LA CURACIÓN DEL CIEGO DE NACIMIENTO
Beato Juan Pablo II .
Homilía Santa Misa IV Domingo de Cuaresma
29 de marzo de 1981
Amadísimos hermanos y
hermanas:
1. Deseo juntamente con vosotros saludar a Cristo Buen Pastor con
las palabras del Salmo responsorial de la liturgia de hoy, que colma nuestros
corazones de tanta confianza:
¡El Señor es mi Pastor, nada me falta! (Sal 22
[23], 1).
En el nombre de Cristo que es el Pastor Eterno de la Iglesia,
Pastor de las almas, saludo a esta pequeña parte de la Iglesia romana, que es la
comunidad de San Sabas en el Aventino(...)
2. El Salmo responsorial del IV Domingo de Cuaresma dirige
nuestras almas hacia el misterio pascual, en el que Cristo se revela realmente
como Pastor que ofrece la vida por las ovejas (cf. Jn10,
11-15). La imagen que emerge del Salmo 22 es una preparación en el Antiguo
Testamento de la figura que Cristo mismo ha delineado con la parábola del Buen
Pastor. Evidentemente, el Salmo refleja una mentalidad oriental y se expresa con
modalidades típicas del contexto histórico judío y, por esto, requeriría una
esmerada exégesis. Sin embargo, su mensaje es fácilmente comprensible: Jesús, el
Verbo Divino, se encarnó precisamente para conducir las almas hacia la verdad: "En
verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas".
Jesús vino para alentarnos en el camino de la vida, para guiarnos
en el camino justo de la salvación, para prepararnos la mesa de la gracia, para
darnos la alegría de la certeza. Jesús está con nosotros todos los días de
nuestra existencia: la fe en El nos da seguridad y valentía, aun cuando a veces
tengamos que caminar en un valle oscuro. ¡Animo, pues, queridos hijos! Es la
primera exhortación que nos sugiere la liturgia de hoy. ¡A pesar de las penas y
de los contrastes de la vida, a pesar de las situaciones sociales y públicas que
a veces pueden llegar a ser dramáticas, no perdáis la confianza en Cristo Buen
Pastor, Redentor de nuestras almas, Salvador de la humanidad!
3. Cristo es precisamente el Pastor Eterno
de toda la humanidad, porque en El todos nosotros hemos sido elegidos por el
Padre como sus hijos adoptivos. Y por medio de su obra redentora hemos sido
unidos al Espíritu Santo, de manera que participamos así también de la misión de
Cristo "Sacerdote, Profeta y Rey" (cf. Lumen
gentium, 31).
Hacia estos pensamientos nos orienta Ja primera lectura del libro de Samuel, que
narra la elección y la unción del futuro Rey David por parte del Profeta.
Del relato del episodio histórico resulta que en el Antiguo
Testamento sólo alguno era elegido por el Altísimo para la realización de sus
designios. En este caso, uno solo de los 7 hijos de Jesé fue elegido y
consagrado Rey de Israel.
En cambio, la revelación de Cristo y la enseñanza perenne de la
Iglesia afirman que, en el Nuevo Testamento, la elección es universal: toda la
humanidad y, por esto, cada uno de los hombres, es llamado y elegido en Cristo
para participar de la misma vida divina mediante la gracia. ¡Así, pues, sentíos
dichosos y estad agradecidos por haber no sólo conocido estas realidades
divinas, sino por haber recibido la "unción" y la "consagración" mediante el
Bautismo y la Confirmación! ¡Acordaos siempre de vuestra dignidad, de vuestra
grandeza, de vuestra riqueza y comportaos de modo que también los demás puedan
conocerla y vivirla!
4. Sin embargo, el pensamiento sobre el que pone más fuertemente
el acento la liturgia de hoy es que Cristo es el Pastor de nuestras almas en
cuanto nos abre los ojos para ver la luz de Dios.
El relato de la curación del ciego de nacimiento, como nos lo
presenta el Evangelista Juan, es ciertamente una de las páginas más espléndidas
del Evangelio. Sería necesario detenerse largamente para analizar los
valores literarios, para saborear la composición, de la escena, para profundizar
en la sicología de los diversos personajes, para seguir la dinámica de la
acción, para descubrir su valor apologético, para meditar su mensaje doctrinal.
Lo podréis hacer en vuestros encuentros de grupo, con comodidad y provecho; para
este encuentro es suficiente una sola, pero fundamental, observación: Jesús
realizó el llamativo milagro de la curación del ciego de nacimiento para
demostrar su divinidad y la consiguiente necesidad de acoger su Persona y su
mensaje.
El ciego, una vez curado, no sabe todavía quién es Jesús pero lo
intuye, y contra la incredulidad de los judíos y el temor de sus mismos padres,
afirma: "Jamás se oyó decir que nadie abriera los ojos a un ciego de
nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Cuando
después Jesús le dice claramente que es el "Hijo del hombre", esto es, el
Mesías, el Hijo de Dios, el ciego curado no tiene duda alguna e inmediatamente
hace su profesión de fe: "Creo, Señor".
He aquí, pues, el significado, inmediato del milagro realizado
por Jesús: El es verdaderamente Dios, el cual como pudo dar enseguida la vista a
un ciego, mucho más puede dar la vista al alma, puede abrir los ojos interiores
para que conozcan las verdades supremas que se refieren a la naturaleza de Dios
y al destino del hombre. Por esto, la curación física del ciego, que luego es
causa de su fe, se convierte en un símbolo de la conversión espiritual. De este
modo Jesús vuelve a confirmar la verdad de las palabras que ya había
pronunciado: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en
tinieblas, sino que tendrá luz de vida" (Jn 8,
12). Cristo es Buen Pastor porque es la luz de nuestras almas. No podemos menos
de creer en El, seguirle, amarle, escucharle.
5. De la meditación de las lecturas de la liturgia de hoy debemos
sacar ahora alguna conclusión práctica, que pueda servir en el camino ulterior
de vuestra vida personal y parroquial.
Ante todo, tened siempre un profundo sentido de responsabilidad
sobre vuestra fe cristiana. El relato evangélico nos hace comprender cuán
preciosa es la vista de los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la
fe. Pero sabemos que esta fe exige firmeza y fortaleza, porque está siempre
insidiada. Frente a la luz que es Cristo, hay a veces una actitud de abierta
hostilidad, o de rechazo y de indiferencia, o también de crítica injusta y
parcial.
Sentíos responsables de vuestra fe en la sociedad moderna en la
que debéis vivir, cada uno en su puesto de vida y de trabajo, cada uno en el
ámbito de sus relaciones de familia y de profesión. Y por esto, profundizad cada
vez más en ella, con una catequesis sana, completa, metódica. A este propósito
manifiesto mi viva satisfacción por la incansable y diligente obra de catequesis
que se desarrolla en vuestra parroquia, para todas las edades y clases de
personas. ¡Corresponded al celo de vuestros Pastores! ¡Conocer mejor la propia
fe significa estimarla más, vivirla más intensamente, irradiarla con más eficaz
testimonio!
6. Una segunda consecuencia práctica se puede sacar de la Carta
de San Pablo a los cristianos de la ciudad de Éfeso.
"En otro tiempo erais tinieblas —escribía el Apóstol—,
ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz" (Ef 5, 8). La
exhortación de San Pablo es siempre actual: "Buscad lo que agrada al Señor" (Ef 5,
10). "No toméis parte en las obras estériles de las tinieblas" (Ef 5,
11).
¡Sed luz también vosotros en vuestra parroquia, en vuestra
ciudad, en vuestra patria! Sed luz, con la frecuencia asidua y convencida a la
Santa Misa dominical y festiva; sed luz eliminando escrupulosamente las palabras
soeces, la blasfemia, la lectura de diarios y revistas pornográficas, la visión
de espectáculos negativos; sed luz con el ejemplo continuo de vuestra bondad y
de vuestra fidelidad en todo lugar, pero especialmente en el ambiente
privilegiado de la familia, recordando que "toda bondad, justicia y verdad son
fruto de la luz".
7. Queridísimos:
El IV domingo de Cuaresma eleva nuestros pensamientos y nuestros
corazones hacia Cristo que, al ofrecer su vida por los Hombres en la Pasión y en
la Cruz, se revela el único Buen Pastor que abraza a todos y a cada uno, se
cuida del verdadero bien de cada hombre y de la humanidad aquí, en la tierra, y,
en definitiva, se cuida de nuestra salvación eterna.
¡Estemos dispuestos para seguir a
Cristo por los caminos que El nos indica, también mediante la enseñanza de la
Iglesia que El ha instituido!
¡Estemos dispuestos a sacar fuerza de las fuentes de la gracia,
que El nos abre en la Iglesia mediante los sacramentos de la fe: Penitencia y
Eucaristía!
¡Y, finalmente, estemos dispuestos a
buscar en El el apoyo en todas
las dificultades de nuestra vida y de nuestra conciencia!
¡No nos separemos nunca de El! ¡El es la luz del mundo!
LA SANTA
MISA MATUTINA EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTAHE
TOCAR
LAS LLAGAS DE JESÚS
Santo
Padre Francisco. Homilía Santa Misa 3 de julio de 2013
Es necesario salir de nosotros mismos e
ir por el camino del hombre para descubrir que las
llagas de Jesús son todavía hoy visibles en el cuerpo de
los hermanos que tienen hambre, sed, que están desnudos,
humillados, esclavizados, que se encuentran en la cárcel
y en el hospital. Tocando estas llagas, acariciándolas,
es posible «adorar al Dios vivo en medio de
nosotros».
La celebración de la fiesta de santo
Tomás apóstol ofreció al Papa Francisco la ocasión de
volver al concepto que le es de especial interés:
tocar las llagas de Jesús. El gesto de Tomás que
mete el dedo en las llagas de Jesús Resucitado fue el
tema central de la homilía de la Santa Misa del
miércoles 3 de julio de 2013.
Después de la Resurrección, dijo el Papa
Francisco, Jesús se aparece a los apóstoles, pero Tomás
no estaba allí: "quería que esperara una semana. El
Señor sabe por qué hace las cosas. A cada uno de
nosotros nos da el tiempo que Él piensa que es mejor
para nosotros. A Tomás le ha concedido una semana. Jesús
se presenta con sus llagas: todo su cuerpo estaba
limpio, hermoso, lleno de luz -continuó el Santo
Padre-, pero las llagas estaban y están todavía, y
cuando el Señor vendrá, al final del mundo, nos enseñará
sus llagas. Tomás, para creer, quería meter sus dedos en
las llagas: era un testarudo. Pero el Señor quiso
precisamente un testarudo para hacernos comprender algo
más grande. Tomás vio al Señor, que le invitó a meter el
dedo en la herida de los clavos, a poner su mano en el
costado y no dijo: es verdad: el Señor ha resucitado.
¡No! Fue más allá. Dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Es el
primer discípulo que confiesa la la divinidad de Cristo
después de la Resurrección...Y que le adora".
"Y así –dijo el Papa– se entiende cuál era la
intención del Señor al hacerlo esperar: tomar su
incredulidad para llevarla no a la afirmación de la
Resurrección, sino la afirmación de su divinidad. El
camino hacia el encuentro con Jesús-Dios son sus Llagas.
No hay otro. En la historia de la Iglesia ha habido
algunos errores en el camino hacia Dios. Algunos creían
que al Dios viviente, al Dios de los cristianos, podemos
encontrarlo en el camino de la meditación, e ir más
lejos con la meditación. Eso es peligroso, ¿eh?¡Cuántos
se pierden en ese camino y no llegan! Llegan sí, tal
vez, al conocimiento de Dios, pero no de Jesucristo,
Hijo de Dios, la segunda Persona de la Trinidad. A esto
no llegan. Es el camino de los gnósticos, ¿no? Son
buenos, trabajan, pero no es el camino correcto. Es muy
complicado y no te lleva a buen puerto".
"Otros -dijo el Papa- pensaban que para llegar
a Dios hay que ser mortificado y austero, y han elegido
el camino de la penitencia: sólo la penitencia y el
ayuno. Y ni siquiera estos llegaron al Dios vivo, a
Jesucristo Dios vivo. Son los pelagianos, que creen que
con su esfuerzo pueden llegar. Pero Jesús nos dice que
la manera de encontrarle es encontrando sus Llagas, y
las Llagas de Jesús las encontramos con las obras de
misericordia, dando al cuerpo y al alma, sobre todo al
cuerpo –subrayó el Papa– de
tu hermano llagado, porque tiene hambre, porque tiene
sed, porque está desnudo, porque está humillado, porque
es un esclavo, porque está en la cárcel, porque está en
el hospital. Esas son las llagas de Jesús hoy. Y Jesús
nos invita a dar un acto de fe, en Él, pero a través de
estas llagas.
No es suficiente —añadió el Papa— constituir «una
fundación para ayudar a todos», sería sólo un
comportamiento filantrópico.
En cambio —dijo—
"tenemos que tocar las
llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas de Jesús,
tenemos que curar las llagas de Jesús con ternura,
tenemos que besar las llagas de Jesús, y esto
literalmente. Pensemos, ¿qué pasó con San Francisco,
cuando abrazó al leproso? Lo mismo que a Tomás, que su
vida cambió. Para tocar al Dios vivo
-afirmó el Papa- no hay
necesidad de hacer un curso de actualización, sino
entrar en las llagas de Jesús, y para ello basta salir a
la calle. Pidamos a Santo Tomás a gracia de tener el
coraje para entrar en las llagas de Jesús con nuestra
ternura y seguramente tendremos la gracia de adorar al
Dios vivo".