evangelio, San Lucas presenta a la Virgen María como «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lucas 1, 27). Sin embargo, el que más importancia da al padre adoptivo de Jesús es el evangelista Mateo, subrayando que gracias a él, el Niño quedaba legalmente introducido en la descendencia de David, cumpliendo así las Escrituras, en las que el Mesías era profetizado como «hijo de David». Pero el papel de José no puede reducirse a este aspecto legal. Es modelo del hombre «justo» (Mateo 1, 19), que en perfecta sintonía con su Esposa acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano.
 
Por esto, en los días que preceden a la Navidad, es particularmente oportuno establecer una especie de diálogo espiritual con San José para que nos ayude a vivir en plenitud este gran misterio de la fe.

El querido Papa Juan Pablo II, que era muy devoto de San José, nos dejó una admirable meditación dedicada a él en la Exhortación Apostólica
«Redemptoris Custos», «Custodio del Redentor». Entre los muchos aspectos que subraya, dedica una importancia particular al silencio de San José. Su silencio está impregnado de la contemplación del misterio de Dios, en actitud de disponibilidad total a la voluntad divina. Es decir, el silencio de San José no manifiesta un vacío interior, sino más bien la plenitud de fe que lleva en el corazón, y que guía cada uno de sus pensamientos y acciones. Un silencio por el que José, junto con María, custodia la Palabra de Dios, conocida a través de las Sagradas Escrituras, cotejándola continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración de su santa voluntad y de confianza sin reservas en su providencia. No es exagerado pensar que Jesús aprendiera --a nivel humano-- precisamente del «padre» José esa intensa interioridad, que es la condición de la auténtica justicia, la «justicia interior», que un día enseñará a sus discípulos (Cf. Mateo 5, 20).

¡Dejémonos contagiar por el silencio de San José! Nos hace tanta falta en un mundo con frecuencia demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación de la Navidad, cultivemos el recogimiento interior para acoger y custodiar a Jesús en nuestra vida.
 

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Les recordamos que como un aporte para ayudar a nuestras meditaciones de los días de la Novena de Navidad  y del tiempo de Navidad  hemos preparado un libro digital titulado: EL ESPÍRITU SANTO Y LA NAVIDAD: . «En la Navidad del Señor el Espíritu Santo obra el inicio de una nueva creación que tendrá su cumplimiento en la Pascua, con la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. De esta forma, la Navidad marca el principio de la Iglesia, pueblo de la Nueva Alianza, que vemos representado en el pesebre por María, José y los pastores» (Beato Juan Pablo II. Ángelus, 21 de diciembre de 1997).

I - EL ESPÍRITU SANTO Y LA NAVIDAD

EL ESPÍRITU SANTO FUENTE DE LA SANTIDAD DE CRISTO

- EL ESPÍRITU SANTO EN EL ORIGEN DE CRISTO
- LA ENCARNACIÓN OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
- EL ESPÍRITU SANTO Y MARÍA
- EL ESPÍRITU SANTO FUENTE DE LA SANTIDAD DE JESÚS

 

II - NOVENA DE NAVIDAD

 "EL SEÑOR ESTÁ CERCA DE QUIEN LE BUSCA" (Salmo 34)

1- LA NOVENA DE NAVIDAD
2- EL SEÑOR ESTÁ CERCA DE QUIEN LE BUSCA
3-DIOS, EL SEÑOR, LLEGA CON PODER 
4-DIOS CAMINA CON NOSOTROS
5-SOLO DIOS ES LA RESPUESTA
6 -PREPAREMOS NUESTRO CORAZÓN PARA ACOGER A CRISTO
7 -PREPARÉMONOS CON ALEGRÍA AL MISTERIO DEL NACIMIENTO 
8 -NAVIDAD, FIESTA DEL AMOR DIVINO
9- CRISTO CON SU NACIMIENTO NOS INTRODUCE EN LA DIMENSIÓN DE SU PROPIA DIVINIDAD

III - NAVIDAD FIESTA DEL AMOR DIVINO

EL NACIMIENTO DE CRISTO ES EL ACONTECIMIENTO CENTRAL DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

- HUMILDAD, SILENCIO, ESTUPOR Y ALEGRÍA ANTE LA NAVIDAD
- HA NACIDO EL MESÍAS ANUNCIADO POR LOS PROFETAS
- MEDITAR LOS ACONTECIMIENTOS Y MISTERIOSOS DE LA ENCARNACIÓN 
- EL NACIMIENTO DE CRISTO ES EL ACONTECIMIENTO CENTRAL DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD 

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Durante esta Novena nos podemos dirigir al Señor que viene con las Antífonas de la "Oh"  (breves oraciones dirigidas al Señor Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad) . Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento, pero entendido con la plenitud del Nuevo Testamento.

Son aclamaciones al Señor Jesús  reconociendo todo lo que representa para nosotros, terminando siempre con una súplica:«Ven a ...» .

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Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ¡Ven a librarnos con el poder de tu brazo!

Oh Raíz del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ¡Ven a librarnos, no tardes más!
  
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ¡Ven a librar a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte!
 
Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la Luz Eterna, Sol de justicia, ¡Ven a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!
 
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ¡Ven a salvar al hombre que formaste del barro de la tierra!
 
Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, Esperanza de las naciones y Salvador de los pueblos, ¡Ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!

CATEQUESIS DEL BEATO JUAN PABLO II

   

 LA NOVENA DE NAVIDAD

Audiencia general del miércoles, 19 de diciembre de 2001 

LA NOVENA DE NAVIDAD 

 
 
Queridos hermanas y hermanos
 
1. La Novena de Navidad nos impulsa a vivir de modo intenso y profundo la preparación para la gran fiesta, ya cercana, del nacimiento del Salvador. La liturgia traza un sabio itinerario para el encuentro con el Señor que viene, proponiendo cada día puntos para la reflexión y la oración. Nos invita a la conversión y a la acogida dócil del misterio de la Navidad.
 
En el Antiguo Testamento los profetas habían anunciado la venida del Mesías y habían mantenido viva la espera vigilante del pueblo elegido. A nosotros también se nos invita a vivir este tiempo con esos mismos sentimientos, para poder saborear así la alegría de las fiestas navideñas, ya inminentes.
 
Nuestra espera refleja las esperanzas de la humanidad entera y se expresa en una serie de sugestivas invocaciones, que encontramos en la celebración eucarística antes del evangelio y en el rezo de las Vísperas antes del cántico del Magníficat. Son las antífonas llamadas de la "Oh", en las que la Iglesia se dirige a Aquel que está a punto de venir con títulos muy poéticos, que manifiestan claramente la necesidad de paz y de salvación de los pueblos, necesidad que sólo en Dios hecho hombre queda satisfecha de modo pleno y definitivo.
 
2. Como el antiguo Israel, la comunidad eclesial se hace portavoz de los hombres y mujeres de todos los tiempos para cantar la venida del Señor. De vez en cuando ora así:  "Oh Sabiduría que sale de la boca del Altísimo", "Oh Guía de la casa de Israel", "Oh Raíz de Jesé", "Oh Llave de David", "Oh Sol naciente", "Oh Sol de justicia", "Oh Rey de las naciones, Emmanuel, Dios con nosotros".
 
En cada una de estas apasionadas invocaciones, de clara referencia bíblica, se percibe el deseo que los creyentes tienen de ver cumplidas sus expectativas de paz. Por esto imploran el don del nacimiento del Salvador prometido. Sin embargo, al mismo tiempo sienten con claridad que eso implica un esfuerzo concreto para prepararle una digna morada no sólo en su alma, sino también en su entorno. En una palabra, invocar la venida de Aquel que trae la paz al mundo conlleva abrirse dócilmente a la verdad liberadora y a la fuerza renovadora del Evangelio.
 
3. En este itinerario de preparación para el encuentro con Cristo, que en la Navidad viene al encuentro de la humanidad, se insertó la jornada especial de ayuno y oración que celebramos el viernes pasado, con el fin de pedir a Dios el don de la reconciliación y de la paz. Fue un momento fuerte del Adviento, una ocasión para profundizar en las causas de la guerra y en las razones de la paz. Frente a las tensiones y a las violencias que, por desgracia, afligen también en estos días a varias partes de la tierra, incluida la Tierra Santa, testigo particular del misterio del nacimiento de Jesús, es preciso que nosotros, los cristianos, hagamos resonar aún con mayor fuerza el mensaje de paz que proviene de la cueva de Belén.
 
Debemos convertirnos a la paz; debemos convertirnos a Cristo, nuestra paz, con la seguridad de que su amor desarmante en el pesebre vence a cualquier oscura amenaza y proyecto de violencia. Y es necesario seguir pidiendo con confianza al Niño Jesús, que nació para nosotros de la Virgen María, que la energía prodigiosa de su paz expulse el odio y la venganza que anidan en el corazón humano. Debemos orar a Dios para que el mal sea derrotado por el bien y el amor.
 
4. Como nos sugiere la liturgia de Adviento, imploremos del Señor el don de "prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento", para que el nacimiento de Jesús nos encuentre "velando en oración y cantando su alabanza" (Prefacio II de Adviento). Sólo así la Navidad será fiesta de alegría y encuentro con el Salvador que nos da la paz.
 
¿No es precisamente éste el deseo que quisiéramos intercambiarnos en la felicitación con motivo de las próximas fiestas navideñas? Por ello nuestra oración debe hacerse más intensa y fervorosa en esta semana. "Christus est pax nostra, Cristo es nuestra paz". Que su paz renueve todos los ámbitos de nuestra vida diaria; llene los corazones, para que se abran a la acción de su gracia transformadora; impregne a las familias, para que ante el belén o reunidas en torno al árbol de Navidad fortalezcan su comunión fiel; reine en las ciudades, en las naciones y en la comunidad internacional; y se difunda en todo el mundo.
 
Como los pastores en la noche de Belén, apresurémonos hacia Belén. Contemplaremos en el silencio de la Noche santa al "Niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre", juntamente con José y María (cf. Lc 2, 12. 16). Ella, que acogió al Verbo de Dios en su seno virginal y lo estrechó entre sus brazos maternales, nos ayude a vivir con un compromiso más intenso este último tramo del itinerario litúrgico de Adviento.

 

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 628 para %EmailAddress%

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