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Marisa y Eduardo Vinante

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Que la Luz de Cristo ilumine la "noche del mundo"

 

 

Juan Pablo II, Homilía en Misa de Nochebuena, 24-diciembre-2003


 

 
1. "Puer natus est nobis, filius datus est nobis" (Is 9,5).

En las palabras del profeta Isaías, proclamadas en la primera Lectura, se encierra la verdad sobre la Navidad, que esta noche revivimos juntos.

Nace un Niño. Aparentemente, uno de tantos niños del mundo. Nace un Niño en un establo de Belén. Nace, pues, en una condición de gran penuria: pobre entre los pobres.

Pero Aquél que nace es "el Hijo" por excelencia: Filius datus est nobis. Este Niño es el Hijo de Dios, de la misma naturaleza del Padre. Anunciado por los profetas, se hizo hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de una Virgen, María.

Cuando, dentro de poco cantemos en el Credo "... et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine et homo factus est", todos nos arrodillaremos. Meditaremos en silencio el misterio que se realiza: "Et homo factus est"! Viene a nosotros el Hijo de Dios y nosotros lo recibimos de rodillas.

2. "Y la Palabra se hizo carne" (Jn 1,14). En esta noche extraordinaria la Palabra eterna, el "Príncipe de la paz" (Is 9,5), nace en la mísera y fría gruta de Belén.

"No temáis, dice el ángel a los pastores, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor" (Lc 2,11). También nosotros, como los pastores desconocidos pero afortunados, corramos para encontrar a Aquél que cambió el curso de la historia.

En la extrema pobreza de la gruta contemplamos a "niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,12). En el recién nacido inerme y frágil, que da vagidos en los brazos de María, "ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres" (Tt 2,11). Permanezcamos en silencio y ¡adorémosle!

3. ¡Oh Niño, que has querido tener como cuna un pesebre; oh Creador del universo, que te has despojado de la gloria divina; oh Redentor nuestro, que has ofrecido tu cuerpo inerme como sacrificio para la salvación de la humanidad!

Que el fulgor de tu nacimiento ilumine la noche del mundo. Que la fuerza de tu mensaje de amor destruya las asechanzas arrogantes del maligno. Que el don de tu vida nos haga comprender cada vez más cuánto vale la vida de todo ser humano.

¡Demasiada sangre corre todavía sobre la tierra! ¡Demasiada violencia y demasiados conflictos turban la serena convivencia de las naciones!

Tú vienes a traernos la paz. ¡Tú eres nuestra paz! Sólo tú puedes hacer de nosotros "un pueblo purificado" que te pertenezca para siempre, un pueblo "dedicado a las buenas obras" (Tt 2,14).

4. Puer natus est nobis, filius datus est nobis! ¡Qué misterio inescrutable esconde la humildad de este Niño! Quisiéramos como tocarlo; quisiéramos abrazarlo.

Tú, María, que velas sobre tu Hijo omnipotente, danos tus ojos para contemplarlo con fe: danos tu corazón para adorarlo con amor.

En su sencillez, el Niño de Belén nos enseña a descubrir el sentido auténtico de nuestra existencia; nos enseña a "llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa" (Tt 2,12).

5. ¡Oh Noche Santa y tan esperada, que has unido a Dios y al hombre para siempre! Tú enciendes de nuevo la esperanza en nosotros. Tú nos llenas de extasiado asombro. Tú nos aseguras el triunfo del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte.

Por esto permanecemos absortos y rezamos.

En el silencio esplendoroso de tu Navidad, tú, Emmanuel, sigues hablándonos. Y nosotros estamos dispuestos a escucharte. Amén.

FELIZ NAVIDAD  AL SANTO PADRE

 

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En esta Navidad es posible enviar una felicitación al Papa Juan Pablo II en su dirección de correo electrónico:

juan_pablo_ii@vatican.va

Si bien el Papa no abre personalmente su correo electrónico, sus colaboradores se encargan de poner sobre su su escritorio los cientos de mensajes que ha estado ya recibiendo desde hace algunos días.

La dirección de correo electrónico del Papa es facilitada por el sitio en Internet del Vaticano:

http://www.vatican.va

que en su página principal en cada idioma ofrece una sección especial para la Navidad de 2003.

Mensaje Urbi et Orbi - Navidad 2003
 

MENSAJE URBI ET ORBI

Navidad, 25 de diciembre de 2003

Juan Pablo II

1.      Descendit de caelis Salvator mundi. Gaudeamus!

Bajó del cielo el Salvador del mundo.(Alegrémonos!
Este anuncio, lleno de un profundo gozo,
resonó en la noche de Belén.
Hoy la Iglesia lo reitera con alegría inmutable:
(ha nacido para nosotros el Salvador!
Una ola de ternura y esperanza nos llena el ánimo,
junto con una profunda necesidad de intimidad y paz.
En el pesebre contemplamos a Aquél
que se despojó de la gloria divina
para hacerse pobre, movido por el amor al hombre.
Junto al pesebre, el árbol de Navidad
con el centelleo de sus luces,
nos recuerda que con el nacimiento de Jesús
florece de nuevo el árbol de la vida en el desierto de la humanidad.
El pesebre y el árbol: símbolos preciosos,
que transmiten a lo largo del tiempo el verdadero sentido de la Navidad.

2.      Resuena en el cielo el anuncio de los ángeles:
"En la ciudad de David,
os ha nacido un salvador, que es el Cristo Señor
" (Lc 2,11).
(Qué asombro!
Naciendo en Belén, el Hijo eterno de Dios
entró en la historia de cada persona

que vive sobre la faz de la tierra.
Ya está presente en el mundo
como único Salvador de la humanidad.
Por esto nosotros le pedimos:
Salvator mundi, salva nos
!

3.      Sálvanos de los grandes males que afligen a la humanidad
al inicio del tercer milenio.
Sálvanos de las guerras y de los conflictos armados
que devastan regiones enteras del globo;
sálvanos de la plaga del terrorismo
y de tantas formas de violencia
que torturan a personas débiles e inermes.
Sálvanos del desánimo
para emprender los caminos de la paz,
ciertamente difíciles, pero posibles y por tanto obligados;
caminos apremiantes, siempre y doquier,
sobre todo en la tierra donde naciste tú,
Príncipe de la Paz. 

4.      Y tú, María, Virgen de la espera y del cumplimiento,
que conservas el secreto de la Navidad,
haznos capaces de reconocer en el Niño,
que estrechas en tus brazos, al Salvador anunciado,
que trae a todos la esperanza y la paz.
Contigo lo adoramos y decimos confiados:
tenemos necesidad de ti, Redentor del hombre,
que conoces las expectativas y ansias de nuestro corazón.
Ven y permanece con nosotros, Señor!
Que la alegría de tu Navidad
llegue hasta los últimos confines del universo!

 

ORACIÓN: ¡Tu eres Cristo, el Hijo del Dios vivo!

 

¡Tú, Cristo, eres el Hijo unigénito del Dios vivo, venido en la gruta de Belén! Después de dos mil años vivimos de nuevo este misterio como un acontecimiento único e irrepetible. Entre tantos hijos de hombres, entre tantos niños venidos al mundo durante estos siglos, sólo Tú eres el Hijo de Dios: tu nacimiento ha cambiado, de modo inefable, el curso de los acontecimiento humanos.

¡Tú eres Cristo, el Hijo del Dios vivo! En el umbral del tercer milenio, la Iglesia te saluda, Hijo de Dios, que viniste al mundo para vencer a la muerte. Viniste para iluminar la vida humana mediante el Evangelio. La Iglesia te saluda y junto contigo quiere entrar en el tercer milenio. Tú eres nuestra esperanza. Sólo Tú tienes palabras de vida eterna.

Tú, que viniste al mundo en la noche de Belén, ¡quédate con nosotros!

Tú, que eres el Camino, la Verdad y la Vida, ¡guíanos!

Tú, que viniste del Padre, llévanos hacia Él en el Espíritu Santo, por el camino que sólo Tú conoces y que nos revelaste para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia.

Tú, Cristo, Hijo del Dios vivo, ¡sé para nosotros la Puerta!

¡Sé para nosotros la verdadera Puerta, simbolizada por aquélla que en esta Noche hemos abierto solemnemente!

Sé para nosotros la Puerta que nos introduce en el misterio del Padre. ¡Haz que nadie quede excluido de su abrazo de misericordia y de paz!

María, aurora de los nuevos tiempos, quédate junto a nosotros, mientras con confianza recorremos los primeros pasos del Año Jubilar.

Amén.

(Apertura del Gran Jubileo del Año 2000 -  Juan Pablo II 24 de diciembre de 1999)

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