CORAZÓN DE JESÚS,  VIDA Y RESURRECCIÓN NUESTRA

 

 

Meditación  vigésimo-sexto día 

Letanías al Sagrado Corazón de Jesús

 

Las 12 Promesas de Nuestro Señor a los devotos de su Sagrado Corazón

 

 

 

ORACIÓN 

 Oh Dios, que por medio del Corazón de tu Hijo, herido por nuestras culpas, te dignas, en tu Misericordia infinita, darnos los tesoros de tu amor; te pedimos nos concedas que, al presentarte el devoto obsequio de nuestra piedad, le ofrezcamos también el homenaje de una digna satisfacción. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

 

 

CATEQUESIS DEL PAPA JUAN PABLO II

CORAZÓN DE JESÚS,  VIDA Y RESURRECCIÓN NUESTRA

Ángelus, 27 de agosto de 1989

 CORAZÓN DE JESÚS,  VIDA Y RESURRECCIÓN NUESTRA

 
 
Queridos hermanos y hermanas:

1. Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón  encierra en una frase lapidaria todo el misterio de Cristo Redentor; nos recuerda las palabras dirigidas por Jesús a Marta, afligida por la muerte de su hermano Lázaro: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi, aunque muera, vivirá" (Jn 11,25).
Jesús es la vida que brota eternamente de la divina fuente del Padre: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios .. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres (Jn1,1.4).
Jesús es vida en Sí mismo: "Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en si mismo" (Jn 5,26). En el Último ser de Cristo, en su Corazón, la vida divina y la vida humana se unen armónicamente, en plena e inseparable unidad.
Pero Jesús es también vida para nosotros "Dar la vida" es el objetivo de la misión que El, Buen Pastor, recibió del Padre: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).

2.Jesús es también la resurrección. Nada es tan radicalmente contrario a la santidad de Cristo - el Santo del Señor (Lc. 1,35; Me 1,24) - como el pecado; nada es tan opuesto a El, fuente de vida, como la muerte.
Un vinculo misterioso une pecado y muerte (Sb 2,24; Rm 5,12; 6,23; etc): ambas son realidades esencialmente contrarias al proyecto de Dios sobre el hombre, que no fue hecho para la muerte, sino para la vida. Ante todo expresión de muerte, el Corazón de Cristo se conmovió profundamente, y por amor al Padre y a los hombres, sus hermanos, hizo de su vida un "prodigioso duelo" contra la muerte (Misal Romano, Secuencia de Pascua): con una palabra restituyó la vida física a Lázaro, al hijo de la viuda de Naín, a la hijo de Jairo; con la fuerza de su amor misericordioso devolvió la vida espiritual a Zaqueo, a María Magdalena, a la adúltera y a cuantos supieron reconocer su presencia salvadora.

3.Hermanos y hermanas: Nadie como María ha experimentado que el Corazón de Jesús es "vida y resurrección":
De El, vida, María recibió la vida de la gracia original y, en la escucha de su palabra y en la observación atenta de sus gestos salvíficos, pudo custodiarla y nutrirla.
Por El, resurrección, Ella fue asociada de modo singular a la victoria sobre la muerte: el misterio de su Asunción en cuerpo y alma al cielo es el consolador documento de que la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte se prolonga en los miembros de su Cuerpo Místico, y, como primero entre todos, en María, "miembro excelentísimo" de la Iglesia (Lumen Gentiurn, 53).
Glorificada en el cielo, la Virgen está, con su corazón de Madre, al servició de la redención obrada por Cristo. "Madre de la vida"., está cerca de toda mujer que da a luz un hijo, está al lado de todo fuente bautismal donde, por el agua y por el Espíritu (Jn 3,5) nacen los miembros de Cristo; "Salud de los enfermos", está donde la vida se consume afectada por el dolor y la enfermedad; "Madre de misericordia" Ella llama a quien ha caído bajo el peso de la culpa para que vuelva a las fuentes de la vida; "Refugio de pecadores" señala, a quienes se habían alejado de El, el camino que conduce a Cristo; "Virgen dolorosa" junto al Hijo que muere (Jn 19,25), Ella está donde la vida se apaga.
Invoquémosla con la Iglesia: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".

LA EUCARISTÍA EDIFICA A LA IGLESIA

 

El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística colma con sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el corazón humano y, al mismo tiempo, eleva la experiencia de fraternidad, propia de la participación común en la misma mesa eucarística, a niveles que están muy por encima de la simple experiencia convival humana. Mediante la comunión del cuerpo de Cristo, la Iglesia alcanza cada vez más profundamente su ser « en Cristo como sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano ».

A los gérmenes de disgregación entre los hombres, que la experiencia cotidiana muestra tan arraigada en la humanidad a causa del pecado, se contrapone la fuerza generadora de unidad del cuerpo de Cristo. La Eucaristía, construyendo la Iglesia, crea precisamente por ello comunidad entre los hombres.

(Juan Pablo II, Carta  Encíclica Ecclesia de Eucharistia, Capítulo II, 24)

ORACIÓN 

 Oh Dios Todopoderoso y Eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a quienes te piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

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