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EL CAMINO DE MARIA. Edicion 605. SANTA MARIA REINA DEL UNIVERSO. Editada por SantoRosario.info, MariaMediadora.com, Virgo.Fidelis.com.ar

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter605.htm

El detalle de todas las ediciones de "El Camino de María" del año 2010 y 2011 lo puede obtener en:

http://twitter.com/MariaMediadora
 
 

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

Salve, Reina del Cielo
y Señora de los Ángeles;
Salve raíz, salve puerta,
que dió paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
Salve, agraciada doncella,
Ruega a Cristo por nosotros.

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Oh Virgen Inmaculada!
Dulce Madre Inmaculada en Ti se refleja para mí el Reino de Dios.

Tú eres quien, en medio de mis dificultades, me enseña a amar al Señor. Frente al enemigo, Tú eres mi escudo y protección.

Te suplico, oh Madre, la Madre de los cielos, de encender en mí el fuego del amor divino, así como arde en tu Inmaculado Corazón desde que el Verbo se hizo carne.

Oh Virgen, toda pureza y toda humildad, ayúdame a obtener una profunda humildad. Amén.

Santa Faustina, Diario

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327

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SANTA MARÍA REINA

Newsletter 605

22 de agosto de 2011

Señor Dios todopoderoso, Tú que, mirando complacido la profunda humildad de la siempre Virgen María, la elevaste a la excelsa dignidad de ser madre de tu Hijo hecho hombre y, en este día, la coronaste de gloria y de honor, concédenos, por su intercesión, que ya que como María tenemos parte en tu redención, alcancemos, también como Ella, la gloria del Reino de los Cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). 

A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

25 de marzo al 25 de diciembre

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Sabemos que la Santa Virgen es la Reina del Cielo y de la tierra. Pero Ella es más Madre que Reina y no se diga que, debido a esas prerrogativas, eclipsa la gloria de todos los santos, así como el sol al salir hace desaparecer a las estrellas. Que una madre disminuya la gloria de sus hijos. ¡Qué cosa más extraña! Yo pienso todo lo contrario: creo que Ella aumentará el esplendor de los hijos.

Santa Teresa del Niño Jesús. Últimas entrevistas: 21.8.1897

María, Reina del Universo

La Virgen inmaculada, preservada por Dios de toda huella del pecado original, habiendo concluido el transcurso de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del Cielo, y exaltada por el Señor como la Reina del universo, para que fuera así enteramente conforme a su Hijo, Señor de Señores (cf. Ap 19,16), victorioso del pecado y de la muerte.


Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 59

 

CRISTO CORONA A SU MADRE  

Señor, en tu fuerza Ella se regocija y tu socorro le produce una gran alegría. Tú le acordaste el deseo de su Corazón y no defraudaste sus ruegos porque la colmaste de muchas bendiciones. Sobre su cabeza colocaste una corona de piedras preciosas.

Su corona es Cristo, según la palabra del sabio: «Un hijo dotado de sabiduría es la corona de su madre»

Y es una corona de piedra porque en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, Cristo figura bajo el nombre de piedra: piedra por su poder, y piedra preciosa por su gloria. El salmista reúne esos dos aspectos cuando dice: «El Señor de los ejércitos, es piedra preciosa, porque es Rey de gloria.» No hay nada más fuerte que esta piedra, ni nada más precioso que esta gloria.

San Bernardo de Claraval - Ocho Homilías Marianas
 

Estimado/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

Celebramos el 22 de agosto la fiesta litúrgica de SANTA MARÍA REINA. Este título de la Virgen manifiesta la conexión que existe entre la realeza de María y su Asunción al Cielo. La doctrina de la Iglesia dice que si María subió en Cuerpo y Alma al Cielo fue para ser allí coronada por Su Hijo, Jesús, como Reina y Señora de Cielo y de la tierra. La realeza de María es un tema tradicional en la Iglesia, proclamada por toda la tradición oriental y occidental.

El 1º de noviembre, de 1954, al final del Año Mariano, el Papa Pío XII colocó una corona enjoyada sobre la pintura de Nuestra Señora, Protectora de Roma. En ese momento, se levantó un fuerte clamor de entre la gran multitud congregada en Santa. María la Mayor: "¡Viva la Reina!". El Papa nombró a la Virgen Reina del Cielo y de la  tierra y decretó que se celebrara una fiesta especial para honrarla bajo ese título.

`La Beatísima María debe ser llamada Reina, no sólo por razón de su Maternidad divina, sino también porque cooperó íntimamente a nuestra salvación. Así como Cristo, nuevo Adán, es Rey nuestro no sólo por ser Hijo de Dios sino tam­bién nuestro Redentor, con cierta analogía, se puede afirmar que María es Reina, no sólo por ser Madre de Dios sino tam­bién, como nueva Eva, porque fue asociada al nuevo Adán" (Ad coeli Reginam, Pio XII).

En la Constitución Lumen Gentium leemos: "Como quiera que plugo a Dios no manifestar solemnemente el sacramento de la salvación humana antes de derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos a los Apóstoles antes del día de Pentecostés "perseverar unánimemente en la oración con las mujeres, y María la Madre de Jesús y los hermanos de éste" (Act 1,14); y a María implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo, quien ya la había cubierto con su sombra en la Anunciación. Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejara más plenamente a Su Hijo, Señor de los que dominan (Ap 19, 16) y vencedor del pecado  y de la muerte." (Lumen Gentium, 59).

Por su parte, en el Tratado de la Verdadera Devoción a María (n.38), San Luis María Grignion de Monfort escribe:
 
"...María es la Reina del Cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el Reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior del hombre, según estas palabras: "El Reino de Dios está en medio de ustedes", del mismo modo, el Reino de la Virgen María está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma. Ella es glorificada sobre todo en las almas juntamente con su Hijo más que en todas las creaturas visibles, de modo que podemos llamarla con los Santos: Reina de los corazones...."

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En la meditación antes del rezo del Ángelus del Domingo 22 de agosto de 2010 el Santo Padre Benedicto XVI expresó:

Ocho días después de la Solemnidad de la Asunción al Cielo, la liturgia nos invita a venerar a la bienaventurada Virgen María con el título de "Reina". Contemplamos a la Madre de Cristo coronada por su Hijo, es decir, asociada a su realeza universal, tal y como la representan muchos mosaicos y pinturas. Esta memoria también cae este año en Domingo, alcanzando una luz mayor gracias a la Palabra de Dios y la celebración de la Pascua semanal. En particular, el icono de la Virgen María Reina encuentra una confirmación significativa en el Evangelio del día, donde Jesús afirma: "Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos" (Lucas 13, 30). Se trata de una típica expresión de Cristo, referida varias veces por los Evangelios, con fórmulas parecidas, pues evidentemente refleja un tema muy sentido por su predicación profética. La Virgen es el ejemplo perfecto de esta verdad evangélica, es decir, que Dios humilla a los soberbios y poderosos de este mundo y eleva a los humildes (Cf. Lucas 1, 52).

¡La pequeña y sencilla muchacha de Nazaret se ha convertido en la Reina del mundo! Esta es una de las maravillas reveladas por el Corazón de Dios. Naturalmente la realeza de María depende totalmente de la de Cristo: Él es el Señor, a quien, después de la humillación de la muerte en la cruz, el Padre ha exaltado por encima de toda criatura en los cielos, en la tierra y bajo la tierra (Cf. Filipenses 2, 9-11). Por un designio de la gracia, la Madre Inmaculada ha quedado plenamente asociada al misterio del Hijo: a su Encarnación; a su vida terrena, primero escondida en Nazaret y después manifestada en el ministerio mesiánico; a su Pasión y Muerte; y por último a la gloria de la Resurrección y Ascensión al Cielo. La Madre compartió con el Hijo no sólo los aspectos humanos de este ministerio, sino también, por obra del Espíritu Santo en Ella, su intención profunda, su voluntad divina, de manera que toda su existencia, pobre y humilde, fue elevada, transformada, glorificada, pasando a través de la "puerta estrecha" que es el mismo Jesús (Cf. Lucas 13, 24). Sí, María es la primera que atravesó el "camino" abierto por Cristo para entrar en el Reino de Dios, un camino accesible para los humildes, para quienes confían en la Palabra de Dios y se comprometen para llevarla a la práctica.

En la historia de las ciudades y de los pueblos evangelizados por el mensaje cristiano, se dan innumerables testimonios de veneración pública, en algunos casos incluso institucional de la realeza de la Virgen María. Pero hoy queremos sobre todo renovar, como hijos de la Iglesia, nuestra devoción a quien Jesús nos dejó como Madre y Reina. Encomendamos a su intercesión la oración diaria por la paz, especialmente allí donde más golpea la absurda lógica de la violencia para que todos los hombres se persuadan de que en este mundo debemos ayudarnos los unos a los otros como hermanos para construir la civilización del amor Maria, Regina pacis, ora pro nobis!

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Gloriosa y excelsa Señora, postrados ante tu trono te veneramos desde este valle de lágrimas. Vemos complacidos la inmensa gloria con que te ha enriquecido el Señor. Ya que eres Reina del Cielo y de la tierra, no te olvides de tus pobres siervos.

Cuanto más cerca estás del Manantial de gracia, más fácilmente nos la puedes otorgar. Desde el Cielo conoces mejor nuestras miserias, por eso es preciso que te apiades más y que nos socorras mejor. Haz, te suplicamos, que seamos tus hijos fieles para llegar a bendecirte en el Cielo.

En este día en que has sido hecha la Reina del universo, nosotros nos consagramos a tu servicio. En medio de tanto júbilo consuélanos al tomarnos por hijos. Tú eres de veras nuestra Madre.

Madre piadosa y la más amable, vemos tus altares cercados de gente: unos te piden la curación de sus males y otros remedios a sus necesidades; éstos piden buenas cosechas, aquellos ganar algún pleito.
 
Nosotros, te pedimos gracias más agradables a tu corazón: obtennos la gracia de ser humildes, desprendidos de los bienes terrenos y conformes con el divino querer. Consíguenos, te suplicamos, el santo amor de Dios, una buena muerte y la vida eterna.

Señora, cámbianos de pecadores en santos, haz este milagro que te dará más gloria que dar vista a mil ciegos y resucitar a miles de muertos.

Eres tan poderosa para con Dios que basta que le digas que eres su Madre, la más amada, la Llena de gracia. Y entonces, ¿qué te podrá negar?

Reina nuestra amorosa, no pretendemos verte en la tierra, pero sí queremos verte en el Cielo; y Tú nos lo puedes obtener.
 
Así lo esperamos con toda certeza. Amén.
 

San Alfonso María de Ligorio. "Las Glorias de Maria". Discurso VIII . 2do de la Asunción de María.

MEDITACIONES DEL BEATO JUAN PABLO II

 

INVOCACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA POR LAS PERSONAS CONSAGRADAS

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL VITA CONSECRATA, 112

25 de marzo de 1996

MARIA REINA DEL UNIVERSO 

 Audiencia General del miércoles 23 de julio de 1997

INVOCACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

 
 
María, figura de la Iglesia, Esposa sin arruga y sin mancha, que imitándote «conserva virginalmente la fe íntegra, la esperanza firme y el amor sincero»  sostiene a las personas consagradas en el deseo de llegar a la eterna y única Bienaventuranza.

Las encomendamos a Ti, Virgen de la Visitación, para que sepan acudir a las necesidades humanas con el fin de socorrerlas, pero sobre todo para que lleven a Jesús. Enséñales a proclamar las maravillas que el Señor hace en el mundo, para que todos los pueblos ensalcen su nombre. Sostenlas en sus obras en favor de los pobres, de los hambrientos, de los que no tienen esperanza, de los últimos y de todos aquellos que buscan a Tu Hijo con sincero corazón.

A Ti, Madre, que deseas la renovación espiritual y apostólica de tus hijos e hijas en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo, elevamos confiados nuestra súplica. Tú que has hecho la Voluntad del Padre, disponible en la obediencia, intrépida en la pobreza y acogedora en la virginidad fecunda, alcanza de Tu Divino Hijo, que cuantos han recibido el don de seguirlo en la vida consagrada, sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada, caminando gozosamente, junto con todos los otros hermanos y hermanas, hacia la Patria Celestial y la Luz que no tiene ocaso.

MARÍA, REINA DEL UNIVERSO

Queridos hermanos y hermanas:

1.La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la Asunción de la Virgen «en Cuerpo y Alma a la gloria del Cielo», explica que fue «elevada (...) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (ver Ap 19,16) y vencedor del pecado y de la muerte».
 
En efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María Santísima el título de Reina. El pueblo cristiano, con este reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo.
 
2.Mi venerado predecesor Pío XII, en la Encíclica Ad coeli Reginam, a la que se refiere el texto de la Constitución Lumen gentium, indica como fundamento de la realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la obra de la Redención. La Encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del Cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la Cruz de nuestro Señor Jesucristo». Establece, además, una analogía entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de la realeza de la Virgen. Cristo es Rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor. María es Reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género humano.

En el Evangelio según San Marcos leemos que el día de la Ascensión el Señor Jesús «fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16,19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la diestra de Dios» significa compartir su poder soberano. Sentándose «a la diestra del Padre», Él instaura su Reino, el Reino de Dios. Elevada al Cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo.

Observando la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María, podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la Reina que posee y ejerce sobre el universo una soberanía que le fue otorgada por su Hijo mismo.
 
3.El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.

Citando la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, el Sumo Pontífice Pío XII pone de relieve esta dimensión materna de la realeza de la Virgen: «Teniendo hacia nosotros un afecto materno e interesándose por nuestra salvación, Ella extiende a todo el género humano su solicitud. Establecida por el Señor como Reina del Cielo y de la tierra, elevada por encima de todos los coros de los ángeles y de toda la jerarquía celestial de los santos, sentada a la diestra de su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, obtiene con gran certeza lo que pide con sus súplicas maternas; lo que busca, lo encuentra, y no le puede faltar».
 
4.Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su abandono filial en aquella que es Madre en el orden de la gracia. Más aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser plenamente eficaz precisamente en virtud del estado glorioso posterior a la Asunción.
 
5.Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario.

Por tanto, en vez de crear distancia entre Ella y nosotros, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.

Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación, para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee, compartiendo, sobre todo, la vida y el Amor de Cristo.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 605 para %EmailAddress%

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