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EL CAMINO DE MARIA: Newsletter 604. ASUNCION DE MARIA SANTISIMA AL CIELO . Editada por SantoRosario.info

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter604.htm

El detalle de todas las ediciones de "El Camino de María" del año 2010 y 2011 lo puede obtener en:

http://twitter.com/MariaMediadora
 

 
 

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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"Siempre que piensas en María, Ella piensa por ti en Dios. Siempre que alabas y honras a María, Ella alaba y honra a Dios contigo. María es toda relativa a Dios. Y yo me atrevo a llamarla 'la relación de Dios', pues sólo existe con relación a El; o 'el eco de Dios', ya que no dice ni repite sino Dios. Si tú dices María, Ella dice Dios. Cuando Santa Isabel alabó a María y la llamó bienaventurada por haber creído, Ella -el eco fiel de Dios- exclamó: 'Proclama mi alma la grandeza del Señor' (Lc 1, 46). Lo que en esta ocasión hizo María, lo sigue realizando todos los días. Cuando la alabamos, amamos, honramos o nos consagramos a Ella, alabamos, amamos, honramos y nos consagramos a Dios por María y en María".

San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen.

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327

Newsletter 604

LA ASUNCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA AL CIELO

15 de agosto de 2011

Subió al Cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación.

    San Bernardoa)

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). 

A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

25 de marzo al 25 de diciembre

 

 

 

 

«Subió al Cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación».

San Bernardo, Sermón en la Asunción de la B. Virgen María, 1. 1.
 

¡Ave María, Mujer humilde,
bendecida por el Altísimo!
Virgen de la esperanza, profecía de tiempos nuevos,
nosotros nos unimos a tu cántico de alabanza
para celebrar las misericordias del Señor,
para anunciar la venida del Reino
y la plena liberación del hombre.

¡Ave María, humilde Sierva del Señor,
gloriosa Madre de Cristo!
Virgen fiel, morada santa del Verbo,
enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra,
a ser dóciles a la voz del Espíritu Santo,
atentos a sus llamados en la intimidad de la conciencia
y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.

¡Ave María, Mujer de dolor,
Madre de los vivientes!
Virgen Esposa ante la Cruz, Eva nueva,
sed nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos a vivir y a difundir el Amor de Cristo,
a detenernos Contigo ante las innumerables cruces
en las que tu Hijo aún está crucificado.

¡Ave María, Mujer de fe,
primera entre los discípulos!
Virgen Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre
razón de la esperanza que habita en nosotros,
confiando en la bondad del hombre y en el Amor del Padre.
Enséñanos a construir el mundo desde adentro:
en la profundidad del silencio y de la oración,
en la alegría del amor fraterno,
en la fecundidad insustituible de la Cruz.

Santa María, Madre de los creyentes,
Nuestra Señora de Lourdes,
ruega por nosotros.

Oración al finalizar el rezo del Santo Rosario. 14 de agosto de 2004

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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El 15 de agosto celebramos la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María al Cielo. Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica en el nro 966 expresa:
 
Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59; cf. Pío XII, Const. apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos:

En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas. (Tropario en el día de la Dormición de la Virgen María).

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El 15 de agosto de 2010 el Santo Padre Benedicto XVI celebró la Santa Misa en Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, en la iglesia parroquial de Santo Tomás de Villanueva en Castel Gandolfo, donde transcurre este período de verano.

En su homilía, dirigiéndose a los fieles que abarrotaban la iglesia parroquial de Santo Tomás de Villanueva en Castel Gandolfo, el Santo Padre comenzó diciendo:

Hoy la Iglesia celebra una de las fiestas más importantes del año litúrgico dedicadas a María Santísima: la Asunción. Al término de su vida terrena, María fue llevada con alma y cuerpo al Cielo, es decir a la gloria de la vida eterna, en la plena y perfecta comunión con Dios


A continuación, Benedicto XVI recordó que este año se celebra el 60° aniversario de la definición solemne de este dogma por parte del Venerable Papa Pío XII, que tuvo lugar el 1° de noviembre de 1950 y glosó un párrafo de la Constitución apostólica Munificentissimus Deus. De este modo, Pío XII escribía: “De tal modo la augusta Madre de Dios, misteriosamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad con un mismo decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, virgen sin mancha en su divina maternidad, generosa socia del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sobre sus consecuencias, al fin, como supremo coronamiento de sus privilegios, fue preservada de la corrupción del sepulcro y, vencida la muerte, como antes por su Hijo, fue elevada en alma y cuerpo a la gloria del Cielo, donde resplandece como Reina a la diestra de su Hijo, Rey inmortal de los siglos” (Cost. ap. Munificentissimus Deus, AAS 42 (1950), 768-769).

Por tanto, prosiguió Benedicto XVI, este es el núcleo de nuestra fe en la Asunción: nosotros creemos que María, como Cristo su Hijo, ya ha vencido la muerte y triunfa en la gloria celeste en la totalidad de su ser, “con alma y cuerpo”. Y recordando que San Pablo, en la segunda lectura de hoy, nos ayuda a iluminar este misterio, partiendo del hecho central de la historia humana y de nuestra fe, es decir, de la Resurrección de Cristo, que es “la primicia de aquellos que han muerto”, añadió textualmente:

San Pablo nos dice que todos somos “incorporados” en Adán, el primero y viejo hombre, todos tenemos la misma herencia humana a la que pertenece: el sufrimiento, la muerte, el pecado. Pero añade a esto que todos nosotros podemos ver y vivir cada día algo nuevo: que no sólo estamos en esta herencia del único ser humano, que comenzó con Adán, sino que somos “incorporados” también en el hombre nuevo, en Cristo resucitado, y así la vida de la Resurrección ya está presente en nosotros. Por lo tanto, esta primera “incorporación” biológica es incorporación en la muerte, que genera la muerte. La segunda, nueva, que se nos dado en el bautismo, es “incorporación” que da la vida


Tras citar nuevamente a san Pablo en su primera carta a los Corintios, en la que afirma que así como en Adán todos mueren, en Cristo todos recibirán la vida, Benedicto XVI explicó en su homilía:

Lo que San Pablo afirma de todos los hombres, la Iglesia, en su Magisterio infalible, lo dice de María, pero de un modo y con un sentido preciso: la Madre de Dios está insertada hasta tal punto en el Misterio de Cristo que es partícipe de la Resurrección de su Hijo con todo su ser ya al término de la vida terrena; vive, es decir, lo que nosotros esperamos al final de los tiempos, cuando será aniquilado “el último enemigo”, la muerte; vive ya lo que proclamamos en el Credo “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo que vendrá”


Entonces –prosiguió diciendo el Santo Padre– podemos preguntarnos: ¿cuáles son las raíces de esta victoria sobre la muerte prodigiosamente anticipada en María? Y afirmó: las raíces están en la fe de la Virgen de Nazaret, como lo testimonia el pasaje del Evangelio que hemos escuchado de san Lucas: una fe que es obediencia a la Palabra de Dios y abandono total a la iniciativa y a la acción divina, según cuanto le anuncia el Arcángel. Por tanto, dijo el Papa, “la fe es la grandeza de María, como lo proclama gozosamente Isabel: María es “bendita entre las mujeres” y “bendito es el fruto de su seno”, porque es “la madre del Señor”, porque cree y vive de modo único la “primera” de las bienaventuranzas, la bienaventuranza de la fe".

Benedicto XVI, llamando “queridos amigos” a los numerosos fieles que participaron esta mañana en la Santa Misa de la Asunción de María, afirmó que “hoy no nos limitamos a admirar a María en su destino glorioso, como a una persona muy lejana a nosotros”. “¡No! –prosiguió– Estamos llamados al mismo tiempo a ver cuanto el Señor, en su Amor, ha querido también para nosotros, para nuestro destino final: vivir a través de la fe en la comunión perfecta de amor con Él y así vivir verdaderamente para siempre”.

El Santo Padre también se detuvo brevemente en su homilía sobre un aspecto de la afirmación dogmática, en la que se habla de asunción a la gloria celeste. Y afirmó que “todos nosotros hoy somos conscientes de que con el término ‘cielo’ no nos referimos a un lugar preciso del universo, a una estrella o a algo: no. Sino que nos referimos a algo mucho más grande y difícil de definir con nuestros limitados conceptos humanos":

Con este término “cielo” queremos afirmar que Dios -el Dios que se hizo cercano a nosotros- no nos abandona ni siquiera en la muerte o más allá de ella, sino que tiene un lugar para nosotros y nos da la eternidad, que en Dios es un lugar para nosotros. Para comprender un poco esta realidad miremos nuestra misma vida: todos experimentamos que una persona, cuando está muerta, sigue subsistiendo de alguna manera en la memoria y en el corazón de quienes la han conocido y amado. Podríamos decir que en ellos sigue viviendo una parte de esta persona, pero es como una “sombra”, porque también esta supervivencia en el corazón de los propios seres queridos está destinada a terminar. Dios, en cambio, no pasa jamás y todos existimos en virtud de su amor eterno; existimos porque Él nos ama, porque Él nos ha pensado y nos ha llamado a la vida. Existimos en los pensamientos y en el Amor de Dios. Existimos en toda nuestra realidad, no sólo en nuestra “sombra”. Nuestra serenidad, nuestra esperanza, nuestra paz se fundan precisamente en esto: en Dios, Él en su pensamiento y en su Amor, no sobrevive sólo una “sombra” de nosotros mismos, sino en Él, en su Amor creador, nosotros somos custodiados e introducidos con toda nuestra vida, con todo nuestro ser en la ’eternidad


“Es el Amor de Dios el que vence la muerte y nos da la eternidad, y a este Amor lo llamamos Cielo: Dios es tan grande que tiene un lugar también para nosotros", afirmó el Papa y añadió:

Esto quiere decir que de cada uno de nosotros no seguirá existiendo sólo una parte que nos es, por decirlo de alguna manera, arrancada, mientras otras se arruinan; quiere decir más bien que Dios conoce y ama a todo el hombre, lo que nosotros somos. Y Dios acoge en su eternidad lo que ahora, en nuestra vida, hecha de sufrimiento y amor; de esperanza, de alegría y de tristeza, crece y llega a ser. Todo el hombre, toda su vida es tomada por Dios y en Él purificada, y recibe la eternidad. Queridos amigos, yo pienso que ésta es una verdad que nos debe colmar de alegría profunda. El Cristianismo no anuncia sólo algún tipo de salvación del alma en un impreciso más allá, en el que todo lo que en este mundo ha sido para nosotros precioso y querido sería borrado con un golpe de esponja, sino que promete la vida eterna, “la vida del mundo que vendrá”: nada de lo que nos es precioso y querido se arruinará, sino que encontrará plenitud en Dios
.

Y tras recordar que Jesús dijo que todos los cabellos de nuestra cabeza están contados, y que como cristianos estamos llamados a edificar este mundo nuevo, a trabajar a fin de que llegue a ser un día el «mundo de Dios», un mundo que sobrepasará todo lo que podemos construir, el Santo Padre concluyó su homilía con las siguientes palabras:

Oremos al Señor a fin de que nos haga comprender cuán preciosa es toda nuestra vida ante sus ojos; refuerce nuestra fe en la vida eterna; nos haga hombres de esperanza, que trabajan para construir un mundo abierto a Dios, hombres llenos de alegría, que saben vislumbrar la belleza del mundo futuro en medio de los afanes de la vida cotidiana y que en esta certeza viven
 
 

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Un hijo bienamado desea la presencia de su madre y la madre, por su parte, aspira a vivir con su hijo. Por eso era justo, Oh Madre de Dios, que subierais hacia vuestro Hijo, Vos, cuyo Corazón ardía de amor por Dios, el fruto de tus entrañas. Es justo que Dios en su afecto filial os llame a su lado, y ahí vivir para siempre en su intimidad.

Así emigraste hacia esos tabernáculos eternos, donde Dios ha hecho su morada y de hoy en adelante, Oh, Madre de Dios, no dejarás jamás su dulce compañía. Vos has sido la casa de carne donde Él se reposó, y El, a su vez, Virgen gloriosa, deviene el lugar de vuestro reposo en esa carne, que recibió de Vos.

Él os atrajo hacia Él, exenta de toda corrupción, deseando, si yo puedo expresarme así, teneros cerca de sus labios y de su corazón. Por eso todo lo que le pedís para vuestros desdichados hijos El os lo concede y pone su virtud divina al servicio de vuestras oraciones.
San Germán de Constantinopla

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"¡Queridos hijos! Que este tiempo sea para vosotros tiempo de oración y de silencio. Haced descansar vuestro cuerpo y vuestro espíritu, que permanezcan en el Amor de Dios. Permitidme hijitos que os conduzca, abrid vuestros corazones al Espíritu Santo para que todo el bien que hay en vosotros, florezca y produzca frutos al céntuplo. Comenzad y finalizad el día con la oración con el corazón. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”” Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/7/2011
 

NOVENA EN HONOR DE LA ASUNCIÓN DE LA  VIRGEN MARÍA

7 AL 15 DE AGOSTO  DE 2011

http://www.devocionario.com/maria/novena_1.html#O2

   ¡ESCUCHÉMOSLA!

 

DESDE ESTA GRUTA DE MASSABIELLE, LA VIRGEN NOS HABLA TAMBIÉN A NOSOTROS, CRISTIANOS DEL TERCER MILENIO.  

 Homilía del Beato Juan Pablo II durante la Santa Misa en la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. 15 de agosto de 2004 . Santuario de Lourdes

Queridos hermanos y hermanas:

1."Que soy era Immaculada Councepciou". Las palabras que María le dirigió a Bernardita el 25 de marzo de 1858 resuenan con una intensidad particular durante este año, en el cual la Iglesia celebra el 150º aniversario de la solemne definición del dogma, proclamado por el Beato Pío IX con la Constitución apostólica Ineffabilis Deus.

He deseado vivamente realizar esta peregrinación a Lourdes, para recordar un acontecimiento que continúa dando gloria a la Trinidad una e indivisa. La Concepción Inmaculada de María es el signo del Amor gratuito del Padre, la expresión perfecta de la Redención obrada por el Hijo, el inicio de una vida totalmente disponible a la acción del Espíritu.

2.Bajo la mirada materna de la Virgen, os saludo de corazón a todos vosotros, queridos Hermanos y Hermanas, que habéis venido a la Gruta de Massabielle para cantar las alabanzas de Aquella a la que todas las generaciones llaman Bienaventurada (cf. Lc 1,48).

Mi pensamiento afectuoso se dirige ahora a los peregrinos que han venido aquí desde diversas partes de Europa y del mundo, y a todos aquellos que están unidos espiritualmente a nosotros a través de la radio y la televisión. Con especial afecto, os saludo a vosotros, queridísimos enfermos, que habéis venido a este lugar bendito a buscar alivio y esperanza. ¡Que la Virgen Santa os haga sentir su presencia y dé consuelo a vuestros corazones!

3."En aquellos días, María se puso en viaje hacia la montaña..." (Lc 1,39). Las palabras de la narración evangélica nos han hecho volver a ver con los ojos del corazón a la joven muchacha de Nazaret en camino hacia la "ciudad de Judá" donde habitaba su prima, para ofrecerle sus servicios.

Lo que nos impresiona en María es, ante todo, su atención llena de ternura hacia su pariente anciana. El suyo es un amor concreto, que no se limita a palabras de comprensión, sino que se hace cargo en primera persona de la fatiga de la asistencia. A su prima, la Virgen no le da simplemente algo de sí; se da Ella misma, sin pedir nada a cambio. Ha comprendido perfectamente que el don recibido de Dios más que un privilegio es una tarea, que la compromete hacia los demás con la gratuidad propia del amor.

4."Engrandece mi alma al Señor..." (Lc 1,46). Los sentimientos que María vive en el encuentro con Isabel irrumpen con fuerza en el canto del Magnificat. En sus labios se expresa la espera plena de esperanza de los "pobres del Señor" y, al mismo tiempo, la conciencia del cumplimiento de las promesas, porque Dios "se acordó de su Misericordia" (cf. Lc 1,54).

Precisamente de esta conciencia brota la alegría de la Virgen María que invade todo el cántico:

-alegría de saber que Dios "ha puesto los ojos" en Ella no obstante su "humildad" (cf. Lc 1,48); 

-alegría por el "servicio" que le es posible ofrecer, gracias a las "maravillas" a las que La ha llamado el Todopoderoso (cf. Lc 1,49);

-alegría por experimentar con antelación las bienaventuranzas escatológicas, reservadas a los "humildes" y a los "hambrientos" (cf. Lc 1,52-53).

Al Magnificat, sigue el silencio: sobre los tres meses de permanencia junto a su prima Isabel nada se ha dicho. O tal vez se nos ha dicho lo más importante: el bien no hace ruido, la fuerza del amor se expresa en la serenidad discreta del servicio cotidiano.

5.Con sus palabras y con su silencio, la Virgen María está delante de nosotros como modelo para nuestro camino. Un camino que no es fácil: por la culpa de los primeros padres, la humanidad lleva en sí la herida del pecado, cuyas consecuencias continúan haciéndose sentir también en los redimidos. ¡Pero el mal y la muerte no tendrán la última palabra!  María lo confirma con toda su existencia, como testimonio vivo de la victoria de Cristo, nuestra Pascua.

Los fieles lo han comprendido. Por ello corren en masa a esta gruta para escuchar las advertencias maternas de la Virgen, reconociendo en Ella "la mujer vestida de sol" (Ap 12,1), la Reina que resplandece al lado del Trono de Dios (cf. Sal. resp.) e intercede a su favor.

6.Hoy la Iglesia celebra la gloriosa Asunción al Cielo de María en Cuerpo y Alma. Los dos dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción están íntimamente ligados entre ellos. Ambos proclaman la gloria de Cristo Redentor y la santidad de María, cuyo destino humano está ya perfectamente y definitivamente realizado en Dios.

"Cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté Yo estéis también vosotros", nos ha dicho Jesús (Jn 14,3). María es la prenda del cumplimiento de la promesa de Cristo. Su Asunción se convierte así para nosotros en "signo de esperanza segura y de consuelo" (cf. Lumen gentium, 68).

Queridos Hermanos y Hermanas. Desde esta gruta de Massabielle, la Virgen nos habla también a nosotros, cristianos del tercer milenio.

 ¡Escuchémosla!

Escuchad ante todo vosotros, queridos jóvenes, que buscáis una respuesta capaz de dar sentido a vuestra vida. Aquí la podréis encontrar. Es una respuesta exigente, pero es la única que satisface plenamente. En ella está el secreto de la alegría verdadera y de la paz.

Desde esta gruta parte un especial llamado también a vosotras, mujeres. Apareciéndose en la gruta, María confió su mensaje a una joven, como para subrayar la particular misión que le corresponde a la mujer en este tiempo nuestro, tentado por el materialismo y la secularización: ser en la sociedad de hoy testigos de aquellos valores esenciales que se ven sólo con los ojos del corazón. ¡A vosotras, mujeres, os corresponde la tarea de ser centinelas de lo Invisible! 

A todos vosotros, hermanos y hermanas, lanzo un apremiante llamado para que hagáis todo lo posible para que la vida, toda la vida, sea respetada desde su concepción hasta su fin natural. La vida es un don sagrado, del cual nadie puede adueñarse.

En fin, la Virgen de Lourdes tiene un mensaje para todos. Es este: ¡sed mujeres y hombres libres! Pero recordad: la libertad humana es una libertad herida por el pecado. Ella misma necesita ser liberada. Cristo es su liberador, Él que "nos ha liberado para que seamos verdaderamente libres" (Gal 5,1). ¡Defended vuestra libertad!

Queridos hermanos, nosotros sabemos que para ello podemos contar con Aquella que, al no haber cedido nunca al pecado, es la única criatura perfectamente libre. A Ella os encomiendo. ¡Caminad con María por el camino de la plena realización de vuestra humanidad!

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 604 para %EmailAddress%

Enviada por marisayeduardo@santorosario.info

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