¡Tu protección va más
allá de nuestro entendimiento!
¿Quién, después de Tu Hijo, se interesa como Tú
en el género humano?
¿Quién nos defiende sin cesar en nuestras
tribulaciones?
¿Quién nos libra tan pronto de las tentaciones que
nos acosan?
¿Quién toma nuestra defensa para disculparlas en los
casos desesperados?
En virtud de la fuerza que Tu maternidad te ha
concedido ante Tu Hijo, aunque seamos condenados por
nuestros pecados y que no nos atrevamos más a mirar
hacia el Cielo, Tú por medio de Tus súplicas e
intercesión nos salvas del suplicio eterno.
Por eso el afligido en Ti se refugia, el que padece la
injusticia a Ti recurre, el que está dentro del mal invoca tu asistencia.
Todo lo que viene de Ti, Madre de Dios, es maravilloso,
todo es más grande que la naturaleza, todo supera nuestra razón y nuestras
fuerzas.
San Germán de Constantinopla
EL CAMINO DE MARÍA
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
Edición 1084 -
Domingo 12 de marzo de 2017
Querido(a) suscriptor(a) de
El Camino de María:
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«En aquellos días, Jesús
tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte
a orar» (Lucas 9, 28). Así comienza el Evangelio de
la Transfiguración de Cristo, que caracteriza al II
Domingo de Cuaresma. San Lucas subraya que Jesús se
transfiguró «mientras oraba» en la cumbre de un
monte elevado, sumergido en el diálogo íntimo y profundo
con Dios Padre. De su Persona se irradia una luz
fulgurante, anticipación de la Gloria de la
Resurrección.
Todos los años, en preparación de la Pascua, la Cuaresma
nos invita a seguir a Cristo en el misterio de su
oración, manantial de luz y de fuerza en la hora de la
prueba. Rezar, de hecho, significa sumergirse con el
Espíritu en Dios, en actitud de humilde adhesión a su
Voluntad.
De este abandono confiado en Dios deriva la luz interior
que transfigura al hombre, haciendo de él un testigo de
la Resurrección de Cristo. Pero esto sólo puede tener
lugar si escuchamos y seguimos a Cristo fielmente hasta
la Pasión y la Cruz.
Sobre la Transfiguración
del Señor leemos en el Catecismo de la Iglesia
Católica:
«La Transfiguración nos concede una visión
anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual
transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un
cuerpo glorioso como el Suyo" (Flp 3, 21). Pero nos
recuerda también que "es necesario que pasemos por
muchas tribulaciones para entrar en el Reino de
Dios" (Hch 14, 22)» (C.I.C, 556).
En su alocución previa a la
oración del Ángelus del II Domingo del Tiempo de
Cuaresma del año 2014 el
Papa Francisco
se refirió a la
la Transfiguración de Jesús
en el Monte Tabor, y afirmó que
“nosotros, discípulos de
Jesús, estamos llamados a
ser personas que escuchan su
voz y se toman en serio sus
palabras. Para escuchar a
Jesús, es necesario estar
cerca de Él, seguirlo, como
hacían las multitudes del
Evangelio, que lo reconocían
por las calles de
Palestina... Pero también
escuchamos a Jesús en su
palabra escrita, en el
Evangelio -ha
continuado-. Les hago una
pregunta, ¿ustedes leen
todos los días un pasaje del
Evangelio? Sí, no, sí, no,
mitad y mitad. Algunos sí,
algunos no. Pero es
importante, ¡eh! ¿Ustedes
leen el Evangelio? Es algo
bueno, es una cosa buena,
tener un pequeño Evangelio,
pequeño. Y llevarlo con
nosotros en el bolsillo, en
la cartera, y leer un
pequeño pasaje en cualquier
momento de la jornada. En
cualquier momento de la
jornada yo tomo del bolsillo
el Evangelio y leo algo, un
pequeño pasaje, y ahí es
Jesús que nos habla, en el
Evangelio. Piensen esto. No
es difícil, ni siquiera
necesario que sean los
cuatro, uno de los
Evangelios, pequeñito, con
nosotros. Siempre el
Evangelio con nosotros.
Porque es la palabra de
Jesús. Para poder
escucharlo”.
El Papa ha recordado que
para poder compartir la
Palabra del Señor, debemos
aprender a ‘subir’ con la
oración y a ‘bajar’ con la
caridad fraterna y ha
destacado que esta es una
misión que concierne a toda
la Iglesia, a todos los
bautizados. “De este
episodio de la
Transfiguración, quisiera
señalar dos elementos
significativos, que
sintetizo en dos palabras:
subida y bajada -ha
dicho-. Tenemos necesidad
de apartarnos en un espacio
de silencio de "subir a la
montaña" para reencontrarnos
con nosotros mismos y
percibir mejor la voz del
Señor. Esto lo hacemos en la
oración. No podemos
permanecer siempre allí. El
encuentro con Dios en la
oración nos impulsa
nuevamente a “bajar de la
montaña” y a volver hacia
abajo, a la llanura, donde
nos encontramos con muchos
hermanos abrumados por
fatigas, enfermedades,
injusticias, ignorancia,
pobreza material y
espiritual. A estos hermanos
nuestros que están en
dificultad, estamos llamados
a brindarles los frutos de
la experiencia que hemos
vivido con Dios,
compartiendo con ellos la
gracia recibida. Y esto es
curioso. Cuando nosotros
sentimos la palabra de
Jesús, escuchamos la palabra
de Jesús, y la tenemos en el
corazón, ¡eh!, esa palabra
crece. ¿Y saben cómo crece?
Dándola al otro. La palabra
de Cristo en nosotros crece
cuando la proclamamos,
cuando nosotros la damos a
los demás. Y esta es la vida
cristiana”.
Al finalizar, Francisco ha
invitado a “dirigir
nuestro ruego a la Madre de
Dios y Madre nuestra,
invocando su guía en nuestro
camino cuaresmal”.
El texto completo de la
alocución del Papa Francisco
es el siguiente:
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Hoy, el Evangelio nos
presenta el evento de la Transfiguración. Es la
segunda etapa del camino cuaresmal: la primera, las
tentaciones en el desierto, el domingo pasado, y la
segunda: la Transfiguración. Jesús «tomó a Pedro,
a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a
un monte elevado» (Mt 17, 1). La montaña, en la
Biblia, representa el lugar de la cercanía con Dios
y del encuentro íntimo con Él; el lugar de la
oración, donde estar ante la presencia del Señor.
Allá arriba, en la montaña, Jesús se presenta a los
tres discípulos transfigurado, luminoso, bellísimo;
y luego aparecen Moisés y Elías, que conversan con
Él. Su Rostro es tan resplandeciente y sus
vestiduras tan blancas, que Pedro queda deslumbrado,
hasta querer quedarse allí, casi como para detener
ese momento. Enseguida resuena desde lo alto la voz
del Padre que proclama a Jesús como su Hijo
predilecto, diciendo: «Escúchenlo» (v.
5).
Esta palabra es importante . Nuestro Padre que
dijo a estos apóstoles, y dice también a nosotros,
escuchen a Jesús, porque es mi Hijo
predilecto. Tengamos esta semana, esta palabra, en
la cabeza y en el corazón. Escuchen a Jesús.
Y esto no lo dice el Papa, lo dice Dios Padre, a
todos, a mí, a ustedes, a todos, a todos. Es como
una ayuda para ir adelante por el camino de la
Cuaresma. Escuchen a Jesús. No lo olvidemos..
Es muy importante esta invitación del Padre.
Nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a
ser personas que escuchan su voz y se toman
en serio sus palabras. Para escuchar a Jesús, es
necesario estar cerca de Él, seguirlo, como
hacían las multitudes del Evangelio, que lo
reconocían por las calles de Palestina. Jesús no
tenía una cátedra o un púlpito fijo, sino que era un
maestro itinerante, que proponía sus enseñanzas, que
eran las enseñanzas que le había dado el Padre, a lo
largo de las calles, recorriendo distancias no
siempre previsibles y, a veces algo incómodas.
Seguir a Jesús para escucharlo.
Pero también escuchamos a Jesús en su palabra
escrita, en el Evangelio. Les hago una pregunta,
¿ustedes leen todos los días un pasaje del
Evangelio? Sí, no, sí, no, mitad y mitad. Algunos
sí, algunos no. Pero es importante, ¡eh! ¿Ustedes
leen el Evangelio? Es algo bueno, es una cosa buena,
tener un pequeño Evangelio, pequeño. Y llevarlo con
nosotros en el bolsillo, en la cartera, y leer un
pequeño pasaje en cualquier momento de la jornada.
En cualquier momento de la jornada yo tomo del
bolsillo el Evangelio y leo algo, un pequeño pasaje,
y ahí es Jesús que nos habla, en el Evangelio.
Piensen esto. No es difícil, ni siquiera necesario
que sean los cuatro, uno de los Evangelios,
pequeñito, con nosotros. Siempre el Evangelio con
nosotros. Porque es la palabra de Jesús. Para poder
escucharlo.
De este episodio de la Transfiguración, quisiera
señalar dos elementos significativos, que sintetizo
en dos palabras: subida y bajada.
Tenemos necesidad de
apartarnos en un espacio de silencio de "subir a
la montaña" para reencontrarnos con nosotros
mismos y percibir mejor la voz del Señor. Esto lo
hacemos en la oración. No podemos permanecer siempre
allí.
El encuentro con Dios en la oración nos impulsa
nuevamente a «bajar de la montaña» y a volver
a la llanura, donde nos encontramos con muchos
hermanos abrumados por fatigas, enfermedades,
injusticias, ignorancia, pobreza material y
espiritual.
A estos hermanos
nuestros que están en dificultad, estamos llamados a
brindarles los frutos de la experiencia que hemos
vivido con Dios, compartiendo con ellos la gracia
recibida. Y esto es curioso. Cuando nosotros
sentimos la palabra de Jesús, escuchamos la palabra
de Jesús, y la tenemos en el corazón, ¡eh!, esa
palabra crece. ¿Y saben cómo crece? Dándola al otro.
La palabra de Cristo en nosotros crece cuando la
proclamamos, cuando nosotros la damos a los demás. Y
esta es la vida cristiana. Es una misión para toda
la Iglesia. Para todos los bautizados, para todos
nosotros. Escuchar a Jesús y ofrecerlo a los
demás. No se olviden esta semana. Escuchen a
Jesús. Y piensen lo del Evangelio. ¿Lo harán?
¿Harán eso? ¿Eh? Después, el próximo domingo me
dirán si han hecho esto de tener un pequeño
Evangelio en el bolsillo o en la cartera para leer
un pequeño pasaje en la jornada.
"Y ahora dirijámonos a
nuestra Madre María, y
encomendémonos a su guía
para proseguir con fe y
generosidad este itinerario
de la Cuaresma, aprendiendo
un poco más a «subir» con la
oración y a escuchar a
Jesús, y a «bajar» con la
caridad fraterna, anunciando
a Jesús"..
LA PRIMACÍA DE LA
ORACIÓN
Benedicto XVI
Meditación antes de la
oración del Ángelus.
24 de Febrero de 2013
Queridos
hermanas y hermanos:
El evangelista
Lucas pone especial atención al hecho de que
Jesús se transfiguró mientras oraba: la suya es una experiencia
profunda de relación con el Padre en una suerte de retiro
espiritual que vive en un monte alto en compañía de Pedro,
Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los
momentos de la manifestación divina del Maestro. El Señor, que
poco antes había predicho su muerte y resurrección, ofrece a sus
discípulos una anticipación de su gloria. Y también en la
Transfiguración, como en el Bautismo, se oye la voz del Padre
celestial: "Este es mi Hijo, el elegido, escuchadle"
.
La
presencia de Moisés y Elías, que representan la Ley y los
Profetas de la Antigua Alianza, es muy significativa: toda la
historia de la Alianza se orienta hacia Él, el Cristo, que lleva
a cabo un nuevo "éxodo": no hacia la tierra prometida como en
los tiempos de Moisés, sino hacia el Cielo. La intervención de
Pedro: "Maestro, que bien estamos aquí" representa el intento
imposible de detener esta experiencia mística. San Agustín dice:
"Pedro... en la montaña tenía a Cristo como alimento del alma.
¿Por qué iba a bajar para volver a los trabajos y a los dolores,
mientras allí estaba lleno de sentimientos de amor santo hacia
Dios y que, por lo tanto, le inspiraban una conducta santa?".
Si meditamos en
este pasaje del Evangelio notamos una
enseñanza muy importante. En primer lugar, la primacía de la
oración, sin la cual todo el compromiso del apostolado y de
la caridad se reduce a activismo. En Cuaresma, aprendemos a dar
su debido tiempo a la oración, tanto personal como comunitaria,
que da aliento a nuestra vida espiritual.
La oración
no es aislarse del mundo y de sus contradicciones, como en
el Tabor hubiera querido hacer Pedro; al contrario, la oración
reconduce al camino, a la acción.
La existencia cristiana consiste en un
continuo subir al monte del encuentro con Dios para después
volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de
éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el
mismo Amor de Dios.
Esta Palabra de
Dios la siento especialmente dirigida a mí, en este momento de
mi vida. El Señor me ha llamado a "subir al monte", para
dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no
significa abandonar la Iglesia; en efecto, si Dios me pide
esto es sólo para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma
dedicación y el mismo amor con que he intentado hacerlo hasta
ahora, pero de una manera más adecuada para mi edad y para mis
fuerzas.
Invoquemos la intercesión de la Virgen María:
!Que nos
ayude a seguir siempre al Señor Jesús en la oración y en la
caridad laboriosa!
"Oh Madre mía, a vuestro Corazón
confío las angustias de mi corazón, y a Él vengo a buscar
ánimo y fortaleza ".
Santa Bernardita.
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Video del Ángelus del Domingo 16 de marzo de 2014
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=gPGsjDgPTX0
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