"Vos sois el Árbol de vida, el
bosque espiritual plantado en medio del Paraíso, el Árbol, cuyo fruto siembra
alegría en todos los corazones. Jamás hubo sobre la tierra Árbol semejante y tan
precioso, jamás tampoco lo veremos desaparecer en medio de nosotros..." (San
Buenaventura).
EL CAMINO DE MARÍA
Edición 771 - Domingo 21 de julio de
2013
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Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
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Les
informamos que a partir el día 29 de junio, Solemnidad
de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y
día del Sumo Pontífice hemos inaugurado un sitio en
internet para difundir las enseñanzas, la catequesis y
el magisterio del Papa Francisco en la siguiente
dirección:
http://www.PapaFranciscus.es
En las siguientes
direcciones del mencionado sitio Ustedes podrán leer y/o
imprimir los capítulos del e-Curso
"Señor, auméntanos la fe" dedicados a
analizar la primera Encíclica del Papa Francisco
"Lumen Fidei":
Presentación de Lumen Fidei
http://www.PapaFranciscus.es/Fe/44.htm
Introducción de Lumen Fidei
http://www.PapaFranciscus.es/Fe/45.htm
Capítulo I de Lumen Fidei
http://www.PapaFranciscus.es/Fe/46.htm
Capítulo II de Lumen Fidei
http://www.PapaFranciscus.es/Fe/47.htm
Capítulo III de Lumen Fidei
http://www.PapaFranciscus.es/Fe/48.htm
Capítulo IV de Lumen Fidei
http://www.PapaFranciscus.es/Fe/49.htm
El Papa emérito Benedicto
XVI dedicó la meditación que precedió al
Ángelus del Domingo 18 de julio de 2010
a que descubramos lo más importante en nuestra vida:
escuchar la Palabra del Señor.
Al rezar a mediodía la
oración mariana del Ángelus, junto a varios miles de
peregrinos, ofreció una especie de "lectio divina",
es decir, una lectura orante del pasaje evangélico que
ese día presentaba la liturgia: la escena de Jesús en
casa de Marta y María.
"Marta y María son dos hermanas -comenzó
recordando Benedicto XVI- que tienen también un
hermano, Lázaro, que sin embargo en este caso no
aparece".
El Papa emérito siguió
haciendo la composición de lugar: "Jesús pasa por su
pueblo y, según dice el texto, María le recibió en su
casa. Este detalle da a entender que, entre las dos,
Marta es la más anciana, la que gobierna la casa".
"De hecho, después de que Jesús se había instalado,
María se sienta a sus pies y le escucha, mientras que
Marta está totalmente ocupada por los muchos servicios,
debidos ciertamente al huésped de excepción".
Benedicto XVI recreó con estas palabras la escena:
"una hermana se mueve ajetreada, y la otra queda como
arrobada por la presencia del Maestro y por sus
palabras".
"Después de un rato -añadió el Papa emérito en su
reconstitución del pasaje evangélico- Marta,
evidentemente resentida, no aguanta más y protesta,
sintiendo que además tiene el derecho de criticar a
Jesús: 'Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje
sola con todo el trabajo? Dile que me ayude'. ¡Marta
querría incluso dar lecciones al Maestro!".
"Sin embargo, Jesús, con gran calma, responde 'Marta,
Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin
embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria,
María eligió la mejor parte, que no le será quitada'".
"La Palabra de Cristo es clarísima -fue la
conclusión a la que llegó Benedicto XVI-: no
desprecia la vida activa, y mucho menos la generosa
hospitalidad; pero recuerda el hecho de que la única
cosa verdaderamente necesaria es otra: escuchar la
Palabra del Señor; ¡y el Señor en ese momento está allí,
presente en la Persona de Jesús!".
Y concluyó: "Todo lo demás pasará y se nos quitará,
pero la Palabra de Dios es eterna y da sentido a nuestra
acción cotidiana".
A dos aspectos
inseparables de la vida cristiana, vividos en profunda
unidad y armonía se refirió el Papa Francisco en la
meditación antes del rezo del
Ángelus del Domingo 21 de julio de 2013: la
escucha de la Palabra del Señor, la contemplación y el
servicio concreto al prójimo. El siguiente es el texto
completo de la alocución del Santo Padre.
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
También en este Domingo continúa la lectura del décimo
capítulo del evangelista Lucas. El relato de hoy es
aquel de Marta y María. ¿Quiénes son estas dos mujeres?
Marta y María, hermanas de Lázaro, son parientes y
fieles discípulas del Señor, que habitaban en Betania.
San Lucas las describe de esta manera: María, a los pies
de Jesús, «escuchaba su Palabra», mientras Marta
estaba ocupada en muchos servicios (cfr Lc 10, 39-40).
Ambas hospedan al Señor de paso, pero lo hacen de
diversa forma. María se pone a los pies de Jesús, en
escucha, Marta en cambio se deja absorber por los
quehaceres, y está tan ocupada que se dirige a Jesús
diciendo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me
haya dejado sola para servir? Dile que me ayude» (v.
40). Y Jesús le responde reprendiéndola con dulzura:
«Marta, Marta, tú te afanas y te agitas por muchas
cosas, pero de una cosa sola hay necesidad» (v.
41).
¿Qué cosa quiere decir Jesús? ¿Cuál es esta cosa sola de
la que tenemos necesidad? Ante todo es importante
entender que aquí no se trata de la contraposición entre
dos actitudes: la escucha de la Palabra del Señor, la
contemplación, y el servicio concreto al prójimo. No son
dos actitudes opuestas, sino, al contrario, son ambos
dos aspectos esenciales para nuestra vida cristiana;
aspectos que no deben ser jamás separados, sino vividos
en profunda unidad y armonía. Pero entonces ¿por qué
Marta es reprendida, si bien con dulzura? Porque
considero esencial sólo aquello que estaba haciendo,
estaba demasiado absorbida y preocupada por las cosas
por “hacer”. En un cristiano, las obras de
servicio y de caridad no se separan jamás de la fuente
principal de cada una de nuestras acciones: o sea la
escucha de la Palabra del Señor, el estar -como María- a
los pies de Jesús, en la actitud del discípulo. Y por
esto Marta es reprendida.
También en nuestra vida cristiana, queridos hermanos y
hermanas, oración y acción estén siempre profundamente
unidas. Una oración que no lleva a la acción concreta
hace al hermano pobre, enfermo, necesitado de ayuda, el
hermano en dificultad, es una oración estéril e
incompleta. Pero, de la misma manera cuando en el
servicio eclesial se está atento sólo al hacer, se da
más peso a las cosas, a las funciones, a las
estructuras, y se olvida de la centralidad de Cristo, no
se reserva tiempo para el diálogo con Él en la oración,
se corre el peligro de servir a sí mismo y no a Dios
presente en el hermano necesitado. San Benito resumía el
estilo de vida que indicaba a sus monjes en dos
palabras: “ora et labora”, reza y obra. Es de la
contemplación, de una fuerte relación de amistad con el
Señor que nace en nosotros la capacidad de vivir y de
llevar el amor de Dios, su Misericordia, su ternura
hacia los demás. Y también nuestro trabajo con el
hermano necesitado, nuestro trabajo de caridad en la
obras de misericordia, nos lleva al Señor, porque
miramos al Señor en el hermano y la hermana en
necesidad.
Pidamos a la Virgen María, Madre de la escucha y del
servicio, que nos enseñe a meditar en nuestro corazón la
Palabra de su Hijo, a rezar con fidelidad, para estar
cada vez más concretamente pendientes de las necesidades
de los hermanos.
Les pido que me acompañen espiritualmente con la oración
en el viaje que comenzaré mañana. Como saben, iré a Río
de Janeiro, Brasil, para la XXVIII Jornada Mundial de la
Juventud.
Habrá muchos jóvenes allí
de todas partes del mundo. Y pienso que ésta puede
llamarse la Semana de la Juventud: esto es justamente,
¡la Semana de la Juventud! Los protagonistas en esta
semana serán los jóvenes. Todos los que van a Río
quieren sentir la voz de Jesús, escuchar a Jesús:
“¿Señor, qué cosa debo dar de mi vida? ¿Cuál es el
camino para mí?" También ustedes –no se si hay
jóvenes aquí hoy en la plaza, ¿Hay jóvenes? Aquí están,
también ustedes que están en la plaza, hagan la misma
pregunta al Señor: “Señor Jesús, ¿qué debo hacer en
mi vida? ¿ Cuál es el camino para mí?."
Confiemos en la intercesión de la Beata Virgen María,
muy amada y venerada en Brasil, estas preguntas:
aquellas que harán muchos jóvenes allí, y que hacen
ustedes hoy, y que la Virgen nos ayude en esta nueva
etapa de la peregrinación.
A todos les deseo un buen domingo y buen almuerzo.
¡Hasta pronto!
“¡Queridos hijos! Los
amo a todos con alegría en el corazón, y los invito
a acercarse a mi Corazón Inmaculado, para que Yo
pueda acercarlos aún más a mi Hijo Jesús y para que
Él pueda darles su su Paz y su Amor, que son
alimento para cada uno de ustedes. Ábranse hijitos a
la oración, ábranse a mi Amor. Yo soy vuestra Madre
y no puedo dejarlos solos en el deambular y el
pecado. Hijitos, ustedes son llamados a ser mis
hijos, mis hijos amados, para poder presentarlos a
todos a mi Hijo. Gracias por haber respondido a mi
llamado.” (Mensaje del 25 de junio de 2013)
HOMILÍA DEL
BEATO JUAN PABLO II
EL EPISODIO DE LA HOSPITALIDAD CONCEDIDA
A JESÚS POR MARTA Y MARÍA
Domingo 20 de julio de 1980
Queridos hermanos y hermanas:
Estoy contento de celebrar hoy con vosotros este
convite eucarístico, en el primer domingo de mi estancia estiva
en Castelgandolfo. La comunión que ahora establecemos entre
nosotros alrededor del altar del Señor quiere ser signo,
particular y singularísimo, de esos vínculos de fe y de
intenciones que realmente nos unen cada día, aunque no siempre
puedan expresarse de esta manera privilegiada. Aprovecho la
ocasión, pues, tan oportuna, para manifestar mi aprecio hacia el
trabajo desarrollado por vosotros, y mi cordial gratitud por
vuestra solícita dedicación.
Pero, puesto que estamos celebrando la Santa
Misa, debemos tomar de la liturgia de la Palabra la enseñanza
adecuada para nuestra vida. Acabamos de leer en el Evangelio
según San Lucas el
episodio de la hospitalidad concedida a Jesús por Marta y María.
Estas dos hermanas, en la historia de la espiritualidad
cristiana, se han considerado como figuras emblemáticas
relacionadas, respectivamente, con la acción y la contemplación:
Marta está muy ocupada en las tareas de la casa, mientras que
María está sentada a los pies de Jesús para escuchar su palabra.
Podemos sacar dos lecciones de este texto evangélico.
1 - Ante todo, hay que notar la frase final de
Jesús: "María ha elegido la parte mejor, que no le será
quitada". De esta manera subraya, con fuerza, el
valor fundamental e insustituible que, para nuestra existencia,
tiene la escucha de la Palabra de Dios: ésta debe ser nuestro
constante punto de referencia, nuestra luz y nuestra fuerza.
Pero hay que escucharla.
Hay que saber estar en silencio, crear espacios
de soledad o, mejor, de encuentro reservado a una intimidad con
el Señor. Hay que saber contemplar. El hombre de hoy siente
mucho la necesidad de no limitarse a las meras preocupaciones
materiales, e integrar, en cambio, su propia cultura técnica con
superiores y desintoxicantes aportaciones procedentes del mundo
del espíritu. Desgraciadamente, nuestra vida diaria corre el
riesgo o incluso experimenta casos, más o menos difundidos, de
contaminación interior. Pero el contacto de fe con la Palabra
del Señor nos purifica, nos eleva y nos vuelve a dar energía.
Por tanto, tenemos que conservar siempre ante los
ojos del corazón el misterio del amor con que Dios ha venido a
nuestro encuentro en su Hijo, Jesucristo: el objeto de nuestra
contemplación está todo aquí, y de aquí procede nuestra
salvación, el rescate de toda forma de alienación y, sobre todo,
de la del pecado. En resumidas cuentas, estamos invitados a
hacer como María, la Madre de Jesús, quien "guardaba todas
estas cosas meditándolas en su Corazón" (Lc 2,
19). Con esta condición no seremos hombres en una sola
dimensión, sino ricos de la misma grandeza de Dios.
2 - Pero hay una segunda lección que aprender:
y es que nunca debemos ver un contraste entre la acción y la
contemplación. En efecto, leemos en el Evangelio que fue
"Marta" (y no María) quien acogió a Jesús "en su casa".
Por otra parte, la primera lectura de hoy nos sugiere la armonía
entre las dos cosas: el episodio de la hospitalidad concedida
por Abraham a los tres misteriosos personajes enviados por el
Señor, los cuales, según una antigua interpretación, son incluso
una imagen de la Santa Trinidad, nos enseña que también con
nuestros trabajos diarios más pequeños podemos servir al Señor y
estar en contacto con El. Y, puesto que este año se celebra el
décimo quinto centenario del nacimiento de San Benito,
recordamos su célebre máxima: "Reza y trabaja",Ora et labora!Estas
palabras contienen un programa entero: no de oposición, sino de
síntesis; no de contraste, sino de fusión entre dos elementos
igualmente importantes.
Esto trae consigo para nosotros una enseñanza muy
concreta que se puede expresar en manera de interrogación:
¿Hasta qué punto somos capaces de ver en la contemplación y en
la oración un momento de auténtica carga para nuestras tareas
diarias?, y, por otra parte, ¿hasta qué punto podemos vivificar,
hasta lo íntimo, nuestro trabajo con una fructuosa
comunión con el Señor? Estas preguntas pueden servir para un
examen de conciencia y convertirse en estímulo para una toma de
conciencia de nuestra vida de cada día, que sea, al mismo
tiempo, más contemplativa y más activa.
Mientras ahora seguimos la celebración de la
Santa Misa, ofrecemos al Señor estos nuestros propósitos, y
sobre todo invocamos su potente gracia para que nos ayude a
traducirlos en realidad vivida.
Nos dirigimos en oración a María, Madre de la
Iglesia y Madre de nuestra fe.
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que
reconozcamos la Voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus
pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su Amor, para
que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de El, a creer
en su Amor, sobre todo en los momentos de tribulación
y de cruz, cuando nuestra fe es llamada
a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús,
para que Él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente
en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que
es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Papa Franciscus. Lumen Fidei, 60
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