EL CAMINO DE MARÍA

Edición nro. 95

   Oh Virgen fiel, que fuiste siempre solícita y dispuesta a recibir,
conservar y meditar la Palabra de Dios!:
Haz que también nosotros, en medio de las  dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana.

 

La versión digitalizada y compilada de esta Newsletter la puede descargar de la Biblioteca Digital "Virgo Fidelis"

 

La versión on-line de esta Newsletter la puede leer en la Hemeroteca Digital "Mater Dei"

 

 
 
 Vivamos este mes con confianza en Dios imitando la Fe de María. 
 
 
 
 
 Como Ella, también nosotros podemos mirar con atención y conservar en el corazón las maravillas que Dios lleva a cabo cada día en la historia. Así aprenderemos a reconocer en la trama de la vida diaria la intervención constante de la divina Providencia, que todo lo guía con sabiduría y amor.
 
 
 
 
 
 
 
 

 

Encíclica

Redemptoris missio
 

Sobre la permanente validez del Mandato Misionero
 

 

 

 

 
Nunca como hoy la Iglesia ha tenido la oportunidad de hacer llegar el Evangelio, con el testimonio y la palabra, a todos los hombres y a todos los pueblos. Veo amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser un día radiante y rica en frutos, si todos los cristianos y, en particular, los misioneros y las jóvenes Iglesias responden con generosidad y santidad a las solicitaciones y desafíos de nuestro tiempo. Como los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, la Iglesia debe reunirse en el Cenáculo con « María, la madre de Jesús » (Act 1, 14), para implorar el Espíritu y obtener fuerza y valor para cumplir el mandato misionero. También nosotros, mucho más que los Apóstoles, tenemos necesidad de ser transformados y guiados por el Espíritu Santo. (Encíclica Redemptoris Missio, 92)
 

Estimado/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

Continuamos meditando junto con María, la importante y valiosa Catequesis del Santo Padre sobre EL ESPÍRITU SANTO QUE CRISTO NOS PROMETIÓ.

Hoy le enviamos el texto de la segunda Catequesis de la serie: El Espíritu Santo prometido, cuyo tema es: EL ESPÍRITU DE LA VERDAD

Pidamos a Santa María, Madre de los creyentes, que nos enseñe "a ser dóciles a la voz del Espíritu Santo, atentos a sus llamados en la intimidad de la conciencia y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia", con la siguiente Oración que el Santo Padre le dirigió en el Santuario de Lourdes el 14 de agosto de 2004..

 

 

¡Ave María, Mujer humilde,
bendecida por el Altísimo!
Virgen de la esperanza, profecía de tiempos nuevos,
nosotros nos unimos a tu cántico de alabanza
para celebrar las misericordias del Señor,
para anunciar la venida del Reino
y la plena liberación del hombre.

¡Ave María, humilde sierva del Señor,
gloriosa Madre de Cristo!
Virgen fiel, morada santa del Verbo,
enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra,
a ser dóciles a la voz del Espíritu Santo,
atentos a sus llamados en la intimidad de la conciencia
y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.

¡Ave María, Mujer del dolor,
Madre de los vivos!
Virgen Esposa ante la Cruz, Eva nueva,
sed nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos a vivir y a difundir el amor de Cristo,
a detenernos contigo ante las innumerables cruces
en las que tu Hijo aún está crucificado.

¡Ave María, Mujer de la fe,
primera entre los discípulos!
Virgen Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre
razón de la esperanza que habita en nosotros,
confiando en la bondad del hombre y en el Amor del Padre.
Enséñanos a construir el mundo desde adentro:
en la profundidad del silencio y de la oración,
en la alegría del amor fraterno,
en la fecundidad insustituible de la Cruz.

Santa María, Madre de los creyentes,
Nuestra Señora de Lourdes,
ruega por nosotros.

Marisa y Eduardo Vinante 

Editores de "El Camino de María".  

CATEQUESIS DEL PAPA JUAN PABLO II

EL ESPÍRITU DE LA VERDAD

Audiencia General del miércoles 17 de mayo  de 1989

  

¡ESCUCHÉMOSLA!

DESDE ESTA GRUTA DE MASSABIELLE, LA VIRGEN NOS HABLA TAMBIEN A NOSOTROS, CRISTIANOS DEL TERCER MILENIO.  

 Santuario de Lourdes. Homilía durante la Santa Misa en la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. 15 de agosto de 2004

  EL ESPÍRITU SANTO DE LA VERDAD

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Hemos citado varias veces las palabras de Jesús, que en discurso de despedida dirigido a los Apóstoles en el Cenáculo promete la venida del Espíritu Santo como nuevo y definitivo defensor y consolador: 'Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque le ve ni le conoce' (Jn 14, 16-7). Aquel 'discurso de despedida', que se encuentra en la narración solemne de la Última Cena (Cfr. Jn 13, 2), es una fuente de primera importancia para la disciplina teológica que se refiere al Espíritu Santo (neumatología). Jesús habla de Él como del Paráclito, que 'procede' del Padre, y que el Padre 'enviará' a los Apóstoles a la Iglesia 'en nombre del Hijo', cuando el propio Hijo se vaya, 'a costa' de su partida mediante el sacrificio de la cruz.

Hemos de considerar el hecho de que Jesús llama al Paráclito el 'Espíritu de la verdad'. También en otros momentos lo ha llamado así (Cfr. Jn 15, 26; Jn 16, 13).

2. Tengamos presente que en el mismo 'discurso de despedida' Jesús, respondiendo a una pregunta del Apóstol Tomás acerca de su identidad, afirma de sí mismo: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida' (Jn 14, 6). De esta doble referencia a la verdad que Jesús hace para definir tanto a Sí mismo como al Espíritu Santo se deduce que, si el Paráclito es llamado por Jesús el  'Espíritu de la verdad', esto significa que el Espíritu Santo es quien después de la partida de Cristo, mantendrá entre los discípulos la misma verdad, que Él ha anunciado y revelado y, más aún, que es Él mismo. El Paráclito, en efecto, es la verdad, como lo es Cristo. Lo dirá Juan en su Primera Carta: 'El Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad' (1 Jn 5, 6). En la misma Carta el Apóstol escribe también: 'Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error 'spiritus erroris'' (1 Jn 4, 6). La misión del Hijo y la del Espíritu Santo encuentran, están ligadas y se complementan recíprocamente en la afirmación de la verdad y en la victoria sobre el error: los campos de acción en que actúa son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y error es el primer momento de dicha actuación.

3. Permanecer en la verdad y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, tanto de los primeros tiempos como de todas las nuevas generaciones de la Iglesia a lo largo de los siglos. Desde este punto de vista, el anuncio del Espíritu de la verdad tiene una importancia clave. Jesús dice en el Cenáculo: 'Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello' (Jn 16, 12). Es verdad que la misión mesiánica de Jesús duró poco, demasiado poco para revelar a los discípulos todos los contenidos de la revelación. Y no sólo fue breve el tiempo a disposición, sino que también resultaron limitadas la preparación y la inteligencia de los oyentes. Varias veces se dice que los mismos Apóstoles 'estaban desconcertados en su interior' (Cfr. Mc 6, 52), y 'no entendían' (Cfr., por ejemplo, Mc 8, 21), o bien entendían erróneamente las palabras y las obras de Cristo (Cfr., por ejemplo, Mt 16, 6)11 ).

Así se explican en toda la plenitud de su significado las palabras del Maestro: 'Cuando venga... el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa' (Jn 16, 13).

4. La primera confirmación de esta promesa de Jesús tendrá lugar en Pentecostés y en los días sucesivos, como atestiguan los Hechos de los Apóstoles. Pero la promesa no se refiere sólo a los Apóstoles y a sus inmediatos compañeros en la evangelización, sino también a las futuras generaciones de discípulos y de confesores de Cristo. El Evangelio, en efecto, está destinado a todas las naciones y a las generaciones siempre nuevas, que se desarrollarán en el contexto de las diversas culturas y del múltiple progreso dela civilización humana. Mirando todo el arco de la historia Jesús dice: 'El Espíritu del a verdad, que procede del Padre, dará testimonio de mí'. 'Dará testimonio', es decir, mostrará el verdadero sentido del Evangelio en el interior de la Iglesia para que ella lo anuncie de modo auténtico a todo el mundo. Siempre y en todo lugar, incluso en la interminable sucesión de las cosas que cambian desarrollándose en la vida de la humanidad, el 'Espíritu de la verdad' guiará a la Iglesia 'hasta la verdad completa' (Jn 16, 13).

5. La relación entre la revelación comunicada por el Espíritu Santo y la de Jesús es muy estrecha. No se trata de una revelación diversa, heterogénea. Esto se puede argumentar desde una peculiaridad del lenguaje que Jesús usa en su promesa: 'El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho' (Jn 14, 26). El recordar es la función de la memoria. Recordando se vuelve a lo pasado, a lo que se ha dicho y realizado, renovando así en la conciencia las cosas pasadas, y casi haciéndolas revivir. Tratándose especialmente del Espíritu Santo, Espíritu de una verdad cargada del poder divino, su misión no se agota al recordar el pasado como tal: 'recordando' las palabras, las obras y todo el misterio salvífico de Cristo, el Espíritu de la verdad lo hace continuamente presente en la Iglesia, de modo que revista una 'actualidad' siempre nueva en la comunidad de la salvación. Gracias a la acción del Espíritu Santo, la Iglesia no sólo recuerda la verdad, sino que permanece y vive en la verdad recibida de su Señor. También de este modo se cumplen las palabras de Cristo:     ' El Espíritu Santo dará testimonio de mí" (Jn 15, 26). Este testimonio del Espíritu de la verdad se identifica así con la presencia de Cristo siempre vivo, con la fuerza operante del Evangelio, con la actuación creciente de la redención, con una continua ilustración de verdad y de virtud. De este modo, el Espíritu Santo 'guía' a la Iglesia 'hasta la verdad completa'.

6. Tal verdad está presente, al menos de manera implícita, en el Evangelio. Lo que el Espíritu Santo revelará ya lo dijo Cristo. Lo revela Él mismo cuando, hablando del Espíritu Santo, subraya que 'no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga... El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros' (Jn 16, 13)14). Cristo, glorificado por el Espíritu de la verdad, es, ante todo, el mismo Cristo crucificado, despojado de todo y casi 'aniquilado' en su humanidad para la redención del mundo.

Precisamente por obra del Espíritu Santo la 'palabra de la Cruz' tenia que ser aceptada por los discípulos, a los cuales el mismo Maestro había dicho: 'Ahora (todavía) no podéis con ello' (Jn 16, 12). Se presentaba, ante aquellos pobres hombres, la imagen de la Cruz. Era necesaria un acción profunda para hacer que sus mentes y sus corazones fuesen capaces de descubrir la 'gloria de la redención' que se había realizado precisamente en la Cruz. Era necesario una intervención divina para convencer y transformar interiormente a cada uno de ellos, como preparación, sobre todo, para el día de Pentecostés, y, posteriormente la misión apostólica en el mundo. Y Jesús les advierte que el Espíritu Santo 'me dará gloria, porque recibirá de lo mío anunciará a vosotros'. Sólo el Espíritu que, según San Pablo (1 Cor 2, 10) 'sondea las profundidades de Dios', puede dar a conocer el misterio del Hijo-Verbo en su relación filial con el Padre y en su relación redentora con los hombres de todos los tiempos. El Espíritu de la verdad, puede abrir las mentes y los corazones humanos haciéndolos capaces de aceptar el inescrutable misterio de Dios y de su Hijo encarnado, crucificado y resucitado Jesucristo el Señor.

7. Jesús añade: 'El Espíritu de la verdad... os anunciará que ha de venir' (Jn 16, 13). '¿Qué significa esta proyección profética y escatológica con la que Jesús coloca bajo el radio de acción del Espíritu Santo el futuro de la Iglesia, todo el camino histórico que ella está llamada a realizar a lo largo de los siglos? Significa ir al encuentro de Cristo glorioso, hacia quien se tiende en virtud de la invocación suscitada por el Espíritu Santo: 'Ven, Señor Jesús!' (Ap 22, 17,20). El Espíritu conduce a la Iglesia hacia un constante progreso en la comprensión de la verdad revelada. Vela por la enseñanza de dicha verdad, por su conservación, por su aplicación a las cambiantes situaciones históricas. Suscita y conduce el desarrollo de todo lo que contribuye al conocimiento y a la difusión de esta verdad: en particular, la exégesis de la Sagrada Escritura y la investigación teológica, que nunca se pueden separar de la dirección del Espíritu de la verdad ni del Magisterio de la Iglesia, en el que el Espíritu siempre está actuando.

Todo acontece en la fe y por la fe, bajo la acción del Espíritu, como he dicho en la Encíclica "Dominum et vivificante": 'El misterio de Cristo en su globalidad exige la fe, ya que ésta introduce oportunamente al hombre en la realidad del misterio revelado. El 'guiar hasta la verdad completa' se realiza, pues, en la fe y mediante la fe, lo cual es obra del Espíritu de verdad y fruto de su acción en el hombre. El Espíritu debe ser en esto la guía suprema del hombre y la luz del espíritu humano. Esto sirve para los Apóstoles, testigos oculares, que deben llevar ya a todos los hombres el anuncio de lo que Cristo 'hizo y enseñó' y, especialmente, el anuncio de su cruz y de su resurrección. En una perspectiva más amplia esto sirve también para todas las generaciones de discípulos y confesores del Maestro, ya que deberán aceptar con fe y confesar con lealtad el misterio de Dios operante en la historia del hombre, el misterio revelado que explica el sentido definitivo de esa historia' (n. 6).

8. De este modo, el 'Espíritu de la verdad' continuamente anuncia los acontecimientos futuros; continuamente muestra a la humanidad este futuro de Dios, que está por encima y fuera de todo futuro 'temporal':

El Espíritu Santo llena de valor eterno el futuro del mundo.

El Espíritu Santo convence al hombre, haciéndole entender que, con todo lo que es, y tiene, y hace, está llamado por Dios en Cristo a la salvación. 

El Espíritu de la verdad, es el verdadero Consolador' del hombre.

El Paráclito es el verdadero Defensor y Abogado.

El Espíritu Santo es el verdadero Garante del Evangelio en la historia: bajo su acción la Buena Nueva es siempre 'la misma' y es siempre 'nueva'; y de modo siempre nuevo ilumina el camino del hombre en la perspectiva del cielo con 'palabras de vida eterna' (Jn 6, 68).

  ¡ESCUCHÉMOSLA! 

 

Queridos Hermanos y Hermanas:

1. "Que soy era Immaculada Councepciou". Las palabras que María le dirigió a Bernardita el 25 de marzo de 1858 resuenan con una intensidad particular durante este año, en el cual la Iglesia celebra el 150º aniversario de la solemne definición del dogma, proclamado por el Beato Pío IX con la Constitución apostólica Ineffabilis Deus.

He deseado vivamente realizar esta peregrinación a Lourdes, para recordar un acontecimiento que continúa dando gloria a la Trinidad una e indivisa. La Concepción Inmaculada de María es el signo del amor gratuito del Padre, la expresión perfecta de la redención obrada por el Hijo, el inicio de una vida totalmente disponible a la acción del Espíritu.

2. Bajo la mirada materna de la Virgen, os saludo de corazón a todos vosotros, queridos Hermanos y Hermanas, que habéis venido a la Gruta de Massabielle para cantar las alabanzas de Aquella a la que todas las generaciones llaman bienaventurada (cf. Lc 1,48).

Mi pensamiento afectuoso se dirige ahora a los peregrinos que han venido aquí desde diversas partes de Europa y del mundo, y a todos aquellos que están unidos espiritualmente a nosotros a través de la radio y la televisión. Con especial afecto, os saludo a vosotros, queridísimos enfermos, que habéis venido a este lugar bendito a buscar alivio y esperanza. ¡Que la Virgen Santa os haga sentir su presencia y dé consuelo a vuestros corazones!

3. "En aquellos días, María se puso en viaje hacia la montaña..." (Lc 1,39). Las palabras de la narración evangélica nos han hecho volver a ver con los ojos del corazón a la joven muchacha de Nazaret en camino hacia la "ciudad de Judá" donde habitaba su prima, para ofrecerle sus servicios.

Lo que nos impresiona en María es, ante todo, su atención llena de ternura hacia su pariente anciana. El suyo es un amor concreto, que no se limita a palabras de comprensión, sino que se hace cargo en primera persona de la fatiga de la asistencia. A su prima, la Virgen no le da simplemente algo de sí; se da ella misma, sin pedir nada a cambio. Ha comprendido perfectamente que el don recibido de Dios más que un privilegio es una tarea, que la compromete hacia los demás con la gratuidad propia del amor.

4. "Engrandece mi alma al Señor..." (Lc 1,46). Los sentimientos que María vive en el encuentro con Isabel irrumpen con fuerza en el canto del Magnificat. En sus labios se expresa la espera plena de esperanza de los "pobres del Señor" y, al mismo tiempo, la conciencia del cumplimiento de las promesas, porque Dios "se acordó de su misericordia" (cf. Lc 1,54).

Precisamente de esta conciencia brota la alegría de la Virgen María que invade todo el cántico:

alegría de saber que Dios "ha puesto los ojos" en ella no obstante su "humildad" (cf. Lc 1,48); 

- alegría por el "servicio" que le es posible ofrecer, gracias a las "maravillas" a las que la ha llamado el Todopoderoso (cf. Lc 1,49);

alegría por experimentar con antelación las bienaventuranzas escatológicas, reservadas a los "humildes" y a los "hambrientos" (cf. Lc 1,52-53).

Al Magnificat, sigue el silencio: sobre los tres meses de permanencia junto a su prima Isabel nada se ha dicho. O tal vez se nos ha dicho lo más importante: el bien no hace ruido, la fuerza del amor se expresa en la serenidad discreta del servicio cotidiano.

5. Con sus palabras y con su silencio, la Virgen María está delante de nosotros como modelo para nuestro camino. Un camino que no es fácil: por la culpa de los primeros padres, la humanidad lleva en sí la herida del pecado, cuyas consecuencias continúan haciéndose sentir también en los redimidos. ¡Pero el mal y la muerte no tendrán la última palabra!  María lo confirma con toda su existencia, como testimonio vivo de la victoria de Cristo, nuestra Pascua.

Los fieles lo han comprendido. Por ello corren en masa a esta gruta para escuchar las advertencias maternas de la Virgen, reconociendo en ella "la mujer vestida de sol" (Ap 12,1), la Reina que resplandece al lado del trono de Dios (cf. Sal. resp.) e intercede a su favor.

6. Hoy la Iglesia celebra la gloriosa Asunción al Cielo de María en cuerpo y alma. Los dos dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción están íntimamente ligados entre ellos. Ambos proclaman la gloria de Cristo Redentor y la santidad de María, cuyo destino humano está ya perfectamente y definitivamente realizado en Dios.

"Cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros", nos ha dicho Jesús (Jn 14,3). María es la prenda del cumplimiento de la promesa de Cristo. Su Asunción se convierte así para nosotros en "signo de esperanza segura y de consuelo" (cf. Lumen gentium, 68).

Queridos Hermanos y Hermanas. Desde esta gruta de Massabielle, la Virgen nos habla también a nosotros, cristianos del tercer milenio.

 ¡Escuchémosla!

Escuchad ante todo vosotros, queridos jóvenes, que buscáis una respuesta capaz de dar sentido a vuestra vida. Aquí la podréis encontrar. Es una respuesta exigente, pero es la única que satisface plenamente. En ella está el secreto de la alegría verdadera y de la paz.

Desde esta gruta parte un especial llamado también a vosotras, mujeres. Apareciéndose en la gruta, María confió su mensaje a una joven, como para subrayar la particular misión que le corresponde a la mujer en este tiempo nuestro, tentado por el materialismo y la secularización: ser en la sociedad de hoy testigos de aquellos valores esenciales que se ven sólo con los ojos del corazón. ¡A vosotras, mujeres, os corresponde la tarea de ser centinelas de lo Invisible! 

A todos vosotros, hermanos y hermanas, lanzo un apremiante llamado para que hagáis todo lo posible para que la vida, toda la vida, sea respetada desde su concepción hasta su fin natural. La vida es un don sagrado, del cual nadie puede adueñarse.

En fin, la Virgen de Lourdes tiene un mensaje para todos. Es este: ¡sed mujeres y hombres libres! Pero recordad: la libertad humana es una libertad herida por el pecado. Ella misma necesita ser liberada. Cristo es su liberador, Él que "nos ha liberado para que seamos verdaderamente libres" (Gal 5,1). ¡Defended vuestra libertad!

Queridos hermanos, nosotros sabemos que para ello podemos contar con Aquella que, al no haber cedido nunca al pecado, es la única criatura perfectamente libre. A Ella os encomiendo. ¡Caminad con María por el camino de la plena realización de vuestra humanidad!

© 2004 MariaMediadora™ - All Rights Reserved

 

Los Libros Digitales de la Colección Virgo Fidelis han sido compilados con el program  Easy Ebook Creator.