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            NUESTRA SEÑORA 
            
             DE LOURDES 
            
            
            La fiesta de este día conmemora las 18 apariciones 
          de la Santísima Virgen, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 
          1858, a una niña de 14 años, llamada Bernardita Soubirous, en Lourdes, 
          Francia, cerca del río Gave. En el lugar de las apariciones se 
          levantó, con el tiempo, una basílica que después de la de San Pedro 
          del Vaticano, es el principal centro de peregrinaciones católicas del 
          mundo.. 
              
            
            
              
                
                  
                    
                      
                      "...Era el 8 
                      de diciembre de 1854 cuando mi predecesor de feliz 
                      memoria, el Beato Pío IX, con la bula dogmática «Ineffabilis 
                      Deus» afirmó ser «revelada por Dios la doctrina que 
                      afirma que la beatísima Virgen María fue preservada, por 
                      particular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en 
                      previsión de los méritos de Jesucristo, salvador del 
                      género humano, de toda mancha de pecado original desde el 
                      primer instante de su concepción» (DS 2803). En Lourdes, 
                      María, hablando en el dialecto del lugar, dijo: «Que 
                      soy era Immaculada Councepciou»..." 
                      
                      "... Con estas 
                      palabras, ¿no quería expresar quizá la Virgen ese lazo que 
                      la une con la salud y la vida? Si por la culpa original 
                      entró en el mundo la muerte, por los méritos de 
                      Jesucristo, Dios ha preservado a María de toda mancha de 
                      pecado, y se nos ha dado la salvación y la vida (Cf. 
                      Romanos 5, 12-21)..." 
                       
                      "...El Dogma de la Inmaculada Concepción nos 
                      introduce en el corazón del misterio de la Creación y de 
                      la Redención (Cf. Efesios 1, 4-12; 3, 9-11). Dios ha 
                      querido entregar a la criatura humana la vida en 
                      abundancia (Cf. Juan 10, 10), condicionando, sin embargo, 
                      esta iniciativa suya a una respuesta libre y de amor. Al 
                      rechazar este don con la desobediencia que llevó al 
                      pecado, el hombre ha interrumpido trágicamente el diálogo 
                      vital con el Creador. Al «sí» de Dios, fuente de la 
                      plenitud de la vida, se le opuso el «no» del hombre, 
                      motivado por la orgullosa autosuficiencia, precursora de 
                      muerte (Cf. Romanos 5, 19)..." 
                       
                      "...Toda la humanidad quedó seriamente involucrada por 
                      esta cerrazón a Dios. Sólo María de Nazaret, en 
                      previsión de los méritos de Cristo, fue concebida sin 
                      culpa original y abierta totalmente al designio divino. 
                      De este modo, el Padre celeste pudo realizar en ella el 
                      proyecto que tenía para los hombres. La Inmaculada 
                      Concepción precede el intercambio armonioso entre el 
                      «sí» de Dios y el «sí» que María pronuncia con abandono 
                      total, cuando el ángel le lleva el anuncio celeste (Cf. 
                      Lucas 1, 38). Su «sí», en nombre de la humanidad, vuelve a 
                      abrir al mundo las puertas del Paraíso, gracias a la 
                      encarnación del Verbo de Dios en su seno, por obra del 
                      Espíritu Santo (Cf. Lucas 1, 35). El proyecto 
                      originario de la creación es restaurado de este modo y 
                      potenciado en Cristo, y en ese proyecto encuentra su lugar 
                      también ella, la Virgen Madre..." 
                      
                      "...Aquí está 
                      el parte-aguas de la historia: con la Inmaculada 
                      Concepción de María comenzó la gran obra de la Redención, 
                      que tuvo lugar con la sangre preciosa de Cristo. En Él 
                      toda persona está llamada a realizarse en plenitud hasta 
                      la perfección de la santidad (Cf. Colosenses 1, 28)..." 
                       
                      "...La Inmaculada Concepción es, por tanto, la 
                      aurora prometedora del día radiante de Cristo, que con su 
                      muerte y resurrección, restablecerá la plena armonía entre 
                      Dios y la humanidad. Si Jesús es el manantial de la 
                      vida que vence a la muerte, María es la madre cariñosa que 
                      sale al paso de las expectativas de sus hijos, obteniendo 
                      para ellos la salud del alma y del cuerpo. Este es el 
                      mensaje que el Santuario de Lourdes presenta 
                      constantemente a devotos y peregrinos. Este es también el 
                      significado de las curaciones corporales y espirituales 
                      que se registran en la gruta de Massabielle. ..." 
                       
                      "...Desde el día de la aparición a Bernadette Soubirous, 
                      María ha «curado» en ese lugar dolores y enfermedades, 
                      restituyendo también a muchos hijos suyos la salud del 
                      cuerpo. Sin embargo, ha realizado prodigios mucho más 
                      sorprendentes en el espíritu de los creyentes, abriéndoles 
                      al encuentro con su hijo, Jesús, respuesta auténtica a las 
                      expectativas más profundas del corazón humano. El 
                      Espíritu Santo, que la cubrió con su sombra en el momento 
                      de la Encarnación del Verbo, transforma el espíritu de 
                      innumerables enfermos que recurren a Ella. Incluso 
                      cuando no alcanzan el don de la salud corporal, pueden 
                      recibir siempre otro bien mucho más importante: la 
                      conversión del corazón, fuente de paz y de alegría 
                      interior. Este don transforma su existencia y les hace 
                      apóstoles de la cruz de Cristo, estandarte de esperanza, a 
                      pesar de las pruebas más duras y difíciles...." 
                      "...Les 
                      confío a todos a la Virgen Santísima, venerada en el 
                      Santuario de Lourdes en su Inmaculada Concepción. 
                      Que ella ayude a todo cristiano a testimoniar que la única 
                      respuesta auténtica al dolor, al sufrimiento y a la muerte 
                      es Cristo, nuestro Señor, muerto y resucitado por 
                      nosotros...." 
                      
                      (Párrafos extraídos del Mensaje del Papa Juan Pablo II 
                      para la Jornada Mundial del Enfermo 2004 que se 
                      celebrará el 11 de febrero de 2004 teniendo como eje 
                      mundial el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes). 
                      Vaticano, 1 de diciembre de 2003.  
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