Share |

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter574.htm

El detalle de todas las ediciones de "El Camino de María" del año 2010 y 2011 lo puede obtener en:

http://twitter.com/MariaMediadora

 

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

¯¯¯

Aquí, hermanos amados, sopesad, yo os invito, cuánto le debemos a la Bienaventurada Madre de Dios y cuantas acciones le debemos dar a Dios por tan gran don. Pues el Cuerpo de Cristo que Ella concibió y llevó en su seno, que envolvió en sus pañales, amamantó con su leche con maternal solicitud, es el mismo Cuerpo que nosotros recibimos en el altar; Sacramento de nuestra redención. Es esto lo que sostiene la fe católica y lo que la Santa Iglesia nos enseña.

No hay palabra humana que sea capaz de alabar dignamente a Ella de quien el Mediador de Dios y de los hombres tomó cuerpo. Cualquier veneración que le podamos acordar está por debajo de sus méritos; porque Ella nos preparó en sus castas entrañas la carne inmaculada que alimenta ahora a las almas.

San Damian

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO"  

¯¯¯

Himno “Audi benigne Conditor”

Oh Creador, Tú conoces el corazón del hombre,
comprendes nuestras lágrimas y el clamor de nuestra plegaria.
En este santo ayuno cuaresmal, condúcenos al desierto, purifícanos.

En tu ternura, Señor, escrutas nuestros corazones, conoces la debilidad de todas nuestras fuerzas, da, a todo el que vuelve a Ti, el perdón y la gracia de tu Amor.

Sí, hemos pecado contraTi:
perdona a los que lloran y confiesan tu Nombre.
Para alabanza de tu Gloria,
inclínate sobre nuestras heridas, Señor, y sánanos.

Que la abstinencia libere nuestro cuerpo, que tu Gracia lo ilumine.

Que nuestro espíritu se vuelva sobrio, que evite todo mal y todo pecado.

Te rogamos, Santísima Trinidad, que nos conduzcas hasta los goces de las fiestas pascuales para poder contemplar a Cristo elevarse a glorioso y viviente.

¯¯¯

Edición 574

 Tiempo de Cuaresma

Semana II

Segundo Domingo

20 de marzo de 2011

«Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme» (Sal 50, 12).

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que me concedas por su intercesión el favor que te pido (...) (pídase).

A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

VIA MATRIS

Contemplación y meditación de los 7 Dolores de la Virgen Santísima

La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida que concedía 7 gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

1.Pondré paz en sus familias.

2.Serán iluminados en los Divinos Misterios.

3.Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.

4.Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Hijo y a la santificación de sus almas.

5.Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.

6.Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.

7.He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría

 

LA REVELACIÓN DE LA DIVINIDAD DE JESÚS

Ángelus, Domingo 20 de marzo de 2011

Queridos hermanos y hermanas

El Domingo de hoy, II de Cuaresma, es llamado de la Transfiguración, porque el Evangelio narra este misterio de la vida de Cristo. Él, tras haber preanunciado a sus discípulos su Pasión, “tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su Rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz” (Mt 17,1-2). Según los sentidos, la luz del sol es la más intensa que se conoce en la naturaleza, pero, según el espíritu, los discípulos vieron, por un breve tiempo, un esplendor aún más intenso, el de la gloria divina de Jesús, que ilumina toda la historia de la salvación. San Máximo el Confesor afirma que “las vestiduras blancas llevaban el símbolo de las palabras de la Sagrada Escritura, que se volvían claras y transparentes y luminosas" (Ambiguum 10: PG 91, 1128 B).

Dice el Evangelio que, junto a Jesús transfigurado, “aparecieron Moisés y Elías y conversaban con Él" (Mt 17,3); Moisés y Elías, figura de la Ley y de los Profetas. Fue entonces cuando Pedro, extasiado, exclamó: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mt 17,4). Pero San Agustín comenta diciendo que nosotros tenemos sólo una morada: Cristo; Él “es la Palabra de Dios, Palabra de Dios en la Ley, Palabra de Dios en los Profetas" (Sermo De Verbis Ev. 78,3: PL 38, 491). De hecho, el Padre mismo proclama: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escuchadle" (Mt 17,5). La Transfiguración no es un cambio de Jesús, sino que es la revelación de su divinidad, “la íntima compenetración de su ser con Dios, que se convierte en pura luz. En su ser uno con el Padre, Jesús mismo es Luz de Luz" (Jesús de Nazaret, Milán 2007). Pedro, Santiago y Juan, contemplando la divinidad del Señor, son preparados para afrontar el escándalo de la cruz, como se canta en un antiguo himno: “En el monte te transfiguraste y tus discípulos, en cuanto eran capaces, contemplaron tu gloria, para que, viéndote crucificado, comprendieran que tu Pasión era voluntaria y anunciaran al mundo que Tu eres verdaderamente el esplendor del Padre" (t. 6, Roma 1901, 341).

Queridos amigos, participemos también nosotros de esta visión y de este don sobrenatural, dando espacio a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios. Además, especialmente en este tiempo de Cuaresma, os exhorto, como escribe el Siervo de Dios Pablo VI, “a responder al precepto divino de la penitencia con algún acto voluntario, además de las renuncias impuestas por el peso de la vida cotidiana" (Const. ap. Pænitemini, 17 de febrero de 1966, III, c: AAS 58 [1966], 182).

Invoquemos a la Virgen María, para que nos ayude a escuchar y seguir siempre al Señor Jesús, hasta la pasión y la cruz, para participar también en su gloria.

Benedicto XVI

 

Queridos Suscriptores de "El Camino de María"

%EmailAddress%

«En aquellos días, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar» (Lucas 9, 28). Así comienza el Evangelio de la Transfiguración de Cristo, que caracteriza al II Domingo de Cuaresma. San Lucas subraya que Jesús se transfiguró «mientras oraba» en la cumbre de un monte elevado, sumergido en el diálogo íntimo y profundo con Dios Padre. De su Persona se irradia una luz fulgurante, anticipación de la Gloria de la Resurrección.
 
Todos los años, en preparación de la Pascua, la Cuaresma nos invita a seguir a Cristo en el misterio de su oración, manantial de luz y de fuerza en la hora de la prueba. Rezar, de hecho, significa sumergirse con el Espíritu en Dios, en actitud de humilde adhesión a su Voluntad. De este abandono confiado en Dios deriva la luz interior que transfigura al hombre, haciendo de él un testigo de la Resurrección de Cristo. Pero esto sólo puede tener lugar si escuchamos y seguimos a Cristo fielmente hasta la Pasión y la Cruz. Al respecto leermos en el Catecismo de la Iglesia Católica: «La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21)
Pero nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14, 22)» (C.I.C, 556). 

¯¯¯

 
"...Jesús quería infundir en sus Apóstoles una gran fortaleza de ánimo y de una constancia que les permitirían tomar su cruz sin temor, a pesar de su aspereza. También quería que no se avergonzaran de sus suplicios, que no consideraran como una vergüenza la paciencia con la que aceptaría su pasión tan cruel, sin perder nada de la gloria de su poder. Jesús “tomó a Pedro, Santiago y Juan y los llevó a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.” (cf Mt 17,2ss) Aunque habían comprendido que la majestad divina estaba en Él, ignoraban todavía su poder ..."

"...El Señor manifiesta su gloria delante de testigos que había escogido, y sobre su Cuerpo, parecido al nuestro, se extiende un resplandor tal “que Su Rostro  parecía brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz.” (cf Mt 17,4ss) Sin duda, esta Transfiguración tenía por meta quitar del corazón de sus discípulos el escándalo de la Cruz, no hacer tambalear su fe por la humildad de la pasión voluntariamente aceptada... Pero esta revelación también infundía en su Iglesia  la esperanza que tendría que sostener a lo largo del tiempo. Todos lo miembros de la Iglesia, su Cuerpo, comprenderían así la transformación que un día se realizaría en ellos, ya que los miembros van a participar de la gloria de su Cabeza. El mismo Señor había dicho, hablando de la majestad de su venida: “Entonces, los justos brillarán como el sol en el Reino de Mi Padre.” (Mt 13,43) Y el Apóstol Pablo afirma: “Los sufrimientos del mundo presente no pesan lo que la gloria que se revelará en nosotros.” (cf Rm 8,18)... También exclamó: “Habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios; cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con Él.” (Col 3,3-4)."  (San León Magno, Papa (hacia 461) doctor de la Iglesia Homilía 51/38, sobre la Transfiguración)

¯¯¯

"...El Señor Jesús de entre todos los discípulos, es sólo a Pedro, a Santiago y a Juan, a quienes ha revelado la gloria de su Resurrección. Quiso con ello que su misterio quedara escondido, y frecuentemente les advertía que no dieran a conocer a cualquiera lo que habían visto, a fin de que un auditor demasiado débil no encontrara en ello un obstáculo que dificultara a su espíritu inconstante el recibir esos misterios con toda su fuerza. Porque el mismo Pedro “no sabía lo que se decía”, ya que creía que era preciso levantar allí tres tiendas para el Señor y sus compañeros. Seguidamente, no pudiendo soportar el resplandor de la gloria del Señor que se transfiguraba, cayó al suelo (Mt 17,6), al igual que cayeron también “los hijos del trueno” (Mc 3,17), Santiago y Juan, cuando la nube les cubrió...

Entraron, pues, en la nube para conocer lo que es secreto y está escondido, y es allí que oyeron la voz de Dios que decía: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto, escuchadlo” ¿Qué significa: “Este es mi Hijo, el amado”? Esto quiere decir –Simón Pedro, ¡no te equivoques!- que no debes colocar al Hijo de Dios al mismo nivel que sus siervos. “Este es mi Hijo: Moisés no es ‘mi Hijo’, Elías no es ‘mi Hijo’, a pesar de que uno abrió el Cielo y el otro lo cerró”. En efecto, uno y otro, por la palabra del Señor, vencieron a un elemento de la naturaleza (Ex 14; 1R 17,1), Pero es que ellos no hicieron otra cosa que ser ministros de Aquél que ha consolidado las aguas y las ha cerrado secando el Cielo, las ha disuelto en lluvia cuando ha querido.

Allí donde se trata de un simple anuncio de la Resurrección, se apela al ministerio de los siervos, pero allí donde se muestra la Gloria del Señor que resucita, la gloria de los siervos cae en la oscuridad. Porque el sol, al levantarse, oscurece las estrellas, y todas las luces desaparecen frente al resplandor del eterno Sol de justicia (Ml 3,20)
(San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia . Sobre el salmo 45, 2; CSEL 64, 6, 330-331 ).

¯¯¯

Les recordamos que hemos preparado un un libro digital con meditaciones del Siervo de Dios Juan Pablo II que lleva por título: PEREGRINANDO EN CUARESMA CON MARÍA SANTÍSIMA.  Le invitamos a descargar gratuitamente a su computadora dicho libro desde la siguiente dirección de la Hemeroteca Digital Virgo Fidelis.

http://virgofidelis.com.ar/paFileDB/biblioteca.htm

¡Queridos hijos! Con el tiempo cuaresmal, ustedes se acercan a un tiempo de gracia. Su corazón es como una tierra labrada y está pronto a recibir el fruto que germinará en bien. Ustedes, hijitos, son libres de elegir el bien o el mal. Por eso los invito: oren y ayunen. Siembren alegría, y en sus corazones el fruto de la alegría crecerá por vuestro bien, y otros lo verán y lo recibirán a través de su vida. Renuncien al pecado y elijan la vida eterna. Yo estoy con ustedes e intercedo por ustedes ante mi Hijo.¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/1/2008

MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2011

Con Cristo sois sepultados en el Bautismo,
con Él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)

La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La Misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.

El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.

HOMILÍA DEL BEATO JUAN PABLO II

 SER TESTIGOS DE JESUCRISTO

 

Queridos hermanas y hermanos:

1. «Este es Mi Hijo amado: escuchadlo» (Mc 9, 7). Hoy, en el marco de la Transfiguración del Señor, volvemos a escuchar estas palabras, que resonaron en el momento del Bautismo de Jesús en el Jordán (cf. Mt 3, 17). «Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan (...), y se transfiguró delante de ellos (...). Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús (...). Pedro (...) le dijo a Jesús: «Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías"» (Mc 9, 2-5). En ese preciso instante se oyó una voz: «Este es Mi Hijo amado; escuchadlo» (Mc 9, 7).

No duró mucho esa extraordinaria manifestación de la filiación divina de Jesús. Cuando los Apóstoles alzaron nuevamente su mirada, no vieron más que a Jesús, el cual, «cuando bajaban de la montaña -prosigue el evangelista- (...), les mandó: "No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos"» (Mc 9, 9).

Así, en este segundo Domingo de Cuaresma, escuchamos junto con los Apóstoles el anuncio de la Resurrección. Lo escuchamos mientras nos encaminamos con ellos hacia Jerusalén, donde reviviremos el misterio de la Pasión y Muerte del Señor. En efecto, el ayuno y la penitencia de este tiempo sagrado se orientan precisamente hacia este acontecimiento-clave de toda la economía salvífica.

2. La Transfiguración del Señor, que según la tradición tuvo lugar en el monte Tabor, sitúa en primer plano la persona y la obra de Dios Padre, presente junto al Hijo de modo invisible pero real. Esto explica el hecho de que, en el trasfondo del Evangelio de la Transfiguración, la liturgia de hoy sitúa un importante episodio del Antiguo Testamento, en el que se pone de relieve de modo particular la paternidad.

En efecto, la primera lectura, tomada del libro del Génesis, nos recuerda el sacrificio de Abraham. Este tenía un hijo, Isaac, que había nacido en su vejez. Era el hijo de la promesa. Pero un día Abraham recibe de Dios la orden de ofrecerlo en sacrificio. El anciano patriarca se encuentra ante la perspectiva de un sacrificio que para él, padre, es seguramente el mayor que se pueda imaginar. A pesar de ello, no duda ni un instante y, después de haber preparado lo necesario, parte con Isaac hacia el lugar establecido. Construye un altar, coloca la leña y, una vez atado el muchacho, toma el cuchillo para inmolarlo. Sólo entonces lo detiene una orden de lo alto: «No alargues tu mano contra tu hijo ni le hagas nada, que ahora ya sé que tú eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único hijo» (Gn 22, 12).

Es conmovedor este acontecimiento en el que la fe y el abandono de un padre en las manos de Dios alcanzan la cima. Con razón san Pablo llama a Abraham «padre de todos los creyentes» (Rm 4, 11.17). Tanto la religión judía como la cristiana hacen referencia a su fe. El Corán destaca también la figura de Abraham. La fe del padre de los creyentes es un espejo en el que se refleja el misterio de Dios, misterio de amor que une al Padre y al Hijo.

3. «El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿como no nos dará todo con Él?» (Rm 8, 32).  Estas palabras de San Pablo en la Carta a los Romanos nos introducen en el tema fundamental de la liturgia de hoy: el misterio del Amor Divino revelado en el Sacrificio de la Cruz.

El sacrificio de Isaac anticipa el de Cristo: el Padre no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó para la salvación del mundo. Él, que detuvo el brazo de Abraham en el momento en que estaba a punto de inmolar a Isaac, no dudó en sacrificar a su propio Hijo por nuestra redención. De ese modo el sacrificio de Abraham pone de relieve que nunca y en ningún lugar se deben realizar sacrificios humanos, porque el único sacrificio verdadero y perfecto es el del Hijo unigénito y eterno de Dios vivo. Jesús, que por nosotros y por nuestra salvación nació de María Virgen, se inmoló voluntariamente una vez para siempre, como víctima de expiación por nuestros pecados, obteniéndonos así la salvación total y definitiva (cf. Hb 10, 5-10). Después del sacrificio del Hijo de Dios, no se necesita ninguna otra expiación humana, puesto que su Sacrificio en la Cruz abarca y supera todos los demás sacrificios que el hombre podía ofrecer a Dios. Aquí nos encontramos en el centro del misterio pascual.

Desde el Tabor, el monte de la Transfiguración, el itinerario cuaresmal nos lleva hasta el Gólgota, el monte del sacrificio supremo del único Sacerdote de la alianza nueva y eterna. Dicho sacrificio encierra la mayor fuerza de transformación del hombre y de la historia. Asumiendo en Sí mismo todas las consecuencias del mal y del pecado, Jesús resucitará al tercer día y saldrá de esa dramática experiencia como vencedor de la muerte, del infierno y de satanás. La Cuaresma nos prepara para participar personalmente en este gran misterio de la fe, que celebraremos en el triduo de la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo.

Pidamos al Señor la gracia de prepararnos de modo conveniente: «Jesús Hijo amado del Padre, haz que te escuchemos y te sigamos hasta el Calvario, hasta la Cruz, para poder participar contigo en la gloria de la resurrección». Amén.

    

     

 

© 2002-2011 MariaMediadora™ - All Rights Reserved

EL CAMINO DE MARIA . Edición número 574 para %EmailAddress%

Enviada por marisayeduardo@santorosario.info

¯¯¯

Invite a sus amigos y conocidos a suscribirse a la Newsletter "EL CAMINO DE MARÍA" .

Deben llenar un simple formulario en la siguiente dirección de nuestro sitio:

http://www.mariamediadora.com/formulario.htm

Share |