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EL CAMINO DE MARIA. Edicion 617. FIESTA LITURGICA DEL BEATO JUAN PABLO II. MARIA SANTISIMA, MUJER EUCARISTICA. Editada por SantoRosario.info, MariaMediadora.com, Virgo.Fidelis.com.ar

EL CAMINO DE MARÍA

TOTUS TUUS

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)

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Edición especial

22 de octubre de 2011

 BEATO JUAN PABLO II

MEMORIA

ORACIÓN COLECTA DE LA SANTA MISA

Oh Dios, rico en Misericordia, que has querido que el Beato Juan Pablo II, Papa, guiara toda tu Iglesia, te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas, nos concedas abrir confiadamente nuestros corazones a la gracia salvadora de Cristo, único Redentor del hombre. Él, que vive y reina Contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

25 de marzo al 25 de diciembre

¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! ... ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce! (22-10-1978)
 

  ORACION PARA IMPLORAR FAVORES

 POR INTERCESIÓN DEL BEATO JUAN PABLO II

 

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). 

A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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Dedicamos esta edición especial a a la memoria litúrgica del Beato Juan Pablo II. Como sabemos, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos dio a conocer 12 de abril del 2011 el decreto en el que establece que en el calendario de la diócesis de Roma y de las diócesis de Polonia, la celebración del Beato Juan Pablo II, Papa, se inscriba el 22 de octubre, y se celebre cada año como memoria. En este día se conmemora el aniversario del comienzo de su Pontificado en el año 1978.
 
Juan Pablo II besa el crucifijo: foto realizada el 25 de marzo de 2005, una semana antes de su fallecimiento.
 
 
Los textos de la Santa Misa de la Fiesta del Beato Juan Pablo II, las puede descargar desde la siguiente dirección:
 
 
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Hemos seleccionado como tema de meditación en esta fiesta litúrgica la convocatoria que nos hizo nuestro querido y recordado Juan Pablo II a la Escuela de  María Santísima, Mujer Eucarística, en el Capítulo VI de la Encíclica Ecclesia de Eucharistia.
 
Coherente con su profunda espiritualidad mariana que repetidas veces ha propuesto a toda la Iglesia,  el Beato Juan Pablo II, al final de la Encíclica Ecclesia de Eucharistia nos ha convocado a la Escuela de María, Mujer “Eucarística” (n. 53-58). En esa Encíclica nos enseña que mirando a María y siguiendo sus huellas, podremos celebrar y vivir el misterio eucarístico, que es “el tesoro de la Iglesia, el corazón del mundo, la prenda del fin al que todo hombre, aunque sea inconscientemente, aspira” (n. 59).
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Les recordamos que en la fiesta de la Natividad de la Inmaculada Virgen María hemos terminado de redactar y diseñar el e-Curso "LAS VIRTUDES DE MARÍA SANTÍSIMA" . Cada uno de los capítulos describe una a una las Virtudes de María Santísima descriptas por San Alfonso María de Ligorio en su libro Las Glorias de María.  Asimismo hemos incluído en la introducción y en cada capítulo textos catequéticos y oraciones del Beato Juan Pablo II y del Papa Benedicto XVI.

AMOR A DIOS
AMOR AL PRÓJIMO
CASTIDAD
ESPERANZA
FE
HUMILDAD
OBEDIENCIA
ORACIÓN
PACIENCIA
POBREZA

Para inscribirse solo deben llenar un formulario con su nombre y su correo electrónico desde la siguiente dirección:

http://www.SantoRosario.info/formulario6.htm

Al realizar la inscripción de inmediato recibirá en su correo electrónico nuestro mensaje de bienvenida y luego cada siete días recibirá cada uno de los diez capítulos que contiene este e-Curso.

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Queridos hijos: también hoy mi Corazón materno los invita a la oración, a su relación personal con Dios Padre, a la alegría de la oración en Él. Dios Padre no está lejos de ustedes ni les es desconocido. Él se les ha manifestado por medio de mi Hijo y les ha dado la vida, que es mi Hijo. Por eso, hijos míos, no cedan a las tentaciones que quieren separarlos de Dios Padre. ¡Oren! No intenten tener familias y sociedades sin Él. ¡Oren! Oren para que sus corazones sean inundados por la bondad que proviene sólo de mi Hijo, que es la verdadera bondad. Solamente los corazones llenos de bondad pueden comprender y aceptar a Dios Padre. Yo continuaré guiándolos. Les pido de manera especial que no juzguen a sus pastores. Hijos míos, ¿acaso han olvidado que Dios Padre los ha llamado a ellos? ¡Oren! Gracias!" " Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 2/10/2011

CARTA APOSTÓLICA DEL BEATO JUAN PABLO II

   

EN LA ESCUELA DE MARÍA, MUJER "EUCARÍSTICA"

 Capítulo VI de la Carta  Encíclica Ecclesia de Eucharistia 

17 de abril, Jueves Santo, del año 2003.

MARÍA ES MUJER "EUCARÍSTICA" CON TODA SU VIDA

Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia. En la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, presentando a la Santísima Virgen como Maestra en la contemplación del Rostro de Cristo, he incluido entre los misterios de la luz también la Institución de la Eucaristía. En efecto María puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con Él.

A primera vista, el Evangelio no habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María. Se sabe, sin embargo, que estaba junto con los Apóstoles, «concordes en la oración» (cf. Hch 1, 14), en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos «en la fracción del pan» (Hch 2, 42).

Pero, más allá de su participación en el Banquete eucarístico, la relación de María con la Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior. María es Mujer «Eucarística» con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este Santísimo Misterio.

Mysterium fidei! Puesto que la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la Palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta. Repetir el gesto de Cristo en la Última Cena, en cumplimiento de su mandato: «¡Haced esto en conmemoración mía!», se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invitación de María a obedecerle sin titubeos: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2, 5). Con la solicitud materna que muestra en las bodas de Caná, María parece decirnos: «no dudéis, fiaros de la Palabra de mi Hijo. Él, que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino Su Cuerpo y Su Sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de su Pascua, para hacerse así “Pan de vida” ».

En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que Ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su Seno virginal para la Encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía, mientras remite a la Pasión y la Resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la Anunciación al Hijo Divino, incluso en la realidad física de Su Cuerpo y Su Sangre, anticipando en Sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Hay, pues, una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor. A María se le pidió creer que quien concibió «por obra del Espíritu Santo» era el «Hijo de Dios» (cf. Lc 1, 30.35). En continuidad con la fe de la Virgen, en el Misterio eucarístico se nos pide creer que el mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su Ser humano-divino en las especies del pan y del vino.

«Feliz la que ha creído» (Lc 1, 45): María ha anticipado también en el misterio de la Encarnación la fe eucarística de la Iglesia. Cuando, en la Visitación, lleva en su Seno el Verbo hecho carne, se convierte de algún modo en «Tabernáculo» –el primer «Tabernáculo» de la historia– donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como «irradiando» su Luz a través de los ojos y la voz de María. Y la mirada embelesada de María al contemplar el Rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión eucarística?

María, con toda su vida junto a Cristo y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Cuando llevó al Niño Jesús al templo de Jerusalén «para presentarle al Señor» (Lc 2, 22), oyó anunciar al anciano Simeón que aquel niño sería «señal de contradicción» y también que una «espada» traspasaría su propia alma (cf. Lc 2, 34.35). Se preanunciaba así el drama del Hijo Crucificado y, en cierto modo, se prefiguraba el «Stabat Mater» de la Virgen al pie de la Cruz.

Preparándose día a día para el Calvario, María vive una especie de « Eucaristía anticipada» se podría decir, una «comunión espiritual» de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la Pasión y se manifestará después, en el período postpascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los Apóstoles, como «memorial» de la Pasión.

¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi Cuerpo que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19)? Aquel Cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo Cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el Corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que Ella había experimentado en primera persona al pie de la Cruz.

«Haced esto en recuerdo mío» (Lc 22, 19). En el «memorial» del Calvario está presente todo lo que Cristo ha llevado a cabo en su Pasión y Muerte. Por tanto, no falta lo que Cristo ha realizado también con su Madre para beneficio nuestro. En efecto, le confía al discípulo predilecto y, en él, le entrega a cada uno de nosotros: «!He aquí a tu hijo!». Igualmente dice también a todos nosotros: «¡He aquí a tu Madre!» (cf. Jn 19, 26.27).

Vivir en la Eucaristía el memorial de la Muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don. Significa tomar con nosotros –a ejemplo de Juan– a quien una vez nos fue entregada como Madre. Significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por Ella. María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas. Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía. Por eso, el recuerdo de María en la celebración eucarística es unánime, ya desde la antigüedad, en las Iglesias de Oriente y Occidente.

En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su Sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Es una verdad que se puede profundizar releyendo el Magnificat en perspectiva eucarística. La Eucaristía, en efecto, como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María exclama «mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi Salvador», lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre «por» Jesús, pero también lo alaba «en» Jesús y «con» Jesús. Esto es precisamente la verdadera «actitud eucarística».

Al mismo tiempo, María rememora las maravillas que Dios ha hecho en la historia de la salvación, según la promesa hecha a nuestros padres (cf. Lc 1, 55), anunciando la que supera a todas ellas, la encarnación redentora. En el Magnificat, en fin, está presente la tensión escatológica de la Eucaristía. Cada vez que el Hijo de Dios se presenta bajo la «pobreza» de las especies sacramentales, pan y vino, se pone en el mundo el germen de la nueva historia, en la que se «derriba del trono a los poderosos» y se « enaltece a los humildes» (cf. Lc 1, 52). María canta el «Cielo nuevo» y la «tierra nueva» que se anticipan en la Eucaristía y, en cierto sentido, deja entrever su 'diseño' programático. Puesto que el Magnificat expresa la espiritualidad de María, nada nos ayuda a vivir mejor el Misterio eucarístico que esta espiritualidad. ¡La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un Magnificat!

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EL CAMINO DE MARIA . Edición especial 617 para
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