Cum
Maria contemplemur Christi vultum!
Oh Tú, toda Castidad, toda Bondad, toda Misericordia, Soberana,
Consolación de los cristianos, Refugio de los pecadores, Consuelo de los
afligidos, no nos dejes huérfanos abandonados de Tu Socorro. ¿Privados
de tu amparo, dónde nos albergaríamos? ¿Qué sería de nosotros, sin Ti,
Santa Madre de Dios?
Tú eres el aliento y la vida de los cristianos. Igual que la respiración
que es prueba de que nuestro cuerpo posee todavía energía de vida, así
Vuestro Santo Nombre pronunciado sin cesar en labios de Tus hijos, a
través de todos los tiempos y en todo lugar, es más que prueba de que
vivimos. Tú eres razón de vida, de alegría, de socorro para nosotros.
(San Germán. Patriarca de Constantinopla)
"Ofrezco
a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la
Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la
firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327).
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Oh Dios de gran Misericordia que
Te dignaste enviarnos a Tu Hijo Unigénito como el mayor testimonio de Tu
insondable Amor y Misericordia. Tú no rechazas a los pecadores, sino que
también a ellos les abres el tesoro de Tu Infinita Misericordia del que
pueden recoger en abundancia tanto la justificación, como toda santidad a
la que un alma puede llegar. Oh Padre de gran Misericordia, deseo que
todos los corazones se dirijan con confianza a Tu Infinita Misericordia.
Nadie podrá justificarse ante Ti si no va acompañado por Tu Insondable
Misericordia. (Santa Faustina .Diario, 1122 . Fiesta de la Ascensión del Señor. 6 de mayo
de 1937)
Newsletter 511
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Domingo 16 de mayo de
2010
Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
25 de marzo al 25
de diciembre
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LOS MISTERIOS GLORIOSOS
En los misterios gloriosos
del Rosario reviven las esperanzas del cristiano: las
esperanzas de la vida eterna que comprometen la omnipotencia
de Dios y las expectativas del tiempo presente que obligan a
los hombres a colaborar con Dios. En Cristo Resucitado
resurge el mundo entero y se inauguran los cielos nuevos y
la tierra nueva que llegarán a cumplimiento a su vuelta
gloriosa, cuando «la muerte no existirá más, ni habrá
duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado»
(Ap 21, 4).
En la Ascensión de Cristo al Cielo, se exalta a la
naturaleza humana que se sienta a la diestra de Dios, y se
da a los discípulos la consigna de evangelizar al mundo.
Además, al subir Cristo al Cielo, no se eclipsa de la tierra,
sino que se oculta en el rostro de cada hombre,
especialmente de los más desgraciados: los pobres, los
enfermos, los marginados, los perseguidos...
Al infundir el Espíritu Santo en Pentecostés, dio a los
discípulos la fuerza de amar y difundir la verdad, pidió
comunión en la construcción de un mundo digno del hombre
redimido y concedió capacidad de santificar todas las cosas
con la obediencia a la voluntad del Padre celestial. De este
modo encendió de nuevo el gozo de donar en el ánimo de quien
da, y la certeza de ser amado en el corazón del desgraciado.
En la gloria de la Virgen elevada al Cielo, contemplamos
entre otras cosas la sublimación real de los vínculos de la
sangre y los afectos familiares, pues Cristo glorificó a
María no sólo por ser inmaculada y arca de la presencia
divina, sino también por honrar a su Madre como Hijo. No se
rompen en el Cielo los vínculos santos de la tierra; por el
contrario, en los cuidados de la Virgen Madre elevada para
ser Abogada y protectora nuestra y tipo de la Iglesia
victoriosa, descubrimos también el modelo inspirador del
amor solícito de nuestros queridos difuntos hacia nosotros,
amor que la muerte no destruye, sino que acrecienta a la Luz
de Dios.
Y, finalmente, en la visión de María ensalzada por todas las
criaturas, celebramos el misterio escatológico de una
humanidad rehecha en Cristo en unidad perfecta, sin
divisiones ya ni otra rivalidad que no sea la de aventajarse
en amor uno a otro. Porque Dios es Amor.
Así es que en los misterios del Santo Rosario contemplamos y
revivimos los gozos, dolores y gloria de Cristo y su Madre
Santa, que pasan a ser gozos, dolores y esperanzas del
hombre.
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Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
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Año tras año, la Iglesia
en su liturgia celebra la Ascensión del Señor
cuarenta días después de la Pascua.
Este año esta Solemnidad se celebrará el próximo
jueves 13 de mayo (en el Vaticano y en algunas naciones
del mundo) o el Domingo 16 de mayo (en otros países).
Para prepararnos para vivir esta Solemnidad, en compañia de
María Santísima, Madre de Dios Hijo, le enviamos un texto catequético del
Venerable
Siervo de Dios Juan Pablo II titulado: La
Ascensión: Misterio anunciado.
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"Hoy,
en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión
de Jesús al Cielo, que tuvo lugar 40 días después de
Pascua. En este Domingo tiene lugar, además, la
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales,
sobre el tema:
"El sacerdote y la pastoral
en el mundo digital. Los nuevos medios al servicio
de la Palabra".
En la liturgia, se narra el episodio del último
momento del Señor Jesús con sus discípulos (Cf.
Lucas 24, 50-51; Hechos 1, 2.9); pero no
se trata de un abandono, pues Él se queda para
siempre con ellos, con nosotros, de una forma nueva.
San Bernardo de Claraval explica que la Ascensión al
Cielo de Jesús se realiza en tres grados: "el
primero es la gloria de la Resurrección, el segundo
el poder de juzgar, y el tercer consiste en sentarse
a la derecha del Padre" (Sermo de Ascensione
Domini, 60, 2: Sancti Bernardi Opera, t.
VI, 1, 291, 20-21). Este evento está precedido por
la bendición de los discípulos, que les prepara para
recibir el don del Espíritu Santo para que la
salvación sea proclamada por doquier. Jesús mismo
les dice: "Vosotros sois testigos de estas
cosas. Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la
Promesa de mi Padre" (Cf. Lucas 24,
47-49).
El Señor atrae
la mirada de los apóstoles, y la nuestra, hacia el Cielo
para indicar cómo hay que recorrer el camino del bien
durante la vida terrena. Sin embargo, Él permanece en la
trama de la historia humana, está junto a cada uno de
nosotros y guía nuestro camino cristiano: es compañero
de los perseguidos a causa de la fe; está en el corazón
de quienes son marginados; está presente en aquellos a
los que se les niega el derecho a la vida. Podemos
escuchar, ver y tocar al Señor Jesús en la Iglesia,
especialmente a través de la Palabra y de los
Sacramentos .... Renuevo mi particular invitación
a los hermanos en el sacerdocio para que "con su vida
y obras, se distingan por un vigoroso testimonio
evangélico" (Carta
para la convocatoria del Año Sacerdotal)
y sepan también utilizar con sabiduría los medios de
comunicación para dar a conocer la vida de la Iglesia y
ayudar a los hombres de hoy a descubrir el rostro de
Cristo (Mensaje
para la XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales, 2010).
Queridos
hermanos y hermanas: el Señor, al abrirnos el camino al
Cielo, nos permite experimentar ya en esta tierra la
vida divina. Un autor ruso del siglo XX, en su
testamento espiritual, escribía: "Contemplad con más
frecuencia las estrellas. Cuando carguéis con un peso en
el espíritu, contemplar las estrellas o el azul del
cielo. Cuando os sintáis tristes, cuando os ofendan,...
pasad un momento... con el cielo. Entonces vuestra alma
encontrará el descanso" (N. Valentini - L. Žák,Pavel
A. Florenskij. Non dimenticatemi. Le
lettere dal gulag del grande matematico, filosofo e
sacerdote russo, Milano 2000, p. 418).
Doy gracias a
la Virgen María, a quien he podido venerar en el
Santuario de Fátima en estos días pasados, por su
maternal protección durante la intensa peregrinación a
Portugal. A Ella, que vela por los testigos de su amado
Hijo, dirigimos con confianza nuestra oración. (Benedicto
XVI. Regina Coeli. Domingo 16 de mayo
de 2010)
LA VIRGEN
MARÍA, LA FLOR MÁS BELLA DE LA CREACIÓN
El Mayo es un mes
amado y llega agradecido por diversos aspectos. En
nuestro hemisferio la primavera avanza con muchas y
polícromas florituras; el clima es favorable a los
paseos y a las excursiones. Para la Liturgia, mayo
pertenece siempre al tiempo de Pascua, el tiempo del
"aleluya", del desvelarse del misterio de Cristo a
la luz de la Resurrección y de la fe pascual: y es
el tiempo de la espera del Espíritu Santo, que
descendió con poder sobre la Iglesia naciente en
Pentecostés. En ambos contextos, el “natural” y el
litúrgico, se combina bien la tradición de la
Iglesia de dedicar el mes de mayo a la Virgen María.
Ella, en efecto, es la flor más bella surgida de la
creación, la “rosa” aparecida en la plenitud del
tiempo, cuando Dios, mandando a su Hijo, entregó al
mundo una nueva primavera. Y es al mismo tiempo la
protagonista, humilde y discreta, de los primeros
pasos de la Comunidad cristiana: María es su corazón
espiritual, porque su misma presencia en medio de
los discípulos es memoria viviente del Señor Jesús y
prenda del don de su Espíritu.
El Evangelio de este Domingo, tomado del capítulo 14
de San Juan, nos ofrece un retrato espiritual de la
Virgen María, allí donde Jesús dice: ""Si alguno
me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn
14,23). Estas expresiones se dirigen a los
discípulos, pero se pueden aplicar al máximo grado a
Aquella que es la primera y perfecta discípula de
Jesús. María de hecho observó primera y plenamente
la Palabra de su Hijo, demostrando así que le amaba
no sólo madre, sino antes incluso, como sierva
humilde y obediente; por esto Dios Padre la amó y
la Santísima Trinidad tomó morada en Ella. Y aún
más, allí donde Jesús promete a sus amigos que el
Espíritu Santo les asistirá ayudándoles a recordar
cada una de sus palabras y a comprenderla
profundamente (cfr Jn 14,26), ¿cómo no pensar en
María, que en su Corazón, templo del Espíritu,
meditaba e interpretaba fielmente todo lo que su
Hijo decía y hacía? De esta forma, ya antes y sobre
todo después de la Pascua, la Madre de Jesús se
convirtió también en la Madre y el modelo de la
Iglesia..." (Benedicto
XVI . Regina Coeli. 10 de mayo de 2010).
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Queridos hijos; Hoy, a través mío, el Padre bueno los llama con su alma llena de Amor a embarcarse a una visita espiritual. Queridos hijos, llénense de gracia, arrepiéntanse de sus pecados sinceramente y busquen el bien. Anhelen también en nombre de aquellos que todavía no han alcanzado la perfección del bien. Así serán ustedes más agradable a Dios. Gracias"i (Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 2/5/2010
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