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Soy todo tuyo y todas mis cosas Te
pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.




Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
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LIBRO
DE VISITAS
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Entremos
en el 2007 con confianza en Dios, imitando la Fe de María
Santísima
Como
Ella, también nosotros podemos mirar con atención y conservar en
el corazón las maravillas que Dios lleva a cabo cada día en la
historia. Así aprenderemos a reconocer en la trama de la vida
diaria la intervención constante de la Divina Providencia, que
todo lo guía con Sabiduría y Amor.
Les deseamos
un año sereno y feliz, lleno de paz. La paz anunciada por los ángeles
en la Noche Santa de Navidad. La paz de Cristo que por Amor se ha
hecho hermano de todo ser humano.
Que
nos acompañe a todos la certeza de que Dios nos ama siempre.
Suyos son el tiempo y la eternidad.
Marisa
y Eduardo Vinante
Editores
de "El Camino de María".
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TE
DEUM
Himno
de Acción de Gracias
A Ti, oh Dios, te alabamos.
A
Ti, Señor,
te reconocemos.
A Ti, Eterno Padre, te
venera toda la creación.
Los ángeles todos, los
cielos y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo, es el
Señor Dios del Universo.
El Cielo y la tierra están
llenos de la majestad de tu gloria.
A Ti te ensalza el glorioso
coro de los Apóstoles,
A Ti te ensalza la multitud
admirable de los Profetas,
A Ti te ensalza el blanco
ejército de los Mártires.
A Ti la Iglesia Santa extendida por
toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de
adoración,
Espíritu Santo Paráclito.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre, aceptaste
la condición humana.
Tú, rotas las cadenas de la muerte, nos abriste
el Reino del Cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios en
la gloria del Padre.
Creemos que un día has de venir como Juez.
Te rogamos, pues, que vengas en ayuda
de tus siervos, a quienes has redimido con tu
preciosa Sangre.
Haz que en la gloria eterna nos
asociemos a tus Santos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice
tu heredad.
Sé su Pastor y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos.
Y alabamos tu Nombre para siempre, por
eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día y siempre guardarnos del
pecado.
Ten misericordia de nosotros, Señor, ten
misericordia de nosotros.
En Ti, Señor, confié, no me vea
defraudado para siempre.
V. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros
padres.
R. Y digno de alabanza, y glorioso por lo
siglos.
V. Bendigamos al Padre, y al Hijo con el
Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos
los siglos.
V. Bendito eres Señor en lo más alto del
Cielo.
R. Y digno de alabanza, y glorioso y
ensalzado por todos los siglos.
V. Bendice, alma mía, al Señor.
R. Y nunca olvides sus muchos beneficios.
V. Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
Oremos.
Oh Dios, cuya Misericordia
no tiene número, y los tesoros de tu Bondad son infinitos: damos gracias a tu
piadosísima Majestad por los dones
recibidos, rogando siempre a tu clemencia
que, pues concedes lo pedido en la oración,
no nos desampares, sino que nos hagas
dignos de los premios futuros.
Oh Dios, que instruyes los
corazones de los fieles con la luz del Espíritu
Santo, concédenos según el mismo Espíritu
conocer las cosas rectas y gozar siempre
de sus divinos consuelos.
Oh Dios, que no permites sea
afligido en demasía cualquiera que en Ti
espera, sino que atiendes piadoso a
nuestras súplicas: te damos gracias por
haber aceptado nuestras peticiones y te
suplicamos que
merezcamos vernos libres de toda
adversidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.
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