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Oh Virgen del Perpetuo Socorro

 

Santuario de San Alfonso

Domingo 30-junio-1991

 

 

Te invocamos
Oh Virgen del Perpetuo Socorro,

Madre Santa del Redentor,
socorre a Tu pueblo,

que anhela resurgir.


Da a todos el gozo de trabajar

por la construcción del Reino
en consciente y activa solidaridad

con los más pobres,
anunciando de modo nuevo y valiente

el Evangelio de Tu Hijo.


Él es fundamento y cima

de toda convivencia humana
que aspire a una paz verdadera,

estable y justa.


Como el Niño Jesús,

que admiramos en este venerado Icono,
también nosotros

queremos estrechar Tu mano derecha.


A Ti no te falta poder ni bondad

para socorrernos
en las más diversas necesidades

y circunstancias de la vida.


La hora actual es Tu Hora

Ven, pues, en ayuda nuestra
y sé para todos socorro,

refugio y esperanza Amén.


EL CAMINO DE MARÍA

Edición 1007 - 27 de Junio de 2016


Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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El próximo lunes 27 de de junio celebraremos la festividad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y el viernes 24 comienza el el  triduo de preparación a la misma.

El Icono original de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es uno de los numerosos iconos atribuidos a San Lucas, y está en el altar mayor de la  Iglesia de San Alfonso en Roma. Esa Imagen bizantina muestra a la Madre de Dios llevando en sus brazos al Niño Jesús asustado frente a los instrumentos de su futura Pasión que le presentan los arcángeles Miguel y Rafael. Jesús se acurruca en los brazos de su Madre. Ella lo estrecha junto a su Corazón. El cuadro nos recuerda la Maternidad Divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su Concepción hasta su Muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a Ella acuden.
 
El 26 de abril de 1866 el Papa Pío IX entregó el Icono a los Misioneros Redentoristas, que habían reconstruido la iglesia de San Alfonso donde se encontraba antiguamente la de San Mateo, agregando solemnemente: «¡Hacedla conocer! ¡Hacedla amar! ¡Ella salvará el mundo!» Muchos milagros son atribuidos a esta imagen tan célebre, cuya copia se ha difundido por el mundo entero.

 

Este género iconográfico mariano pertenece a las llamadas “Virgen de la Pasión”, por los elementos pictóricos que componen el icono:
 
Destacamos María y el Niño Jesús, a la derecha el arcángel San Miguel y a la izquierda, el arcángel San Gabriel, sosteniendo los instrumentos de la Pasión de Jesús en el calvario.
 
Una clave interpretativa es dada por la postura del Niño. En ella se está expresando la humanidad de Jesús, que se acoge al socorro de María. En esa perspectiva María destaca como quien sostiene al que sufre, a quien va a la Cruz.
 
Todo el Icono es como un anticipo de la escena de Getsemaní, en la cual el ángel de la fortaleza es María. La Virgen aparece como un lugar de acogida, de socorro. Con fina delicadeza nos lo dicen las manos de Jesús y María.
 
El autor ha tenido interés en mostrar la planta del pie del Niño para decirnos su humanidad. Jesús hace el camino del hombre. La sandalia desatada nos recuerda esa pérdida de propiedad que los hombres del Antiguo Testamento, expresaban al descalzarse. Vemos una dinámica entre las manos y los pies. Las manos nos hablan de un temor lleno de confianza y los pies de una decisión: desprendimiento. Es Dios hecho hombre.
 
Para expresar su carácter sacro, su dimensión espiritual, el icono debe llevar inscripto el nombre de lo que representa.  En nuestro icono, leyendo de arriba hacia abajo vemos primero las letras de “Madre de Dios”, los nombres de los arcángeles y entre el arcángel Gabriel  y el Niño, las letras de Jesucristo.

Siempre hemos oído hablar de la devoción de San Juan Pablo II a María Santísima bajo esta advocación, devoción que cultivó ya desde joven. El 30 de junio de 1991 visitó la Iglesia de San Alfonso en Roma con motivo de la celebración de los 125 años del culto público al icono del Perpetuo Socorro en dicha Iglesia. En la charla que mantuvo con la comunidad tras la celebración religiosa dijo expresamente:  
 
"...Recuerdo que en la última guerra, durante el periodo de la ocupación nazi de Polonia y siendo yo obrero en una fábrica de Cracovia, me paraba siempre en una iglesia, precisamente la de los redentoristas, que se encontraba en mi camino de regreso de la fábrica a casa. En aquella Iglesia había una imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro. ¡Cuántas veces me detuve ante dicha imagen! y no sólo porque me caía de paso, sino también porque la encontraba muy bella. Aún después de ser Obispo y Cardenal de Cracovia volví a visitar dicha Iglesia. Prediqué en ella muchas veces y también en ella administré Sacramentos, sobre todo el de la Confirmación. Se comprende fácilmente, pues, que el venir hoy aquí me resulte como si hiciese un viaje hacia mi pasado, hacia mi juventud..."

Para el  Triduo de preparación a la fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (24 al 26 de junio), les recomendamos los textos, invocaciones y oraciones que se encuentra en la siguiente dirección:

http://devocionario.com/maria/socorro_6.html

Recordemos que el Triduo nos ayudará  a prepararnos a la celebración de la fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro si nos sentimos movidos a acercarnos a los Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía y a renovar nuestro compromiso cristiano a ejemplo de María, la primera y más perfecta discípula de Cristo.

 

 

Oh Santa Madre de Dios,
que para inspirarnos una confianza sin límites te has querido llamar para nosotros Madre del Perpetuo Socorro.

Te ruego me socorras en todo tiempo y en todo lugar,en mis dificultades, y en los problemas de cada día,
especialmente en los momentos tristes y oscuros de la vida. 

Te ruego me concedas, Madre del Amor, la confianza de acudir siempre a Ti, como Mediadora de la salvación que nos entrega Tu Hijo y experimentar tu ayuda maternal. 

Te ruego me concedas el don de seguir a Tu Hijo,de escuchar el Evangelio y meditarlo en mi corazón,
como hacías Tú, en tu vida sencilla entregada a Dios, para que pueda compartir, junto Contigo, la esperanza de la salvación. Amén.  

  

 

NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

SANTUARIO DE BACLARÁN

Manila, Filipinas. Martes 17 de febrero de 1981

 

 OH MADRE DEL PERPETUO SOCORRO

 

He tenido la posibilidad de venir hoy aquí por segunda vez en mi vida. La primera vez que me detuve fue al ir al Congreso Eucarístico de Australia; y mientras celebraba la Misa al atardecer fui testigo de la devoción filial verdadera y de la confianza inmensa que tienen en Ti, Madre del Perpetuo Socorro, los fieles, la gente que vive en esta gran ciudad, capital de Filipinas (...).

A Ti, Reina de los Mártires y Madre de la Iglesia, deseo confiar de modo especial mi ministerio papal y sus múltiples dimensiones. Ya desde los comienzos, de la sangre de los mártires precisamente nació y creció con fuerza la Iglesia de tu Hijo, la Iglesia de Jesucristo, con cuyo sacrificio en la Cruz, Tú, Madre, cooperaste, con el sacrificio maternal de tu Corazón (cf. Lumen gentium, 58).

Son muchos ciertamente los ejemplos que encontramos de tal testimonio prestado por mártires santos y bienaventurados en varias partes del gran continente de Asia. Los fundamentos de la fe sellados con la sangre parecen estar hondamente arraigados ya en el terreno de la historia. Pero no somos nosotros, que somos seres humanos, quienes podemos medir y decir si estos fundamentos son suficientes para construir el servicio al Evangelio y a la Iglesia en estas extensas tierras y en las incontables islas que las rodean. Este juicio lo dejamos a la Misericordia del mismo Dios, al Corazón de nuestro Redentor y Señor, y al Espíritu Santo que guía a la humanidad y a la Iglesia a través del testimonio de sangre prestado al Reino de Amor y de Verdad.

No obstante, todo el trabajo inmenso que se presenta ante nosotros, yo, Juan Pablo II, con plena conciencia de mi debilidad humana y de mi indignidad deseo confiarlo a Ti, Madre de Cristo y de la Iglesia, que velas con tu incesante amor maternal sobre ella en todas partes, dispuesta a prestar toda clase de ayuda a cada corazón humano y en medio de todos los pueblos. Y sobre todo entre quienes están probados más duramente por el sufrimiento, la pobreza y toda clase de aflicciones imaginables.

Así, en el umbral de mi visita pastoral a Extremo Oriente, te encomiendo y consagro con confianza absoluta, como a Madre de nuestro Redentor, todas las naciones y pueblos de Asia y de las islas que la rodean. Te encomiendo y confío la Iglesia, particularmente los lugares donde padece más dificultades, donde no es comprendida debidamente su misión ni tampoco su irreprimible deseo de servir a los individuos y a los pueblos. En el umbral de esta peregrinación te encomiendo hoy las hospitalarias Filipinas y la Iglesia que al estar arraigada aquí con fuerza particular, siente con la misma fuerza particular su responsabilidad misionera. Que no le falte la fuerza necesaria para la obra de evangelización. Que persevere en el servicio de su pueblo y en la apertura a todos los demás, como siervo fiel que espera constantemente la llegada del Señor.

Oh Madre del Perpetuo Socorro,

Acoge esta consagración humilde y deposítala en el Corazón de tu Hijo, Tú que cuando estabas al pie de su Cruz en el Calvario nos fuiste dada a cada uno de nosotros como Madre. Amen.

 


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