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EL CAMINO DE MARIA: Newsletter 662. MARÍA SANTISIMA, MADRE DE LA IGLESIA. Editada por SantoRosario.info

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter662.htm

El detalle de todas las ediciones de "El Camino de María" del año 2010, 2011 y 2012 lo puede obtener en:

http://twitter.com/MariaMediadora
 

 

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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No me desampare tu amparo, no me falte tu piedad, no me olvide tu memoria.

Si Tú, Señora, me dejas, ¿quién me sostendrá?

Si Tú me olvidas, ¿quién se acordará de mí?

Si Tú, que eres Estrella de la mar  y guía de los errados, no me alumbras, ¿dónde iré a parar?

No me dejes tentar del enemigo,  y si me tentare, no me dejes caer,  y si cayere, ayúdame a levantar.

¿Quién te llamó, Señora, que no le oyeses?

¿Quién te pidió, que no le otorgases?

Fray Luis de Granada

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327).

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Newsletter 662

MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DE LA IGLESIA

Lunes después de Pentecostés

28 de  mayo de 2012

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato  Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria
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25 de marzo al 25 de diciembre

 

 

 

 

MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DE LA IGLESIA

Concilio Vaticano II . Proclamación solemne realizada el 21 de noviembre de 1964

En verdad la realidad de la Iglesia no se agota en su estructura jerárquica, en su liturgia, en sus sacramentos, ni en sus ordenanzas jurídicas. Su esencia íntima, la principal fuente de su eficacia santificadora, ha de buscarse en su mística unión con Cristo; unión que no podemos pensarla separada de Aquella, que es la Madre del Verbo Encarnado, y que Cristo mismo quiso tan íntimamente unida a si para nuestra salvación.

Así ha de encuadrarse en la visión de la Iglesia la contemplación amorosa de las maravillas que Dios ha obrado en su Santa Madre. Y el conocimiento de la doctrina verdadera católica sobre María será siempre la llave de la exacta comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia.

La reflexión sobre estas estrechas relaciones de María con la Iglesia, tan claramente establecidas por la actual Constitución Conciliar (LG), nos permite creer que es este el momento mas solemne y mas apropiado para dar satisfacción a un voto que han dado todos los padres conciliares, pidiendo insistentemente una declaración explícita durante este Concilio de la función maternal que la Virgen ejerce sobre el pueblo cristiano.

Así pues, para GLORIA DE LA VIRGEN Y CONSUELO NUESTRO, PROCLAMAMOS A MARÍA SANTÍSIMA "MADRE DE LA IGLESIA", es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este GRATÍSIMO TITULO.

La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que, desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal, se constituyo en cabeza de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. María, pues, como MADRE DE CRISTO, ES TAMBIÉN, MADRE DE LA IGLESIA.

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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El lunes siguiente a Pentecostés la Iglesia contempla a MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DE LA IGLESIA. Por ello preside esta edición especial el texto de la proclamación solemne que hizo el Concilio Vaticano II el 21 de noviembre de 1964.

La Iglesia celebraba la festividad de la Presentación de la Santísima Virgen María. Era el día de la clausura de la tercera etapa del Concilio Vaticano II, y en esa ocasión se iban a promulgar tres Documentos Conciliares: el decreto sobre las Iglesias Orientales Católicas; el decreto sobre el Ecumenismo; y la Constitución Dogmática sobre la Iglesia "Lumen Gentium".

El estudio y la reflexión que el Concilio hizo sobre el misterio de María en el plan de salvación, no fue promulgado en un documento propio y particular, sino que providencialmente, bajo la inspiración del Espíritu Santo, fue integrado como el último capítulo de la Constitución sobre la Iglesia. Este capitulo VIII, cuyo título es: "La Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia" fue llamado por Pablo VI "vértice y corona" de esa Constitución. Fue la primera vez que un Concilio Ecuménico presentó una "extensa síntesis de la doctrina católica sobre el puesto que María Santísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia" (Pablo VI)

El propósito del Concilio fue manifestar el rostro de la Santa Iglesia, a la que María esta íntimamente unida, y de la cual Ella es "la parte mayor, la parte mejor, la parte principal y más selecta".

Pablo VI, a nombre de toda la Iglesia, expresó una profunda satisfacción al decir: "podemos afirmar que esta sesión se clausura como himno incomparable de alabanza en honor de María Santísima".

“¡Queridos hijos! También hoy los invito a la conversión y a la santidad. Dios les quiere dar alegría y paz a través de la oración, pero ustedes hijitos, aún están lejos, apegados a la tierra y a las cosas terrenales. Por eso los invito nuevamente: abran su corazón y su mirada hacia Dios y hacia las cosas de Dios, y la alegría y la paz reinarán en sus corazones. Gracias por haber respondido a mi llamado.”

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/5/2012

CATEQUESIS DEL BEATO JUAN PABLO II 

          

LA PRESENCIA DE MARÍA SANTÍSIMA

 EN EL ORIGEN DE LA IGLESIA

Audiencia General del miércoles 6 de septiembre de 1995

MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DE LA IGLESIA

 
Queridos hermanos y hermanas:
 
1.Después de haberme dedicado en las anteriores catequesis a profundizar la identidad y la misión de la Iglesia, siento ahora la necesidad de dirigir la mirada hacia la Santísima Virgen, que vivió perfectamente la santidad y constituye su modelo.

Es lo mismo que hicieron los padres del Concilio Vaticano II: después de haber expuesto la doctrina sobre la realidad histórico-salvífica del pueblo de Dios, quisieron completarla con la ilustración del papel de María en la obra de la salvación. En efecto, el capítulo VIII de la constitución conciliar Lumen gentium tiene como finalidad no sólo subrayar el valor eclesiológico de la doctrina mariana, sino también iluminar la contribución que la figura de la Santísima Virgen ofrece a la comprensión del misterio de la Iglesia.
 
2.Antes de exponer el itinerario mariano del Concilio, deseo dirigir una mirada contemplativa a María, tal como, en el origen de la Iglesia, la describen los Hechos de los Apóstoles. San Lucas, al comienzo de este escrito neo-testamentario que presenta la vida de la primera comunidad cristiana, después de haber recordado uno por uno los nombres de los Apóstoles (Hch 1,13), afirma: «Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la Madre de Jesús, y de sus hermanos» (Hch 1,14).

En este cuadro destaca la persona de María, la única a quien se recuerda con su propio nombre, además de los Apóstoles. Ella representa un rostro de la Iglesia diferente y complementario con respecto al ministerial o jerárquico.
 
3.En efecto, la frase de Lucas se refiere a la presencia, en el Cenáculo, de algunas mujeres, manifestando así la importancia de la contribución femenina en la vida de la Iglesia, ya desde los primeros tiempos. Esta presencia se pone en relación directa con la perseverancia de la comunidad en la oración y con la concordia. Estos rasgos expresan perfectamente dos aspectos fundamentales de la contribución específica de las mujeres a la vida eclesial. Los hombres, más propensos a la actividad externa, necesitan la ayuda de las mujeres para volver a las relaciones personales y progresar en la unión de los corazones.

«Bendita tú entre las mujeres» (Lc 1,42), María cumple de modo eminente esta misión femenina. ¿Quién, mejor que María, impulsa en todos los creyentes la perseverancia en la oración? ¿Quién promueve, mejor que Ella, la concordia y el amor?

Reconociendo la misión pastoral que Jesús había confiado a los Once, las mujeres del Cenáculo, con María en medio de ellas, se unen a su oración y, al mismo tiempo, testimonian la presencia en la Iglesia de personas que, aunque no hayan recibido esa misión, son igualmente miembros, con pleno título, de la comunidad congregada en la fe en Cristo.
 
4.La presencia de María en la comunidad, que orando espera la efusión del Espíritu (ver Hch 1,14), evoca el papel que desempeñó en la Encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo (ver Lc 1,35). El papel de la Virgen en esa fase inicial y el que desempeña ahora, en la manifestación de la Iglesia en Pentecostés, están íntimamente vinculados.

La presencia de María en los primeros momentos de vida de la Iglesia contrasta de modo singular con la participación bastante discreta que tuvo antes, durante la vida pública de Jesús.
 
Cuando el Hijo comienza su misión, María permanece en Nazaret, aunque esa separación no excluye algunos contactos significativos, como en Caná, y, sobre todo, no le impide participar en el sacrificio del Calvario.

Por el contrario, en la primera comunidad el papel de María cobra notable importancia. Después de la Ascensión, y en espera de Pentecostés, la Madre de Jesús está presente personalmente en los primeros pasos de la obra comenzada por el Hijo.
 
5.Los Hechos de los Apóstoles ponen de relieve, que María se encontraba en el Cenáculo «con los hermanos de Jesús» (Hch 1,14), es decir, con sus parientes, como ha interpretado siempre la tradición eclesial. No se trata de una reunión de familia, sino del hecho de que, bajo la guía de María, la familia natural de Jesús pasó a formar parte de la familia espiritual de Cristo: «Quien cumpla la voluntad de Dios, -había dicho Jesús-, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34).

En esa misma circunstancia, Lucas define explícitamente a María «la Madre de Jesús» (Hch 1,14), como queriendo sugerir que algo de la presencia de su Hijo elevado al Cielo permanece en la presencia de la madre. Ella recuerda a los discípulos el rostro de Jesús y es, con su presencia en medio de la comunidad, el signo de la fidelidad de la Iglesia a Cristo Señor.

El título de Madre, en este contexto, anuncia la actitud de diligente cercanía con la que la Virgen seguirá la vida de la Iglesia. María le abrirá su corazón para manifestarle las maravillas que Dios omnipotente y misericordioso obró en Ella.

Ya desde el principio María desempeña su papel de Madre de la Iglesia: su acción favorece la comprensión entre los Apóstoles, a quienes Lucas presenta con un mismo espíritu y muy lejanos de las disputas que a veces habían surgido entre ellos.

Por último, María ejerce su maternidad con respecto a la comunidad de creyentes no sólo orando para obtener a la Iglesia los dones del Espíritu Santo, necesarios para su formación y su futuro, sino también educando a los discípulos del Señor en la comunión constante con Dios.

Así, se convierte en educadora del pueblo cristiano en la oración y en el encuentro con Dios, elemento central e indispensable para que la obra de los pastores y los fieles tenga siempre en el Señor su comienzo y su motivación profunda.
 
6. Estas breves consideraciones muestran claramente que la relación entre María y la Iglesia constituye una relación fascinante entre dos madres. Ese hecho nos revela nítidamente la misión materna de María y compromete a la Iglesia a buscar siempre su verdadera identidad en la contemplación del rostro de la Theotókos.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 662 para %EmailAddress%

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