
ACTO DE
CONSAGRACIÓN AL
INMACULADO CORAZÓN
«Madre de los hombres y de los pueblos, Tú
conoces todos sus sufrimientos y sus
esperanzas, Tú sientes maternalmente todas las
luchas entre el bien y el mal, entre la luz y
las tinieblas que sacuden al mundo, acoge
nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo
directamente a tu Corazón y abraza con el Amor
de la Madre y de la Esclava del Señor a los
que más esperan este abrazo, y, al mismo
tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de
modo especial. Toma bajo tu protección materna
a toda la familia humana a la que, con todo
afecto a Ti, Madre, confiamos. Que se acerque
para todos el tiempo de la paz y de la
libertad, el tiempo de la verdad, de la
justicia y de la esperanza».
(San Juan Pablo II . «Acto de consagración».
Basílica de Santa María la Mayor. 7 de junio
de 1981, Solemnidad de Pentecostés. Día
elegido para recordar el 1600° aniversario
1er. Concilio Constantinopolitano y el 1550°
aniversario del Concilio de Éfeso).
EL CAMINO DE MARÍA
Edición 367 - 31 de Mayo de 2008
Querido/a Suscriptor/a de
"El Camino de María"
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Al día
siguiente de la Solemnidad del Sagrado Corazón de
Jesús, la Iglesia celebra la Memoria del Corazón
Inmaculado de María. La contigüidad de las dos
celebraciones es ya, en sí misma, un signo
litúrgico de su estrecha relación: el mysterium
del Corazón del Salvador se proyecta y refleja en
el Corazón de la Madre que es también compañera y
discípula. Así como la Solemnidad del Sagrado
Corazón celebra los misterios salvíficos de
Cristo de una manera sintética y refiriéndolos a
su fuente –precisamente el Corazón-, la memoria
del Corazón Inmaculado de María es
celebración resumida de la asociación "cordial" de
la Madre a la obra salvadora del Hijo: de la
Encarnación a la Muerte y Resurrección, y al don
del Espíritu.
La
devoción al Corazón Inmaculado de María se ha
difundido mucho, después de las apariciones de la
Virgen en Fátima, en el 1917. A los
veinticinco años de las mismas, en el 1942, el
Papa Pío XII consagraba la Iglesia y el género
humano al Corazón Inmaculado de María y en
1944 la
fiesta del Corazón Inmaculado de María se extendió
a toda la Iglesia.
Las
expresiones de la piedad popular hacia el
Corazón de María imitan, aunque salvando la
infranqueable distancia entre el Hijo, verdadero
Dios, y la Madre, sólo criatura, las del Corazón
de Cristo: la consagración de cada uno de los
fieles, de las familias, de las comunidades
religiosas, de las naciones; la reparación,
realizada sobre todo mediante la oración, la
mortificación y las obras de misericordia; la
práctica de los cinco primeros sábados de mes.

"El
Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón
del Hijo. También la Bienaventurada Virgen es
para la Iglesia una presencia de paz y de
reconciliación: ¿No es Ella quien, por medio del
Ángel Gabriel, recibió el mayor mensaje de
reconciliación y de paz que Dios haya jamás enviado
al género humano (Lc. 1,26-38)?
María dio a luz
a Aquel que es nuestra reconciliación; Ella estaba
al pie de la Cruz cuando, en la Sangre del Hijo,
Dios reconcilió "con Él todas las cosas" (Col 1,20);
ahora, glorificada en el cielo, tiene -como recuerda
una plegaria litúrgica- "un
corazón lleno de misericordia hacia los pecadores,
que, volviendo la mirada a su caridad materna, en
Ella se refugian e imploran el perdón de Dios..."
(San Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 3 de septiembre de
1989).

1. "Bajo tu amparo nos
acogemos, Santa Madre de Dios".
Pronunciando las palabras
de esta antífona, con la que la Iglesia de Cristo ora desde
hace siglos, nos encontramos hoy ante Ti, Madre, en el año
jubilar de la nuestra Redención.
Nos encontramos unidos
con todos los Pastores de la Iglesia, con un particular
vínculo, constituyendo un cuerpo y un colegio, así como por
voluntad de Cristo los Apóstoles constituían un cuerpo y un
colegio con Pedro.
En el vínculo de tal
unidad pronunciamos las palabras del presente Acto, en el
que deseamos incluir, una vez más, las esperanzas y las
angustias de la Iglesia por el mundo contemporáneo.
Hace cuarenta años, y
luego diez años después, Tu siervo, el Papa Pio XII,
teniendo ante tus ojos las dolorosas experiencias de la
familia humana, ha confiado y consagrado a Tu Corazón
Inmaculado todo el mundo y especialmente los pueblos
que, por su situación, son objeto particular de Tu amor y de
Tu solicitud.
Este mundo de los
hombres y de las naciones lo tenemos ante los ojos
también hoy; el mundo del segundo milenio que está por
terminar, el mundo contemporáneo, nuestro mundo!
La
Iglesia,
recordando aquellas palabras del Señor : "Id ... y enseñad a
todas las naciones... He aquí que Yo estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20), ha
reavivado, en el Concilio Vaticano II, la conciencia de
su misión en este mundo.
Y por eso, oh Madre de
los hombres y de los pueblos, Tú que conoces todos sus
sufrimientos y sus esperanzas, Tú que sientes maternalmente
todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las
tinieblas, que sacuden el mundo contemporáneo, acoge nuestro
grito que, movidos por el Espíritu Santo, dirigimos
directamente a Tu Corazón: abraza, con amor de Madre
y de Sierva del Señor, este nuestro mundo humano, que te
confiamos y consagramos, llenos de inquietudes por la suerte
terrena y eterna de los hombres y de los pueblos. De un modo
especial te confiamos y consagramos aquellos hombres y
aquellas naciones, que de esta entrega y de esta
consagración tienen particular necesidad.
"Bajo Tu amparo nos
acogemos, Santa Madre de Dios! ¡No desprecies nuestras
súplicas, que estamos en la prueba!".
2. He aquí,
encontrándonos ante Ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón
Inmaculado, deseamos, junto con toda la Iglesia, unirnos a
la consagración que por amor nuestro, tu Hijo ha hecho de Sí
mismo al Padre : "Por ellos - ha dicho Él -
me consagro a Mí
mismo, para que también ellos sean consagrados en la Verdad"(Jn, 17,19). Queremos unirnos a Nuestro Redentor en esta
consagración por el mundo y por los hombres, la cual en su
Divino Corazón, tiene la fuerza de obtener el perdón y de
procurar la reparación.
La
fuerza de esta consagración
dura para todos los tiempos y abraza a todos los hombres,
los pueblos y las naciones, y supera todo mal que el
espíritu de las tinieblas es capaz de provocar en el corazón
del hombre y en su historia y que, de hecho, ha provocado en
nuestros tiempos.
Oh ¡Cuán profundamente
sentimos la necesidad de consagración para la humanidad y
para el mundo : para nuestro mundo contemporáneo, en unión
con Cristo mismo! La obra redentora de Cristo, en efecto,
debe ser
participada por el mundo por medio de la Iglesia.
¡Seas bendita, sobre toda criatura Tú,
Sierva del Señor,
que del modo más pleno obedeciste a la divina llamada!.
¡Seas saludada Tú que
estás enteramente unida a la Consagración Redentora de
Tu Hijo!
¡Madre de la Iglesia!
¡Ilumina al Pueblo de Dios por el camino de la fe, de la
esperanza y de la caridad! Ilumina especialmente aquellos
pueblos de los que Tú misma esperas nuestra consagración y
nuestra entrega. Ayúdanos a vivir en la verdad de la
consagración de Cristo toda la familia humana del mundo
contemporáneo.
3. Confiando a Ti,
oh Madre, el mundo, todos los hombres y todos los pueblos,
Te confiamos, también la misma consagración del
mundo, poniéndola en Tu Corazón Materno.
¡Oh Corazón Inmaculado!
¡Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se
arraiga en el corazón de los hombres de hoy y que en sus
efectos inconmensurables ya grava sobre la vida presente y
parece cerrar los caminos hacia el futuro!.
Del hambre y de la guerra
¡líbranos!.
De la guerra nuclear, de
una autodestrucción incalculable, de toda guerra,
¡líbranos!
De los pecados contra la
vida del hombre desde sus albores, ¡líbranos!.
Del odio y del
envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios
¡líbranos!.
De toda clase de
injusticias en la vida social, nacional e internacional
¡líbranos!.
De la facilidad de
despreciar a los mandamientos de Dios, ¡líbranos!.
De la tentativa de
ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios,
¡líbranos!
De la pérdida de la conciencia del bien y del
mal, ¡líbranos!.
De los pecados contra el
Espíritu Santo, ¡líbranos! ¡líbranos!.
¡Acoge, oh Madre de
Cristo, este grito cargado con los sufrimientos de
todos los hombres! ¡Cargado con el grito de
sociedades enteras!.
Ayúdanos con el poder del
Espíritu Santo a vencer todo pecado: el pecado del hombre y
el pecado del mundo, el pecado en todas sus
manifestaciones.
¡Que se revele, aún por esta vez, en
la historia del mundo el infinito poder salvífico de la
Redención: poder del Amor Misericordioso! ¡Que Él
detenga el mal! ¡Transforme las conciencias! ¡Que en Tu
Corazón Inmaculado se manifieste a todos la luz de la
Esperanza! Amén.


Les recordamos que hemos redactado y diseñado un
curso con textos extraídos de la extensa Catequesis
de San Juan Pablo II que lleva por título SAGRADO
CORAZÓN: SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO. Este curso
contiene los textos catequéticos sobre cada una de
las Letanías al Sagrado
Corazón de Jesús y lo puede leer en la
siguiente dirección
"...El mes de
junio está dedicado, de modo especial, a la
veneración del Corazón divino. No sólo un día,
la fiesta litúrgica que, de ordinario, cae en
junio, sino todos los días.
(Ángelus, 27
de junio de 1982).
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