%EmailAddress% :  Esta edición la puede leer y/o imprimir en:

http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter965.htm

 

ALABANZAS A MARÍA SANTÍSIMA, VIRGEN DEL ADVIENTO
 
 

¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendito vuestro purismo seno, en que por nueve meses hizo su morada el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendito vuestro maternal regazo en que reposó y durmió dulcemente el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros santísimos brazos, que llevaron, abrazaron y tiernamente estrecharon al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditas vuestras hermosísimas manos, que acariciaron y cuidadosamente sirvieron al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros ojos virginales que con tanto deleite se recrearon contemplando el rostro del Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros oídos castísimos, que con tanta frecuencia oyeron el dulce nombre de Madre de la boca del Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros candidísimos labios, que con gozo inexplicable imprimieron tiernos besos en el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendita vuestra lengua angelical, que sin cesar alabó y llamó hijo querido al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.


EL CAMINO DE MARÍA

TIEMPO DE ADVIENTO

CUARTO DOMINGO


Edición 965 - Domingo 20 de Diciembre de 2015


Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

%EmailAddress%

 

El Santo Padre Francisco rezó la oración mariana del Ángelus con los miles de fieles y peregrinos que se habían dado cita en la Plaza de San Pedro en el IV Domingo de Adviento del año  2013. Antes de invocar a la Madre de Dios, Francisco recordó que en esta ocasión el Evangelio nos relata los hechos que precedieron al nacimiento de Jesús, y que el evangelista Mateo nos los presenta desde el punto de vista de San José, el esposo prometido de la Virgen María.

Se trata de un Evangelio que nos muestra toda la grandeza de espíritu de San José. Puesto que para él, que estaba siguiendo un buen proyecto de vida, Dios le reservó una misión más grande. El Papa también destacó que José “era un hombre que escuchaba siempre la voz de Dios”, “un hombre atento a los mensajes que le llegaban de lo profundo de su corazón y de lo alto”. Y dijo que “no se obstinó en perseguir su proyecto de vida”, ni “permitió que el rencor le envenenara el ánimo”, sino que estuvo dispuesto a la novedad que, “de modo desconcertante”, se le presentaba.

Por esta razón, dijo Francisco, San José se volvió “más libre y grande aún”. Libertad que, como afirmó el Papa Francisco, “nos interpela” a todos y nos muestra el camino. De ahí que el Pontífice afirmara que nos disponemos entonces a celebrar la Navidad contemplando a María y a José: María, la mujer llena de gracia que tuvo el valor de encomendarse totalmente a la Palabra de Dios, y José, “el hombre fiel y justo”, que prefirió “creer al Señor en lugar de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano”.

 

 

JOSÉ EJEMPLO DE LIBERTAD

Y APERTURA A DIOS

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este IV Domingo de Adviento, el Evangelio nos relata los hechos que precedieron al nacimiento de Jesús, y el evangelista Mateo los presenta desde el punto de vista de San José, el esposo prometido de la Virgen María.

José y María vivían en Nazaret; aún no habitaban juntos, porque el matrimonio todavía no se había celebrado. Mientras tanto, María, después de haber acogido el anuncio del Ángel, estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Cuando José se da cuenta de este hecho, permanece desconcertado.

El Evangelio no explica sus pensamientos, pero nos dice lo esencial: él trata de hacer la voluntad de Dios y está dispuesto a la renuncia más radical. En lugar de defenderse y de hacer valer sus propios derechos, José elige una solución que para él representa un enorme sacrificio. Y el Evangelio dice: “Como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto” (1, 19).

¡Esta breve frase resume un verdadero y propio drama interior, si pensamos en el amor que José tenía por María! Pero también en semejante circunstancia, José desea hacer la voluntad de Dios y decide, seguramente con gran dolor, despedir a María en secreto.

Es necesario meditar sobre estas palabras, para entender cuál fue la prueba que José tuvo que sostener en los días que precedieron el nacimiento de Jesús. Una prueba semejante a la del sacrificio de Abraham, cuando Dios le pidió a su hijo Isaac (Cfr. Ge 22): renunciar a lo más precioso, a la persona más amada.

Pero, como en el caso de Abraham, el Señor interviene: ha encontrado la fe que buscaba y abre un camino diverso, un camino de amor y de felicidad: “José –le dice– no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo” (Mt 1, 20).

Este Evangelio nos muestra toda la grandeza de espíritu de San José. Él estaba siguiendo un buen proyecto de vida, pero Dios reservaba para él otro designio, una misión más grande. José era un hombre que escuchaba siempre la voz de Dios, profundamente sensible a su secreto deseo, un hombre atento a los mensajes que le llegaban de lo profundo del corazón y de lo alto. No se obstinó en perseguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenara el ánimo, sino que estuvo listo para ponerse a disposición de la novedad que se le presentaba de modo desconcertante.

Y así, ¡era un hombre bueno! No odiaba, y no permitió que el rencor le envenenara el ánimo. ¡Pero cuántas veces a nosotros el odio, también la antipatía, el rencor nos envenenan el alma! ¡Esto hace mal! No lo permitan jamás, él es un ejemplo de esto. Y de este modo José se volvió más libre y grande aún. Aceptándose según el designio del Señor, José se encuentra plenamente, más allá de sí mismo. Esta libertad suya de renunciar a lo que es suyo, a la posesión de su propia existencia, y esta plena disponibilidad interior suya a la Voluntad de Dios, nos interpelan y nos muestran el camino.

Nos disponemos entonces a celebrar la Navidad contemplando a María y a José: María, la mujer llena de gracia que ha tenido el coraje de encomendarse totalmente a la Palabra de Dios; José, el hombre fiel y justo que ha preferido creer al Señor en lugar de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos, caminamos juntos hacia Belén.

 

 

LA DIVINIDAD DE JESÚS

 Y LA VIRGINIDAD DE MARÍA

 

Benedicto XVI. Ángelus . Domingo 18 de diciembre de 2011

 

Queridos hermanas y hermanos
 

En este cuarto y último Domingo de Adviento la liturgia nos presenta este año el relato del anuncio del ángel a María. Contemplando el estupendo icono de la Virgen Santísima, en el momento en que recibe el mensaje divino y da su respuesta, nos ilumina interiormente la luz de verdad que proviene, siempre nueva, de ese misterio. En particular, quiero reflexionar brevemente sobre la importancia de la virginidad de María, es decir, del hecho de que Ella concibió a Jesús permaneciendo virgen.

En el trasfondo del acontecimiento de Nazaret se halla la profecía de Isaías. «Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel» (Is 7, 14). Esta antigua promesa encontró cumplimiento superabundante en la Encarnación del Hijo de Dios.

De hecho, la Virgen María no sólo concibió, sino que lo hizo por obra del Espíritu Santo, es decir, de Dios mismo. El ser humano que comienza a vivir en su seno toma la carne de María, pero su existencia deriva totalmente de Dios. Es plenamente hombre, hecho de tierra —para usar el símbolo bíblico—, pero viene de lo alto, del Cielo. El hecho de que María conciba permaneciendo virgen es, por consiguiente, esencial para el conocimiento de Jesús y para nuestra fe, porque atestigua que la iniciativa fue de Dios y sobre todo revela Quién es el concebido. Como dice el Evangelio: «Por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35). En este sentido, la divinidad de Jesús y la virginidad de María se garantizan recíprocamente.

Por eso es tan importante aquella única pregunta que María, «turbada grandemente», dirige al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» (Lc 1, 34). En su sencillez, María es muy sabia: no duda del poder de Dios, pero quiere entender mejor su Voluntad, para adecuarse completamente a esa Voluntad. María es superada infinitamente por el Misterio, y sin embargo ocupa perfectamente el lugar que le ha sido asignado en su centro. Su corazón y su mente son plenamente humildes, y, precisamente por su singular humildad, Dios espera el «sí» de esa joven para realizar su designio. Respeta su dignidad y su libertad. El «sí» de María implica a la vez la maternidad y la virginidad, y desea que todo en Ella sea para gloria de Dios, y que el Hijo que nacerá de Ella sea totalmente don de Gracia.

Queridos amigos, la virginidad de María es única e irrepetible; pero su significado espiritual atañe a todo cristiano. En definitiva, está vinculado a la fe: de hecho, quien confía profundamente en el Amor de Dios, acoge en Sí a Jesús, su vida divina, por la acción del Espíritu Santo. ¡Este es el misterio de la Navidad! A todos os deseo que lo viváis con íntima alegría.

 

© 2002-2015 - MariaMediadora.com  . All Rights Reserved

EL CAMINO DE MARÍA . Edición número 965 para %EmailAddress%

Enviada por marisayeduardo@santorosario.info

%EmailAddress% : Invite a sus amigos y conocidos a suscribirse a "EL CAMINO DE MARÍA" .

Deben llenar un simple formulario en la siguiente dirección de nuestro sitio:

http://www.mariamediadora.com/formulario.html