EL CAMINO DE MARÍA
Edición 776 - Domingo 18 de agosto de
2013 - Jueves 22 de agosto:
Santa María, Reina
Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
%EmailAddress%
La Palabra
de Dios de este domingo contiene “una palabra de
Jesús que nos pone en crisis”, afirmó el Papa
Francisco en la reflexión previa a la oración del
ángelus en la plaza del Santuario de San Pedro en Roma,
refiriéndose al Evangelio de Lucas 12, 51. donde Jesús
dice a sus discípulos: “¿piensan que he venido a
traer paz sobre la tierra?, les digo que no, sino
división”.
El Papa
explicó que significa que la fe no es algo decorativo,
ornamental; que significa elegir a Dios como criterio
base de la vida; que después que Jesús ha venido al
mundo no podemos hacer como si no conociésemos a Dios y
Dios no es neutro, Dios es Amor.
Francisco
explico que “no es que Jesús quiera dividir entre
ellos a los hombres, al contrario: Jesús es nuestra paz,
¡es reconciliación! Pero esta paz no es neutralidad, no
es acuerdo a cualquier precio. Seguir a Jesús comporta
renunciar al mal, al egoísmo y escoger el bien, la
verdad, la justicia, también cuando ello requiere
sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto
divide, lo sabemos, divide también los lazos más
estrechos. Pero atención: ¡no es Jesús el que divide! Él
pone el criterio: vivir para sí mismo, o vivir para Dios
y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al
propio yo, u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido
Jesús es «signo de contradicción» (Lc 2, 34).
Por lo tanto
–dijo- “esta palabra del Evangelio no autoriza de
hecho al uso de la fuerza para difundir la fe. Es
propiamente lo contrario: la verdadera fuerza del
cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que
comporta renunciar a toda violencia. Fe y violencia son
incompatibles”.
El Papa
Francisco invitó a pedir a María “que nos ayude
también a nosotros a tener la mirada fija en Jesús y a
seguirlo siempre, también cuando cuesta.”
El 22 de agosto
celebraremos la
fiesta litúrgica de SANTA MARÍA REINA.
Este título de la
Virgen manifiesta la conexión que existe entre la realeza de
María y su Asunción al Cielo. La doctrina de la Iglesia dice que
si María subió en Cuerpo y Alma al Cielo fue para ser allí
coronada por Su Hijo, Jesús, como Reina y Señora de Cielo y de
la tierra. La realeza de María es un tema tradicional en la
Iglesia, proclamada por toda la tradición oriental y occidental.
El 1º de
noviembre, de 1954, al final del Año Mariano, el Papa Pío
XII colocó una corona enjoyada sobre la pintura de Nuestra
Señora, Protectora de Roma. En ese momento, se levantó un fuerte
clamor de entre la gran multitud congregada en Santa. María la
Mayor: "¡Viva la Reina!". El Papa nombró a la
Virgen
Reina del Cielo y de la tierra y decretó que se celebrara una
fiesta especial para honrarla bajo ese título.
`La Beatísima María debe
ser llamada Reina, no sólo por razón de su Maternidad divina,
sino también porque cooperó íntimamente a nuestra salvación. Así
como Cristo, nuevo Adán, es Rey nuestro no sólo por ser Hijo de
Dios sino también nuestro Redentor, con cierta analogía, se
puede afirmar que María es Reina, no sólo por ser Madre de Dios
sino también, como nueva Eva, porque fue asociada al nuevo
Adán" (Ad coeli Reginam, Pio XII)
En la Constitución
Lumen Gentium
leemos: "Como quiera que plugo a Dios no manifestar
solemnemente el sacramento de la salvación humana antes de
derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos a los Apóstoles
antes del día de Pentecostés "perseverar unánimemente en la
oración con las mujeres, y María la Madre de Jesús y los
hermanos de éste" (Act 1,14); y a María implorando con sus
ruegos el don del Espíritu Santo, quien ya la había cubierto con
su sombra en la Anunciación. Finalmente, la Virgen
Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original,
terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue
asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como
Reina del Universo, para que se asemejara más plenamente a
Su Hijo, Señor de los que dominan (Ap 19, 16) y vencedor del
pecado y de la muerte."
(Lumen Gentium, 59).
Por su parte, en el Tratado de la Verdadera Devoción a María
(n.38),
San Luis María Grignion de Monfort escribe:
"...María es la Reina del
Cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo es su Rey por
naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el Reino de
Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior del
hombre, según estas palabras: "El Reino de Dios está en medio de
ustedes", del mismo modo, el Reino de la Virgen María está
principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma.
Ella es glorificada sobre todo en las almas juntamente con su
Hijo más que en todas las creaturas visibles, de modo que
podemos llamarla con los Santos: Reina de los corazones...."
MEDITACIÓN DEL PAPA FRANCISCO
TENGAMOS LA MIRADA PUESTA EN
JESÚS PARA RENUNCIAR A TODA VIOLENCIA
Ángelus del Domingo 18 de agosto de 2013
Queridos hermanos y
hermanas ¡buenos días!
En la Liturgia de hoy
escuchamos estas palabras de la Carta a los Hebreos:
«Corramos con perseverancia al combate que se nos
presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador
de nuestra fe, en Jesús» (Heb 12,1-2). Es una
expresión que debemos subrayar de forma particular en
este Año de la fe. También nosotros, durante todo este
año, tenemos la mirada fija en Jesús, porque la fe, que
es nuestro “si” a la relación filial con Dios, viene de
Él; viene de Jesús: es Él el único Mediador de esta
relación entre nosotros y nuestro Padre que está en el
Cielo. Jesús es el Hijo, y nosotros somos hijos en Él.
Pero la Palabra de Dios
de este domingo contiene también una Palabra de Jesús
que nos pone en crisis, y que debe ser explicada
para no generar mal entendidos. Jesús dice a los
discípulos: «¿Piensan ustedes que he venido a traer
la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer
la división» (Lc 12,51). ¿Qué cosa significa esto?
Significa que la fe no es una cosa decorativa,
ornamental; vivir la fe no es decorar la vida con un
poco de religión. Como si fuera una torta que se la
decora con la crema ¡No! La fe no es eso. La fe comporta
elegir a Dios como criterio-base de la vida, y Dios no
es vacío, no es neutro, Dios es siempre positivo, Dios
es ¡Amor! Y el amor es positivo. Después que Jesús vino
al mundo, no se puede hacer como si no conociésemos a
Dios. Como si fuera una cosa abstracta, vacía, puramente
nominal. Dios tiene un Rostro concreto, tiene un Nombre:
Dios es Misericordia, Dios es Fidelidad, es vida que se
dona a todos nosotros. Por esto Jesús dice: he venido a
traer división; no es que Jesús quiera dividir entre
ellos a los hombres, al contrario: Jesús es nuestra
paz, ¡es reconciliación! Pero esta paz no es la paz
de los sepulcros, no es neutralidad. Jesús no trae
neutralidad. Esta paz no es un acuerdo a cualquier
precio. Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al
egoísmo y escoger el bien, la verdad, la justicia,
también cuando ello requiere sacrificio y renuncia a los
propios intereses. Y esto sí divide, lo sabemos, divide
también los lazos más estrechos. Pero atención: ¡No
es Jesús el que divide! Él pone el criterio: vivir
para sí mismo, o vivir para Dios y para los demás;
hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo u
obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es
“signo de contradicción” (Lc 2,34).
Por lo tanto, esta
palabra del Evangelio no autoriza de hecho el uso de la
fuerza para difundir la fe. Es precisamente al
contrario: la verdadera fuerza del cristiano es la
fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a
toda violencia. Fe y violencia son incompatibles. ¡Fe y
violencia son incompatibles! En cambio fe y fortaleza
van juntas. El cristiano no es violento pero es fuerte y
¿con que fortaleza? con aquella de la mansedumbre; la
fuerza de la mansedumbre, la fuerza del amor.
Queridos amigos, también
entre los parientes de Jesús hubo algunos que a un
cierto punto no compartieron su modo de vivir y de
predicar, nos lo dice el Evangelio (cfr Mc 3,20-21).
Pero su Madre lo siguió siempre fielmente, teniendo fija
la mirada de su corazón en Jesús, el Hijo del Altísimo,
y en su misterio. Y al final, gracias también a la fe de
María, los familiares de Jesús entraron a formar parte
de la primera comunidad cristiana (cfr Hch 1,14).
Pidamos a María que también nos ayude a nosotros a tener
la mirada bien fija en Jesús y a seguirlo siempre,
también cuando cuesta.
Gloriosa y excelsa Señora, postrados ante tu trono te veneramos desde este valle de lágrimas. Vemos complacidos la inmensa gloria con que te ha enriquecido el Señor. Ya que eres Reina del Cielo y de la tierra, no te olvides de tus hijos. Cuanto más cerca estás del Manantial de Gracia, más fácilmente nos la puedes otorgar. Desde el Cielo conoces mejor nuestras miserias, por eso es preciso que te apiades más y que nos socorras mejor. Haz, te suplicamos, que seamos tus hijos fieles para llegar a bendecirte en el Cielo. En este día en que has sido hecha la Reina del universo, nosotros nos consagramos a tu servicio. En medio de tanto júbilo consuélanos al tomarnos por hijos. Tú eres de veras nuestra Madre, la mas piadosa y la más amable, vemos tus altares cercados de gente: unos te piden la curación de sus males y otros remedios a sus necesidades; éstos piden buenas cosechas, aquellos ganar algún pleito. Nosotros, te pedimos gracias más agradables a tu Corazón: obtennos la gracia de ser humildes, desprendidos de los bienes terrenos y conformes con el divino querer. Consíguenos, te suplicamos, el santo amor de Dios, una buena muerte y la vida eterna. Señora, cámbianos de pecadores en santos, haz este milagro que te dará más gloria que dar vista a mil ciegos y resucitar a miles de muertos. Reina nuestra amorosa, no pretendemos verte en la tierra, pero sí queremos verte en el Cielo; y Tú nos lo puedes obtener. Así lo esperamos con toda certeza. Amén.
San Alfonso María de Ligorio. "Las Glorias de Maria".
Discurso VIII . 2do de la Asunción de María.
CATEQUESIS DEL PAPA EMÉRITO
BENEDICTO XVI
MARÍA, REINA DEL UNIVERSO
Audiencia general. Miércoles 22 de agosto de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy es la fiesta de la Santísima Virgen
invocada con el título de "Reina". Es una celebración de
reciente creación, aunque sea antiguo el origen y la devoción:
fue establecida por el Venerable Pío XII, en 1954, al final del
Año Mariano, fijando la fecha en el 31 de mayo (cf. Carta
Encíclica Ad caeli Reginam, 11 octubre 1954: AAS 46
[1954], 625-640). En esta ocasión, el Papa dijo que María es
Reina más que cualquier otra criatura por la elevación de su
alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella nunca deja
de otorgar todos los tesoros de su amor y su preocupación por la
humanidad (cf. Discurso en honor a María Reina, 1 de noviembre
1954).
Ahora, después de la reforma postconciliar
del calendario litúrgico, se colocó a ocho días de la Solemnidad
de la Asunción para hacer hincapié en la estrecha relación entre
la realeza de María y su glorificación en cuerpo y alma junto a
su Hijo. En la Constitución sobre la Iglesia del Concilio
Vaticano II, leemos lo siguiente : "María fue asunta a la
gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina
universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a
su Hijo" (Lumen Gentium, 59).
Es esta es la raíz de la fiesta de hoy: María
es Reina porque está asociada de modo único a su Hijo, tanto en
el camino terreno, como en la gloria del Cielo. El gran santo de
Siria, Efrén el Sirio, dice, acerca de la realeza de María, que
viene de su maternidad: Ella es la Madre del Señor, el Rey de
reyes (cf. Is. 9,1-6) y nos muestra a Jesús como vida, salvación
y esperanza nuestra. El Siervo de Dios Pablo VI recordaba en la
Exhortación apostólica Marialis Cultus: "En la Virgen
María todo es referido a Cristo y todo depende de El: en vistas
a El, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre
toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo que no
fueron concedidos a ningún otro." (n. 25).
Pero ahora nos preguntamos: ¿qué significa
María Reina? ¿Es solo un título junto a los otros?, la corona,
¿un ornamento como los demás? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es esa
realeza? Como ya se ha indicado, es una consecuencia de su Ser
unida al Hijo, de su estar en el Cielo, es decir, en comunión
con Dios; Ella participa en la responsabilidad de Dios por el
mundo y del Amor de Dios por el mundo.
Hay una idea corriente, común, sobre el rey o
la reina: que sería una persona con poder y riqueza. Pero este
no es el tipo de la realeza de Jesús y de María. Pensemos en el
Señor: la realeza y el ser rey en Cristo, está tejido de
humildad, de servicio, de amor: es sobre todo servir, ayudar,
amar. Recordemos que Jesús fue proclamado rey en la Cruz con la
siguiente inscripción escrita por Pilato: "rey de los Judíos"
(cf. Mc. 15,26). En ese momento sobre la Cruz se demuestra que
Él es rey; ¿y cómo es rey?, sufriendo con nosotros, por
nosotros, amando hasta el final, y así gobierna y genera verdad,
amor, justicia. O pensemos también en otro momento: en la Última
Cena se inclina para lavar los pies de los suyos.
Por lo tanto, el Reino de Jesús no tiene nada
que ver con el de los poderosos de la tierra. Es un rey que
sirve a sus siervos; así lo ha demostrado en toda su vida. Y lo
mismo vale para María: es reina en el servicio a Dios, a la
humanidad, es la reina del amor que vive el don de Sí misma a
Dios para entrar en el plan de salvación del hombre. Al Ángel le
dice: He aquí la esclava del Señor (cf. Lc. 1,38), y
canta en el Magnificat: Dios ha puesto los ojos en la
humildad de su sierva (cf. Lc. 1,48). Nos ayuda. Es reina
justamente amándonos, ayudándonos en nuestras necesidades; es
nuestra hermana, sierva humilde.
Y así hemos llegado al punto: ¿cómo ejercita
María esta realeza de servicio y de amor? Velando por nosotros,
sus hijos: los hijos que se dirigen a Ella en la oración, para
agradecerle o para pedirle su maternal protección y su ayuda
celestial, tal vez después de haber perdido el camino, oprimidos
por el dolor o la angustia por las tristes y agitadas
vicisitudes de la vida. En la serenidad o en la oscuridad de la
existencia, nos dirigimos a María, encomendándonos a su continua
intercesión, para que podamos obtener toda la gracia y
misericordia necesarias para realizar nuestra peregrinación por
los caminos del mundo.
A Aquel que gobierna el mundo y que tiene el
destino del universo en sus manos, nos dirigimos con confianza,
por medio de la Virgen María. A Ella, desde siglos, se le invoca
como celestial Reina de los cielos; ocho veces, después de la
oración del Santo Rosario, es implorada en las Letanías
lauretanas como Reina de los Ángeles, de los Patriarcas, de los
Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores,
de las Vírgenes, de todos los Santos y de las Familias. El ritmo
de estas antiguas invocaciones y oraciones diarias como la Salve
Regina, nos ayudan a comprender que la Virgen Santísima,
cual Madre nuestra al lado de su Hijo Jesús en la gloria del
Cielo, está siempre con nosotros, en el devenir diario de
nuestra vida.
El título de reina entonces, es título de
confianza, de alegría, de amor. Y sabemos que Aquella que tiene
en sus manos en parte, el destino del mundo, es buena, nos ama y
nos ayuda en nuestras dificultades.
Queridos amigos, la devoción a la Virgen
es un elemento importante de la vida espiritual. En nuestra
oración no dejemos de acudir confiados a Ella. María no dejará
de interceder por nosotros ante su Hijo. Contemplándola a Ella,
imitemos la fe, la plena disponibilidad al amoroso plan de Dios,
la generosa acogida a Jesús. Aprendemos a vivir de María. María
es la Reina del Cielo cerca de Dios, pero es también la madre
cercana a cada uno de nosotros, que nos ama y escucha nuestra
voz.
|