
Cum
Maria contemplemur Christi vultum!

Te
amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi
vida. Te amo, Dios mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote a
vivir sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es amarte
eternamente... Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los
momentos que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que
respiro (San Juan María Bautista Vianney, oración).
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Edición
274
CONTEMPLAR
EL ROSTRO DE CRISTO
Miércoles de Ceniza
21 de
febrerode 2007
«Oh
Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu
firme» (Sal 50, 12).


Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen
Santa María,
Madre del Señor, has permanecido fiel cuando los discípulos huyeron. Al
igual que creíste cuando el ángel te anunció lo que parecía increíble
–que serías la Madre del Altísimo– también has creído en el momento de
su mayor humillación. Por eso, en la hora de la Cruz, en la hora de la
noche más oscura del mundo, te has convertido en la Madre de los
creyentes, Madre de la Iglesia. Te rogamos que nos enseñes a creer y
nos ayudes para que la fe nos impulse a servir y dar muestras de un amor
que socorre y sabe compartir el sufrimiento.
(Benedicto XVI . ORACIÓN Cuarta Estación Via
Crucis en el Coliseo 2005.)
.




Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
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LIBRO
DE VISITAS
JUAN
PABLO
MAGNO

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EL OFICIO DIVINO
Himno de
Laudes.
Tercera semana
del Salterio. Sábado
Abramos nuestro espíritu a su infinito Amor.
Cantemos al Señor
con indecible gozo,
Él guarde la esperanza de nuestro corazón,
Dejemos la inquietud posar entre sus manos.
Abramos nuestro espíritu a su infinito Amor.
Dichoso será aquel
que siempre en Él confía
En horas angustiosas
de lucha y de aflicción,
Confiad en el Señor si andáis atribulados,
Abramos nuestro espíritu a su infinito Amor.
Los justos saben
bien que Dios siempre nos ama,
En penas y alegrías su paz fue su bastión,
La fuerza de Señor fue gloria en sus batallas.
Abramos nuestro espíritu a su infinito Amor.
Envíanos, Señor, tu
luz esplendorosa
Si el alma se acongoja en noche y turbación,
Qué luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra.
Abramos nuestro espíritu a su infinito Amor.
Recibe, Padre Santo,
el ruego y la alabanza,
Que a Ti, por Jesucristo y por el Espíritu Santo,
dirige en comunión tu amada y Santa Iglesia,
Abramos nuestro espíritu a su infinito Amor.
Amén.
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MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2007
“Mirarán
al que traspasaron” (Jn 19,37)
¡Queridos
hermanos y hermanas!
“Mirarán al
que traspasaron” (Jn 19,37). Éste es el
tema bíblico que guía este año nuestra reflexión
cuaresmal. La Cuaresma es un tiempo propicio para
aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo
predilecto, junto a Aquel que en la Cruz consuma el
sacrificio de su vida para toda la humanidad (cf. Jn
19,25). Por tanto, con una atención más viva,
dirijamos nuestra mirada, en este tiempo de penitencia
y de oración, a Cristo crucificado que, muriendo en
el Calvario, nos ha revelado plenamente el Amor de
Dios. En la Encíclica
Deus
caritas est he tratado con detenimiento el
tema del amor, destacando sus dos formas fundamentales:
el agapé y el eros.
El Amor de
Dios: agapé y eros
El término agapé,
que aparece muchas veces en el Nuevo Testamento,
indica el amor oblativo de quien busca exclusivamente
el bien del otro; la palabra eros denota, en
cambio, el amor de quien desea poseer lo que le falta
y anhela la unión con el amado. El Amor con el que
Dios nos envuelve es sin duda agapé. En efecto,
¿acaso puede el hombre dar a Dios algo bueno que Él
no posea ya? Todo lo que la criatura humana es y tiene
es don divino: por tanto, es la criatura la que tiene
necesidad de Dios en todo. Pero el Amor de Dios es
también eros. En el Antiguo Testamento el
Creador del universo muestra hacia el pueblo que ha
elegido una predilección que trasciende toda motivación
humana. El profeta Oseas expresa esta pasión divina
con imágenes audaces como la del amor de un hombre
por una mujer adúltera (cf. 3,1-3); Ezequiel, por su
parte, hablando de la relación de Dios con el pueblo
de Israel, no tiene miedo de usar un lenguaje ardiente
y apasionado (cf. 16,1-22). Estos textos bíblicos
indican que el eros forma parte del Corazón de
Dios: el Todopoderoso espera el “sí” de
sus criaturas como un joven esposo el de su esposa.
Desgraciadamente, desde sus orígenes la humanidad,
seducida por las mentiras del maligno, se ha cerrado
al Amor de Dios, con la ilusión de una
autosuficiencia que es imposible (cf. Gn
3,1-7). Replegándose en sí mismo, Adán se alejó de
la fuente de la vida que es Dios mismo, y se convirtió
en el primero de “los que, por temor a la muerte,
estaban de por vida sometidos a esclavitud” (Hb
2,15). Dios, sin embargo, no se dio por vencido, es más,
el “no” del hombre fue como el empujón decisivo
que le indujo a manifestar su Amor en toda su fuerza
redentora.
La Cruz
revela la plenitud del Amor de Dios
En el misterio de
la Cruz se revela enteramente el poder irrefrenable de
la Misericordia del Padre. Para reconquistar
el amor de su criatura, Él aceptó pagar un precio
muy alto: la Sangre de su Hijo Unigénito. La muerte,
que para el primer Adán era signo extremo de soledad
y de impotencia, se transformó de este modo en el
acto supremo de amor y de libertad del nuevo Adán.
Bien podemos entonces afirmar, con San Máximo el
Confesor, que Cristo “murió, si así puede decirse,
divinamente, porque murió libremente” (Ambigua,
91, 1956). En la Cruz se manifiesta el eros de
Dios por nosotros. Efectivamente, eros es —como
expresa Pseudo-Dionisio Areopagita— esa fuerza
“que hace que los amantes no lo sean de sí
mismos, sino de aquellos a los que aman” (De
divinis nominibus, IV, 13: PG 3, 712). ¿Qué
mayor “eros loco” (N. Cabasilas, Vida en
Cristo, 648) que el que trajo el Hijo de Dios al
unirse a nosotros hasta tal punto que sufrió las
consecuencias de nuestros delitos como si fueran
propias?
“Al que
traspasaron”
Queridos hermanos y
hermanas, ¡miremos a Cristo traspasado en la Cruz! Él
es la revelación más impresionante del Amor de Dios,
un amor en el que eros y agapé, lejos
de contraponerse, se iluminan mutuamente. En la Cruz
Dios mismo mendiga el amor de su criatura: Él tiene
sed del amor de cada uno de nosotros. El apóstol Tomás
reconoció a Jesús como “Señor y Dios” cuando
puso la mano en la herida de su costado. No es de
extrañar que, entre los santos, muchos hayan
encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más
conmovedora de este misterio de amor. Se podría
incluso decir que la revelación del eros de
Dios hacia el hombre es, en realidad, la expresión
suprema de su agapé. En verdad, sólo el amor
en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el
deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan
intenso que convierte en leves incluso los sacrificios
más duros. Jesús dijo: “Yo cuando sea elevado de
la tierra, atraeré a todos hacia Mí” (Jn
12,32). La respuesta que el Señor desea ardientemente
de nosotros es ante todo que aceptemos su Amor y nos
dejemos atraer por Él. Aceptar su Amor, sin embargo,
no es suficiente. Hay que corresponder a ese Amor y
luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo
“me atrae hacia Sí” para unirse a mí, para que
aprenda a amar a los hermanos con su mismo Amor.
Sangre y agua
Mirarán al que
traspasaron”. ¡Miremos con confianza el Costado
traspasado de Jesús, del que salió “sangre y agua”
(Jn 19,34)! Los Padres de la Iglesia
consideraron estos elementos como símbolos de los
sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. Con el
agua del Bautismo, gracias a la acción del Espíritu
Santo, se nos revela la intimidad del Amor Trinitario.
En el camino cuaresmal, haciendo memoria de nuestro
Bautismo, se nos exhorta a salir de nosotros mismos
para abrirnos, con un confiado abandono, al abrazo
misericordioso del Padre (cf. S. Juan Crisóstomo, Catequesis,
3,14 ss.). La Sangre, símbolo del Amor del Buen
Pastor, llega a nosotros especialmente en el misterio
eucarístico: “La Eucaristía nos adentra en el acto
oblativo de Jesús… nos implicamos en la dinámica
de su entrega” (Enc.
Deus
caritas est, 13). Vivamos, pues, la Cuaresma
como un tiempo ‘eucarístico’, en el que,
aceptando el Amor de Jesús, aprendamos a difundirlo a
nuestro alrededor con cada gesto y palabra. De ese
modo contemplar “al que traspasaron” nos llevará
a abrir el corazón a los demás reconociendo las
heridas infligidas a la dignidad del ser humano; nos
llevará, particularmente, a luchar contra toda forma
de desprecio de la vida y de explotación de la
persona y a aliviar los dramas de la soledad y del
abandono de muchas personas. Que la Cuaresma sea para
todos los cristianos una experiencia renovada del Amor
de Dios que se nos ha dado en Cristo, amor que por
nuestra parte cada día debemos “volver a dar” al
prójimo, especialmente al que sufre y al necesitado.
Sólo así podremos participar plenamente de la alegría
de la Pascua.
Que María, la Madre del Amor Hermoso,
nos guíe en este itinerario cuaresmal, camino de auténtica
conversión al amor de Cristo. A vosotros, queridos
hermanos y hermanas, os deseo un provechoso camino
cuaresmal y, con afecto, os envío a todos una
especial Bendición Apostólica.

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Queridos
Suscriptores de "El Camino de María"
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En el día de hoy, Miércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma.
La liturgia de la Iglesia nos dirige a todos los fieles una intensa
invitación a la conversión con las palabras del Apóstol
Pablo: «En nombre de Cristo os suplicamos:
¡reconciliaos con Dios!» (2 Corintios 5, 20). La Cuaresma
es un período de
penitencia y de reconciliación con Dios por medio de la
Cruz de Cristo. Esta reconciliación constituye el fruto
de la gracia de la Redención, que se ofrece
sobreabundantemente al hombre de todas las generaciones
y épocas, de todas las naciones y razas. Nos la ofrece a
cada uno de nosotros el Espíritu Santo, que "nos ha
sido dado".
El Santo
Padre Benedicto XVI dedicó la catequesis de la
audiencia general de los miércoles, celebrada en al
Aula Pablo VI y a la que asistieron alrededor de
10.000 personas, a la Cuaresma.
"Hoy, Miércoles de Ceniza
-dijo el
Papa-,
emprendemos el camino cuaresmal caracterizado por la
escucha de la Palabra de Dios, la oración y la
penitencia. Cuarenta días durante los cuales la liturgia
nos ayudará a revivir las fases principales del misterio
de la salvación.
Para los bautizados,
la Cuaresma es un "nuevo catecumenado donde salimos al
encuentro del bautismo para redescubrirlo y vivirlo en
profundidad; (...) es una ocasión para volver a ser
cristianos, mediante un proceso de cambio interior y de
progreso en el conocimiento y el amor de Cristo".
"La conversión
-explicó
el Santo Padre-
no se hace una vez por todas, es un proceso, (...) un
itinerario (...) que no puede limitarse a un período
particular, sino que debe abrazar toda la existencia".
"En esta óptica
-prosiguió-,
(...) la Cuaresma es el tiempo espiritual propicio para
entrenarse y buscar con más tesón a Dios, abriendo el
corazón a Cristo. Convertirse quiere decir buscar a
Dios. (...). No es un esfuerzo para realizarse
uno mismo; (...) la realización propia es demasiado
poco, dado que tenemos un destino más alto. (...) La
conversión consiste precisamente en no considerarse
"creadores" de sí mismos para descubrir de este modo la
verdad"
El Santo Padre se refirió
después a su mensaje para la Cuaresma de este año, donde
subraya "el Amor inmenso de Dios por nosotros" e
invita a todos los cristianos "como hicieron María
Santísima y el discípulo amado, a estar al lado de Aquel
que en la Cruz dio su vida por la humanidad".
"La Cruz es la
revelación definitiva del Amor y la Misericordia de Dios,
también para nosotros, los hombres y mujeres de nuestra
época, a menudo distraídos por las preocupaciones y los
intereses terrenales y pasajeros. Dios es Amor y su
Amor es el secreto de nuestra felicidad. Para
comprender este misterio no hay otro camino que el de
perdernos, de entregarnos, el camino de la Cruz".
"Por eso,
la liturgia cuaresmal nos invita (...) a rechazar el
pecado y el mal y a vencer el egoísmo y la indiferencia.
La oración, el ayuno y la penitencia, las obras de
caridad con los hermanos, se transforman así en senderos
espirituales que recorrer para volver a Dios".
"La Iglesia
-dijo el
Santo Padre a los Obispos de Italia presentes-
tiene la perenne misión de difundir la luz de la verdad
de Cristo que ilumina a las gentes, para que
resplandezca en todos los ámbitos de la sociedad.
Anunciando el mensaje evangélico, cada comunidad
cristiana se pone al servicio del ser humano y del bien
común. Conscientes de este mandato misionero, empujad
cada vez más a los fieles confiados a vuestra atención
pastoral a seguir esforzándose por llenar los espacios
de la cultura actual con la linfa vital de la gracia
divina. Se trata de una tarea no fácil, pero
indispensable".

Les
informamos que hemos
preparado un un libro digital con
meditaciones del Siervo de Dios Juan Pablo II que lleva
por título: PEREGRINANDO EN CUARESMA CON MARÍA
SANTÍSIMA. Le invitamos a descargar gratuitamente a su
computadora dicho libro desde la siguiente dirección de
la Hemeroteca Digital
Virgo Fidelis.
http://virgofidelis.com.ar/paFileDB/pafiledb.php?action=file&id=29

También les
invitamos a descargar gratuitamente en su
computadora el libro digital que lleva por título:
LA MISIÓN DE SAN JOSÉ EN LA VIDA DE CRISTO Y DE
LA IGLESIA, desde la siguiente dirección de
nuestro sitio
VirgoFidelis:
http://virgofidelis.com.ar/paFileDB/pafiledb.php?action=file&id=28

Debido a que
Vía Crucis es un ejercicio de piedad
especialmente adecuado al tiempo de Cuaresma, les
invitamos a inscribirse en el e-Curso Via
Crucis. A lo largo de 16 mensajes por correo
electrónico le enviaremos las meditaciones que
realizó el Santo Padre Benedicto XVI en el Vía
Crucis en el Coliseo el Viernes Santo del
año 2005. Para ello deben llenar un simple
formulario en la siguiente dirección de nuestro
sitio:
Que
María Santísima, Madre del Amor Hermoso, nos lleve
de la mano y nos acompañe durante la Cuaresma hacia la Pascua para poder contemplar al Señor
Jesucristo Resucitado. Pidámosle también que no
cerremos nuestro corazón al Amor de Dios con la
siguiente oración que Juan Pablo II le dirigió al
concluir
la IV Estación del Vía Crucis en el Coliseo
del Viernes Santo del Año 2000.
Oh María, Tú que has
recorrido
el camino de la Cruz junto
con tu Hijo,
quebrantada por el dolor
en tu Corazón de Madre,
pero recordando siempre el
"fiat"
e íntimamente confiada en
que Aquél para quien nada
es imposible cumpliría sus
promesas,
suplica para nosotros y
para los hombres de las
generaciones futuras la
gracia del abandono en el
Amor de Dios.
Haz que, ante el
sufrimiento, el rechazo y
la prueba,
por dura y larga que sea,
jamás dudemos de su Amor.
A Jesús todo honor y toda
gloria por los siglos de
los siglos.
R/.Amén.
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