Newsletter 195
Tercera
Semana de Tiempo Ordinario
22 al 28 de
enero de 2006
Totus
tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi
cor Tuum, Maria.
Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Totus
tuus sum, Maria,
Mater nostri Redemptoris.
Virgo Dei, Virgo pia,
Mater mundi Salvatoris.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso, que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
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LIBRO
DE VISITAS
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LA
ORACIÓN CONSTITUYE EL ALMA DEL MOVIMIENTO ECUMÉNICO
¡Queridos
hermanos y hermanas!
Este domingo se celebra en medio de la Semana de Oración
por la Unidad de los Cristianos, que cada año tiene
lugar del 18 al 25 de enero. Se trata de una iniciativa,
nacida a inicios del siglo pasado, que ha experimentado
un desarrollo positivo, convirtiéndose cada vez más en
un momento ecuménico de referencia, en el que los
cristianos de las diferentes confesiones de todo el
mundo rezan y reflexionan, a partir de un mismo texto bíblico.
Este año el pasaje escogido está tomado del capítulo
dieciocho del Evangelio de Mateo, en el que se refieren
algunas de las enseñanzas de Jesús que afectan a la
comunidad de los discípulos. Entre otras cosas, afirma:
«Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra
para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi
Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o
tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de
ellos» (Mateo 18, 19-20).
¡Cuánta confianza y cuánta esperanza infunden estas
palabras del Señor Jesús! En particular, invitan a los
cristianos a pedir juntos a Dios esa plena unidad entre
ellos, por la que el mismo Cristo, con sentida
insistencia, rezó al Padre en la Última Cena (Cf. Juan
17, 11.21.23). Se entiende, entonces, el motivo por el
que es tan importante que nosotros, cristianos,
invoquemos el don de la unidad con perseverante
constancia. Si lo hacemos con fe, podemos estar seguros
de que nuestra petición será escuchada. No sabemos ni
cómo ni cuándo, pues no nos corresponde a nosotros
conocerlo, pero no tenemos que dudar de que un día
seremos «una sola cosa», como Jesús y el Padre están
unidos en el Espíritu Santo.
La oración por la unidad constituye el alma del
movimiento ecuménico que, gracias a Dios, avanza en
todo el mundo. Ciertamente no faltan dificultades y
pruebas, pero éstas también tienen su utilidad
espiritual, pues nos empujan a tener paciencia y
perseverancia y a crecer en la caridad fraterna. Dios es
Amor y sólo si nos convertimos a Él y aceptamos su
Palabra nos uniremos todos en el único Cuerpo Místico
de Cristo. La expresión, «Dios es amor», en latín
«Deus
caritas est», es el título de mi primera encíclica,
que será publicada el miércoles próximo, 25 de enero,
fiesta de la conversión de san Pablo. Me alegra que
coincida con la conclusión de la Semana de Oración por
la Unidad de los Cristianos. En ese día iré a la Basílica
de San Pablo para presidir las vísperas, en las que
también participarán representantes de las demás
iglesias y comunidades eclesiales. Que la Virgen María,
Madre de la Iglesia, interceda por nosotros.
Meditación
antes del rezo del Ángelus del Domingo 20 de enero de
2006
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Queridos
Suscriptores de "El Camino de María"
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"...El
amor a Dios, que resulta posible gracias al don
del Espíritu, se funda, por tanto, en la mediación
de Jesús, como Él mismo afirma en la oración
sacerdotal: «Yo les he dado a conocer tu
nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que
el amor con que Tú me has amado esté en ellos y
Yo en ellos» (Jn 17, 26). Esta mediación se
concreta sobre todo en el don que él ha hecho de
su vida, don que por una parte testimonia el amor
mayor y, por otra, exige la observancia de lo que
Jesús manda: «Nadie tiene mayor amor que el
que da su vida por sus amigos. Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando» (Jn
15, 13-14)..."
Con esta
introducción continuamos publicando textos catequéticos
del Siervo de Dios Juan Pablo II sobre la virtud
teologal de la caridad que tiene en Dios su
fuente y su meta.
Creemos que es oportuno meditar, especialmente en este mes
en que el Santo Padre Benedicto XVI nos dará su
primera Carta-Encíclica "Deus caritas
est" (Dios es Amor), sobre la virtud teologal de la caridad,
recordando la sintética y plena afirmación de la
primera Carta de Juan: «Dios es Amor».
El
próximo miércoles
25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo
Apóstol, Benedicto XVI presidirá a las 17,30 en la
basílica de San Pablo Extramuros la celebración de
las Vísperas, con la que clausurará la Semana de
Oración por la Unidad de los Cristianos.
El
Papa Benedicto XVI dedicó la catequesis de
la Audiencia General del miércoles18 a la Unidad
de los Cristianos
.
Esta semana, explicó el Papa, "es una cita
importante para reflexionar sobre el drama de la
división de la comunidad cristiana y pedir junto
al mismo Jesús "que todos sean uno para que
el mundo crea".
"La
oración "por la unión de todos" -prosiguió-
engloba en formas y tiempos diversos a católicos,
ortodoxos y protestantes acomunados en la fe en
Jesucristo, único Señor y Salvador" y
"forma parte de ese núcleo que el Concilio
Vaticano II define como "el alma de todo el
movimiento ecuménico".
"Los
elementos que, a pesar de la división permanente,
siguen uniendo a los cristianos nos dan la
posibilidad de elevar una oración común a Dios.
Esta comunión en Cristo sostiene todo el
movimiento ecuménico e indica el fin mismo de la
búsqueda de la unidad de todos los cristianos en
la Iglesia de Dios. Es lo que distingue al
movimiento ecuménico de cualquier otra iniciativa
de diálogo y de relación con otras religiones e
ideologías".
El
Santo Padre recordó que las oraciones rezadas en
todo el mundo en esta época y también en
Pentecostés "expresan además la voluntad
del compromiso común para el restablecimiento de
la plena comunión de todos los cristianos".
Pero
esas oraciones, observó Benedicto XVI, no deben
ser sólo de petición. "Debemos dar gracias
al Señor -subrayó- por la nueva situación
creada, con tanto esfuerzo, en las relaciones ecuménicas
entre los cristianos, por los fuertes lazos de
solidaridad establecidos, por el crecimiento de la
comunión y convergencia (...) entre los diversos
diálogos. El futuro está ante nosotros".
El
Papa concluyó citando las palabras de Juan Pablo
II, que "hizo tanto y sufrió tanto por la
cuestión ecuménica", en la encíclica
"Ut unum sint": "Reconocer lo que
Dios ya ha concedido es condición que nos
predispone a recibir aquellos dones aún
indispensables para llevar a término la obra ecuménica
de la unidad".
María Santísima, Hija predilecta del Padre, se
presenta ante nuestra mirada como ejemplo perfecto
de caridad, tanto con Dios como con el prójimo.
Pidámosle a Ella que
su materna intercesión ayude a los cristianos a
formar un solo corazón y una sola alma y a todos
los hombres a crecer en la solidaridad para
construir un mundo de paz.
Marisa y
Eduardo
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